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lunes, 29 de septiembre de 2014

Carmen (Dervaux, 1980) – DVD

Pierre Dervaux (dir.); Teresa Berganza (Carmen); Plácido Domingo (Don José); Ruggero Raimondi (Escamillo); Katia Ricciarelli (Micaela); Daniéle Perriers (Frasquita); Jane Bérbié (Mercedes); Jean Laine (Zúñiga); Ybes Bisson (Morales); Michel Philippe (Dancaïre); Michel Sénéchal (Remendado). Coro y Orquesta del Teatro Nacional de la Ópera de París. DELPRADO DVD.

Durante mucho tiempo busqué sin éxito este DVD, que hasta la fecha jamás ha tenido una distribución comercial decente. Pude dar con él a través de internet hace unos meses y solo ahora me he sentado a verlo. Mis expectativas, que naturalmente eran altísimas, no se han visto defraudadas lo más mínimo: esto es una auténtica maravilla incomprensiblemente olvidada que hay que reivindicar. He intentado ser objetivo y “frío” mientras veía la representación para poder crearme unas impresiones propias de esta función no

miércoles, 29 de agosto de 2012

Tosca (Malfitano, Domingo, Raimondi – Mehta)

Después de mis vacaciones veraniegas y de una pequeña hecatombe informática, felizmente solucionada, retomo mi actividad bloguera y mi vieja costumbre de destripar óperas en DVD todos los meses. En esta ocasión he decidido que le toca el turno nuevamente a Tosca. Allá por 2009, en la prehistoria del blog, le dediqué una entrada (la primera en la que comentaba filmaciones) a la notable película de De Bosio con Kabaivanska, Domingo y Milnes bajo la batuta de Bartoletti. Es una filmación registrada en los escenarios romanos reales en los que acontece la historia, a saber, la iglesia de Sant’Andrea della Valle, el palacio Farnesio y el Castillo de Sant’Angelo. Pues bien, la Tosca que me dispongo a comentar ahora parte de una idea similar pero con un elemento extra: está filmada “en los lugares y en las horas”, lo que significa que, allá por julio de 1992, se retransmitió en directo a numerosas televisiones entre las que no se contaba, por cierto, ninguna emisora española.


La primera vez que vi esta filmación fue precisamente en 2009, el año en el que creé El Patio de Butacas. La pusieron por televisión y mi impresión no es que fuese muy favorable. Esta semana he vuelto a darle una oportunidad y la he visualizado en DVD –se incluye en la caja de Puccini de la serie “My greatest roles” de Plácido Domingo– y debo decir que mi opinión no ha cambiado con el tiempo. Procedamos a destripar:

En el aspecto visual, si comparamos esta filmación a cargo de Giuseppe Patroni Griffi con la de De Bosio notaremos que aquí hay una mayor espectacularidad visual. A Diferencia de De Bosio, Griffi muestra preferencia por mostrar planos muy amplios que permiten al espectador recrearse en la belleza imponente de los edificios en los que se mueven los cantantes. Sin embargo, en contrapartida, podría esperarse quizá algo más de la calidad de la filmación, que corre a cargo de la experimentada mano de Brian Large. En el primer acto, sobre todo durante el dúo de amor entre Mario y Tosca, se observan reflejos en la pantalla, como si estuviéramos viendo las imágenes con un cristal por delante. También hay algún plano excesivamente punteado, aunque la calidad visual es buena, al margen de estos defectos. Existen otras filmaciones de Tosca en los escenarios reales, pero hasta la fecha sólo he visto esta y la más recomendable de De Bosio.

Apartado musical. De la Tosca de Catherine Malfitano podrían escribirse muchas cosas, de modo que prefiero ser rápido y no andarme demasiado por las ramas. No me gustó en absoluto en 2009 y sigue sin gustarme ahora. Pero, vamos, lo que se dice nada de nada. Comienza bien el dúo del primer acto, que llega a culminar con corrección, aunque ya se hace patente que el personaje le viene demasiado grande. Esos nubarrones, distantes pero amenazantes en el primer acto, descargan con fuerza sobre el espectador no solamente en el comprometido segundo acto, sino también en el tercero, que resulta quizá menos exigente para la cantante. Sobrepasada por el personaje, Malfitano se refugia en el canto histérico y antimusical, así como lo que resulta más lamentable, en el simple griterío. La escena del apuñalamiento de Scarpia habla por sí sola. El trabajo de Malfinano no puede salvarse ni tan siquiera a nivel teatral, aspecto este en el que exhibe una sobreactuación histérica que la lleva a poner ojos de loca y a realizar toda una colección de antinaturales aspavientos que rozan –o sobrepasan, según quiera verse– el ridículo. Esto sería suficiente para descartar este DVD como opción recomendable, pero sigamos, porque lamentablemente hay más.

El más equilibrado del reparto es, a mi entender, el Mario de Plácido Domingo. Ya hablé de su Cavaradossi en aquella entrada dedicada a la película de De Bosio, y lo cierto es que a pesar del tiempo transcurrido entre una filmación y la otra, su concepción del personaje se mantiene más o menos intacta. El suyo es un Mario de marcado acento trágico, que en el tercer acto es capaz de adivinar el engaño de Scarpia y ocultarlo a Tosca para evitar herirla (“Cadrò sul momento, e al naturale”). La verdad es que Domingo realizó en el pasado mejores registros del papel, como por ejemplo, en la notable grabación de Mehta con Price, pero aún entonces podía defender con solvencia el personaje, tal y como demostró con la grabación de Sinopoli y Freni, grabación esta última que servidor considera como la última realmente grande que se haya realizado de esta ópera.

