La presencia ayer de Jordi Savall con su conjunto Hespèrion XXI en el FeMÀS fue un evento musical de interés doble: de un lado porque la presencia de Savall (que aun con sus defensores y detractores es probablemente la figura española
Ayer, día 22 de noviembre, se nos iba la soprano yugoslava Sena Jurinac, una estupenda cantante a la que apreciaba especialmente en terrenos mozartianos y a la que debemos, por ejemplo, uno de los Cherubinos más irresistibles de toda la discografía gracias a la mítica grabación de Karajan. Mucho más inesperada ha sido la noticia del fallecimiento hoy mismo de Montserrat Figueras, esposa de Jordi Savall y soprano especializada en el repertorio antiguo y barroco. Algo había leído de cancelaciones estos días pasados, pero lo cierto es que todo parece haber sucedido de forma repentina. Recuerdo cómo su voz llegó a los oídos de todos los españoles en los anuncios televisivos del año conmemorativo de El Quijote. Por mucho que prefiera a otras intérpretes en este tipo de repertorio, Figueras fue una intérprete estimable y una persona que investigó y contribuyó a difundir la música culta de nuestro país, por lo que su pérdida no deja de ser un suceso lamentable. Sirvan estas palabras como recuerdo hacia estos artistas.
Uno de los grandes atractivos de la edición de este año del Festival de Música Antigua de Sevilla ha sido la presencia del violagambista Jordi Savall con su conjunto Hespèrion XXI. El concierto tuvo lugar en las instalaciones de Cajasol en la calle Laraña, concretamente en la Sala Joaquín Turina, donde tan agradables veladas musicales nos ha ofrecido su Obra Social hasta que el año pasado decidieran adoptar por la política del tijeretazo y, entre otras cosas lamentables, volver la espalda a la Orquesta Barroca de Sevilla. Por lo demás, el único concierto al que he acudido allí en este 2011, la absolutamente impresentable “Revoltosa” de enero, ya me había hecho plantearme que la máxima de que cualquier tiempo pasado fue mejor es cierta en este caso: lejos, aunque demasiado cercanos en el recuerdo, parecen haber quedado los tiempos en los que desfilaban figuras de la talla de Trevor Pinnock, de Diego Fasolis, de Andrew Manze, de Enrico Onofri, del English Concert...
Indudablemente, hay que agradecer la gratísima presencia de Savall a los organizadores del FEMÁS, con Fahmi Alqhai, que tomó parte activa en el concierto, a la cabeza, pero optar por Cajasol como lugar para el concierto ha sido un error. Nada tengo en contra de la caja de ahorros, pero el de hoy ha sido el segundo espectáculo bochornoso al que he asistido en la Sala Joaquín Turina en lo que va de año. La estadística es mala: dos desastres de dos. La culpa, eso sí, no la ha tenido esta vez Savall ni sus músicos, sino la desastrosa e inadmisible organización (o debería decir falta de organización) bien de los empleados de Cajasol, bien de los del Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla (ICAS). Comencemos por el principio: el precio de las entradas variaba, lógicamente, en función de la butaca. Las más caras eran las de la llamada “Zona A”, que se correspondía, para entendernos, con el patio de butacas. Pues bien, al acceder a la sala, ningún encargado indicaba al público el lugar por donde debía acceder a su asiento. Ante esta falta de control, fácilmente subsanable, muchos optaron descaradamente por sentarse en el patio aunque sus entradas fueran de la “Zona B” o balcón. Nadie lo controlaba, y por supuesto, las entradas no eran numeradas. Cuando yo llegué conseguí sentarme en las últimas filas del patio (mi entrada era para la Zona llamada “A”), pero muchos de los que llegaron detrás de mí se encontraron con la desagradable sorpresa de que, como yo, habían pagado las butacas más caras y que, sin embargo, no tenían donde sentarse porque había gente que, pagando menos, les había arrebatado el asiento sin que nadie les hubiera impedido el acceso al patio. Ese grupo de personas, bastante abundante, permaneció de pie e indignado durante bastantes minutos. Vi cómo algunos se resignaban a subir a la “Zona B” con tal de poder sentarse en algún sitio. Lo más indignante llegó cuando también esta zona pareció llenarse y aún quedaban personas de pie. Según se rumoreaba, se habían vendido más entradas que asientos.
