Francesco Molinari-Pradelli (dir.); Viorica Cortez (Leonora); Alfredo Kraus (Fernando); Renato Bruson (Alfonso IX); Cesare Siepi (Baldassarre); Giampaolo Corradi (Don Gasparo); Wilma Colla (Ines). Orchestra e Coro del Teatro Comunale dell’Opera di Genova. DYNAMIC 2 CD.
Es una lástima que Alfredo Kraus no llegase nunca a grabar en estudio el complejo papel de Fernando, el protagonista de La favorita. Fue sin duda una de sus creaciones más indiscutibles, y probablemente no exista en toda la historia del disco un rival a su altura (ni siquiera Pavarotti en la famosa grabación de Bonynge, en la que aparenta ciertas incomodidades). La ausencia de un registro
Ya he escrito en dos ocasiones en este blog a propósito del célebre montaje de Franco Zeffirelli para La traviata. La primera de ellas fue allá por la prehistoria del blog, cuando comenté la famosa filmación de James Levine con Stratas, Domingo y MacNeil, visualmente muy atractiva aunque no exenta de muchísimos aspectos discutibles. Como digo, discutimos sobre eso aquí. Tiempo después, esta producción de La traviata llegó al Teatro de la Maestranza de Sevilla, la ciudad en la que vivo, y escribí aquí a propósito del feliz debut de Mariola Cantarero como Violetta con ese montaje zeffirelliano.
Como no hay dos sin tres, hoy he decidido darle una vuelta de tuerca más a La traviata de Zeffirelli. Hemos hablado de ella a propósito del cine y de su vertiente teatral más ampulosa, y lo vamos a hacer ahora desde el punto de vista de lo pequeño, de lo reduccionista. Y es que existe en el mercado un interesante DVD que ofrece lo que podríamos llamar una versión “mínima” de este montaje. Me refiero, naturalmente, a la filmación de 2002 procedente del pequeño Teatro Giuseppe Verdi de Busetto, la localidad natal del genial compositor. La clave del asunto está en que Zeffirelli debe adaptar su espectacular producción a las pequeñas dimensiones de ese teatro de ópera, y lo cierto es que consigue superar el reto.
Zeffirelli es un megalómano de la escena. Sus montajes tienden siempre a resultar no sólo visualmente bellos y clásicos, sino que buscan la espectacularidad y el impacto visual. Eso se traduce en un auténtico horror vacui que puede llegar a sobrepasar al espectador. Precisamente cuando asistí a su Traviata en el Maestranza, experimenté (sobre todo en la fiesta de Flora) cierta dificultad a la hora de localizar visualmente a los protagonistas sobre el escenario. Escuchas sus voces, sí, pero todo está tan sobrecargado de ornamentos y personas que puedes no saber a dónde mirar y perderlos de vista.
Una cosa así difícilmente podría ocurrir, naturalmente, en el reducido espacio del Teatro Verdi de Busetto. Al igual que ocurre en la filmación de Aida de 2001 procedente de ese mismo teatro, Zeffirelli no renuncia al impacto visual, pero recurre inevitablemente a buscar un mayor recogimiento e intimismo que resulta francamente interesante. El público celebra, de hecho, esta visión alternativa y “minimalista”, si se quiere, del conocido montaje, y Zeffirelli es muy braveado al salir a saludar al final. En esta Traviata, hasta la propia dirección de las cámaras está orientada a la búsqueda de este mayor intimismo, centrándose claramente en los planos cortos.
Por lo demás, todo lo que se ve en el escenario es exactamente igual a lo ya conocido, salvo que en versión “pequeña”. Tan sólo no acaba de convencerme la presencia de una plataforma giratoria transparente en el centro de la escena, que además produce algunos ruidos al girar si se escucha la ópera con cascos. El vestuario, precioso, es el ya conocido, y sólo puede decirse en contra que se advierte la presencia de “pinganillos” en algunos cantantes.
El reparto reúne a dos figuras jóvenes y a un veterano: Stefania Bonfadelli, Scott Piper y Renato Bruson.