Una cosa anecdótica. En su día leí en internet que cuando se emitió en directo esta filmación, Plácido tropezó en unas escaleras del Castillo de Sant’Angelo en el cuarto acto, y que su caída al suelo no sólo fue presenciada por miles de espectadores en todo el mundo, sino que, además, se mantuvo en algunas de las posteriores ediciones que se realizaron en vídeo. En esta edición en DVD no existe tal caída.

Volviendo al tema musical, el Scarpia de Ruggero Raimondi tiene, según lo veo yo, una cosa positiva y otra negativa. En su favor juega el que tiene sin duda una concepción interesante y muy atractiva del personaje. Su Scarpia no tiene los ásperos modales de un carnicero, como hacía Gobbi, sino que vocalmente está defendido con elegancia, e incluso con un cierto aire aristocrático que no sobra, tratándose como se trata de un barón. Esta ausencia de brusquedad, en comparación con otros cantantes, no implica, además que su Scarpia resulte menos amenazador y odioso. De hecho, cuando la Tosca de Malfitano se queda a solas con él en su habitación del Palacio Farnesio, uno tiene la sensación de que ella es como un corderito enjaulado junto a un lobo hambriento. Su enfoque del personaje me parece, por tanto, muy acertado, y cuenta con muchos admiradores. Pero hay un elemento negativo de importancia esencial: la voz. Sencillamente no es bella, aunque no existe una noción universal de lo bello y, por tanto, entramos en el terreno de las opiniones subjetivas. Lo que a mí no me parece hermoso puede maravillar a otro y viceversa, y a mí la voz de Raimondi no me parece bella. Tiene un sonido “opaco” (¿cómo demonios puede describirse con palabras una voz?) que hace que me resulte, por lo general, muy poco convincente en su faceta como bajo y algo más pasable como barítono. Como muestra de esto último está el que pese a no gustarme su Scarpia siempre he defendido que Raimondi es un Escamillo maravilloso.

Por cierto, ¡vaya forma de manosear a Tosca la de Scarpia en esta película! Mucho sobeo y muchos achuchones.

El nivel de los cantantes secundarios es bajo. Giacomo Prestia es un efectivo Angelotti, y Giorgio Gatti no pasa de correctito como sacristán. Por último, resulta de todo punto insoportable la vocecilla, absolutamente ridícula, de Mauro Buffoli como Spoletta.

Llevando la batuta al frente de la Orquesta Sinfónica de la RAI de Roma tenemos a un estupendo Zubin Mehta, que dirige con magnífico pulso dramático. Ya había grabado, como dije antes, una interesante Tosca con Price, Domingo y Milnes, y aquí vuelve a demostrar que su nombre es una garantía en Puccini.

No sé si existe una edición “suelta” de esta ópera en DVD. Como dije, yo tengo la que viene incluida en la caja de Puccini de “My greatest roles” de Domingo. No incluye subtítulos en castellano, cosa que importa bien poco para los que conocemos esta obra de memoria pero que puede echar para atrás a más de uno y a más de dos.



Así las cosas, podríamos resumir todo esto de la siguiente manera:

Argumentos a favor:

- Zubin Mehta.
- Plácido Domingo.
- Filmación en escenarios reales.

Argumentos en contra:

- Catherine Malfitano.
- ¿Ruggero Raimondi? Cuestión de gustos...
- Cantantes secundarios.
- DVD sin subtítulos en castellano.

Que sea, por tanto, el lector el que juzgue si vale la pena la adquisición de esta filmación. Por lo que a mí respecta, no lo veo necesario existiendo la película de De Bosio.












miércoles, 28 de marzo de 2012

La favorita (Cossotto, Kraus, Bruscantini - De Fabritiis)

Ahora que todavía sigo un poco inmerso en la atmósfera de Lucia di Lammermoor, me ha dado por rescatar de la memoria el anterior título donizettiano representado en el Teatro de la Maestranza: La favorita. Comenzamos, como siempre, resumiendo el libreto:

Acto 1: Siglo XIV. En un convento de Santiago de Compostela, Fernando, un joven novicio, relata a su superior Baldasarre cómo se ha enamorado de una desconocida peregrina, lo que le lleva a tomar la decisión de abandonar el convento con gran enojo del fraile.

Tiempo después, Fernando es conducido por Inés con los ojos vendados al lugar en el que se encuentra su enamorada, Leonora. Esta también le manifiesta su amor, pero para gran consternación del joven, le insta a que la olvide para siempre, entregándole un nombramiento militar para que se marche a luchar contra los moros. Fernando queda desconcertado, pues ignora la razón por la que su amada le rehúye de ese modo. Enseguida se anuncia la presencia del rey, lo que motiva la salida apresurada de Leonora. Por su parte, Fernando se decide finalmente a hacerle caso, marchando a la guerra.

