A juzgar por el lleno de ayer del Teatro de la Maestranza, parece que la decisión de trasladar el concierto anual de Barenboim y la Wedo de los meses estivales a enero ha sido un acierto. Un acierto en lo que atañe a vender todas las localidades y llenar la sala de un público que, probablemente, no es el que más suele frecuentarla. Lo digo porque pienso que buena parte de los allí presentes anoche debieron ser melómanos de puro postureo atraídos por la siempre interesante presencia del de Buenos Aires. Que no es que yo tenga nada en contra de la llegada de público inhabitual al Maestranza –más bien me