Stefania Bonfadelli es una lírico ligera ideal para un papel como Violetta. No sólo tiene verdaderamente un precioso timbre y facilidad para el agudo, sino que resuelve con brillantez los pasajes más complejos de coloratura propios del primer acto. En Bonfadelli tenemos, por tanto, un ejemplo claro de cómo pueden reunirse las famosas tres Violettas en una misma intérprete: la ligera, la lírica y la dramática. Por si fuera poco, esta soprano veronesa cumple perfectamente con los requisitos escénicos ideales para la obra, ya que es bellísima. Desgraciadamente, un prolongado problema de salud –en su día leí que relacionado con la audición– la ha mantenido alejada de los escenarios hasta fechas relativamente recientes, en las que parece haber retomado su carrera. Y espero y deseo que tenga grandes éxitos, ya que en esta Traviata nada tiene que envidiarle, en mi opinión, a consagradas Violettas de los últimos años como Netrebko y Gheorghiu. En suma, una protagonista exquisita.
Como parece ocurrir extrañamente con esta ópera, el principal “pero” lo encontramos en el intérprete de Alfredo, que es Scott Piper. Es un cantante norteamericano joven que cumple su cometido con dignidad y profesionalidad, lejos de sonar tan oscuro y antimusical como, por ejemplo, Lopardo en el célebre DVD de Solti. El problema de Piper no me parece tanto de estética como de fondo. A sus limitadas habilidades canoras se suma, según lo veo yo, una cierta cortedad de expresión que hace de su papel algo plano y cantado como si superarse un natural abatimiento. Piper me parece un cantante que, con sus medios vocales, hace su cometido aquí con la mayor profesionalidad que puede. El problema es que el material de base, por trabajado que esté, no es especialmente rico.
Completa el elenco un Renato Bruson elegante como acostumbra, que pone un punto de veteranía al reparto. Compone un digno Germont, aunque su timbre suena obviamente leñoso. Es él quien se lleva el más largo aplauso de parte del público al final de Di Provenza il mar (¡cómo me gusta ese aria!). No he contado los minutos durante los cuales transcurre la ovación, pero es verdaderamente prolongadísima, casi interminable, y se escuchan claramente las peticiones de bis por parte del público.
De los secundarios, se salva la Flora de Annely Peebo. Los demás resultan bastante flojos. La escena de las gitanas y los toreros corre a cuenta de la compañía española “La Corrala”, que resulta brillante.
En cuanto a la dirección de la orquesta, tenemos al maestro Plácido Domingo al frente de la Orchestra della Fundazione Arturo Toscanini. Si una cosa está clara con el tenor madrileño, es que pasará a la historia de la ópera en su faceta precisamente tenoril, y no como barítono ni director de orquesta. Lo cual no excluye la posibilidad de que pueda dar buenos frutos también, que los da. De hecho, aquí Domingo dirige con mucha solvencia y buen gusto, aunque como le ocurre al Alfredo de Piper, también él peca de parecer algo plano. Sería claramente deseable un mayor peso dramático de la orquesta en toda función, pero como acompañamiento instrumental resulta muy aceptable.
Una vez que he hemos analizado los aspectos escénicos y musicales de esta filmación, estudiemos el importante apartado de las distintas ediciones en DVD que han circulado en el mercado hasta la fecha. Ante todo, desaconsejo abiertamente la adquisición de esta edición en dos DVDs que reproduzco a continuación:
La razón es sencilla. En la parte trasera de la carátula se anuncia la inclusión de un material extra de setenta minutos que no viene. Lo digo con toda la objetividad del mundo, porque lo he comprobado personalmente. La carátula está mal y anuncia un contenido que no se incluye en los discos. Existe otra edición con una variante de la misma carátula, que sería esta:
Por prudencia elemental, también me mantendría lejos de ella, ya que resulta bastante similar. Es una composición de la misma carátula con fotografías distintas. En cualquier caso, ambas ediciones deben estar ya descatalogadas y fuera del mercado.
La edición que circula actualmente en el mercado, en un solo DVD, no contiene ese error en la carátula, de la que ha desaparecido cualquier mención a ese misterioso bonus de setenta minutos. Sería esta:
Por último, sí que existe una versión de la cual puede afirmarse sin sombra de duda que incluye ese contenido extra. Viene en dos DVDs y la carátula es esta:
He comprobado personalmente que sí viene el bonus y he podido verlo. Por tanto, esta es la versión más completa que circula en DVD de esta Traviata de Zeffirelli. Ignoro si está descatalogada, pero en ese caso sin duda podrá adquirirse de segunda mano por internet.
