
Honestamente, creo que ninguna ambientación “moderna” me satisfacía tanto desde la notabilísima Poppea de Carsen, registrada en DVD en el festival de Glyndebourne de 2008. Claus Guth sitúa la acción del Così, como decíamos, en la actualidad. El mensaje de la ópera –que en mi opinión no es otra cosa que una ácida burla a la idealización romántica e irracional del ser amado– se nos transmite así no a través de personajes del pasado, sino de dos parejas que se pueden asemejar perfectamente a nosotros mismos o a cualquiera de nuestros familiares y amigos, haciendo que el mensaje sea hoy tan hiriente como pudo serlo el día del estreno. Dicho de forma más sencilla: Così fan tutte, como La flauta mágica, tolera mucho mejor las puestas en escena “modernas” que otros títulos mozartianos como Don Giovanni o La clemenza di Tito. Naturalmente, transportar la acción a la actualidad implica que algunas frases del libreto suenen extrañas, como el deseo de Guglielmo y Ferrando de batirse a espada con Don Alfonso, pero eso es un mal menor comparado con la buena cantidad de aciertos que contiene esta simpática producción.
Guth sitúa los hechos en el interior de la casa de Fiordiligi y Dorabella. Una casa moderna y con amplias escaleras en la que quedan restos (bebidas, bolsas de patatas fritas...) de una reciente fiesta o celebración. De hecho, es curioso ver cómo las hermanas hacen su primera entrada algo achispadas. El segundo acto está resuelto escénicamente de forma bastante curiosa: desaparecen varias de las paredes de la casa, y en su lugar vemos unos altos árboles. A su vez, el suelo se cubre de tierra, de modo que con pocos cambios escénicos pasamos de ver el interior de la vivienda a lo que ahora se convierte en la fachada exterior. El cambio es muy curioso e inteligente. Sólo sobra, quizá, en el segundo acto la presencia de un sofá sobre el suelo de tierra, que amén de ser un mueble muy inadecuado para estar en un jardín bajo la lluvia y los elementos, acaba ensuciándose de tierra. Otro tanto ocurre con los cantantes: las hermanas aparecen descalzas durante casi toda la obra, mientras que los soldados lo hacen desde el finale del primer acto en adelante. No es bonito ni atractivo ver cómo las piernas de las chicas acaban llenándose de suciedad. Además, Fiordiligi rompe una copa de cristal en el escenario durante el acto segundo, con el riesgo de que cualquiera de los personajes, desprovistos como digo de calzado, salga herido.
Algo que resulta evidente es que el apartado de los disfraces con los que se ocultan en un momento u otro Guglielmo, Ferrando y Despina no está bien resuelto. No hay pelucas ni bigotes postizos con los que los soldados traten de confundir a las hermanas. Al principio cubren sus rostros tomando unas máscaras africanas que cuelgan de las paredes. Luego, en la escena del médico, ellos aparecen con el rostro y la ropa cubiertos de barro y suciedad, pero en el segundo acto, simplemente, no hay disfraz. Se hace de todo punto inverosímil que las hermanas no les reconozcan. Aquí surge inmediatamente la consabida pregunta de si Fiordiligi y Dorabella no serán también conscientes del juego desde el primer momento, aunque yo, personalmente, no comparto en absoluto esa visión de la obra. Me parece, simplemente, que es llevar las cosas demasiado lejos. Tampoco Despina lleva ningún disfraz de médico, y hace su aparición como notario con un sombrero que hace que uno se acuerde de Michael Jackson.
Al margen de estos puntos oscuros, la producción está llena de aciertos. En ocasiones, por ejemplo, se ven proyecciones en las paredes de la casa en las que aparecen las parejas en actitud muy edulcorada. Esa es la imagen mental que los cuatro protagonistas tienen inicialmente de sus relaciones y que acaba rompiéndose al final de la obra. También es muy moderno y acertado el modo en el que los movimientos de los personajes se “congelan” cuando alguien hace algún comentario aparte, que no es oído por el resto (“Cosa dici?”). Por último, Guth decide llevar la seducción hasta sus últimas consecuencias dejando ver cómo la conquista de las hermanas acaba en unión sexual.
Es, por tanto, una producción moderna, muy divertida, y que evidencia que el director escénico comprende muy bien la obra. Simplemente se pregunta cómo sucederían esos hechos en la actualidad y nos da una visión que en absoluto rompe el espíritu de la obra, sino que se mantiene fiel al mismo en todo momento.
