Desde que creé El Patio de Butacas, he comentado una ópera en DVD de Claudio Monteverdi cada año, aunque no he respetado el orden cronológico de su composición. Comencé con la estupenda Coronación de Popea de Glyndebourne en noviembre de 2009, cuando se trata en realidad de la última ópera de Monteverdi, cuya autoría ni siquiera se debe a él en su totalidad. El pasado mes de diciembre le llegó su turno al célebre Orfeo en la versión de William Christie del Teatro Real de Madrid. Ahora le toca al Retorno de Ulises, cuyo estreno, en 1641, se sitúa a caballo entre una y la otra. He aquí, como siempre, un resumen del libreto:
Prólogo: La Fragilidad Humana se encuentra sometida al Tiempo, a la Fortuna y al Amor.
Acto 1: En su palacio de Ítaca, Penélope se lamenta de la ausencia de su esposo Ulises, que marchó a combatir contra Troya hace años. Su nodriza Ericlea trata de consolarla. Por su parte, su criada Melanto coquetea con Eurímaco, su amante, y ambos conspiran para convencer a Penélope de que, olvidando a Ulises, vuelva a casarse con alguno de sus poderosos pretendientes.
Mientras tanto, un barco fenicio llega a Ítaca y sus tripulantes dejan a Ulises dormido en la playa. Neptuno, enemigo de Ulises, se muestra furioso ante el hecho de que el héroe de Troya haya conseguido finalmente llegar sano y salvo a su patria, y en venganza hunde el barco fenicio al convertirlo en piedra, con el consentimiento de Júpiter. En la playa, el abandonado y confuso Ulises despierta de su sueño y se encuentra con un enigmático pastorcillo que resulta ser la diosa Minerva en apariencia mortal. Tras jurar Ulises que se someterá a su voluntad, Minerva le ordena que vaya a beber agua de una fuente y la apariencia de Ulises se transforma en la de un anciano mendigo, lo que posibilitará su acercamiento al palacio sin que su presencia alarme a los pretendientes de Penélope, a los que espera aniquilar.
A su vez, los intentos de Melanto de convencer a Penélope de que tome a un nuevo esposo resultan infructuosos, ante el carácter fiel e inmutable de ella. Estos candidatos a ocupar el puesto de Ulises son tres: Pisandro, Anfinomo y Antinoo, que a modo de molesto parásito, mantienen a un ocioso gordinflón llamado Iro, que se burla de un sabio pastor llamado Eumete. Este último termina encontrándose con un misterioso mendigo, en quien es incapaz de reconocer al añorado Ulises. Cuando el falso anciano le hace saber que el retorno de Ulises está próximo, Eumete, incapaz de contener su alegría, decide acogerle y protegerle.
Acto 2: Con la ayuda de Minerva, Telémaco, hijo de Ulises y Penélope, es transportado por los cielos desde Esparta hasta Ítaca, donde se encuentra con Eumete y con su padre, aún disfrazado de mendigo. Cuando Eumete se retira ocurre un prodigio: la tierra engulle al falso anciano y este reaparece convertido en Ulises. Telémaco reconoce entonces a su padre y se dispone a informar a su madre de la feliz noticia de su regreso.
Penélope está siendo presionada por sus tres pretendientes para que vuelva a casarse con alguno de ellos. Aparece entonces Eumete diciendo que la vuelta de Ulises es inminente, tal y como un sabio mendigo le ha hecho saber. También revela la presencia en Ítaca de Telémaco, a quien planean asesinar los pretendientes. Sin embargo, un águila sobrevuela el palacio en ese instante, lo que es interpretado como una señal desfavorable por los supersticiosos Pisandro, Anfinomo y Antinoo, que deciden como única salida posible intentar deslumbrar a Penélope con regalos y tesoros antes de que aparezca Telémaco. Cuando éste último se encuentra con su madre, le revela haber visto a su padre, pero ella no le cree.
Eumete y Ulises disfrazado llegan al palacio. El glotón de Iro se burla del mendigo y le desafía a una lucha en la que es derrotado por Ulises. Penélope se admira del coraje del anciano y decide acogerlo en su palacio. Seguidamente, los pretendientes ofrecen sus tesoros a la esposa de Ulises, que bajo el influjo de Minerva declara inesperadamente que se convertirá en la esposa de aquél que sea capaz de tensar el arco de su esposo. Los candidatos se muestran risueños y confiados, pero uno a uno son vencidos en la prueba. El mendigo pide una oportunidad, tensa el arco y dispara una sola flecha que acaba con la vida de sus tres rivales.