¿Y valen la pena esos setenta minutos de contenido extra? Pues con esto ocurre más o menos como con los extras de cualquier DVD. No son realmente importantes, pero sí que constituyen un complemento de agradecer respecto de la película principal. Todo el material se grabó en ese mismo mes de febrero del año 2002, y el Making of incluye, por ejemplo, una visita de Stefania Bonfadelli a la iglesia de San Michele o a la casa natal de Verdi. Todos estos extras y entrevistas funcionan, pues, como una especie de homenaje a Verdi mediante la visita de lugares importantes de su existencia en Busetto. El principal protagonista de todo ello es Franco Zeffirelli, a quien vemos visitando estos lugares, como la Villa Verdi de Sant’Agata, y conversando con los lugareños, así como trabajando también en la dirección escénica y en el decorado o supervisando el vestuario. Aquí se advierte claramente cómo Zeffirelli trabajando es exigente y también algo cómico e histriónico. Aquí tenemos una buena prueba de esta última faceta suya:
Tenía que poner la foto. Es que era superior a mis fuerzas.
Por lo demás, tenemos las impresiones de Bonfadelli, Piper, Bruson y Domingo sobre la propia obra y sus cometidos individuales en ella.
Impagable, por cómico y divertido, el momento en el que Domingo pierde la batuta en uno de los ensayos.
He decidido que el segundo Verdi en DVD que comento este año sea el Nabucco, la obra que supuso su primer gran éxito. Como siempre, comencemos resumiendo el libreto:
Acto 1: Jerusalén, año 568 a.C. Aterrados ante el avance del ejército babilónico de Nabucodonosor (Nabucco), los hebreos se han refugiado en el interior del Templo, donde el Sumo Pontífice Zaccaria les consuela. El viejo sacerdote ha hecho cautiva a Fenena, hija del rey invasor, y espera poder chantajearle amenazando con acabar con su vida si él no retira a sus tropas.
La joven Fenena, por su parte, ama a un judío llamado Ismaele. Los dos se encuentran a solas cuando son descubiertos por una avanzadilla del ejército de Nabucco, que ha conseguido ingresar en el Templo vistiendo ropas hebreas. Entre esos soldados disfrazados se encuentra Abigaille, a quien todos creen hermana de Fenena cuando en realidad es hija de esclavos. También Abigaille ama a Ismaele, y de ahí su irritación cuando le descubre junto a su falsa hermana. Finalmente, el resto del ejército de Nabucco termina por alcanzar el Templo y Zaccaria se dispone a llevar a cabo su plan, amenazando al rey con matar a su hija si él no se retira. Ismaele, sin embargo, es incapaz de permanecer impasible mientras la vida de su amada Fenena corre peligro, de modo que la arrebata de los brazos del sacerdote y la pone a salvo. Liberado del chantaje de Zaccaria, Nabucco ordena la destrucción de Jerusalén y del Templo, mientras los hebreos maldicen a Ismaele.
Acto 2: En Babilonia, Abigaille ha descubierto el documento que demuestra que no es la primogénita del rey, sino la hija de unos esclavos. Sabiendo que Nabucco se encuentra ausente combatiendo, ella se guarda la carta para hacerla desaparecer. Justo entonces llegan varios soldados con noticias turbadoras: Fenena, que ama a Ismaele, se ha convertido al judaísmo y se dispone a liberar a los hebreos cautivos que han sido deportados a Babilonia. En ausencia de Nabucco, Abigaille asume el poder para enfrentarse a su hermana e impedir la liberación de los judíos. Nabucco, sin embargo, aparece de improviso en el momento oportuno y reclama a Abigaille que le entregue la corona real. Dirigiéndose a los horrorizados hebreos, el rey se autoproclama dios y les ordena que se postren ante él y le adoren. Entonces la cólera divina se materializa en un rayo que desciende del cielo sobre la cabeza del rey Nabucco, que cae al suelo con la mente trastornada. De este modo, mientras aquél sólo es capaz de articular palabras sin sentido, Abigaille se dispone a retomar el poder de nuevo.