Acto 2: El rey Alfonso XI se encuentra en el Alcázar de Sevilla dispuesto a festejar sus últimas victorias militares, en las que el joven Fernando ha jugado un papel destacado. Entra entonces Leonora, entristecida. Ella es la amante del rey y se lamenta ante el monarca de su situación. Alfonso, que la ama, se muestra dispuesto a abandonar a su esposa y convertirla en reina, e incluso trata de acabar con su melancolía sentándola a su lado para presenciar los bailes festivos. Sin embargo, apenas han terminado estos cuando entra Don Gasparo para decirle al rey que Leonora tiene otro amante. Alfonso se encoleriza con la joven, pero ella se niega a revelar que su verdadero amado no es otro que Fernando, el nuevo héroe militar. Entra entonces el fraile Baldasarre, que recrimina al rey la inmoralidad de su infidelidad conyugal. Alfonso responde airado, pero el religioso gana la batalla dialéctica mostrando una bula papal por la que se amenaza al monarca con la excomunión si persiste en su adulterio con Leonora.


Acto 3: Fernando espera ser recibido por el rey en el Alcazar. Alfonso XI se muestra dispuesto a concederle su mayor deseo en premio por su heroicidad militar, y para su gran asombro, el joven manifiesta que nada desea más que casarse con Leonora. El rey ve en ello una excelente oportunidad de alejar de sí a su antigua amante y evitar de ese modo la excomunión, por lo que urge al muchacho a que contraiga matrimonio con ella ese mismo día. Para evitar que Fernando sepa que va a casarse con la amante del rey, Alfonso ordena que Inés sea arrestada, cortando así toda posible comunicación entre los enamorados antes de la boda. Leonora, en efecto, se ve venir la desgracia de lejos y urge a su amiga a que revele la verdad a Fernando, librándole así del deshonor que para él supondría casarse con la amante del rey, pero Inés es detenida por Don Gasparo, que cumple así las órdenes dadas por Alfonso. De este modo, Fernando acude feliz a la ceremonia, ignorando en realidad con quién está a punto de casarse. Leonora, por su parte, se muestra aterrada, pues no sabe si Inés ha transmitido su mensaje y Fernando la ha perdonado o si él, como en realidad ocurre, continúa ajeno a la verdad. Concluida la boda, los cortesanos no pueden evitar mostrarse airados con Fernando, que perplejo, no comprende por qué le acusan de deshonor. Entra entonces Baldasarre, quien finalmente le explica que acaba de casarse con la actual amante del rey. Fuera de sí, Fernando rechaza sus nuevos títulos nobiliarios y su unión con Leonora, arrojando antes de marcharse los pedazos rotos de su espada ante el rey.

Acto 4: Fernando se encuentra de nuevo en el convento, en donde espera ocupar en el futuro la posición del viejo Baldasarre. Recuerda a solas a Leonora, a quien considera culpable de engañarle y deshonrarle, y entra en el monasterio para rezar por el alma de la reina, que ha expirado entristecida por el abandono al que se veía sometida por su esposo, el rey Alfonso. Leonora entra arrastrándose, muy debilitada por el esfuerzo de viajar en solitario a la búsqueda de Fernando para suplicarle su perdón. Cuando se acerca a las puertas del convento, escucha las oraciones fúnebres que se dirigen en el interior por el alma de la reina, y llega a distinguir incluso la voz de Fernando, señalándola a ella como objeto de la infidelidad del rey. Consciente entonces de que él no la ha perdonado, se dispone a marcharse, pero su estado físico está tan deteriorado que apenas puede caminar. Fernando sale del interior, y tras reconocerla, trata de expulsarla de ese lugar santo, pero ella le revela que jamás pretendió engañarle y que ha acudido allí para implorar su perdón. Fernando termina conmoviéndose, y concediéndoselo, propone a su amada que ambos huyan juntos del convento, pero es ya demasiado tarde para Leonora, que muere en sus brazos.

Traducción del libreto al castellano en kareol.


Con libreto de Alphonse Royer y Gustave Vaëz, basado en el drama "Le Comte Comminges" de Baculard d'Arnaud, Gaetano Donizetti estrenó La favorita (inicialmente en francés con el título de La favorite) en la Ópera de París el 2 de diciembre de 1840. La posterior y más popular versión italiana data del año 1847. Confieso que esta ópera nunca ha sido de mis predilectas, aunque desde las representaciones del Teatro de la Maestranza de Sevilla de 2009 mi aprecio hacia ella ha ido aumentado cada vez más. Si bien es obvio que La favorita no se cuenta entre las mejores creaciones de su autor, sí que contiene al menos un buen puñado de ideas musicales que hacen que funcione, como poco, como “ópera de momentos”.

La favorita no es una ópera especialmente afortunada en lo que a grabaciones videográficas se refiere. De hecho, la única que se comercializa “oficialmente” –grabaciones pirata aparte– es la que motiva esta entrada, distribuida desde el año 2007 por VAI. Se trata de una función registrada el 13 de septiembre de 1971 en el Tokyo Bunka Kaikan. Es una producción cuyo diseño, a cargo de Enzo Dehò, resulta hoy tremendamente oscuro –algo que se ve incrementado por la escasa calidad visual de la grabación– y rancio. Es la típica producción rígida, de cartón piedra y totalmente carente de imaginación y de interés visual. Casi todo el tiempo vemos estructuras góticas que simulan ser palacios o monasterios con un uso realmente pobre de la iluminación. Tan sólo el último acto aporta un elemento más arriesgado al presentar en el exterior del monasterio en el que se encuentra Fernando tres cruces a modo de Calvario. El problema es que la posición de las cruces, torcidas como elemento “moderno”, choca con el clasicismo acartonado del resto de la propuesta escénica y termina rechinando al espectador. El vestuario de Salvatore Russo sale algo mejor parado, aun sin resultar tampoco especialmente destacable. Lo mismo ocurre con la dirección escénica de Bruno Nofri, incapaz de romper la rigidez que lo envuelve todo. Todo director escénico de La favorita se enfrenta, además, al problema de cómo resolver el largo ballet del segundo acto. En nuestro caso, el Tokyo City Ballet Troupe cumple adecuadamente su función, aunque si hablamos de estilo, el baile resulta obviamente anacrónico. Sin embargo, si somos sinceros, lo cierto es que la música tampoco permite otra cosa.


