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sábado, 22 de marzo de 2014

Giulio Cesare (Jacobs, 1991)

René Jacobs (dir.); Jennifer Larmore (Giulio Cesare); Barbara Schlick (Cleopatra); Derek Lee Ragin (Tolomeo); Bernarda Fink (Cornelia); Marianne Rørholm (Sesto); Furio Zanasi (Achilla); Dominique Visse (Nireno), Olivier Lallouette (Curio). Concerto Köln (instrumentos originales). HARMONIA MUNDI 4 CD.

Pese a que en los últimos años Giulio Cesare in Egitto se ha grabado bastante y muy bien, la grabación en estudio de René Jacobs sigue siendo a día de hoy mi preferida de entre las editadas en cedé, y ello a pesar del tiempo transcurrido. Jacobs, por aquél entonces, no era aún tan conocido en su faceta de director de orquesta como lo es hoy, y lo cierto es que resulta curioso detenerse a observar

miércoles, 29 de enero de 2014

“I grandi tedeschi” (Concierto de Santo Tomás de la OBS)

Acudí anoche al anual concierto de Santo Tomás de la Orquesta Barroca de Sevilla en la iglesia de la Anunciación. La orquesta se presentó en esta ocasión como formación reducida, de modo que la delgadez del sonido permitía ciertamente captar una gran limpieza de texturas y sonidos en cada una de las obras del programa. Destacaron, por supuesto, Guillermo Peñalver, como siempre extraordinariamente ágil y sensible, en la Ouverture TWV 55:a2, así como Jorge Rentería y Rafa Mira, que cumplieron con brillantez con un instrumento tan dificilísimo como la trompa barroca en los conciertos TWV 54 Est:1 y TWV 52:D2 , obras todas de Telemann. Con todo, con lo que más disfruté fue con una excepcional interpretación de la Sonata op.5 n.4, HWV 399 de Handel. Handeliano que es uno.

La respuesta de público fue excepcional, y a decir verdad, la única pega que se le puede poner a la velada es la pobre acústica del templo. Ya lo he escrito más de una vez. Ayer llegué a la cola con tiempo y conseguí un buen asiento, pero aun así el sonido se pierde. Se pierde con independencia de que uno se siente cerca de los músicos, lejos o a una distancia media.

I grandi tedeschi

Programa

Georg Philipp Telemann (1681-1767), Concerto a 2 trombe selvatiche en Mib M. TWV 54:Es1 de la ‘Musique de Table, 3. Production’ para dos trompas, cuerdas y b.c.
Maestoso – Allegro – Grave – Vivace

Georg Friedrich Haendel (1685-1759), Sonata Op. 5 nº 4 en Sol M. HWV 399 para cuerdas y b.c.
Allegro – A tempo ordinario – Passacaille – Gigue/Presto – Menuet/Allegro moderato

Georg Philipp Telemann, Ouverture en La m. TWV 55:a 2 para flauta, cuerdas y b.c.
Ouverture – Les Plaisirs I et II – Air à l’Italien. Largo – Menuet I (alternativement) / Menuet II – Réjouissance. Viste – Passepied I / Passepied II – Polonoise

Georg Philipp Telemann, Concerto en Re M. TWV 52:D2 para 2 trompas, cuerdas y b.c.
Spirituoso, ma non allegro – Largo – Allegro – Largo – Allegro assai

Plantilla
Violín I: Andoni Mercero (concertino)
Violín II: Pedro Gandía Martín
Viola: José Manuel Navarro
Violonchelo: Mercedes Ruiz
Contrabajo: Ventura Rico
Claves: Alejandro Casal y Javier Núñez
Laúd: Juan Carlos Rivera
Flauta: Guillermo Peñalver
Trompas: Jorge Rentería y Rafa Mira

sábado, 22 de junio de 2013

El día que Sevilla “rescató” a Alemania

Se cerró anoche en la sala Joaquín Turina el primer ciclo de conciertos de abono de la Orquesta Barroca de Sevilla con un atractivo programa titulado “Rescatando a Alemania”. La propia página web de la OBS ironizaba sobre lo curioso del título en los tiempos que corren, porque lo cierto es que no siempre debe ser tarea fácil darle un “nombre” a un concierto y que suene medianamente inteligente. De hecho, las obras del programa eran bien conocidas y no puede hablarse, como ocurre tantas veces con la música de autores andaluces, de obras de recuperación histórica.

Se agradece mucho la presencia de un primer violín y director de categoría como Manfredo Kraemer, curtido nada menos que en la mítica Musica Antiqua Köln de Reinhard Goebel, para muchos la mejor agrupación barroca que haya existido. La primera parte se compuso del Concerto grosso op.6 nº10, HWV 328 handeliano, que alcanzó en su último movimiento una gracia y elegancia a mi juicio insuperables. Y luego se sumó al conjunto la presencia de esos dos grandes artistas que son Guillermo Peñalver y Vicente Parrilla para el famoso Concierto de Brandemburgo nº 4 de Bach, en el que el virtuosismo de ambos flautistas competía con el del Kraemer al violín para asombro de un público muy entregado desde el primer momento. La segunda parte perteneció a Telemann (Concerto para flauta travesera, violín y cuerdas, TWV 52:e3 y “Hamburger Ebb’ and Fluth” de la Wassermusik, TWV 55:C3), así como la propina final, un concierto para dos flautas y dos oboes cuyo número no se especificó.

Ventura Rico se dirigió al respetable agradeciendo la buena acogida de cada uno de los conciertos, asegurando darse por satisfecho con el simple hecho de que cualquier persona del público haya captado algún instante de belleza. Sus palabras causaron, naturalmente nutridos aplausos entre un público que comentaba la triste exclusión que ha sufrido la OBS del Teatro de la Maestranza, a la que me referí en mi última entrada

Insisto. No creo que se nos vaya a venir el mundo encima por el hecho de que el Maestranza apueste por una temporada modesta, dada su precariedad económica. No hay mal que cien años dure y hay que confiar en la llegada de tiempos mejores. A decir verdad, no tengo ni idea de cómo funciona la cuestión de los presupuestos de un teatro como el Maestranza, pero entre el público capté comentarios de gente que hablaba de un presupuesto de seis mil euros para la OBS. También escuché la cifra de ocho mil. Y la verdad es que no sé qué pensar. No sé lo que cobra una orquesta normal por un concierto del tipo de los de la OBS, pero las cifras, si son las que escuché, no parecen excesivas si tenemos en cuenta las ganancias de la venta de entradas y demás. Francamente, si no son cantidades muy abultadas no acabo de comprender muy bien la lógica de la exclusión de esta orquesta.

Si algún lector de esta entrada se anima a sacarme de mi reconocida ignorancia y me ilumina un poco sobre las auténticas razones de la ausencia de la OBS en la próxima temporada del Maestranza se lo agradecería, francamente.

martes, 12 de febrero de 2013

Música para Cervantes y Shakespeare

La idea de la Orquesta Barroca de Sevilla de estructurar uno de sus conciertos de abono entorno a las figuras de genios literarios como Cervantes y Shakespeare se demostró ayer muy acertada en el concierto que ofrecieron en una Sala Joaquín Turina muy llena de público expectante. Y es que un programa de este tipo es bien diferente del típico concierto de música barroca que se nutre de obras cuya conexión es estrictamente estilística y temporal. En un programa como este existe también un nexo argumental entre las distintas composiciones. Lo expresaré más claramente: pensar un programa sobre Cervantes y Shakespeare supone ofrecer al público la posibilidad de apreciar los distintos enfoques con los que grandes compositores han asimilado la labor literaria de estos genios, y en mi caso particular me ha permitido descubrir el “Don Chisciotte della Mancha in Sierra Morena” de Conti.

Tan sólo hubo una obra en el programa que se apartó de la línea argumental de la que he venido hablando: el célebre concierto vivaldiano RV 439 “La notte”, en el que el flautista Guillermo Peñalver volvió, como acostumbra, a estar inmenso. Por cierto, ¡oí algún comentario entre el público sobre su drástico cambio de imagen! El resto de la orquesta –en formación de cámara con un total de ocho músicos– respondió enérgicamente a la briosa y muy italianizante dirección de ese prodigio del violín que es Enrico Onofri, que actuó como primer violín. Vocalmente se contó con la presencia de la soprano Soledad Cardoso, de muy hermoso timbre y que supo ornamentar el da capo del Da tempeste (Giulio Cesare, Handel), como a mí me gusta: luciendo habilidad vocal pero huyendo del griterío y de los excesos en los que muchas incurren a la hora de improvisar, como diciendo “aquí estoy yo”. Un gran concierto.