Acto 3: En el palacio imperial, el gran sacerdote de Baal entrega a Abigaille el documento en el que se dispone que todos los judíos cautivos sean exterminados. Sólo falta la firma real. En ese momento irrumpe Nabucco, todavía enloquecido, que firma el documento presionado por Abigaille. En un arrebato de lucidez, el viejo rey recuerda que su amada hija Fenena se ha convertido recientemente al judaísmo, pero ya es demasiado tarde. Abigaille, que desea deshacerse de su rival, ha entregado ya la orden firmada por Nabucco. Este último trata de desautorizarla llamándola esclava, pero ella muestra entonces el documento que prueba sus orígenes serviles y lo rompe en presencia de Nabucco. A este no le queda ya más que llorar y suplicar a Abigaille que se apiade de Fenena, pero ella permanece impasible y ordena que se lo lleven prisionero.
Mientras tanto, los hebreos se lamentan de su suerte y manifiestan su añoranza hacia su perdida patria. Zaccaria les insta a abandonar el pesimismo y profetiza acerca de la victoria de Jehová sobre Baal.
Acto 4: En su prisión, Nabucco observa desde una ventana cómo su hija es conducida al suplicio. Su mente se aclara entonces y suplica al Dios de Israel que la salve. Varios de sus leales acuden entonces alarmados por sus voces y sus golpes en la puerta, y al instante advierten que el rey ha recuperado la cordura. Inmediatamente le muestran su apoyo para recuperar el poder.
Fenena, por su parte, está a punto de ser martirizada. Zaccaria trata de consolar a la muchacha, pero la ejecución no llega a tener lugar, pues Nabucco, al que se han vuelto a unir sus tropas, llega a tiempo de impedirla. El rey ordena la liberación de los hebreos y hace pública su conversión al judaísmo, disponiendo que Jerusalén y el Templo sean reconstruidos. Abigaille, por su parte, ha bebido un veneno y muere implorando también al Dios de los judíos.
Es bien conocida la historia de la gestación de Nabucco por Giuseppe Verdi, de modo que no invertiré demasiadas líneas en describirla. Una historia, dicho sea de paso, llena de elementos que parecen algo exagerados por el propio compositor. Sucintamente, se supone que en 1842, el joven Verdi de veintisiete años había decidido abandonar la composición musical para dedicar su tiempo a leer “noveluchas” tras la muerte de su esposa y el fracaso de su ópera Un giorno di regno. Verdi contaba que compuso el Nabucco debido a la presión del empresario Merelli, y que cuando dejó caer con desdén el libreto sobre su escritorio, éste quedó abierto casualmente por la página del Va, pensiero, el famoso coro del tercer acto que con los años se ha convertido en un símbolo de la unidad italiana del risorgimento. Nabucco –cuyo nombre original era Nabucodonosor– permitiría, además, a Verdi conocer a Giuseppina Strepponi (primera Abigaille), con quien se casaría después. El gran éxito de la ópera en su estreno en la Scala milanesa el 9 de marzo de 1842 resucitaría la carrera del compositor e iniciaría sus “años de galera”.
El libreto de Temistocle Solera, pese a sus errores históricos –como las referencias a Asiria cuando debería decirse Babilonia– debió seducir a Verdi probablemente tanto por la belleza de su verso –siempre alabada por el compositor– como por las connotaciones políticas que hacían que hubiese cierta similitud entre los hebreos cautivos de Nabucodonosor –que no serían liberados por este, sino por Ciro setenta años más tarde– con la propia Italia, ocupada por el imperio austríaco en su zona norte.
Hasta aquí la disertación histórica, sobradamente conocida. El DVD que centra esta entrada ofrece interés por cuanto este Nabucco de 1986 supone el inicio de Riccardo Muti como director musical de La Scala de Milán. Sin embargo, la filmación resulta más interesante como documento histórico y musical que a nivel visual, pues la producción clásica de Roberto de Simone, filmada por el gran Brian Large, resulta a día de hoy indudablemente acartonada y anticuada, algo que también es extensible al vestuario, a cargo de Odette Nicoletti. De hecho Zaccaria, más que una barba, parece que tiene una escoba bajo la mandíbula. También resulta a mi entender algo estática la dirección escénica, pero como diría el propio Zaccaria, no hay que dejarse arrastrar por el pesimismo, ya que este DVD, al margen del apartado visual, ofrece calidad musical más que suficiente como para justificar su adquisición. Y la calidad musical es siempre la que verdaderamente ha de importar.