Vayamos ahora con lo que realmente importa, que es con las voces. Después de lo escrito a propósito de la producción en sí misma, uno se plantea que muy bien tiene que ir la cosa vocalmente como para que la filmación resulte de algún interés que justifique tenernos ante el televisor en lugar de acudir al disco. Lo cierto es nuestra Favorita tiene un reparto sencillamente espectacular, casi inmejorable, que permite al espectador olvidarse de las carencias escénicas. Para empezar, que no es poco, contamos nada menos con la grandísima Fiorenza Cossotto en el papel principal de Leonora (Leonor de Guzmán), cuya calidad vocal es inversamente proporcional a su atractivo físico. Vamos, que la mujer no está muy creíble como hermosa cortesana, pero vocalmente es probablemente la intérprete referencial de este papel en toda la historia de la ópera grabada. Convence incluso más que en la célebre grabación discográfica de Bonynge, en la que aparece con Pavarotti y en cuyo proceso de grabación manifestó alguna dificultad, según recuerdo haber leído.

¿Y quién puede ser un Fernando a la altura de la mejor de las Leonoras imaginables? ¡Qué pregunta! Pues Alfredo Kraus, así de sencillo. Magistral en todo momento, es él quien arranca el primer aplauso del público tras su espléndida “Una vergine”, y quien borda el célebre "Spirto gentil" del cuatro acto, que se convierte en algo que cuesta imaginar como superable. En realidad, también Kraus es la referencia absoluta en el papel de Fernando, y entiendo que probablemente sólo el joven Pavarotti puede acercársele. El interés de este DVD se debe en buena medida al hecho de que el tenor grancanario, desgraciadamente, no dejó ninguna grabación en estudio de su emblemático Fernando –sí resulta muy recomendable la grabación, procedente del Teatro Colón de Buenos Aires de 1967, dirigida por Bruno Bartoletti– . Probablemente, de las distintas Favoritas de Kraus que fueron grabadas en vivo, esta filmación sea precisamente la que ofrece una mayor calidad sonora. Y ahora, un apunte cómico, al margen de lo musical. Es sabido que el maestro Kraus tenía una excelente y varonil presencia escénica, tal y como se refleja en este tipo de grabaciones. Un factor de importancia, en este sentido, era su magnética y característica mirada azul. Pues bien, la mala calidad de la filmación de esta Favorita hace que en ocasiones tengamos nada menos que a un zombie-Kraus, pues la mirada es tan clara y la iluminación es tan pésima que en ocasiones produce el efecto de que parece que mira con las cuencas de los ojos vacías. Y da yuyu. Pero ver a una cortesana con aspecto de drag queen caer en los brazos de un monje zombie vale la pena.

Ahora los malos. El gran Sesto Bruscantini compone un personalísimo y bien cantado Alfonso XI, si acaso con cierta tendencia a los sonidos nasales (“O ciel! Di quell’alma il puro candor...”). A Baldasarre lo encarna un jovencito Ruggero Raimondi, de treinta años recién cumplidos. Es un cantante que en su carrera no ha convencido como bajo –sombras de su Filippo con Giulini– y que en lo personal tampoco me convence demasiado como barítono salvo en algunas honrosas excepciones, como por ejemplo su siempre notable Escamillo. El caso es que aquí, aun tratándose de un papel de bajo, me gusta. Se le ve cómodo y para nada ajustado en el grave y resulta perfectamente efectivo en su papel. Quizás no sea un Baldasarre con el bellísimo esmalte vocal de un Ghiaurov, pero no hace bajar un ápice el excelente nivel vocal del reparto. Los que acudan a este DVD con reservas al ver el nombre de Raimondi quedarán sorprendidos para bien.


También los secundarios ofrecen un buen nivel. La para mí desconocida Marisa Zotti hace una estupenda Inés, con la adecuada dosis de gracia en su primera entrada (“Bei raggi lucenti”). En cuanto a Don Gasparo, Augusto Pedroni resulta correcto, aunque poco más. No es en absoluto un papel lucido.

Muy bien también el NHK Italian Opera Chorus, dirigido por Nobuaki Tanaka. NHK son las siglas de “Nippon Hoso Kyokai”, que según la más célebre enciclopedia de internet significa “Corporación Emisora de Japón” o “Asociación de Radiodifusión de Japón”. Los japoneses no muestran problemas de dicción italiana y se hace bastante simpático verles vestidos con ropas y peinados occidentales propios de la Edad Media.


En cuanto a la orquesta, el siempre grande Oliviero de Fabritiis parece entenderse también sin problemas con la orquesta nipona (NHK Symphony Orchestra). He localizado un breve corte al final del segundo acto. Ignoro si habrá más.