El sueño de D. Quijote en una noche de verano. Música en torno a Cervantes y Shakespeare

Programa

I parte

Francesco Bartolomeo Conti (1681-1732), Suite y arias de "Don Chisciotte della Mancha in Sierra Morena"
Overture (Spiritoso e staccato) - Se in vera e stabil fe (Dorotea) - Ballo de paesani - I delirii di un inferno (Dorotea) - La Folia Spaniola

Antonio Vivaldi (1678-1741), Concerto en Sol m. Op. X nº 2 RV 439 "La Notte" para flauta dulce, cuerdas y b.c.
La notte: Largo - Fantasmi: Presto - Il sonno: Largo - Allegro

Georg Philipp Telemann (1681-1767), 'Burlesque de Quixotte', TWV 55:G1, suite en Sol mayor para cuerdas y b.c.
Ouverture - Don Quichottes Erwachten - Sein Angriff auf de Windmühlen - Die Lieebesseufzer nach der Prinzessin Aline - Der geprellte Sancho Pansa - Der Galopp der Rosinante - Der Galopp des Esels Sancho Pansas - Don Quichottes Ruhe

II parte

Matthew Locke (1622-1677) y Henry Purcell (1659-1695), Suite de "The Tempest"
Introduction - Galliard - Gavot - Saraband - Lilk - Rustick Air - Minoit - Dry those eyes (Purcell) - Curtain Tune
Georg Friedrich Haendel (1685-1759), "Da tempeste il legno infranto" (aria de "Giulio Cesare")
Henry Purcell, Suite de "The Fairy Queen"
Prelude - Hornpipe - Rondeau - If the music be the food of love Z379a - Monkey's Dance - O let me weep - Dance for Chinese Man and Woman (Chaconne)

Plantilla
Guillermo Peñalver, flauta de pico
Enrico Onofri, director-concertino
Pedro Gandía Martín, violín
José Manuel Navarro, viola
Mercedes Ruiz, violonchelo
Francisco Aguiló, contrabajo
Alejandro Casal, clave
Juan Carlos Rivera, tiorba

martes, 29 de enero de 2013

"Bad boys"

Si bien el año pasado la Orquesta Barroca de Sevilla dedicó su concierto de Santo Tomás a las figuras de Vivaldi y Boismortier, este año ha sido Handel la figura dominante. El programa del concierto de ayer en la iglesia de la Anunciación llevaba por título “Historia de la infamia” y se integraba de un puñado de arias de personajes “malos” de ópera. La parte vocal corría a cuenta de una de las voces más destacadas en materia de contratenores patrios: Xavier Sabata, que muy pronto sacará un disco de esta misma temática titulado “Bad guys” que probablemente puede considerarse como la versión barroca del disco que Terfel sacó hace tiempo con el título de "Bad boys". No es la primera vez que Sabata ha acudido a Sevilla merced a la OBS, ya que guardo un buen recuerdo en un hermoso concierto suyo celebrado hace años en el patio de Círculo Mercantil que llevaba por título “Vivi tiranno”. Huelga decir en el caso de Sabata que la voz es bella y que su canto se apoya en una técnica muy sólida y trabajada. Y algo no menos importante: tratándose de música “teatral”, está claro que él sabe “interpretarla” vocalmente. Quien acudiera ayer a la Anunciación sabrá a lo que me refiero. No hay una sola sílaba que no esté cargada de expresión, de color, con la que no busque transmitir algo... Al margen del programa oficial, que reproduzco abajo, regaló dos propinas al público: la deliciosa “Sol da te” del Orlando furioso vivaldiano, en la que se lució magníficamente ese gran flautista que es Guillermo Peñalver, y el “Voglio stragi” de Teseo (Handel).

Por su parte, la orquesta acompañó como conjunto de cámara (nueve músicos), rindiendo al máximo, como era de esperar. Y naturalmente, el protagonismo de Sabata no fue exclusivo, pues Andoni Mercero estuvo sencillamente maravilloso, sobre todo en la sonata, HWV 371 de Handel.

PS1: La pega de todo esto es que la acústica de la Anunciación no es gran cosa, aunque me parece que ya he escrito sobre eso a cuento de otros conciertos.

PS2: ¡Qué espectacular el cambio de imagen de Sabata respecto de la última vez que le vi! No sé cuánto peso habrá perdido, pero es algo realmente llamativo y su aspecto ha mejorado considerablemente.

I parte

Georg Friedrich Haendel (1685-1759)
Sonata para violín y bajo continuo en Re m. HWV 359a
Grave – Allegro – Adagio – Allegro

G. F. Haendel
Aria: Vo' dar pace [de Tamerlano]
Aria: Nella terra, in ciel [de Faramondo]

G. F. Haendel
Concerto a quattro en Re m. para flauta, violín, cello y b.c.
Adagio - Allegro - Largo - Allegro

Giovanni Battista Bononcini (1670-1747)
Cantata: Lasciami un sol momento
Aria: Lasciami un sol momento
Recit: È possibile oh, Dio
Aria: Soffro in pace

G. F. Haendel
Aria: Dover, giustizia, amor [de Ariodante]

II parte

G. F. Haendel

Aria: Domerò la tua fierezza [de Giulio Cesare]
Aria: Così suole [de Faramondo]

G. F. Haendel
Sonata para violín y bajo continuo en Re M. HWV 371
Affettuoso – Allegro – Larghetto - Allegro

Giovanni Maria Ruggieri (ca. 1665-ca. 1725)
Aria: Vinto son dalla mia fede


G. F. Haendel
Aria: Voglio che mora, si! [de Faramondo]


Solistas de la Orquesta Barroca de Sevilla

Andoni Mercero, violín
Valentín Sánchez, violín
María Ramírez, viola
Guillermo Peñalver, flauta
Mercedes Ruiz, violonchelo
Ventura Rico, contrabajo
Juan Carlos Rivera, laúd
Carlos García-Bernalt, clave
Alejandro Casal, clave

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Giulio Cesare (Scholl, Dam-Jensen, Robson – Mortensen)

Hace como tres años que tengo por casa el DVD del Giulio Cesare de Handel en la versión de Lars Ulrik Mortensen. Esta ópera no ha aparecido en el blog desde 2010, cuando comenté la notable filmación de William Christie en Glyndebourne (click aquí). Como últimamente me ha dado por aprovechar mi costumbre de comentar un DVD de ópera al mes para escribir sobre otras versiones diferentes de las ya comentadas en este formato, me dispongo ahora a volver sobre ella con esta versión registrada en marzo de 2005 en el Royal Danish Theater de Copenhague.

Comencemos, como suelo hacer, con la puesta en escena. La cosa corre a cuenta de Francisco Negrín. Es una producción “moderna” que traslada los hechos a la actualidad. Sin embargo, ese traslado temporal de la acción que funcionaba claramente con el montaje de McVicar, del que hablamos en aquella otra entrada de 2010 y que nos remontaba a la época del colonialismo inglés, no resulta en absoluto tan logrado ni atractivo aquí. En el escenario priman ante todo la oscuridad en materia de iluminación y los abundantes cambios de decorado, resueltos con gran rapidez. Estos decorados no son, ni buscan serlo, visualmente hermosos ni atractivos, como tampoco ocurre con el vestuario. También hay algunos detalles que podrían haberse cuidado mejor con facilidad: por ejemplo, por el escenario aparece un busto en piedra que no pertenece en realidad ni a César ni a Pompeyo. Cleopatra lo toma en sus manos durante el Tu la mia stella sei, lo que parece indicar que se nos está intentando decir que es un retrato de César. Un César de más que sospechosa abundante cabellera y con unos rasgos que no se parecen a los de su estatuaria conocida. El retrato, como decía, tampoco pertenece a Pompeyo, cuyo rostro redondeado y expresión afable resultan fácilmente reconocibles. Digamos que, en mi opinión, el gran pecado de esta producción no está en trasladar la acción de época, sino en que lo que el espectador ve no es atractivo ni (muchas veces) inteligente: lo que se hace aquí con el papel de Nireno, por ejemplo, no admite justificación alguna con el libreto, sino que se entiende tan sólo como un capricho –poco inteligente, diría yo– del director escénico que carece de ningún sentido teatral para el curso de la acción. Ya hablaré de Nireno más abajo.

Sin embargo, este montaje que horripilará a los puristas más amantes de las producciones clásicas, tiene también algunos argumentos a favor. El primero de ellos, y también el más importante, es que me parece una producción muy divertida, que hace que ni el aficionado más reticente al barroco pueda dormirse con una obra de la envergadura de Giulio Cesare. Algunas bromas, sobre todo las que conciernen al personaje de Tolomeo, son sin duda algo zafias (de eso hablaré más adelante), pero la tónica general es lo suficientemente humorística como para que el espectador no pierda la sonrisa. Un buen ejemplo es el Se in fiorito, resuelto de forma muy simpática con guiños humorísticos entre Andreas Scholl y la violinista solista, que aparece junto a él subida sobre el escenario. También hay algunas ideas interesantes: hasta en tres ocasiones se nos muestra el espíritu de Pompeyo en escena (Svegliatevi nel core, Alma del gran Pompeo, L’aura che spira) y Cornelia, por su parte, dirige algunas frases del Son nata a lagrimar a Achilla con la clara intención de desmoralizarle, lo cual me parece acertado y muy acorde con el carácter depresivo e inflexible del personaje. Cuando más adelante Cleopatra va a entonar el V’adoro pupille se observan las palabras “Blot til lyst” sobre el escenario, lo que hace que el público prorrumpa a carcajadas. No sé una sola palabra de danés, pero el significado de la frase es “Sólo por placer”. Según he leído, encima del escenario de este teatro hay un cartel que reza “Ei blot til lyst”, que es lo mismo pero en sentido negativo (“No sólo por placer”). Osea, que Cleopatra está tan dispuesta a seducir a César que ha alterado nada menos que la decoración del teatro quitando la negación (Ei) al cartel.