Salieron Savall y sus músicos y la tensión aumentó. Uno de los perjudicados alzó la voz y manifestó, con toda la razón, que consideraba que en esas circunstancias no debía empezar el concierto. Los rostros de los miembros de Hespèrion XXI eran un cromo, especialmente el la violagambista Imke David. Temí una reacción airada por parte de Savall, pero de momento permaneció silencioso y mirando al vacío. Otro hombre, desde uno de los balcones, llamó la atención sobre el hecho de que nadie salía “a dar la cara”. En ese punto intervino Savall, diciendo que si había alguien que debía dar la cara aquella noche era él y que invitaba a sentarse en el escenario a todos aquellos que habían pagado una entrada y no tenían donde sentarse. Diciendo que no tenía objeto demorar por más tiempo el inicio del concierto, pidió que el público se “relajara” porque “hay cosas peores”. Pensé, y tal vez no fui el único, que se refería tal vez a la tragedia de Japón. Seguidamente, él mismo desapareció del escenario por momentos para volver llevando sillas, tarea en la que fue ayudado por otros. El público agradeció el gesto con aplausos. Hay algunas cuestiones, digamos que en principio extramusicales, que hacen que este hombre me caiga algo antipático, pero ayer se comportó como un caballero y mi estima hacia él subió varios puntos.
Savall dirigiéndose al público en el interior de la Sala Joaquín Turina.
Después, y sólo después, de que Savall mediara, tomó la palabra Paz Sánchez, del Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla (los mismos que vendieron la práctica totalidad de las entradas de Las cuatro estaciones en diciembre antes de que diera oficialmente la hora de inicio de la venta), que habló en un tono de voz tan sumamente bajo que fue casi imposible captar nada. El público se lo hizo saber, pero sus palabras en absoluto subieron de volumen. Capté que decía que había habido un “problema” con la venta de las entradas. ¡América!
El concierto, titulado “La Europa musical: la edad de oro de la música para conjunto de violas (1500-1700)” fue una verdadera delicia, claro, con una encantadora improvisación (“Canarios”) como cierre de la primera mitad. El programa se dividía en seis partes: Danzas italianas del Renacimiento veneciano, Música de consort de la Inglaterra isabelina, Danzas y variaciones de España, Música para el rey Luis XIII, Músicas de Alemania y Músicas de la Europa barroca. A destacar también la bellísima ejecución de la Gallarda Napolitana de Antonio Valente que cerró el concierto “oficialmente”. De propina, una pieza de Schein y unas variaciones sobre el tema “Guárdame las vacas”.
Desde luego, una noche para recordar. Un excelente concierto y una pésima imagen de Sevilla inmerecidamente transmitida a esos músicos. Y dos huevos duros.
Añadido: Diario de Sevilla informa hoy de que, al parecer quedaba sitio libre en paraíso, por lo que no se habrían vendido entradas de más. De todas formas, ello no exonera a Cajasol o al ICAS (porque entre ellos queda la cosa), con su nula organización, de ser los únicos responsables del caos de anoche y de la patética imagen ofrecida a los músicos. Una falta de diligencia de que la que no se hace eco la crítica de Juan Ramón Lara, que incomprensiblemente llega a verter algunas palabras contra el público que protestaba legítimamente. El único que se ha hecho eco de la lamentable organización ha sido Ismael G. Cabral en el Correo de Andalucía, periódico del que he extraído las siguientes imágenes. Hablan por sí solas.