Y ahora vamos con los datos “accesorios”. Como ocurre siempre con la VAI, el DVD cuesta un ojo de la cara. Yo lo adquirí hace varios años en un 2x1 de un famoso centro comercial –con esta estupenda Poppea–, con lo que la compra me salió, en términos generales, más asequible, pero el precio es abusivo. No hay extras ni nada parecido, aunque al menos sí se incluyen subtítulos en castellano, algo que no siempre ocurre con las filmaciones distribuidas por VAI. El librito interior no contiene nada más que el índice de capítulos. En cuanto a la grabación en sí misma, la calidad visual es similar a la de un VHS, o incluso peor. La imagen es oscura, y la iluminación blanca que predomina en buena parte de la acción resulta en la filmación de un verde bastante feo y antinatural. La imagen, además, está bastante punteada, algo que se deja ver aún más (compruébese, por ejemplo, en la obertura) debido a la oscuridad general que lo envuelve todo. En cuanto al audio, en ocasiones, sobre todo si escuchamos este DVD con los cascos puestos, se escucha levemente al apuntador, lo cual es probablemente debido a la presencia de algún micrófono mal colocado. La calidad de audio resulta, sin embargo, excelente.


Es caro y visualmente de nulo interés. ¿Compensa? Si a usted, como a mí le gusta ver a los grandes, sí. Además, ya he señalado que esta grabación es quizás la de mayor calidad sonora en la que podemos escuchar el emblemático Fernando de Kraus. Si estas razones no le resultan suficientemente convincentes, puede usted refugiarse tranquilamente en la discografía de esta ópera en cedé.










sábado, 29 de enero de 2011

Carmen (Migenes-Johnson, Domingo, Raimondi - Maazel)

Resulta curioso que, en mi costumbre de comentar cada mes una grabación de ópera en DVD (el mundo del disco, infinitamente más rico, me llevaría también más tiempo), Carmen se sitúe ya en decimosexto lugar aun siendo de mis óperas preferidas. De hecho, acaba de darme cuenta de que tengo una cifra de “óperas preferidas” más alta de lo que yo mismo pensaba, pues son muchos los títulos por los que siento especial predilección y que aún no han desfilado por el presente blog de ninguna manera. Vayamos por ahora con la famosa historia de la cigarrera sevillana y del soldado Don José.

Acto 1. Sevilla, entorno a 1820. Varios soldados del regimiento de los Dragones de Alcalá pasan su turno de guardia observando el ir y venir de la gente. Micaela, una joven de aspecto encantador, se acerca al cabo Morales para preguntarle por el soldado Don José, con quien desea hablar. Informada de que éste se incorporará en la siguiente guardia, Micaela se retira. Con el cambio de guardia aparece Don José, un joven de origen navarro que abandonó su hogar para hacerse soldado. En ese momento, varias cigarreras abandonan temporalmente la fábrica de tabacos para un descanso, y entre ellas se destaca una joven gitana llamada Carmen, que arroja descaradamente una flor al perplejo Don José. Poco después aparece de nuevo Micaela, quien trae al soldado noticias de su madre: la anciana ha perdonado a su hijo por haberla abandonado y desea que vuelva al hogar para casarse con la propia Micaela. Don José accede conmovido, pero un griterío procedente del interior de la fábrica de tabacos le obliga a abandonar estos pensamientos. Carmen es arrestada por herir en el rostro a otra cigarrera después de una discusión, y Don José es elegido para acompañarla a la cárcel. La gitana consigue seducirle y Don José se arroja deliberadamente al suelo después de que esta le empuje, para dejarla así escapar.

Acto 2: Carmen se encuentra en la taberna de Lillas Pastia en compañía del teniente Zuñiga y de varios de sus soldados. El oficial le hace saber que Don José, que fue arrestado por dejarla huir, acaba de abandonar la prisión. Aparece entonces el torero Escamillo, cuya presencia es celebrada con entusiasmo y quien se enamora inmediatamente de Carmen.

La taberna, una vez cerrada, se convierte en un punto de encuentro de los contrabandistas, a los que ahora pertenece también Carmen. Sin embargo, esta rehúsa ayudar por esa noche a sus amigos contrabandistas Dancaïre, Remendado, Mercedes y Frasquita, pues desea encontrarse con el recién liberado Don José. En efecto, este se presenta en la taberna, pero desea regresar pronto al cuartel para que no le echen en falta, lo que provoca el enojo de Carmen. Don José trata inútilmente de convencerla de que la sigue amando y de que ha conservado en la prisión la flor que ella le arrojó, pero en ese momento aparece el oficial Zuñiga con intención de seducir a Carmen, lo que provoca un arranque de celos por parte de Don José que le lleva a enfrentarse a su superior. Zuñiga es reducido y atado por los contrabandistas, a los que ahora termina uniéndose Don José irremediablemente.

Acto 3: Ha pasado algún tiempo y la relación entre Carmen y Don José, convertido ya en contrabandista, se ha deteriorado ante los celos de éste y las ansias de libertad e independencia absolutas por parte de ella. Carmen trata de predecir su futuro por medio de las cartas y pronostica su próxima muerte. Micaela, por su parte, consigue llegar hasta el lugar montañoso en el que se han detenido temporalmente los contrabandistas para hablar con Don José. Sin embargo, éste último percibe antes la presencia del torero Escamillo, que aún ama a Carmen y se ha personado allí para buscarla. Ambos se enfrentan navaja en mano, aunque la pelea es interrumpida y Escamillo se despide, no si antes invitar a todos los presentes a que acudan a verle a las corridas de toros de Sevilla. Micaela abandona entonces su escondite y persuade a Don José de que se aleje de Carmen y de esa forma de vida y de que acuda a visitar a su madre, que morirá pronto.