Pasemos al reparto. Uno de los grandes atractivos de este DVD es la presencia de Andreas Scholl en el papel de Giulio Cesare. Estamos hablando, con toda probabilidad, del contratenor en activo más aclamado junto con Jaroussky. Huelga decir que el Cesare de Scholl no gustará a los muchos detractores de la cuerda de contratenor, que preferirán aquí a una mezzo, pero su trabajo en esta filmación sirve como para colocarlo justamente en la cima de los grandes intérpretes actuales del papel, junto con Connolly y Zazzo. Al igual que el resto del reparto, no es muy pródigo ornamentando los da capo, correspondiendo quizá esta decisión a Mortensen, que como director musical debe velar porque cada cantante tenga una idea más o menos uniforme de la ópera. Si me tuviese que quedar con un momento de Scholl en esta filmación, este sería el Non è si vago e bello, aunque en todas sus apariciones está espléndido.

Si el DVD de Glyndebourne tenía en De Niese a una Cleopatra correcta sin más en lo vocal, aquí salimos ganando musicalmente con una estupenda Inger Dam-Jensen, cantante de la que confieso que jamás había escuchado nada, ni tan siquiera el nombre, antes de ver esta filmación. Durante la primera mitad de la ópera es adecuadamente pícara –no tanto como De Niese– y donde mejor brilla es en la faceta trágica del papel. Teatralmente cumple, aunque en el aspecto puramente visual no resulta un buen complemento para Scholl. ¡Se la ve diminuta comparada con la estatura de él! Teatralmente no despierta especial sensualidad, aunque eso es lo de menos. A nivel de vestuario, durante el Tu la mia stella lleva una faldita diminuta de esas con las que una chica se arriesga a enseñar lo que no debe enseñarse cuando se agacha. ¡Ah, y otra cosa! Al igual que McVicar, también Negrín escenifica el Venere bella con un baño de Cleopatra.

La visión que Negrín tiene de Tolomeo está muy clara. El malo de la acción aparece retratado como un personaje cómicamente repulsivo, como un viejo vicioso y patético que lame las botas de Cleopatra y que provoca hilaridad. La música de Handel es lo suficientemente rica como para dotar de más que suficientes matices psicológicos al papel, pero Negrín va más allá y convierte cada una de sus apariciones en todo un espectáculo histriónico. Si antes decíamos que veíamos a Cleopatra bañarse en el Venere bella en una piscina llena de agua y flores, después vemos, como contraste, a Tolomeo entonando el Belle dee enseñando el culo (con perdón) mientras se ducha y provoca las carcajadas del público. No me parece mal esta forma de incidir escénicamente en el carácter repulsivo de Tolomeo, sobre todo porque contribuye a que el público se lo pase bien y no implica una distorsión de la mentalidad del personaje, sino en todo caso, una exhibición extremada de esta última. El problema de este Tolomeo es que la premeditada repulsión escénica que inspira es pareja a la repulsión vocal que provoca un calamitoso Christopher Robson. No se trata ya de problemas aislados más o menos serios –como los cambios de color a lo largo del registro, y de manera especial en el grave, tan típico de los contratenores– sino que la voz está hecha un trapo. Las pésimas condiciones del cantante unidas a la concepción extrema que Negrín tiene del mismo producen una imagen caótica de Tolomeo en el espectador, que habría que evitar en lo musical. Una cosa es que teatralmente queramos hacer ver que el personaje es un payaso repugnante y otra muy distinta que no contemos con un cantante lo suficientemente dotado como para defender al personaje. Así las cosas, las únicas bazas con las que Robson juega a su favor son las teatrales: cumple perfectamente con el esquema planteado por Negrín. Es más, está absolutamente brillante en este sentido, pero vocalmente no hay por dónde cogerlo. Y en la ópera, al menos para mí, la música importa más que el teatro.

Vayamos ahora con los secundarios. Como Cornelia tenemos a Randi Stene, que defiende bien el Priva son, aunque la voz sólo me parece realmente bella en la zona alta. Es más, en el Deh, piangete se evidencia algún sonido feo en el grave. En líneas generales, Stene me parece vocalmente cumplidora, sin ser brillante. Hay en ella un punto de palidez e impersonalidad que, sinceramente, no acaban de convencerme. A nivel teatral sí que está estupenda. Tiene el aspecto de una mujer madura aristocrática y atractiva, y eso ayuda al menos a comprender la fascinación que Achilla siente por ella desde el primer momento. En cualquier caso, la que está mucho mejor que Stene es Tuva Semmingsen (Sesto), que resulta sencillamente extraordinaria en el Cara speme, en el que Mortensen utiliza inteligentemente los registros del clave que acompaña al violonchelo. Semmingsen tiene una concepción algo infantil del personaje y en líneas generales se echa quizá en falta un puntito más de carácter y virilidad, pero no cabe duda de que la voz es muy bella y de que la chica hace su trabajo realmente bien. Ese Cara speme... Quizá sea el mejor Sesto que haya escuchado. Teatralmente me disgusta que aparezca ensangrentada en el Ritorni omai llevando la cabeza de Tolomeo en un saco, aunque la culpa aquí es de Negrín.

Michael Maniaci (Nireno) hace un poco lo mismo que Amy Freston en la Poppea de Carsen en Glyndebourne, pero sin la gracia de esta última. En la obra de Monteverdi resulta inteligente situar a Amor en escena manipulando los hechos de la acción, ¿pero qué sentido tiene convertir en una especie de factótum al criado de Cleopatra? Su papel, como criado, consiste en preparar los encuentros entre ésta y César, de modo que su presencia de este modo –haciendo además continuos e incomprensibles movimientos ridículos con las manos– carece absolutamente de sentido. Lo veo como un capricho del director de escena. Vocalmente, Maniaci resulta impecable –es un contratenor que está haciendo una carrera de éxito– y es premiado con la inclusión de su aria Qui perde un momento.

Por lo demás, muy bien el Achilla de Palle Knudsen. John Lundgren es Curio, un papel paupérrimo.

Al frente del Concerto Copenhagen (conjunto de instrumentos originales) tenemos a un consumado handeliano como Lars Ulrik Mortensen. Su trabajo y el de la orquesta resulta muy notable. Opta en general por tempi bastante equilibrados, aunque en ocasiones resultan obviamente muy rápidos (Viva il nostro Alcide). Donde se echa en falta algo más de profundidad en la labor de la orquesta es en momentos de gran agitación dramática como el Svegliatevi nel core. En el Va tacito, en cambio, la dirección resulta muy vívida. Se omiten el Tutto può donna vezzosa y el Se a me no sei crudele.

Resulta a mi juicio imperdonable que el DVD no incorpore subtítulos en castellano. Sí está al menos elegantemente presentado en un bonito estuche de cartón, aunque este tiene una funda de plástico que cuesta Dios y ayuda colocar de nuevo cada vez que se retira. Digamos que el estuche queda más estético que la clásica caja de plástico, pero que resulta mucho menos práctico y cómodo.

¿Vale la pena? Musicalmente el reparto puede ser incluso mejor que el del famoso DVD de Glyndebourne con la salvedad, ya expuesta, de Tolomeo. Escénicamente no es una producción bella, pero sí divertida. Mi opinión personal es la de recomendar esta filmación a aquellos que como yo amemos a Handel, a la ópera barroca y a Giulio Cesare. El resto de los aficionados encontrarán quizá un mayor equilibrio en el DVD de Christie entre belleza musical y belleza escénica.














sábado, 21 de abril de 2012

“Trionfo” del barroco en el Maestranza


Es una alegría que el Teatro de la Maestranza siga apostando en medio de la crisis económica por el  barroco. Lo hace en versión concierto, abaratando los costes del montaje escénico, pero algo es algo. Sobre todo cuando, recurriendo al oratorio, lo que se ofrece es tan bueno como la representación única de Il trionfo del tempo e del disinganno de Handel que tuvo lugar anoche. Es triste que el teatro no estuviera lleno más allá de las tres cuartas partes tratándose, además, de una única función, pero hay que aceptar dos factores de importancia: que la ópera en concierto -o el oratorio- no tiene el mismo gancho que la que se ofrece con montaje escénico y que las obras del barroco no producen, por mucho que nos pese, el efecto llamada de una Madama Butterfly, como la que veremos en breve en Sevilla.