El villancico. Un género que a todos resulta familiar y que nos agrada, al menos hasta el inquietante punto en que un pariente graciosete y achispado despierta nuestros peores instintos sacando la botella de anís del mono y formando el espectáculo en Nochebuena o Nochevieja. En mi casa puedo decir que todos estamos muy romanizados y que eso no se ha producido en la vida, gracias al cielo. Por eso me gustan los villancicos.
Sin embargo, los que de verdad me gustan no son los siempre entrañables “Campana sobre campana” o “Arre borriquito”, que también. Los que disfruto verdaderamente en estas fechas son los villancicos españoles de los siglos XV a XVII, algunos de los cuales tuve la fortuna de conocer ya en mi infancia a causa de la participación de mi madre en un coro de aficionados que, junto con otros factores, supuso el pistoletazo de salida para mi interés por la música culta. Aquél coro contaba con una calidad extraordinaria para lo que se espera de una agrupación no profesional, y me dio a conocer en aquellos tiernos años música de Mozart, de Schubert, de Bruckner... y villancicos. Pienso que es inevitable que cobrara afecto a los compositores clásicos durante mi infancia porque mi mente vinculaba algunas de sus obras (y lo sigue haciendo aun día de hoy) a aquél coro y a la imagen de mi madre entre las sopranos. Puedo decir que todavía me ocurre esto cuando escucho, por ejemplo, la encantadora Misa “del solo de órgano”, K.259 de Mozart.
Pero la cosa va de villancicos: un género al que nuestro país ha colaborado sobresalientemente y cuyas contribuciones más valiosas han quedado en el olvido salvo para el público interesado. Hoy, víspera de Nochebuena, propongo escuchar seis pequeñas maravillas, todas ellas interpretadas en su día por aquél coro ya desaparecido y al que tanto debo:
Virgen bendita sin par (Pedro de Escobar)
Una de mis mayores debilidades. La continua repetición de notas (“de quien toda virtud mana”) le da un tono arcaizante que aún la hace más atractiva para el oyente moderno. La grabación corresponde a Jordi Savall y sus huestes de Hespèrion XXI y La Capella Reial de Catalunya. Aquí el texto:
Virgen bendita sin par, de quien toda virtud mana, vos sois digna de loar.
Vos sagrada emperadora, desesistes el engaño, y remediasteis el daño de la gente pecadora. De los ángeles Señora, vos querais tan gracia dar, que no podamos pecar contra aquel que carne humana, de vos le plugo tomar.
De vos canta Salomón toda en un mundo fermosa, entre las espinas rosa salistes en perfección. A vos el alto varón se humilla a devoción, que sois bendita sin par de quien toda virtud mana, vos sois digna de loar.
Niño Dios (Francisco Guerrero)
Este villancico, más popular, se estructura en forma ternaria y es tal vez una de las pocas obras de ese genio que fue Francisco Guerrero que resulta más o menos conocida para el público medio, que no para el “gran” público. La grabación pertenece al Coro de Cámara Amalthea y procede de uno de esos CDs con aspecto de “discos de gasolinera” que tengo desde hace años por casa. El caso es que suena bien. No sé si es cosa mía o le ocurre a más gente, pero a día de hoy, estos discos tipo Alberto Lizzio y cia encierran algo de entrañable para mí. Con ellos empezamos muchos a machacarnos los oídos en el ámbito de la música clásica y por mucho que ya no los escuche, sería incapaz de deshacerme de ellos.
Niño Dios d’amor herido, Tan presto os enamoráis Que apenas avéis nasçido Quando d’amores lloráis En esta mortal divisa Nos mostráis bien el amar Pues siendo hijo de risa, Lo trocáis por el llorar. La risa nos a cabido El llorar vos lo aceptáis Y apenas avéis nasçido Quando d’amores lloráis
Dadme albricias (Anónimo)
Otra maravilla, esta procedente del Cancionero de Upsala y que, pese a la aparente simplicidad no está exenta de varias complejidades. Adoro el efecto de “conversación” que se crea separando las voces masculinas y femeninas y la breve y encantadora fuga del “Ohy de Dios”. La interpretación, con delicioso paréntesis instrumental en medio, corresponde a Carles Magraner y su Capella de Ministrers.