Acto 4. Carmen acude a la plaza de toros de Sevilla como espectadora de una corrida en la que participará Escamillo, a quien ya ha decidido convertir en su nuevo amante. Aunque sus amigas Mercedes y Frasquita se lo desaconsejan, Carmen abandona la plaza para hablar con Don José, que se encuentra fuera esperándola. Este trata inútilmente de reconquistarla y monta en cólera cuando escucha de sus labios que ahora ama a Escamillo. Cuando Carmen le arroja un anillo que él le regaló cierta vez, Don José la apuñala mientras se escuchan los gritos del triunfo de Escamillo desde el interior de la plaza.

Enlace al libreto en castellano.


Portada de la grabación en disco que sirve de banda sonora a la película de Rosi

Basada en la novela corta de Prosper Merimée y con libreto de Henry Meilhac y Ludovic Halévy, Carmen ha sido siempre considerada, quizás injustamente, como prácticamente la única obra maestra de Georges Bizet, llegando a eclipsar el resto de su producción musical. No es este el lugar ni el momento para analizar el por qué del olvido durante tanto tiempo de buena parte de la música del autor, ni tampoco las razones por las que la crítica mayoritaria respondió de forma airada al estreno de la ópera, el 3 de marzo de 1875, apenas unos meses antes de que Bizet falleciera repentinamente víctima de un ataque cardíaco fulminante. Es obvio que muchos rasgos del argumento debían considerarse inmorales en su tiempo (se dice que Bizet, que tomó parte activa en la redacción del libreto, llegó a reescribir hasta en trece ocasiones el texto de la famosa habanera), y que la crudeza y realismo con que se describe la tormentosa relación de la pareja protagonista se alejaba enormemente de todo lo que se suponía como propio de la Opéra-comique francesa. Al rechazo de la crítica debió también contribuir la representación de un asesinato sobre el mismo escenario como cruda conclusión a la ópera, que en un alarde de realismo y como antecedente de lo que posteriormente cristalizaría en el género verista, se cierra sin final feliz ni moraleja alguna para el público. “Lo que ustedes quieran, pero que Carmen no muera al final”, llegó a decir a los libretistas Alphonse de Leuven, codirector del Théâtre de l’Opéra-Comique.

Francesco Rosi dirigió su película Carmen en 1984, eligiendo escenarios reales de Sevilla, Ronda y Carmona para la filmación. En toda “película” de ópera, como ya he señalado repetidamente en este blog, hay cierta tensión entre el apartado musical y el meramente visual, cuestión que aquí se zanja en un claro predominio del segundo en detrimento de la música. Rosi muestra una convincente visión de la Sevilla decimonónica (la filmación se ambienta entorno a 1870, algo más tarde de lo que especifica el libreto), apostando más por el realismo visual que por los típicos clichés: es una Sevilla soleada y de fachadas encaladas, sí, pero también un lugar polvoriento y desfavorecido económicamente salvo para unos pocos. La cuestión es que, como decía, como espectador uno tiene la impresión de que en esta película importó más lo visual que lo musical. Hay numerosos momentos en los que la partitura de Bizet es manipulada, cortándola e introduciendo silencios molestos para cualquiera que conozca (y ame) la obra y que sólo se justifican porque el director quiere recoger algo con la cámara que no encaja con la música que debería estar sonando. Sin ir más lejos, justo después de la famosa obertura tenemos un irritante corte, un momento de absurdo silencio musical en el que se nos muestra una procesión de Semana Santa. También los diálogos aparecen muy manipulados y los continuos ruidos ambientales aportan sin duda realismo cinematográfico, pero musicalmente están de más. Digamos que no es una filmación de Carmen, sino sobre Carmen.


Sería injusto, pese a lo arriba escrito, quedarse únicamente con lo discutible y negativo. No puede negarse que visualmente la película es espléndida y que sirve para alegrarle la tarde a cualquiera. Los escenarios de la filmación son una maravilla: se observa el interior del Alcázar de Sevilla (donde aparece bailando la célebre Cristina Hoyos), la Catedral de Sevilla y al comienzo del segundo acto aparecen erróneamente las torres de la Plaza de España, y digo erróneamente porque la plaza (por cierto, recién restaurada, que falta le hacía) se construyó para la Exposición Iberoamericana de 1929. Rosi muestra una clara preferencia por los planos amplios, ofreciendo imágenes de gran belleza visual. El vistoso manejo del coro es también sobresaliente, como no podría esperarse otra cosa de la coreografía de Antonio Gades. Aparece también en la escena de las cigarreras el bailarín Enrique “el cojo”, fallecido pocos meses después de la filmación. Si después de tantas licencias la cosa no hubiese funcionado visualmente, estaríamos ante un inmenso despropósito, que al menos no es el caso.