Al igual que el año pasado, el gran violinista Enrico Onofri se ha puesto para la ocasión al frente de la Orquesta Barroca de Sevilla. El balance es mucho más positivo que el que pude extraer de aquel Orfeo y Eurídice de 2011 (ver aquí), en el que la dirección de Onofri –ensalzada por todos los medios– no pasó, en mi opinión, de correctita, con algunos momentos que por mucho que choque oírlo referido a alguien como él, pudieron calificarse justamente como mediocres. Con este Handel ha sido otra cosa, y la OBS ha firmado una noche –otra más– de gloria. Está feo señalar nombres concretos, pero habría que destacar el portentoso primer violín del gran Andoni Mercero, el arpa de Manuel Vilas y el virtuosismo elegante, nunca trivial ni exagerado, de Alejandro Casal al clave y al órgano.

En cuanto a las voces, Raquel Andueza (Belleza) fue exactamente lo esperable: magnífica, impecable, la mejor de la noche, como no podía esperarse de otra manera. Lo he escrito varias veces y no me canso de repetirlo. En España tenemos a dos de las mejores voces barrocas femeninas de la actualidad: Andueza y Espada. Con todo, la sorpresa de la noche fue para mí Luciana Mancini (Desengaño), una mezzo desconocida para mí hasta ayer y dueña de una preciosa voz manejada con brillantez y buen gusto. Sólo alguna vez se atisba algún cambio de color en el descenso, mientras que en los registros medio y alto se desenvuelve estupendamente. En algún momento de la noche llegué a pensar que podría tratarse realmente de una soprano metida a mezzo, aunque luego enseguida cambiaba de opinión. Debería escuchar un poco más de esta mujer para hacerme una opinión más sólida de ella, pero que consiguiera llamarme tantísimo la atención teniendo al lado a Raquel Andueza es significativo de que o es buena o estoy definitivamente sordo.

También revalidé anoche mi opinión sobre el tenor Fernando Guimarães (Tiempo), quien ya me produjo una impresión muy favorable el mes pasado (click aquí) en el Festival de Música Antigua. Correcta, aunque lejos ya del altísimo nivel vocal de sus compañeros, me pareció la soprano Gemma Bertagnolli (Placer), de proyección a veces débil y con un exceso de vibrato que se hizo molesto en ocasiones. Con todo, ornamentó de forma muy bella el da capo del Lascia la spina.

Nota absurda: Nada más abrir el libreto que se entregó ayer gratuitamente puede verse un retrato de J. S. Bach que aparece erróneamente como si fuera Handel. Pero a caballo regalado...

domingo, 26 de febrero de 2012

Barroco en la Magdalena


Buen concierto el que ofrecieron anoche varios miembros de la Orquesta Barroca de Sevilla en la parroquia de la Magdalena. El evento estaba patrocinado por la hermandad del Calvario, radicada allí, que celebra ahora el cuatrocientos aniversario de la talla del crucificado titular. En realidad, esta hermandad de penitencia organiza desde hace ya bastantes años un buen concierto anual coincidiendo con sus cultos cuaresmales.

Anoche tuvimos un programa dedicado en buena medida al barroco español. Ignoro la razón por la que no se distribuyó programa de mano. Ventura Rico se excusó en este sentido antes del comienzo del concierto, y el clavecinista Alejandro Casal se ocupó de introducir las obras al público, aunque lamentablemente su voz no fue demasiado audible ante la ausencia de micrófono. De todas formas el concierto era gratuito, así que es absurdo quejarse por estas cosas, y más estando como están las cosas.

Marta Almajano, que nos enseñó en la primera pieza que un simple mortero –como el de la foto superior– también puede ser un instrumento, tiene una hermosa voz lírica adecuada para el canto de agilidad y las coloraturas, aunque la voz es pequeña y no siempre se la escucha con la adecuada intensidad, a lo que también contribuye la mala acústica del templo. El público se mostró especialmente satisfecho en el “Ay, que me abraso” de Durón, aunque donde mejor lució su voz fue en el Gloria de Handel, el mismo que salió a la luz en 2001 y que Cummings y Gardiner se apresuraron a grabar enseguida.

Impecable, como no podría ser de otra manera, el acompañamiento instrumental (Leo Rossi y Pablo Prieto, violines; Mercedes Ruiz, violonchelo y Alejandro Casal, clave), que tuvo su particular momento de lucimiento en la estupenda Sinfonía XVIII de Stradella.

Sebastián Durón (1660-1716), Atiendan, escuchen, Cantada al Santísimo con violines.

Sebastián Durón, Ay, que me abraso de amor en la llama, Cantada al Santísimo con
violines.

Bartolomé de Selma y Salaverde (ca.1595-1638), Canzon 35 a 3. Doi soprano e basso.

Juan Hidalgo (1614-1685), Flores que al alba, Solo al Santísimo.

Sebastián Durón, Fuego, Solo al Santísimo.

Alessandro Stradella (1639-1682), Symphonia XVIII à 2 Violini è Basso en Fa M.

Georg Friedrich Händel (1685-1759), Gloria in Excelsis Deo, 1771. HWV deest.

viernes, 24 de junio de 2011

Mercero, Romero y el truño brotónico


Aunque hasta hoy no he dado cuenta de ello por falta de tiempo, el pasado miércoles día 15 el violinista Andoni Mercero, acompañado al clave por Giorgio Paronuzzi puso el colofón final a la presente edición del Ciclo de Cámara de la Orquesta Barroca de Sevilla en el Convento de Santa Clara, del que llevo hablando desde hace bastantes semanas. En teoría, debería quedar aún un concierto pendiente, el que canceló Lucy van Dael y que Ventura Rico prometió mantener en más de una ocasión, pero el hecho de que en la página web de la OBS no se hagan más menciones al ciclo obliga a pensar que habrá que esperar a mejor ocasión para que los sevillanos podamos escuchar a la violinista holandesa. Tampoco podemos quejarnos: la verdad es que, semana por semana, las propuestas han sido interesantes, y la afluencia del público creciente. Y gratis, no lo olvidemos.

Volviendo al tema, Mercero es sin duda de lo mejor que ha dado el suelo patrio en lo que se refiere al violín barroco. Eso está claro. El miércoles de la semana pasada vino con un programa que alternaba sonatas para violín y clave de Handel y Bach, empezando por la BWV 1017 de este último, cuyo movimiento inicial tanto recuerda al Erbarme dich, de La Pasión según san Mateo. También abordó notablemente las BWV 1018 y 1021, aunque me gustó más en la exuberancia de colores handeliana de las HWV 359 y 372. Giorgio Paronuzzi acompañó de forma casi austera en las obras de Bach, con pocas pero estudiadas ornamentaciones (seguro que René Jacobs, con el que trabaja, le exige más caña), reservándose para su momento de gloria, que llegó en la segunda parte con una estupenda Vo far guerra en la adaptación al clave de Babell.


Al margen ya del Ciclo de la OBS, el pasado lunes volví de nuevo a Santa Clara, esta vez para asistir al recital lírico de la joven soprano canaria Laura Romero, acompañada al piano por Juan Carlos Ortega. Copio el programa:

I.
Bellini: Eccomi in lieta vesta... o quante volte (I Capuleti e i Montecchi)
Schumann: Widmung
R. Strauss: Morgen
Rossini: Ah voi condur volete... ah dónate il caro sposo (Il signor Bruschino)
Liszt: Oh quand je dors
Donizetti: C’est es donc fait... Salut a la France (La fille du régiment)

II.
Falla: Nana (1914)
Turina: Cantares
Chapí: Canción de la gitana (La chavala)
Vives: Canción de Cosette (Bohemios)
Giménez / Nieto: Me llaman la primorosa (El barbero de Sevilla)

De propina, una sevillana y “La tarántula”. Lo mejor, el Liszt de la primera parte. Ante todo, la voz, claramente lírica, es hermosa y solvente en las coloraturas, aunque me da por pensar que el belcanto de Rossini, Bellini y Donizetti quizás no sea el terreno donde mejor luzca. El volumen es correcto, aunque muy lejos de ser un vozarrón y el ascenso al agudo completamente natural y sin el menor rastro de portamento, aunque a veces un poco brusco, como si necesitara controlar algo más los contrastes de volumen, evitando pasar violentamente de una mezza voce a una emisión estentórea. También hubiera ayudado algo más de arrojo, especialmente en la primera parte, evitando caer en la trampa de limitarse simplemente a “cantar bonito”. Sea como fuere, con estos pros y estos contras, recuerdo que en algún ascenso al agudo, de forma segura y partiendo de una voz perfectamente colocada en su centro, su timbre juvenil me recordaba bastante al de Freni, de quien ha tomado alguna clase magistral según el folleto de mano que se repartió. No soy capaz de lanzar un halago mayor a una soprano que decirle que a veces puede recordar a Freni. En fin, una joven soprano de la que habrá que seguir su evolución y que puede darnos alegrías futuras.


