Daniel Oren (dir.); Fiorenza Cedolins (Cio-Cio-San); Marcello Giordani (Pinkerton); Francesca Franci (Suzuki); Juan Pons (Sharpless); Carlo Bosi (Goro); Alessandro Battiato (Yamadori); Carlo Striuli (Bonzo), Mina Blum (Kate). Coro y Orquesta de la Arena de Verona. ARTHAUS.
El pasado mes de julio recomendaba en este blog el notable DVD de
Madama Butterfly registrado en la Arena de Verona con Raina Kabaivanska en 1983 (véase
aquí). Hoy volvemos nuevamente al mismo enclave operístico con una filmación registrada más de veinte años después, y que al igual que aquella, resulta de interés para el melómano.
En esta ocasión contamos con la producción escénica de
Franco Zeffirelli, lo cual se traduce, obviamente, en un montaje clásico con una cierta tendencia a buscar impactar al espectador por medio de lo ampuloso y lo muchas veces recargado. El problema, lógicamente, está en que Butterfly es, a fin de cuentas, un drama intimista y familiar que no se presta precisamente a lo espectacular, y más bien exige tanto por la historia como por la música de un cierto recogimiento. ¿Lo consigue Zeffirelli? A mi modo de verlo, solo a medias, pues el aclamado director escénico no logra ser capaz de renunciar a sí mismo en el primer acto. Veámoslo con detalle.
Cuando se abre el telón por primera vez debemos situarnos en el interior de una casa japonesa recién comprada por Pinkerton en la cima de una colina próxima al puerto de Nagasaki. Tan solo es necesaria la presencia de este último junto con la del casamentero y tres criados –entre ellos Suzuki– pues es obvio que no resulta oportuno introducir a más gente de la necesaria en el interior de una vivienda. Como se ve, parece que la propia escena exige a Zeffirelli que renuncie a su gusto de inundar el escenario de personas, pero él consigue hacerlo sacándose una carta de debajo de la manga: lo que vemos no es el interior de la casa, sino su exterior, y Pinkerton dialoga sobre ella con Goro llevando un plano en la mano. De ese modo, el director consigue justificar la presencia en el escenario de mucha gente paseándose que por mucho que produzca un resultado espectacular no deja de ser también innecesaria.
Otro tanto ocurre con la entrada de Butterfly en el primer acto (“Ancora un passo...”). Aquí, concretamente, Zeffirelli busca obtener un resultado de belleza visual aun a costa de despegarse de la lógica y del libreto. No se nos presenta la procesión de familiares de la novia ascendiendo hasta la casa, sino un baile de los parientes. Lo que vemos no encaja, pues, con lo que oímos –las quejas de los familiares de Cio-Cio-San por su lentitud subiendo la colina y las palabras de ésta, a un tiempo cansada e ilusionada– y escapa de la lógica el que ese grupo de familiares se pongan a bailar delante de Pinkerton y Sharpless como si de una atracción turística exótica se tratase. A decir verdad, es obvio que Zeffirelli ilustra de este modo esta escena por el hecho de que la acción se sitúa en Japón, lo cual no deja de ser un cliché semejante al de aprovechar cualquier escena de una ópera ambientada en España para poner a los personajes a bailar flamenco.
Sin embargo, siempre he sido honesto con mis opiniones en el blog y pienso seguir siéndolo: la entrada de Butterfly, por ilógico que sea su planteamiento por parte de Zeffirelli, es muy bella en este DVD, del mismo modo que el resto de la producción, que en mi opinión gana a partir del segundo acto precisamente porque el intimismo se convierte ya aquí en un factor inexcusable al que ni siquiera el excesivo Zeffirelli puede renunciar.