Penélope está siendo presionada por sus tres pretendientes para que vuelva a casarse con alguno de ellos. Aparece entonces Eumete diciendo que la vuelta de Ulises es inminente, tal y como un sabio mendigo le ha hecho saber. También revela la presencia en Ítaca de Telémaco, a quien planean asesinar los pretendientes. Sin embargo, un águila sobrevuela el palacio en ese instante, lo que es interpretado como una señal desfavorable por los supersticiosos Pisandro, Anfinomo y Antinoo, que deciden como única salida posible intentar deslumbrar a Penélope con regalos y tesoros antes de que aparezca Telémaco. Cuando éste último se encuentra con su madre, le revela haber visto a su padre, pero ella no le cree.
Eumete y Ulises disfrazado llegan al palacio. El glotón de Iro se burla del mendigo y le desafía a una lucha en la que es derrotado por Ulises. Penélope se admira del coraje del anciano y decide acogerlo en su palacio. Seguidamente, los pretendientes ofrecen sus tesoros a la esposa de Ulises, que bajo el influjo de Minerva declara inesperadamente que se convertirá en la esposa de aquél que sea capaz de tensar el arco de su esposo. Los candidatos se muestran risueños y confiados, pero uno a uno son vencidos en la prueba. El mendigo pide una oportunidad, tensa el arco y dispara una sola flecha que acaba con la vida de sus tres rivales.
Acto 3: Lloriqueando, el repulsivo Iro lamenta haber perdido a sus tres protectores, y como prefiere la muerte al hambre, corre a suicidarse.
Eumete y Telémaco tratan de convencer a una incrédula Penélope de que el anciano mendigo es en realidad Ulises disfrazado con las artes de Minerva, pero ella se resiste a creerlo.
La propia Minerva, decidida a acabar de una vez por todas con las penurias de su protegido Ulises, pide a Juno que interceda por él ante su esposo Júpiter, que consigue aplacar la ira de Neptuno.
Finalmente, en palacio, Telémaco y Eumete siguen insistiendo a Penélope sobre la verdadera identidad del mendigo, que también ha sido reconocido como Ulises por Ericlea, la nodriza. Ulises aparece entonces con su aspecto habitual y Penélope se cree víctima de una alucinación inducida por un mago, pero acaba reconociendo a su marido cuando este le describe el manto de seda que ella utiliza para cubrir su lecho cada noche. De este modo, la pareja acaba felizmente reunida.
Enlace a la traducción española del libreto (versión en cinco actos).
Eumete y Telémaco tratan de convencer a una incrédula Penélope de que el anciano mendigo es en realidad Ulises disfrazado con las artes de Minerva, pero ella se resiste a creerlo.
La propia Minerva, decidida a acabar de una vez por todas con las penurias de su protegido Ulises, pide a Juno que interceda por él ante su esposo Júpiter, que consigue aplacar la ira de Neptuno.
Finalmente, en palacio, Telémaco y Eumete siguen insistiendo a Penélope sobre la verdadera identidad del mendigo, que también ha sido reconocido como Ulises por Ericlea, la nodriza. Ulises aparece entonces con su aspecto habitual y Penélope se cree víctima de una alucinación inducida por un mago, pero acaba reconociendo a su marido cuando este le describe el manto de seda que ella utiliza para cubrir su lecho cada noche. De este modo, la pareja acaba felizmente reunida.
Enlace a la traducción española del libreto (versión en cinco actos).