Al día siguiente, el centro cultural de Santa Clara celebró el día europeo de la música con varios conciertos. El más especial fue, sin sombra de dudas, el de la Orquesta Joven de la Orquesta Barroca de Sevilla, integrada por chavales, algunos de ellos de edades bastante tiernas (los violonchelos, por ejemplo). Valentín Sánchez se puso al frente para presentar un programa de esos que resultan típicos a más no poder: Canon de Pachelbel en plan tradicional (osea, con muchas cuerdas y sin la giga final), la obertura de Il Trajano de Mancini, sonata para dos violines de Telemann, el RV 522 de “L’Estro Armonico” de Vivaldi, la sonata “La Follia” (no la bética, la de siempre) de Corelli, y la “Imitation des caracteres de la danse” de Pisendel. Todas las orquestas hacen alguna vez un programa de este tipo, y no es raro que acaben grabándolo en un disco que se llame algo así como “An evening with the [inserte el nombre de la orquesta]”, el que los miembros aparecerán sonrientes en la portada llevando unas copitas en la mano. Los chicos tocaron admirablemente bien.

Tras este concierto, que terminó con la entrega de unas camisetas de recuerdo, asistí también en la misma sala, aunque muy menguada de público, a la actuación de la Academia de Estudios Orquestales de la Fundación Barenboim-Said. El programa era algo completamente anárquico y amorfo. Comenzó con dos movimientos (primero y cuarto) de la sonata para violín, BWV 1003 de Bach, con un Alejandro Piñero Gómez no todo lo preciso que sería deseable en el Allegro inicial y mucho más acertado en el Grave. La absurda dinámica del programa pasaba de Bach a un espanto para violín titulado Et in terra pax de un tal Salvador Brotons, seguramente ateo. La interpretación del joven Samuel García García fue, sin duda, impecable; el problema estaba en la fealdad (en mi subjetiva opinión, claro está) de la obra. El “truño brotónico”. El autor del programa hizo luego otro giro esquizoide para traernos después el cuarteto para flauta, K.285b de Mozart a cargo del Cuarteto Epalí, integrado por las guapísimas Aida Naranjo Mantero (flauta), Laura Rubiales Solís (violín), Ester Casado Cascado (viola) y Pilar Rueda Rodríguez (violonchelo). Siempre me ha parecido una incógnita lo agradablemente bella que es la música que Mozart escribió para la flauta, un instrumento que no era precisamente de su agrado. Sinceramente, después de lo de Brotons fue como tomarse un refresco. Para terminar, Falla (tachán tachán, ya tenemos premio para el programa más raro que he oído en lo que va de año), con sus Siete canciones populares españolas adaptadas para el cuarteto.

Aquí el Cuarteto Epalí con las mismas obras que interpretaron en Santa Clara:
















martes, 1 de junio de 2010

Las mil caras de Jennifer Larmore

Escuché por primera vez a Jennifer Larmore en el célebre Giulio Cesare de René Jacobs, que a pesar de los años transcurridos sigue siendo mi grabación de referencia. Después de asistir a su actuación en el Maestranza el pasado día 30 de mayo pienso que esta mujer debe haber hecho un pacto con el diablo para que el tiempo no pase por ella. La voz sigue siendo la misma, ágil y al mismo tiempo consistente y poderosa, andrógina a veces (y por tanto muy apta para los roles de castrato) y femenina y coqueta cuando quiere. Físicamente está estupenda, probablemente mejor que nunca. Verla es un espectáculo, y admito que cuando encaminé mis pasos hacia el teatro no podía hacerme una idea de lo que me aguardaba en ningún sentido.

La sorpresa (en realidad la primera de ellas) llegó al leer el programa: junto a una primera parte íntegramente barroca nos plantamos en algo de Rossini en la segunda mitad (hasta aquí todo muy normal en relación a la idea que me hacía de esta mezzo), y nada más ni menos que música de Bizet, Offenbach, Strauss y Humperdinck. Todo un popurrí que constituye uno de los programas más inconexos y extraños a los que he podido asistir. Y para hacerlo aún más exótico, OpusFive. Cinco músicos, como su propio nombre indica, convirtiéndolo todo en música de cámara. Raro, raro, raro... e irresistible.

La primera parte se abrió de forma correcta con el aria de Dejanira “Where shall I fly?” del Hercules de George Frideric Handel, al que regresaríamos luego con una más apasionada interpretación de “Doppo la notte, atra e funesta” de esa maravilla que es Ariodante, cuyo libreto, por cierto, estoy traduciendo. Y ahora Bach: una de las curiosidades del programa ha sido la de intercalar varios fragmentos de “El arte de la fuga” (Contrapunctus I, V y VII) por mucho que nada tuvieran que ver en ocasiones con el carácter de las piezas entre las que se insertaban (¡entre Strauss y Offenbach!). Quizás ello contribuyese a acentuar aún más el profundo carácter reflexivo (y me permito decir que casi místico) de esta música maravillosa. Larmore nos cantó el “Erbarme dich”, ese momento de “La Pasión según San Mateo” en el que al igual que a Jonathan Miller (véase este vídeo) me suele costar contener las lágrimas. Para mí, que prefiero aquí a voces más “claras” (¿cómo expresarlo?) ganó la batalla el violín de Sebastian Hamann, aunque es cuestión de gustos.

Y con esto nos plantamos en la segunda parte. Alguien había instalado una mesita con mantel verde sobre el escenario durante el descanso. Sobre ella, una vela que encendió Larmore nada más sentarse a la mesa, y a la sola luz de esa llama y con el escenario completamente a oscuras cantó angelicalmente la oración nocturna del segundo acto del Hansel y Gretel de Humperdinck, esa ópera que tanto adoro y de la que hablé no hace mucho. Por extraño que se me hiciese, el escaso acompañamiento instrumental dotó aún de mayor intimismo a una escena en la que sólo nos faltó a Gretel para evitar que el dúo se convirtiese en aria. No me importó. A ello siguió, cuando apenas me había recuperado del éxtasis (porque por cursi que suene puedo hablar de éxtasis) un maravilloso “Morgen!” (nº 4) de los “Cuatro Lieder” de Richard Strauss, que terminó en la que fue la primera gran ovación de la noche. Ovación que se repitió, como era de esperar, tras le célebre “Barcarola” de “Los cuentos de Hoffmann” de Offenbach, a la que antecedió el Contrapunctus VIII de Bach. No es que la primera parte fuera inferior, sino que el público aplaude siempre con más entusiasmo aquello que es popular y conoce.

Cuando llegó el momento de la “Chanson Bohémienne” de la “Carmen” de Bizet los músicos se retiraron del escenario y el contrabajo Davide Vittone se dirigió al público. Inmediatamente pensé en un cambio de programa, especialmente porque no me cuadraba demasiado eso de Jennifer Larmore como Carmen (no obstante, sé que hay grabación con Sinopoli). Pero no: lo que dijo aquél simpático italiano era que los músicos estaban muy cansados y que pensaban beber algo en la taberna de Lillas Pastia. Y entre las risas incontenibles del público empezó a desmadrarse el espectáculo, de forma deliberadísima. Los músicos entraron bebiendo tambaleantes, y fingiéndose ebrios se intercambiaron gritos de “¡Borracho!” y alabanzas al Rioja. Luego, empezados ya los primeros compases, apareció Larmore provocando a la sección masculina, lo que por cierto se le da muy bien. Y al margen incluso de la divertida y encantadora escenificación (y aquí, como en la pasada Turandot, vuelvo a discrepar del inconformismo de Moreno Mengíbar en Diario de Sevilla) quedé pasmado de nuevo con esta mujer. ¡Vaya Carmen! Sólo decir que aquello fue absolutamente fabuloso: una versión fogosa (porque Carmen lo es), oscura (porque Carmen lo es) y despreocupada (porque Carmen lo es). Me tragué muy felizmente mis prejuicios estúpidos. Con esa voz y ese físico no hay Don José que lamente hacerse desertor.


La recta final fue puramente rossiniana. Del “Recalling Rossini” (“Recordando a Rossini”) de Domenico Torta, un popurrí instrumental a partir de óperas de Rossini, me quedo con la acertada instrumentación del “Una voce poco fa”. Finalmente, Larmore reapareció para cerrar el programa con el final de “La Cenerentola” (“Non più mesta accanto al fuoco”). Aplausos a rabiar y público en pie. Los del Maestranza fueron buenos y entregaron flores a todos (a la diva, como era de esperar, un ramo grande) y los aplausos se convirtieron en palmas por sevillanas. El bis fue el simpático “Art is calling for me” (“I want to be a primadonna”) de Victor Herbert y Harry B. Smith, cuyo texto puede localizarse aquí. Transcurrió plagado de los cómicos gestos grandilocuentes de diva de Jennifer Larmore, quien además bromeaba con los otros músicos. Al terminar, la reacción del público volvió a ser la misma, y después de mucho hacerse de rogar optó por cantar en español el “Con el vito viene” (una canción a la que por razones de mi infancia tengo enorme cariño). El año pasado le ocurrió algo parecido nada menos a otro peso pesado como Anne Sofie von Otter, que agotó los bises preparados y gritando “¡Gracias!” al público tuvo que “improvisar” el “Bist du bei mir” de Bach con Lars Ulrik Mortensen al clave. Larmore seguía en todo lo suyo, gesticulando cómicamente con los brazos para indicar la irrupción del conjunto antes de cantar, terminado lo cual todos salieron a tropel para evitar que el público insistiese en otro bis. Nunca he visto una salida más precipitada de un escenario. Si la Jenny llega a tropezar habrían rodado los seis por el suelo.