Para empezar, tenemos a Renato Bruson en el papel principal, y pocas dudas caben de que ha sido uno de los más destacados intérpretes de Nabucco de las últimas décadas. Resulta muy preferible, por ejemplo, a un Nucci, capaz también de defender al personaje con nobleza, aunque no a ese nivel. En los dos primeros actos resulta ciertamente temible, mientras que por alguna razón consigue conmoverme muchísimo más en su patética escena con Abigaille del tercer acto (debería decir tercera “parte”) que en su conversión del cuarto.
Nabucco es un personaje curioso, por lo demás, ya que a pesar de que se nos muestra desde el principio como un rey tiránico y sanguinario, al final todas las esperanzas de salvación de los israelitas, que al fin y al cabo son los buenos de la historia, están depositadas en él. Hay un Nabucco oscuro y despótico en los dos primeros actos, otro enloquecido y patéticamente derrotado en el tercero y otro heroico en el cuarto. Porque después de que hemos visto al personaje humillado y destrozado, hay cierto heroísmo en el modo en el que recupera el poder en los últimos minutos de la obra, lanzándose a salvar a los judíos como Aquiles a la batalla tras la muerte de Patroclo.
Así las cosas, el personaje realmente negativo de la obra no es, como digo, el propio Nabucco, sino Abigaille, su falsa hija. Hay dos cosas que la empujan a asumir el poder y pretender destruir a los judíos: vengarse de Fenena por arrebatarle a Ismaele y humillar al altivo Nabucco asumiendo el poder a pesar de carecer de ningún derecho dinástico para ello. Todo puede resumirse en que sus crueldades son la consecuencia del orgullo herido.
En 1986, Ghena Dimitrova ya había demostrado ser una magnífica Abigaille en la grabación de Sinopoli, tres años atrás. Lo tiene todo: hay en Dimitrova una mezcla de odio repugnante, celos y ambición infinita, y traza un completísimo retrato del personaje a un altísimo nivel vocal. De hecho, me parece bastante preferible a la gran Renata Scotto, bastante apurada por momentos en el registro de Muti.
También tenemos a un Zaccaria muy notable en Paata Burchuladze. Indudablemente, su voz no tiene la belleza de la de un Ghiaurov, que grabó el papel con Muti magníficamente pese a que apuntaba ya quizás una ligera decadencia que aún tardaría en hacerse realmente evidente. Sea como fuere, Burchuladze consigue retratar a un estimable Zaccaria, consiguiendo que no decaiga el alto nivel del reparto en los papeles importantes. Por cierto que el religioso, por mucho que se nos presente envuelto en un halo de sabiduría y santidad, tiene también su lado oscuro y discutible, como demuestra su firme determinación de asesinar a Fenena para forzar la retirada de Nabucco.
Hasta aquí todos los cantantes tienen, como decía, un nivel muy destacado. Pues bien, ese nivel decae un poco en la pareja Fenena-Ismaele, defendida con solvencia pero sin brillo. Raquel Pierotti (Fenena) tiene una voz que se me antoja demasiado delgada y nasal, aunque el resultado es satisfactorio. Bruno Beccaria, por su parte, posee una voz apta para el papel de Ismaele, aunque a veces recurre al portamento.
El resto de los secundarios están bien, aunque el Gran Sacerdote de Baal, cuyo nombre no viene ni en la carcasa ni en la filmación, muestra obviamente un exceso de vibrato.
El coro del Teatro alla Scala cumple aquí su importante papel en Nabucco con brillantez, así como la orquesta, dirigida por el maestro Riccardo Muti, una autoridad cuando se trata de esta ópera. Su trabajo aquí es muy similar a su célebre registro de EMI, al que ya me he referido alguna vez en esta entrada, y que en mi opinión resulta preferible al muy afamado de Sinopoli por su más creíble concepción verdiana de la obra.
En resumen, una filmación muy estimable en el apartado musical y que no ha sabido envejecer bien en lo visual. Probablemente, la mejor opción en DVD.
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