Aunque en su día de dudó de la autoría musical del Ulisse, hoy parece incuestionable que la obra se debe a Claudio Monteverdi, quien en 1640, fecha de la composición, contaba con setenta y tres años de edad. Se trata, por tanto, de una obra tardía, y al igual que la posterior Poppea de 1643, muy lejana al Orfeo de 1607, tanto en lo temporal como en lo musical. De la llamada “trilogía de Monteverdi”, El retorno de Ulises es el título en el que mayor protagonismo adquiere el recitar cantando, lo que puede hacerla algo áspera para oídos poco acostumbrados al leguaje barroco monteverdiano. Sin embargo, esta forma de discurso musical no deja de ser un elemento clave que permite considerar estas obras como extrañamente actuales y muy lejanas de estilos y formas de composición superados y mutables según el paso del tiempo. El libreto en el que se apoya se debe a Giacomo Badoaro y se basa en los libros trece a veintitrés de la Odisea de Homero. No olvidemos que nos encontramos en los albores de la historia de la ópera y que esta nació como un género destinado en cierto modo a emular al antiguo teatro griego. Aunque sabemos que la edición original del libreto constaba de cinco actos (tal y como aparece en la traducción que he enlazado más arriba), existe una versión en tres actos en la Biblioteca Nacional de Viena, reconstruida por Alan Curtis. Es esta versión la que utiliza William Christie en el DVD que comentamos a continuación.
Grabado en julio de 2002 en el Théâtre du Jeu de Paume, este Ritorno d’Ulisse cuenta con la producción, a cargo de Adrian Noble, del Festival d’Aix-en-Provence del año 2000, con vestuario y decorados de Anthony Ward. Se trata de una producción visualmente atractiva, por mucho que no quepa hablar demasiado de decorados, y menos aún de cambios importantes en los mismos. Todo el escenario, flanqueado por dos paredes, está cubierto de arena como si de una playa se tratase, y quizás eso explique el hecho extraño de que Christie, tal vez no muy dispuesto a llenarse los zapatos de arena, no suba a saludar al terminar la función por mucho que tenga la escalera de acceso justo al lado. Los cantantes, obviamente, no tienen ese problema porque todos deambulan descalzos por el escenario. Así las cosas, es la iluminación la que sugiere los mayores cambios escénicos, especialmente en las escenas más asociadas a personajes divinos o a hechos sobrenaturales, adquiriendo el escenario repentinos tonos azulados. Es el caso, por ejemplo, de las escenas de Júpiter y Neptuno o del traslado aéreo de Telémaco hasta Ítaca merced al poder de Minerva. Ahora bien, la sencillez de la puesta en escena no implica falta de imaginación: a destacar, por acertado, está el modo en el que se muestra a Minerva dominando la voluntad de Penélope cuando ésta propone a sus pretendientes la prueba del arco, como si de una especie de posesión se tratase, y sobre todo la muerte de aquellos con una única flecha. En realidad, no vemos a Ulises disparar el arco, sino a Minerva tomar la flecha y lanzarse corriendo con ella contra Antinoo, Anfinomo y Pisandro. Es una solución que resuelve de forma imaginativa y hasta divertida el problema de cómo matar en escena a tres hombres con una sola flecha.
También el vestuario, con su aparente sencillez, es bastante inteligente. A Penélope la vemos permanentemente vestida de negro, como si de una viuda se tratase. Compárese su atavío, por ejemplo, con el de su criada Melanto. Las ropas oscuras de una y el vientre descubierto de la otra son elementos visuales que nos ayudan a enfocar correctamente a los personajes de manera sutil, casi inconsciente: la una vive apenada por la pérdida del esposo; la otra se entrega al amor y trata de persuadirla de que olvide su dolor con nuevas alegrías. Con todo, es el prólogo lo que más chocará al espectador. Concretamente, me refiero al modo en el que se nos presenta aquí al personaje alegórico de la Fragilidad Humana, interpretado por un Rachid Ben Abdeslam (Nireno en el Giulio Cesare de Glyndebourne) totalmente desnudo. No hay ninguna intención erótica en ello. De hecho, más que erotismo, lo que se consigue transmitir con la imagen de ese hombre desnudo, alumbrado apenas por la luz de una fogata, es una sensación de vulnerabilidad y desamparo, de melancolía, patetismo y de resignado sometimiento a la voluntad y al capricho divinos. Unos dioses que se nos muestran con los ojos vendados (Fortuna), como ancianos con muletas que también sirven como alas (Tiempo) o como chiquillos caprichosos (Amor). A fin de cuentas, el prólogo cumple el esencial papel de exponernos cómo los personajes de la historia –y nosotros mismos, no lo olvidemos– se muestran influenciados en todo su comportamiento por esos tres factores (Fortuna, Tiempo, Amor) y cómo no ocurre nada que no obedezca a la voluntad de Minerva.