Pues lo dicho: espectacular Larmore (adorablemente payasa en el escenario) y bastante dignos los de OpusFive (Sebastian Hamann y Mirian Müller fueron los violines, Lisa Weiss la viola, Stephanie Meyer el violonchelo y Davide Vittone el contrabajo) cumpliendo en su labor de acompañar a Larmore, que para eso es quien tenía que brillar, y ofreciendo además la curiosísima posibilidad de escuchar de forma tan reduccionista obras de gran exhuberancia orquestal como “Hansel y Gretel” o “Carmen”.

Una noche extraña, con toques incluso de surrealismo y absolutamente deliciosa.



J. S. Bach: El arte de la fuga (Contrapunctus I) / Reinhard Goebel – Musica Antiqua Köln



G. F. Handel: “Va tacito e nascosto” (Giulio Cesare) / Jennifer Larmore – René Jacobs – Concerto Köln

lunes, 10 de mayo de 2010

Apoteosis italiana

La Obra Social de Cajasol sigue deleitándonos (¿o sería mejor escribir "nos ha deleitado hasta ahora"?) con los maravillosos conciertos de la Orquesta Barroca de Sevilla al más que asequible precio de cinco euros la entrada más barata y diez la más cara. Bajo el título de “De Venecia a Madrid” se ofrecía ayer un sugerente programa integrado en principio por obras de Antonio Vivaldi y Domenico Scarlatti (ese compositor con nombre de malo de película de James Bond). Y digo “en principio” porque la ausencia de Carlos Mena (debida, según informaron, a que su señora estaba dando a luz) obligó a un repentino cambio de programa. La presencia de Mena fue sustituida por la soprano británica Julia Doyle, quien en lugar del anunciado “Nisi Dominus” de Vivaldi cantó el primer movimiento del motete “Nulla in mundo pax sincera” y un “Salve Regina” de Handel.

La OBS, con Andoni Mercero como violín concertino, lució como siempre un nivel que le permite no tener nada que envidiar a las grandes orquestas historicistas del mundo, haciendo alarde de vigor en la obertura de “L’Olimpiade” y exhibiendo una exquisita delicadeza en el Concerto grosso en fa menor nº 1 de Scarlatti. Julia Doyle, cuya aparición fue precedida de un magnífico Concerto pero archi, RV 114 de Vivaldi, cantó con enorme gusto y delicadeza, luciendo unos hermosos apianamientos y un toque de intimismo que hacían pensar que se encontraba cantando en el salón de casa rodeada de amigos. Su irrupción en escena estuvo rodeada de murmullos (al menos en el patio, donde me encontraba) motivados por la recién anunciada ausencia de Mena, y que terminaron convirtiéndose en murmullos de aprobación tras concluir su “Nulla pax”.


Durante el descanso caí preso de la fiebre barrocófila de la OBS y me dirigí sin pensarlo a hacerme con el disco de Scarlatti-Avison que se vendía por quince euros en una mesa situada en el exterior. Precisamente incluye el “Salve Regina” (cantado por Mena) que se ofreció en la segunda mitad. Como propina, una maravillosa “Tornami a vagheggiar” de la “Alcina” de Handel.

Siempre que escucho a la Orquesta Barroca de Sevilla tengo la sensación de estar en una especie de paraíso que por la desidia de quienes realmente pueden amenaza con hundirse, como si fuese algo demasiado bello para ser real. ¿Cuál es la imagen que pretende transmitir Cajasol no sólo recortando el presupuesto de una de las mejores orquestas de Europa, sino también dinamitando desde dentro la hasta ahora estupenda Obra Social agujereando así la vida cultural de los sevillanos? Que cada cual piense lo que quiera, pero por lo que a mi se refiere, Cajasol corre el riesgo de quedar a la altura del betún.

Espero que al menos todo haya ido bien para la señora de Mena y que a la hora a la que escribo haya en el mundo un nuevo melómano barrocófilo en miniatura.


Scarlatti: Salve Regina (“O clemens”). Carlos Mena – Orquesta Barroca de Sevilla


Handel: “Tornami a vagheggiar” (Alcina) – Eiddwen Harrhy, Richard Hickox

lunes, 1 de marzo de 2010

Giulio Cesare (Connolly, De Niese, Dumaux - Christie)

Parece que mi costumbre, ya consolidada, de comentar una “Ópera del mes” en DVD tiene éxito entre los lectores. No hay cosa más subjetiva que las impresiones personales en cuestiones artísticas. Dicho de otro modo, lo escrito aquí, no va a misa, sino que se trata tan sólo de apreciaciones subjetivas que como mucho podrían tener un interés meramente informativo. Lo mismo ocurre al comentar una función o concierto. No hay nada más absurdo que ver a dos melómanos peleando sobre lo que es emocionante y lo que no. Cada persona es un mundo, y el único requisito exigible a un artista es el de una ejecución correcta desde el punto de vista musical (que un cantante no emita un gallo, que un pianista no se equivoque, etc.). El resto es subjetivo. Mucho de lo que escribo son, y deben ser, palabras lanzadas al viento destinadas a “experimentar” por uno mismo e invitar a quien me lea a elaborar una opinión propia e independiente de los que supuestamente “saben”. En absoluto descalifico a los críticos, aunque entre ellos haya algún papafrita (como en cualquier otro oficio), pero el que una opinión esté consolidada entre ellos no significa que tenga que estarlo para mí. Cada uno es libre de pensar por sí mismo y de acertar y equivocarse. Es jugar a ser crítico, con la modestia de reconocer que estamos jugando. En realidad, aunque nada fuera así, este género musical llena tantas horas de mi vida que no podría dejar de referirme a él en el blog. No estoy dispuesto a cometer el error de escribir pensando en lo que pueda atraer a mis lectores, aunque ello no sea un problema en el caso de este tipo de entradas. Escribo sobre lo que verdaderamente me atrae. Si alguien encuentra algo de provechoso en ello lo consideraré un triunfo, mientras que si el eventual lector no siente el menor interés por el tema no me disgustaré porque ignore estas entradas. Lo que menos me preocupa de mi blog, se me crea o no, es el contador de visitas.

Hasta aquí los preámbulos. Hace años que Glyndebourne viene “malacostumbrándonos” con producciones espectaculares que luego salen en DVD. Sirvan como ejemplo las filmaciones que he comentado hasta ahora en el blog: de seis óperas, tres de ellas se deben a este maravilloso festival inglés, que cuenta en su haber con los méritos de diseñar temporadas atractivas año tras año, con artistas para quitarse el sombrero (mención especial a la colaboración desde hace algunos años de la Orchestra of the Age of Enlightenment), muchos de los cuales son jóvenes intérpretes que adquieren fama internacional gracias a Glyndebourne (caso de Sarah Connolly, de la que hablaremos hoy), y filmando las producciones para su salida en DVDs (y últimamente en formato Blue-ray) de excelente presentación y calidad de imagen y sonido. Si tomamos como referencia reciente el año 2005, los DVDs de este festival que en mi opinión merecen verse sin reservas son Giulio Cesare, Così fan tutte, La Cenerentola, L’incoronazione di Poppea, Hänsel und Gretel... Una media de al menos un DVD altamente recomendable por año y temporada. Y aunque esa media se reduzca inevitablemente en mi blog en los próximos meses, la estadística sigue manteniéndose, porque ahora mismo hay anunciado un Falstaff con una pinta estupenda... Larga vida a Glyndebourne.

Hoy toca la que es, en mi opinión, la obra maestra de George Frideric Handel: “Giulio Cesare in Egitto”. La duración de esta obra (cuatro horas) hace que no me atreva a recomendar al profano en la ópera su escucha integral como primera introducción al género, pero sí le recomendaría explorarla poco a poco, aria a aria, como si de un fascinante mosaico musical se tratara, hasta descubrir que la ópera completa es en su conjunto una maravilla que no se nos hace larga. Y es que no podemos olvidar que estamos hablando tal vez de la más lograda ópera de Handel y hasta es posible que de todo el barroco. Ahí es nada. Mi experiencia personal es la de haberme hecho con las grabaciones de Jacobs y Minkowski y de “resucitarlas” del olvido con ocasión de su puesta en escena en la pasada temporada en el Maestranza sevillano. Lástima que algunos aspectos del montaje de Wernicke implicasen “meter mano” a la partitura handeliana, pero de todos modos disfruté como un enano en el teatro y desde entonces me “obsesioné” con Cesare.