Adoro la enorme complejidad del personaje de Carmen. No cabe duda de que ella se ha convertido en el prototipo (sobre todo para el extranjero) de la mujer andaluza que conjuga picardía, misterio y sensualidad. Hay en ella, o al menos yo lo veo así, un componente oscuro, maligno quizás, inexistente en la tímida Micaela (personaje de contraste, sin duda) que unido a su innegable erotismo la convierte en una bomba de relojería, en una auténtica femme fatale (“Si yo te amo, ten cuidado”). En cierto modo, ocurre aquí algo relativamente parecido a lo que escribí hace unos meses en relación a Don Giovanni: todo el atractivo del personaje principal, que es mucho, se antoja siniestro porque el público es consciente de que por debajo de ese don de seducción, de esa galantería, se esconde algo oscuro. La diferencia es que en Don Giovanni, los espectadores asistimos a las maquinaciones perversas del protagonista y por tanto, observamos sus malvados intentos de seducción desde la distancia, con repulsión incluso (véase lo ocurrido con Donna Anna en el primer acto). Carmen es distinta: jamás se nos muestran sus intenciones de antemano, sino que como espectadores que somos las vamos viviendo al momento, y en consecuencia nos situamos en el mismo plano de indefensión respecto a ella de Don José, de Micaela, de Escamillo. A diferencia de Don Giovanni, Carmen sí consigue que el público entre en su trampa de seducción. Quizás se deba a que el personaje vive permanentemente en el “ahora” y sus ansias de independencia sexual no obedecen a un “plan” preconcebido, como ocurría con Don Giovanni y su infantil necesidad de ampliar la lista de sus conquistas. Carmen es aún más libre que Don Giovanni: actúa a voluntad sin reflexionar cuál ha de ser su norte, su objetivo y eso la convierte en un ser maravillosamente imprevisible... y despiadado para todo aquél que sueñe con conquistarla y vivir con ella por más de “seis meses”, como refiere Escamillo. A diferencia de Don José, el torero sí conoce la volubilidad de Carmen antes incluso de iniciar su relación con ella, y el hecho de que sin embargo esté dispuesto a intentarlo es francamente descriptivo de hasta dónde llega la capacidad seductora de la protagonista. ¿Se presta Escamillo, a diferencia de Don José, a ser un juguete roto en manos de Carmen? Es posible, claro que su aceptación tácita de las “reglas del juego” impuestas por ella puede llevar a pensar que quizás él no sea distinto de la gitana.


Julia Migenes-Johnson es una soprano que saltó a la fama con esta Carmen, después de lo cual no hizo demasiadas cosas: pocas grabaciones de ópera y un par de desafortunados intentos en el cine. En los últimos años ha aparecido en un show propio que incluso se comercializa en DVD y en el que, por lo que he visto, se dedica simplemente a soltar las bufonadas más trilladas sobre el mundo de la ópera. Supuestamente tiene gracia, aunque yo no se la he visto a ninguno de los ejemplos que hay por youtube. En cualquier caso, pese a ello y pese a que esta mujer no fue capaz de elaborarse una carrera sólida de cantante, lo cierto es que su Carmen, alabada recientemente por Elina Garanča, es más que aceptable si tenemos en cuenta cuál era el panorama vocal a mediados y finales de la década de los ochenta: Migenes no es Teresa Berganza ni Victoria de los Ángeles, pero se sitúa a años luz de la calamitosa Ewing y también me parece preferible a la estimable Carmen de Agnes Baltsa, afamada por aquél entonces gracias a la grabación de Karajan con Carreras. Tratándose como se trata de una soprano, algunos de sus descensos al grave son ajustadísimos, pero en líneas generales su interpretación es bastante musical al oído, al menos en comparación con aquellas que por esos mismos años se limitaban a gritar el papel. En el ámbito interpretativo Migenes es una Carmen excelente, si bien es cierto que su erotismo no es precisamente suave ni insinuado, especialmente durante su encuentro (y enfado) con Don José en el segundo acto. Como diría Chiquito, mucha “guarrería española”. En su intento por mostrar una imagen creíble de una gitana andaluza de hace dos siglos, Rosi nos presenta a una Carmen con abundante pelambrera en la cabeza... y también en las axilas. En cualquier caso, Migenes, con su voz juvenil y carente quizás de la densidad con que, al menos yo, estoy acostumbrado a escuchar al personaje, sí consigue transmitir los rasgos que toda Carmen debe poseer: gracia, despreocupación, erotismo “malvado” (es decir, con segundas intenciones), inflexibilidad de carácter, etc. Es capaz de jugar con la mirada transmitiendo picardía o furia y de bailar mucho mejor que adecuadamente. Seamos honestos: para el tipo de película ultrarrealista de que se trata, Julia Migenes es una elección más que acertada.

Cabría preguntarse, hecha esta descripción de la mentalidad de Carmen (siempre a mi subjetivo entender), cuál es el papel que esta asigna a Don José en su vida. Es obvio que la seducción del soldado en el primer acto se produce únicamente con la finalidad de escapar de la prisión, lo que obliga a excluir, por lo menos por entonces, cualquier tipo de sentimiento romántico por parte de ella. En el segundo acto es diferente: ella rehúsa acompañar a sus amigos contrabandistas para encontrarse con él, y se declara enamorada. Sin embargo, también aquí (y esta vez de forma aún más inesperada para el público, que no se lo ve venir) Carmen sale con segundas intenciones al tratar de convencer a Don José de que le demuestre su amor convirtiéndose como ella en contrabandista. Ella trata de manipularle para hacer caso a la insinuación de Dancaïre de que sería conveniente contar con un Dragón de Alcalá en el grupo. Da la sensación de que Don José es un juguete en manos de Carmen, un simple divertimento, y ni siquiera sabemos si el amor de ella hacia él es auténtico o se trata de la simple diversión de unirse a un joven soldado. Insisto en que quizás la relación de Carmen con Escamillo hubiera sido diferente, pues al conocer él el carácter variable de ella, ambos se sitúan en un plano de mayor igualdad.