Entrando ya en el apartado musical, el croata Krešimir Špicer es nuestro Ulisse. En una entrevista que se acompaña en el DVD, William Christie cuenta cómo Marijana Mijanović, después de haber obtenido el papel de Penélope, consiguió que hicieran una prueba para Špicer sin revelar que era su novio. El chico, de aspecto fuerte y corpulento, consiguió el papel y lo canta con una voz de tenor muy masculina que a veces suena incluso abaritonada (aquí se requiere de un tenor que no tenga apuros en el descenso) sin que tampoco se perciba ningún oscurecimiento artificial en la voz. Es un más que correcto Ulises, como evidencia el hecho de que René Jacobs se interesara por él para el mismo papel justo después de que Christie lo hiciera, y sabe cantar con voz acaramelada, aportando especial emoción a la escena del reencuentro final con su esposa, en la que las lágrimas le caen por las mejillas. No sé si es ignorancia mía, pero con todo esto, me da la sensación de que la carrera de este cantante no acaba de despegar, más allá de estos Ulises y de algunos papeles mozartianos.
Sé que Marijana Mijanović, en quien recae el papel de Penélope, cuenta con muchos defensores en el ámbito barroco, pero a mí, sinceramente, me suscita mis reservas. Su oscura voz y su elegancia aristocrática son las que demanda el personaje, pero su emisión a veces resulta algo andrógina y carente de belleza. No es algo que tenga que ver con el ámbito interpretativo, sino que se trata de su propia voz, como evidencia el hecho de que pueda resultar ingrata al oído tanto en papeles femeninos como másculinos (Giulio Cesare de Minkowski). Esto no significa que no tenga momentos realmente grandes en este Ulises, y a nivel escénico está estupenda. Pensemos en un cantante como Rockwell Blake. En el ámbito rossiniano nadie con dos dedos de frente puede dudar de su valía y de su técnica, pero su voz, simplemente, desagrada a muchos. Por lo demás, el papel de Penélope recuerda en ocasiones a la Ottavia de Poppea: es un lamento continuo por la pérdida del esposo, y ambas rechazan los amores de otros (Melanto desempeña respecto de Penélope el mismo papel que la nodriza de Ottavia) sólo que la esposa de Ulises, a diferencia de la de Nerón, sabe estar a la altura de las circunstancias sin caer en la crueldad.
Los papeles secundarios están, por lo general, bien defendidos, empezando por el estupendo Telémaco del joven Cyril Auvity, de quien ya hablé en términos positivos en relación al posterior Orfeo del Real y que resulta de lo mejor del reparto. Junto a él, tenemos a Olga Pitarch en el doble papel de Amor y Minerva, de voz estrecha y solvente en las agilidades y en el plano escénico. Sabe mostrarse infantil y divertida en el Prólogo y en su aparición como pastorcillo, para pasar a adoptar posteriormente un aire de mayor solemnidad como Minerva, a quien podemos considerar en cierto modo como la verdadera protagonista de la historia, del mismo modo que lo es Amor en Poppea. Menos convincente resulta la pareja de Melanto y Eurímaco, a cargo de Katalin Károlyi y Zachary Stains respectivamente. Él canta su discreto papel con una correcta voz de tenor, aunque su emisión no deja de parecer incluso algo chillona comparada con la limpieza y belleza de Auvity. Por su parte, Károlyi canta con hermosa voz, aunque su exiguo grave queda bien patente. En este sentido, convence más como diosa Fortuna en el Prólogo que en el más largo papel de Melanto. La criada de Penélope es la serpiente del árbol prohibido, y el oyente mozartiano no tardará en descubrir una inquietante similitud con Despina. Ambas criadas sirven a mujeres abandonadas por sus parejas a las que por motivos oscuros tratan de convencer de que amen a ricos extranjeros.
Muy convincente resulta el Eumete de Joseph Cornwell, así como los pretendientes Antinoo (Bertrand Bontoux), Anfinomo (Andreas Gisler) y Pisandro (Christophe Laporte), que regalan uno de los mejores momentos musicales con un estupendamente sinuoso “Ama dunque, sì, sì”. Son personajes negativos a los que se presenta de forma grotesca, algo que especialmente afecta al repugnante Iro, interpretado por Robert Burt. No es un cantante profesional, sino un actor de la Royal Shakespeare Company que aporta un gran sentido teatral a cada una de sus apariciones, al tiempo que se defiende con una voz que no deja de resultar adecuada para el papel. Sus intervenciones son repulsivas astracanadas, especialmente en lo que concierne a sus intentos de provocar a Ulises antes de combatir contra él y salir derrotado y a su escena de suicidio. Es voluntad de Monteverdi que estos momentos tengan un carácter tan grotesco. De hecho, el mayor equivalente a la última escena de Iro que podemos encontrar en sus óperas es la conmovedora despedida de Séneca a sus amigos y familiares en Poppea (Amici, è giunta l’ora), en la que el carácter serio y se supone que virtuoso del personaje permite al autor dibujar una música solemne y al mismo tiempo amarga y conmovedora. Iro, más que conmover y suscitar admiración, lo que produce en el espectador es una mezcla de risa y asco.