El libreto de Nicola Francesco Haym cuenta la conocida estancia de César en Egipto, que culmina con la entronización de Cleopatra (enlace a la traducción castellana). Aquí un breve resumen:

Acto 1: Julio César llega a Egipto persiguiendo a su enemigo Pompeyo. El faraón Tolomeo (Ptolomeo) decapita a este último y entrega la cabeza como regalo a César, pensando que le agradará. Lejos de ser así, el dictador romano se enfurece y pide audiencia con el faraón. Mientras tanto, Cornelia y Sesto (Sexto), viuda e hijo de Pompeyo respectivamente, juran venganza.

Cleopatra, hermana de Tolomeo, ansía desplazar a su hermano en el trono y gobernar Egipto, empresa para la que decide valerse de sus encantos con César. La tensa entrevista entre este y Tolomeo se produce, y cuando César se retira, el joven Sesto se abalanza contra el faraón puñal en mano, por lo que es arrestado. Cornelia es entregada como premio a Achilla (Aquilas), hombre de confianza de Tolomeo.

Acto 2: El eunuco Nireno, sirviente de Cleopatra, organiza un encuentro entre ella (disfrazada de criada y haciéndose llamar Lidia) y César, que queda enseguida conmovido por su belleza. Mientras tanto, Cornelia se niega a ceder a las pretensiones sexuales de Achilla.

Tolomeo, decidido a acabar de una vez por todas con la presencia romana en Egipto, lanza sus ejércitos contra los de César, abriendo una guerra directa contra Roma. Cleopatra, después de revelar a César su verdadera identidad, lamenta la posibilidad de que este muera en combate. Mientras tanto, también el faraón desea a Cornelia para sí y se la arrebata a Achilla.

Acto 3: Decepcionado por la traicionera actitud de su señor, Achilla decide unirse a César en la guerra. A su vez, Tolomeo apresa a su hermana, consciente de sus artimañas para arrebatarle el trono.

La batalla se produce y el ejército de César resulta vencido. El dictador romano deambula melancólico por el campo de batalla cuando encuentra a Achilla malherido, quien antes de morir le entrega un sello que permite el acceso a las habitaciones de Tolomeo. César lo entrega a Sesto (ya liberado), al considerar que a él le corresponde vengar la muerte de su padre y corre a encontrarse con Cleopatra. Valiéndose del sello, Sesto se introduce en el harén de Tolomeo (donde se encuentra su madre) y cuando este se presenta –lógicamente desarmado– le apuñala. César entrega el trono de Egipto a Cleopatra y se embarca de regreso a Roma.


El libreto tiene, como se ve, un considerable rigor histórico: son ficticias las desventuras de Cornelia y Sesto, así como la muerte de Tolomeo (a quien vemos aquí como adulto y no como el jovencito que nos dice la Historia) a manos de aquél y la batalla “perdida” por César, pero son episodios que revisten al conjunto de la historia de una emocionante teatralidad que el espectador agradece. Por ejemplo, sin la patraña de la derrota del ejército romano (una deformación literaria de la rebelión egipcia y de parte del ejército contra César, de la que aquel, lejos de derrotado, saldría airoso pidiendo refuerzos a Roma), Cleopatra no cantaría su “Se pietà di me non senti”, momento crucial en la interesante evolución del personaje y en el desarrollo de la acción. Súmese a ello el que el libreto es (o a mí me lo parece) literariamente bello y veremos que Handel tenía todos los ingredientes para crear su obra maestra.

De entre toda la discografía de esta ópera, existen dos grabaciones vencedoras en CD: René Jacobs y Marc Minkowski (a ellos me referí antes), si bien yo resuelvo personalmente el empate en favor del primero (la culpa la tienen, entre otras cosas, un par de “tijeretazos” en la grabación de Minko). Del mismo modo, hay también dos DVD que se imponen, por la calidad de sus intérpretes, al resto: el de William Christie con Sarah Connolly y el de Lars Ulrik Mortensen con Andreas Scholl. Hoy me centro en el primero de ellos. Al de Mortensen espero poder dedicarle otra entrada en el futuro, pues bien la merece pese al “peculiar” montaje de Francisco Negrín, que por lo que he leído ha mejorado considerablemente en su reciente “Partenope”, que aún no he visto.


El director escénico David McVicar sitúa los hechos en la época colonial inglesa y hace moverse a los cantantes en un escenario que experimenta pocos cambios a lo largo de los tres actos de la ópera. En ocasiones aparece en el fondo el busto semidestruido de Pompeyo, protagonista fantasmal y silencioso del libreto. La decisión de McVicar de trasplantar a época más reciente a personajes tan difícilmente extrapolables de su tiempo como César o Cleopatra puede no ser para todos los gustos (se respetan, sin embargo, algunos aspectos históricos como el de presentar a Cleopatra ante César envuelta en una alfombra justo antes del “V’adoro pupille”, aunque no conste en el libreto), pero también cuenta con el acierto de presentarlos como personajes cercanos a nosotros y a nuestro mundo actual. Lo que vemos en escena no es algo que le ocurra a “otra gente”. En cualquier caso, el mayor acierto de la puesta en escena es otro. McVicar concibe con increíble acierto la sucesión de arias que conforman el Giulio Cesare como música bailable fácilmente reconocible en sus formas por los oyentes del siglo XVIII. Algo que hemos perdido hoy inevitablemente y que es “resucitado” en esta producción con una intensa actividad física de los cantantes, que además de cantar las difíciles melodías handelianas y adornar los da capo, deben bailar con gracia al compás de la orquesta. El resultado es todo un acierto desde el punto de vista visual, y por ello le perdono a McVicar que suprima unas líneas del recitativo que antecede al “L’empio, sleale, indegno”, aria en la que Tolomeo “lucha” con Aquilas, mientras que según el libreto debería estar solo. Después de lo de Wernicke...

Handel escribió el papel de César para el castrato Senesino, lo que plantea un problema a la hora de abordar hoy el personaje. ¿Mezzosoprano o contratenor? La primera opción implica el riesgo de afeminar personajes masculinos, mientras que la segunda lleva implícito el rechazo (para mí absurdo) de muchos contra los esforzados falsetistas. Curiosamente, los dos DVDs que he recomendado de esta ópera marcan ambos extremos: en el de Mortensen encontramos a un maravilloso Andreas Scholl, mientras que en la producción de Glyndebourne que nos ocupa, el papel corre a cargo de Sarah Connolly.

Connolly tuvo como escuela el Monteverdi Choir de Sir John Eliot Gardiner a comienzos de los noventa, y el presente Giulio Cesare la consagró como una de las más aclamadas cantantes barrocas de nuestros días. Convincentemente masculina (y adecuadamente caracterizada a tal efecto), ofrece una inteligentísima interpretación de su personaje, embelleciendo cada una de las repeticiones de sus arias de forma en ocasiones endiablada. Pero también explota a la perfección el lado más sereno del personaje (muy cálida su interpretación de “Alma del gran Pompeo”), captando el dificilísimo aire de sospecha en el “Va tacito”, momento en el que expresa sus dudas sobre la supuesta lealtad a Roma de Tolomeo. Fue idea de Connolly el embellecer de forma eficacísima el “Se in fiorito prato” (con el violín de Nadja Zwiener) imitando con su voz el canto de los pájaros.



Pese al título, Cleopatra es el gran personaje de la ópera. Salvo ella, cuya mentalidad evoluciona a lo largo de la acción, la totalidad de los personajes se muestran estáticos desde el punto de vista de sus emociones: César clemente, justo y enamorado; Tolomeo perverso; Sesto ansioso de venganza, Cornelia depresiva... Sólo Achilla sufre, como Cleopatra, una transformación mental, pero en su caso de mucho menor interés y movida no por el convencimiento de que César sea justo, sino por su sed de venganza contra el faraón.

La hermosa reina de Egipto se nos muestra inicialmente en el libreto como una muchacha dispuesta a ofrecer sus favores sexuales por un trono, algo en lo que recuerda a Poppea, de la que hablamos aquí. La diferencia está en que en la ópera de Monteverdi ignoramos lo que la seductora protagonista siente. ¿Es amor por Nerón, fascinación por su poder, ambición política o una mezcla de las tres cosas? En el caso de Cleopatra encontramos un definitivo punto de inflexión en el “Se pietà di me non senti”: César está combatiendo a una turba de gente enviada por Tolomeo para asesinarle y es posible que muera. La futura reina de Egipto muestra a solas consigo misma todos los temores de verdadera amante que agitan su alma por primera vez. Aquí tampoco escuchamos una alegre y despreocupada melodía como las de otras arias anteriores de un personaje por entonces más superficial (Non disperar”, “Tu la mia stella sei”, “Venere bella”...) y que tampoco tendrán nada que ver ya con esa otra maravilla que es el “Piangerò la sorte mia”, delicadísima expresión de un dolor callado y que nada tiene que ver con la pérdida de las aspiraciones políticas, sino más bien por la creencia de que el ser amado ha muerto. Y es que a quien no se le salten las lágrimas oyendo esto está sordo y merece estarlo.