Hay un último aspecto que quiero comentar a propósito de la puesta en escena. Algo que, en mi opinión, es una idea no del todo bien desarrollada por parte del director escénico. Durante el coro
a bocca chiusa aparecen en escena unas bailarinas maquilladas con el aspecto cadavérico propio de una película de Tim Burton, a las que se vuelve a ver en la escena del suicidio de Butterfly. Es obvio que se trata de un elemento simbólico –probablemente la tragedia, la fatalidad de la protagonista– pero que choca, puesto que se trata de algo aislado en un montaje despojado el resto del tiempo de ese tipo de alegorías. Si viésemos en esta producción más componentes de este tipo el resultado sería más asimilable, pero la presencia aislada de este “símbolo” trágico se hace extraña, del mismo modo que ocurría con la escena del bonzo en la hermosa película de Mitterrand (ver
aquí). Quizá la solución más interesante hubiese sido la de utilizar también a esas siniestras figurantes en otros momentos dramáticos determinantes de la historia (por ejemplo, la propia escena del bonzo o el choque entre Butterfly y Sharpless tras la lectura de la carta...) de modo que el espectador se familiarizase un poco más con ellas.
El montaje, por tanto, me despierta bastantes reflexiones: excesivo en el primer acto y más adecuado después, bello incluso en lo injustificado y con algún elemento poco madurado. Como siempre me ocurre con Zeffirelli, me gusta, aunque a nivel racional no puedo evitar pensar que no todo está libre de objeciones.
Pasemos al reparto, encabezado por una muy notable
Fiorenza Cedolins en el papel principal. Su voz es claramente adecuada para el papel y muestra obviamente un buen dominio del lenguaje pucciniano, creando a una Butterfly esencialmente adulta, aunque no a la manera tan marcada de una Tebaldi. Sí se podría, por tanto, explotar un poco mejor la faceta cándida e infantil que el personaje debe exhibir, sobre todo en el primer acto, aunque en general se le pueden poner pocos peros al loable trabajo de Cedolins. Hace gala de alguna idea curiosa, como por ejemplo la ocurrencia de tartamudear en el
“Sono seccato del coniugato”, dotándolo de mayor ridiculez e ironía. ¿Alguna posible objeción? En el
“Ancora un passo” decide ser valiente y emite el agudo final potestativo, aunque le queda algo tirante y justo. La voz, con todo, le responde y el público prorrumpe en un gran aplauso.
Del Pinkerton de
Marcello Giordani hay que decir que resulta aquí con mucho preferible al más discutible que grabó después con Summers en DVD y que comentamos
aquí. El timbre suena más redondo y menos desgastado y consigue hacer una interpretación notable. Otro tanto puede decirse del resto de los secundarios importantes, como es el caso de la bien resuelta Suzuki de
Francesca Franci y del espléndido Sharpless de
Juan Pons, que ya había defendido bien el papel más de una década atrás a las órdenes de Sinopoli (véase
esto).
Carlo Bosi tiene, por su parte, una voz lírica apropiada para el casamentero, aunque su presencia escénica se ve afectada por un deplorable vestuario que durante el primer acto le hace parecer algo parecido a un payaso sin ninguna razón justificativa.
El resto de los secundarios son ya más modestos:
Alessandro Battiato es un Yamadori cumplidor, y
Carlo Striuli canta el Bonzo con una poderosa voz, llegando incluso a sonar tal vez demasiado brusco. Horrendos por completo el comisario imperial (
Angelo Nardinocchi) y Kate (
Mina Blum).
La dirección de Daniel Oren es bastante convencional y consigue algún momento muy bien logrado de tensión, como por ejemplo, el enfrentamiento dialéctico entre Pinkerton y Sharpless del primer acto. Los metales suenan demasiado estridentes a veces (final del primer acto, primera aparición del hijo de Butterfly...) y no se comprende el absurdo silencio que introduce Oren tras el “Ei torna e m’ama”. También falta, como en tantas grabaciones ya vistas este año, parte del coro de familiares de Butterfly previo a la boda (“Ne vidi già”).
La filmación ofrece una espléndida calidad visual, y del montaje final sólo me parece criticable lo cursi del “sueño” de Butterfly, en el que se reaprovechan secuencias ya vistas como flashback edulcorado.
Buena versión.