Naturalmente este es sólo un enfoque de los muchos posibles. Es cierto que Don José es un hombre manipulado y desengañado, destruido incluso por Carmen, pero nada de ello hubiera sido posible si él hubiese tenido un mínimo de firmeza de carácter. Es el mayor “calzonazos” de toda la historia de la ópera: va a prisión y es degradado, se convierte en un desertor y un bandido, rechaza la tranquilidad de su casa y una unión estable con la dulce Micaela y termina convirtiéndose en un asesino. Siento infinitamente más simpatía por la destructiva Carmen que por el destruido Don José, y el asesinato de ella (pura violencia de género, que diríamos hoy) es ya la guinda en el pastel.

El papel de Don José es uno de los que, en mi opinión, mejor encajan con la densa voz de Plácido Domingo. Cuando se realizó la grabación en estudio con Maazel y se filmó la película, él ya era un reconocido intérprete del papel gracias a la maravillosa grabación de Abbado con la inconmensurable Teresa Berganza y a la famosa producción de Franco Zeffirelli con Elena Obraztsova. La única pega, por decir algo, es que su recurso a tirar levemente de la gola se nota aquí algo más de lo muchas veces acostumbrado en él, aunque la interpretación no baja del sobresaliente. La versión que ofrece aquí de La fleur que tu m'avais jetée es francamente conmovedora (por cierto que Rosi acierta ofreciendo algo inédito: una Carmen que sí queda enternecida por las palabras de Don José) y su dúo con Micaela en el primer acto es musicalmente de lo mejor de su interpretación en esta película.

En el papel de Escamillo tenemos a Ruggero Raimondi, un cantante que en líneas generales no me gusta. En primer lugar está el archisabido problema de adivinar cuál es su tesitura, tarea francamente imposible. Normalmente, lo que ocurre es que a mí no me convence ni como barítono ni como bajo. Su voz es espesa como el humo, privada en mi opinión de casi cualquier belleza y musicalidad. Pero es una opinión. Lo cierto es que este Escamillo es una de las afortunadas excepciones en las que la presencia de Raimondi me parece estimable, con una magnífica “aria del torero”, aunque tal vez con una nasalidad algo excesiva. Y hablo de excepciones porque insisto en que este hombre suele convencerme poco o nada también en la cuerda de barítono. Su Scarpia, sin ir más lejos, se me hace insoportable, aunque parece contar con admiradores. Samuel Ramey, cuyo Escamillo en el DVD del Metropolitan con Levine me gusta bastante, hubiera sido también una excelente opción para esta película, pero de todas formas quienes compartan mi opinión sobre Raimondi pueden sentirse tranquilos: su intervención es bastante notable, y además es simpático verle vestido de torero y santiguándose con la montera.


La Micaela de la para mí desconocida Faith Esham tiene el correcto aspecto recatado que requiere el personaje, con coleta y unos magnéticos ojos azules. Vocalmente es una lírica pura y su más que aceptable aparición en el tercer acto queda cuestionada por la absurda decisión de Rosi de manipular el sonido durante su aria Je dis que rien ne m'épouvante, difuminando parte del audio de la misma en un eco para crear la gratuita impresión de que la oración del personaje está pensada y no pronunciada en voz alta. Innecesario, sobre todo teniendo en cuenta que implica manipular, una vez más, la excelente música de Bizet. Si le llegan a hacer eso mismo a la Freni me habría dado un patatús. Por lo demás, es evidente que el personaje, inexistente en la novela de Merimée, es una clara antítesis de Carmen, encarnando la clase de amor duradero que realmente necesita Don José, pero careciendo también del misterio y la seducción de Carmen que mantienen hechizado al soldado.


Los demás secundarios tienen el buen nivel necesario, con la única salvedad de un lamentable, por engoladísimo, Dancaïre, cuyo nombre no recuerdo y no voy a molestarme en buscar. Bien los soldados, así como Frasquita y Mercedes, bastante simpáticas en la escena de las cartas.

La dirección de Lorin Maazel al frente de la Orquesta Nacional de Francia es una de tantas. Convencional, sin elementos particulares de originalidad a destacar y poblada aquí y allá, como ya he referido antes, de continuos ruidos de fondo que no siempre puede decirse que sean necesarios. Sí que me gusta bastante el coro, aunque ello se ve incentivado por lo vistoso de su presencia en la película.

Hay varias ediciones en DVD. Yo poseo la reciente edición francesa que se corresponde con la carátula que aparece al comienzo de esta entrada y debo advertir que únicamente cuenta con subtítulos en francés y en inglés. Se incluye un segundo disco de entrevistas, esta vez sin subtítulo alguno y en un único e incómodo capítulo. También el estuche es manifiestamente mejorable: la presentación en cartón es indudablemente elegante pero poco práctica, ya que cada vez que lo abro rueda algún disco por el suelo.

En conclusión, más Rosi que Bizet, aunque el resultado general de la película es efectivo y yo la veo con gusto.

PS: No sé ya el tiempo que llevo buscando el DVD de Berganza y Domingo de 1981, de limitadísima comercialización. A ver si las casas discográficas se animan y se distribuye como es debido.















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