El resto del reparto lo componen, como decíamos, Rachid Ben Abdeslam, quien además de enseñar el ciruelo en su papel alegórico de la Fragilidad Humana canta bien, la Ericlea de Geneviève Kaemmerlen y los demás personajes “divinos”. Correctos Júpiter y Juno, a cargo de Eric Raffard y Rebecca Ockenden, respectivamente. Por su parte, Paul-Henry Vila canta su doble papel de Neptuno y el Tiempo con una adecuada voz oscura del tipo de la que espera para Caronte en Orfeo, aunque falto de agilidad.
En cuanto a la dirección musical, William Christie dirige a su habitual conjunto Les Arts Florissants con una plantilla reducida de tan solo dieciséis músicos, incluyendo al propio Christie, que dirige desde el clave. El resultado es bastante efectista, especialmente en un teatro pequeño como en el que está grabado. También está impecable el coro.
Por último, la filmación es bastante buena, aunque adolece de algunos cortes bruscos, concretamente en la transición del primer acto al segundo y en los aplausos finales. El DVD incluye una entrevista a William Christie en la que habla sobre la “modernidad” de la música de Monteverdi y sobre su plantilla de cantantes para este Ulisse en términos lógicamente halagadores.
NOTA IMPORTANTE: Este de DVD sólo se ha editado en Región 1, lo que significa que sólo es reproducible en aparatos de Norteamérica o en reproductores multiregión. Yo me hice con él sin darme cuenta y tuve que hacerle, no sin cierta dificultad, una copia en un DVD virgen, que es la que puedo ver. No sé lo que le costará a Virgin editar estas cosas en Región 0, como hacen la inmensa mayoría de los otros sellos que distribuyen óperas en DVD. En fin, al menos trae subtítulos en castellano, por mucho que la película no sea compatible con los reproductores de los países de habla hispana.
El resto del reparto lo componen, como decíamos, Rachid Ben Abdeslam, quien además de enseñar el ciruelo en su papel alegórico de la Fragilidad Humana canta bien, la Ericlea de Geneviève Kaemmerlen y los demás personajes “divinos”. Correctos Júpiter y Juno, a cargo de Eric Raffard y Rebecca Ockenden, respectivamente. Por su parte, Paul-Henry Vila canta su doble papel de Neptuno y el Tiempo con una adecuada voz oscura del tipo de la que espera para Caronte en Orfeo, aunque falto de agilidad.
En cuanto a la dirección musical, William Christie dirige a su habitual conjunto Les Arts Florissants con una plantilla reducida de tan solo dieciséis músicos, incluyendo al propio Christie, que dirige desde el clave. El resultado es bastante efectista, especialmente en un teatro pequeño como en el que está grabado. También está impecable el coro.
Por último, la filmación es bastante buena, aunque adolece de algunos cortes bruscos, concretamente en la transición del primer acto al segundo y en los aplausos finales. El DVD incluye una entrevista a William Christie en la que habla sobre la “modernidad” de la música de Monteverdi y sobre su plantilla de cantantes para este Ulisse en términos lógicamente halagadores.
NOTA IMPORTANTE: Este de DVD sólo se ha editado en Región 1, lo que significa que sólo es reproducible en aparatos de Norteamérica o en reproductores multiregión. Yo me hice con él sin darme cuenta y tuve que hacerle, no sin cierta dificultad, una copia en un DVD virgen, que es la que puedo ver. No sé lo que le costará a Virgin editar estas cosas en Región 0, como hacen la inmensa mayoría de los otros sellos que distribuyen óperas en DVD. En fin, al menos trae subtítulos en castellano, por mucho que la película no sea compatible con los reproductores de los países de habla hispana.