Dadme albricias, hijos d'Eva! - ¿Di de qué dartelas han? Que es nascido el nuevo Adan. - ¡Ohy de Dios y que nueva! Dadmelas y haved placer Pues esta noche es nascido, El Mexias prometido, Dios y hombre, de mujer. Y su nascer no relieva Del pecado y de su afan, Pues nasçio el nuevo Adan. ¡Ohy de Dios, y que nueva!
Riu Riu Chiu (atrib. Mateo Flecha “el viejo”)
Todo un clásico, también estructurado a manera de conversación. El texto, aquí abreviado, es bastante más largo. Tenemos nuevamente a Carles Magraner y a su Capella des Ministrers.
Riu, riu, chiu, La guarda ribera, Dios guardó el lobo de nuestra cordera. El lobo rabioso la quiso morder, mas Dios poderoso la supo defender. Quisole hacer que no pudiese pecar, ni aun original esta Virgen no tuviera. Riu, riu, chiu, La guarda ribera, Dios guardó el lobo de nuestra cordera.
Este que es nacido es el gran monarca, Cristo patriarca de carne vestido. Hanos redimidos con se hacer chiquito, aunque era infinito, finito se hiciera.
Riu, riu, chiu, La guarda ribera, Dios guardó el lobo de nuestra cordera.
Pues que ya tenemos lo que deseamos, Todos juntos vamos presentes llevemos; Todos le daremos nuestra voluntad, pues a se igualar con nosotros viniera.
Riu, riu, chiu, La guarda ribera, Dios guardó el lobo de nuestra cordera.
No la devemos dormir (Anónimo)
Este villancico, con texto de Fray Ambrosio de Montesino, es de los más cálidos y tiernos que conozco. Los pelillos de punta. Tiene algo de canción de cuna y algo también de canto profundamente espiritual, o al menos así lo veo yo. Jordi Savall recurre aquí a un tempo quizá excesivamente lento y a emplear como soprano solista a su esposa Montserrat Figueras, as usual. Es una cantante de medios cuanto menos limitados, pero que en este tipo de cosas cumple al menos adecuadamente. Acompaña la Capella Reial de Catalunya.
No la devemos dormir la noche sancta. No la devemos dormir.
La Virgen a solas piensa Qué hará quando al rey de luz inmenssa parirá: Si su divina essencia temblará, O que le podrá dezir No la devemos dormir la noche sancta. No la devemos dormir.
Qué pensamientos te rigen a tal hora, No menguada santa Virgen mi señora. Gloria son que no te agligen causadora de Dios en carne venir No la devemos dormir la noche sancta. No la devemos dormir.
Quando la parió la virgen [dama] singular No le [se] puso en blanda cama a reposar [a regalar] más con pura [toda] fe se inflama en adorar al hijo que fue a parir [al que pudo tal parir] No la devemos dormir la noche sancta. No la devemos dormir.
Qué bonito niño chiquito(Anónimo)
Y terminamos con este caramelito perteneciente al Cancionero de la Colombina y bellamente interpretado por Nuria Rial acompañada por el grupo Orphénica Lyra de José Miguel Moreno.
Qué bonito niño chiquito. Pariendo la Virgen dos buenas mugeres servían al parto y fazianle plaçeres al niño.
E los pañizuelos que no son de sirgo en un pesebrejo enbuélvelo la Virgen al niño.
La Virgen María como era moçuela ciñólo cuerdamente con una faxuela al niño.
Angeles del cielo Muy dulce cantavan “Gloria in excelsis Deo” asy lo acallaban al niño.
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