Danielle de Niese saltó, por decirlo así, al “estrellato operístico” con esta encarnación de Cleopatra, un personaje bendecido con un rosario de arias que son un verdadero caramelito para el oyente. De Niese triunfa en su encarnación del personaje, si bien adolece en ocasiones de cierta brusquedad, algo de lo que ya hablé a propósito de su Poppea, también en Glyndebourne. Son preferibles las Cleopatras de Imger Dam-Jensen, Sandrine Piau o Cecilia Bartoli, quien acaba de triunfar en este papel en París. Arias como la seductora “V’adoro pupille” (aquí con una orquesta aparte sobre el escenario) requieren de una voz delicadísima, casi etérea, que haga justicia a una música de belleza arrebatadora. En contrapartida, De Niese le echa ganas al “Da Tempeste”, en donde sí me convence más. Su formación como bailarina es un plus para un montaje como el de McVicar, en el que De Niese tenía necesariamente que triunfar como una Cleopatra graciosa, seductora y bien cantada.

Algunas voces se han levantado contra esta cantante tras su triunfo en este Giulio Cesare. Sus cedés monográficos de Handel y Mozart han recibido una acogida desigual, y L’incoronazione di Poppea no es una ópera que levante pasiones a gran escala. Próximamente se ha anunciado la aparición de un nuevo DVD de “Acis y Galatea” en el que podremos escucharla de nuevo en un título más conocido. Veremos qué tal lo hace y veremos también las críticas. Sin duda no es la gran soprano barroca de nuestros días, pero también considero de todo punto injustas las tan repetidas acusaciones de que Danielle de Niese ha llegado a donde ha llegado sólo por su físico. Me gustaría oír a muchos de los que cacarean este tipo de acusaciones cantando obras tan difíciles (bueno, siendo sincero no me gustaría). Si aplicamos la regla de que un cantante guapo triunfa sólo por su físico habría que despreciar todas las grabaciones de Anna Moffo... y no pronuncio el nombre de Plácido Domingo para no dárselo servido al frente anti-dominguista.


La producción de McVicar tiene una cosa en común con la de Negrín a la hora de enfocar los personajes: la maldad de Tolomeo es vista desde el punto de vista de lo cómico, presentándolo como un ser ridículo y afeminado y convirtiendo sus caprichos y explosiones de carácter en un espectáculo patético que el público ríe a gusto, aunque aquí en menor grado que en el caso de Negrín. Leyendo el libreto no encontramos esa concepción cómica del malvado personaje, aparte de las humillaciones verbales a las que le somete su hermana, pero su mentalidad es tan retorcidamente miserable que esa comicidad sirve como contraste de las palabras que pronuncia, convirtiéndolo en un ser grotesco que no llega a la suela de los zapatos a César, visto aquí como el gran héroe de la ópera. Ni siquiera hay nada en el texto ni en la música de Handel que permita defender que ama a Cornelia, sino que más bien parece arrebatársela a Achilla por puro capricho y egoísmo. A diferencia del DVD de Mortensen, en el que encontramos a un Christopher Robson muy cómico pero vocalmente horrible, aquí tenemos a un cantante joven de categoría. Christophe Dumaux salió del “Jardin des voix” de William Christie, triunfó como Tolomeo en esta producción de Glyndebourne y vuelve ahora a la carga tras un período de relativo silencio. Precisamente ahora acaba de anunciarse una nueva grabación de Orlando con Dumaux en el papel principal bajo la dirección de Jean-Claude Malgoire. Un contratenor de bellísima voz que, así lo espero, aún tiene muchas alegrías que darnos.

A Patricia Bardon se le ha criticado su voz algo oscura y de excesivo vibrato en su encarnación de Cornelia. Tampoco es que el personaje contribuya a ganarle especial simpatía: su música es hermosa, sí, pero a fin de cuentas es un lamento continuado en todas sus apariciones desde el comienzo al fin del la ópera. En cualquier caso, es preferible la Cornelia de Randi Stene en el DVD de Mortensen, y no digamos ya la espléndida recreación del personaje que hizo Bernarda Fink en la grabación de Jacobs. Mucho mejor es el Sesto de Angelika Kirchschlager, que no muestra aparentemente el agotamiento físico del que se queja la soprano en la entrevista que acompaña al DVD. El joven Sesto es un papel difícil: no es un héroe a la manera de César, pero tampoco estamos ante el papel insustancial de un adolescente sin cerebro. Es un “proyecto de héroe”, si se me permite la expresión: se trata de un personaje demasiado joven e impulsivo, sin duda algo irreflexivo, pero con un elevado y maduro sentido de la dignidad y del honor que le empuja a retar a Tolomeo y a conseguir su muerte. Handel le premió con algunas de las mejores arias de la ópera, como la famosa “Svegliatevi nel core”. Y no puedo dejar de mencionar el desgarrador dueto “Son nata a lagrimar” de Cornelia y Sesto que cierra el acto primero. Belleza en estado puro. En cualquier caso, y con perdón de la muy lograda interpretación de Kirchschlager, sigo prefiriendo el Sesto de Tuva Semmingsen en el DVD de Mortensen, que ofrece la mejor versión del “Cara speme” que haya oído nunca.

El resto de los secundarios cumple sobradamente. Christopher Maltman canta un convincente Achilla con voz algo oscura. Prefiero aquí también el timbre más fogoso de Palle Knudsen. Por cierto que Achilla es un personaje que bien merece de una reflexión. Se trata de un villano “humanizado” por el libreto y por la música de Handel, algo que no ocurre, por ejemplo, con Tolomeo. Es malo, cruel, se regocija de presentar la cabeza cortada de Pompeyo ante César y recomienda a su señor el asesinato de éste último, pero sus sentimientos por Cornelia parecen sinceros. Permanece verdaderamente atormentado por la indignada indiferencia que le profesa Cornelia, y a diferencia de Tolomeo él no está dispuesto a emplear la fuerza contra ella, esto es, a violarla. Pero, desconcertantemente tampoco le vemos como un amante infeliz a la manera de Cleopatra al final del segundo acto y al comienzo del tercero. Sus arias “románticas” carecen de la espiritualidad de un “V’adoro pupille”. ¿Ha querido Handel ir con su música más allá de lo que dicen las palabras del libreto y presentar el amor de Achilla como puramente carnal? Hay cosas en el personaje que parecen sugerirlo y otras que lo desmienten. A la imaginación de cada uno queda el elaborar un juicio sobre el que para mí es el personaje más ambiguo y enigmático de la obra.

Achilla aparte, Alexander Ashworth se encarga del intrascendente papel de Curio, mientras que un simpático Rachid Ben Abdeslam borda el rol del eunuco Nireno, mostrando un amaneramiento cómico que ríe el público de Glyndebourne. Christie le premia con el aria “Qui perde un momento” (añadida por Handel en 1725, un año después del estreno), terminando aquí curiosamente en un pizzicato de las cuerdas.


La dirección orquestal de William Christie, al frente de la Orchestra of the Age of Enlightenment, merece la matrícula de honor. El director americano es, junto con Marc Minkowski, el mayor experto mundial en barroco francés (sus grabaciones de Rameau son monumentales), y muchos han criticado un cierto “afrancesamiento” en su Handel. Quizás se deba en parte a que vinculemos el sonido de su orquesta, Les Arts Florissants, al repertorio francés, de modo que al abordar campos distintos sigamos atribuyendo la “voz” de esa orquesta con compositores como Rameau, Lully o Charpentier. En cualquier caso, es a una sobresaliente Orchestra of the Age of Enlightenment a la que tenemos aquí, con un primer violín de categoría como el de Alison Bury, quien lo fue ya durante muchos años en los English Baroque Soloists de Gardiner. Tal y como declara el propio Christie en la entrevista del “Bonus”, su visión del trabajo de la orquesta no pasa precisamente por una labor lineal de mero acompañamiento de los cantantes (como probablemente ocurría en época de Handel, cuando ni siquiera se invertía demasiado tiempo en ensayar), sino por hacerla verdaderamente partícipe y protagonista del acontecimiento musical, explotando al máximo las posibilidades y colores de la partitura handeliana. Pocos pero inevitables cortes en una obra de semejante duración: “Tutto può donna vezzosa”, de Cleopatra; “Se a me non sei crudele”, de Achilla y “L’aura che spira” de Sesto. Hubiera deseado también algo más de vivacidad en algunas ocasiones, como en el caso del “Va tacito”, pero me reafirmo en lo ya escrito: un director y una orquesta de matrícula de honor.

Creo que a diferencia de lo que ocurre en el mundo del disco, existen muy pocos DVDs de ópera realmente imprescindibles. Este es uno de ellos. No tengo la menor duda de que es un DVD redondo (no sólo en su forma, sino también en su contenido) y de conocimiento obligado para todo seguidor del barroco y de la ópera. La única pega es su prohibitivo precio (¿qué puede esperarse tratándose de tres discos?), aunque siempre cabe la posibilidad de adquirirlo de oferta (yo mismo lo adquirí hace tiempo en el Cortinglé a mitad de precio). Imprescindible.


















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