Con todo lo expuesto, el mayor protagonismo recae, como no podía ser de otra manera, en la sublime música de Mozart. Este Così no es el de Karajan ni el de Böhm, pero sí es de lo mejorcito que se puede escuchar hoy. Para empezar tenemos a la Fiordiligi de Miah Persson, cantante que ya había dejado otro registro visual del personaje en Glyndebourne. Es curiosa la comparativa: ese extraordinario Così de Glyndebourne, cuya compra es muy recomendable, aparece dirigido por Ivan Fischer, hermano de Adam, que dirige el DVD que comentamos aquí. Además, el Ferrando recae en ambos casos en Topi Lehtipuu, del que hablaré a continuación. Ciñéndome a Persson, ella es una Fiordiligi más que competente, con un amplio registro aunque algo apurada en los exigentes graves del Come scoglio. Resulta preferible en el Per pietà, ben mio, en el que recibe la que quizá sea la ovación más amplia del público.
Más equilibrada vocalmente es la Dorabella de la guapísima Isabel Leonard, a quien le oí no hace mucho un notable Sesto en el Giulio Cesare de Haïm con Zazzo y Dessay. Su mejor momento es un Smanie implacabili quizá algo más dramático de lo que muchas veces se acostumbra –es frecuente enfocarlo como un estallido exagerado e irracional, mientras que Leonard parece pretender transmitir una angustia más humana y cercana– que se lleva el primer aplauso de la función. La verdad es que la chica se lo gana, pues canta subida en una barandilla a varios metros de altura. No exagero si escribo que una pérdida de equilibrio puede acabar mal.
Peor parado sale, en mi opinión, el reparto masculino. Florian Boesch es un Guglielmo competente aunque con un punto de impersonalidad. Su voz es algo oscura y no hace especialmente atractivo al personaje. No está mal, no se merece ni por asomo el suspenso, pero las chicas tienen mejor nivel. Otro tanto puede decirse del Ferrando de Topi Lehtipuu, que como dije había escuchado ya antes en el DVD de Glyndebourne. Este tenor se ha ganado especial fama en los últimos años, especialmente en el ámbito de las grabaciones historicistas. Aun a riesgo de que mi opinión pueda quedarse aislada, a mí no acaba de satisfacerme mucho, la verdad. Es innegable que tiene presencia escénica, pero el material vocal, sin ser malo, tampoco es que sea ni de lejos de primera división. Quizá esté aquí mejor que en Glyndebourne, en cualquier caso.
Con quien desgraciadamente toca fondo el reparto es con el horrendo, pero horrendo de verdad, Don Alfonso de Bo Skovhus. No es papel para él, que debería cantar más Guglielmos que Alfonsos y exhibe una línea de canto insoportablemente tosca, casi violenta. Supongo que por exigencias escénicas, se incide en la faceta más cínica y ácida del personaje, lo cual da lugar a alguna broma simpática. En cualquier caso, es una lástima que no se limite a arruinar sus momentos, que no son muchos, sino también algunos celebrados números de conjunto como el afamado Soave sia il vento.

El Coro de la Ópera de Viena, dirigido por Thomas Lang, cumple en sus breves apariciones, aunque en ningún momento llega a hacerse presente en el escenario hasta los aplausos finales.
En cuanto a la dirección, al frente de la Filarmónica de Viena tenemos, como antes decíamos, a Adam Fischer, un director que para mí merece gran estima sólo por el hecho de haber sido el único junto a Antal Dorati en haber llegado a culminar una integral de las sinfonías de Haydn. La dirección, como cabía esperar, es muy equilibrada y notable, aunque en mi opinión, Fischer no debió consentir que Skovhus acabase las últimas frases del Non siate ritrosi de Guglielmo. Algunos recitativos se presentan bastante abreviados.
En el apartado técnico, la filmación, a cargo del gran Brian Large, es de gran calidad. No podía esperarse otra cosa viniendo de quien viene.
Este es un DVD que servidor no puede dejar de ver con la sonrisa puesta, y en el que da la sensación de que cuantos participan en él se lo pasan estupendamente. La puesta en escena, que puede parecer arriesgada, no lo hace recomendable para aquellos que sólo toleren producciones de corte clásico, pero la esencia de la obra se conserva y se transmite a la perfección.
Y es que el verdadero protagonista es, en realidad, Mozart.