Tras asistir ayer a la representación de La princesse de Navarre en el Teatro de la Maestranza, creo que puedo afirmar sin atisbo de duda que uno de los principales méritos de esta edición del Festival de Música Antigua de Sevilla ha sido el de incidir en la música del genial Jean-Philippe Rameau. Hace apenas unos días que los sevillanos tuvimos el gran privilegio de disfrutar de un concierto clavecinístico verdaderamente espléndido dedicado a la figura de Rameau con dos consagrados intérpretes del instrumento como son Pierre Hantaï y Skip Sempé (click aquí). Ayer, el Teatro de la Maestranza ofreció La princesse en versión concierto, con una Orquesta Barroca de Sevilla brillante bajo la dirección de Hervé Niquet.
Cierto es que la OBS no se ha centrado hasta ahora primordialmente en el ámbito del Barroco francés, pero siempre que lo ha hecho ha alcanzado un resultado que sólo puede calificarse como notabilísimo. Aún recuerdo con cariño unos maravillosos Élémens de Rebel o una brillante suite de Les Boréades ofrecida en Sevilla hace años, si no recuerdo mal bajo la dirección de Monica Huggett. Ayer Niquet hizo que la orquesta sonase verdaderamente a la francesa, y al espectacular resultado contribuyó la presencia de un Coro de la Asociación de Amigos del Teatro de la Maestranza sencillamente ideal y de perfecto empaste con la orquesta.
En cuanto a los solistas, fue Maria Espada quien sobresalió principalmente, como siempre ha hecho cada vez que ha venido a Sevilla. Y ello pese a lo breve de su intervención. La soprano Chantal Santon Jeffery mostró, por su parte, una voz agradable, aunque de obvias limitaciones en el descenso al grave. En cuanto a ellos, todo un placer que el joven tenor Juan Sancho haya vuelto a Sevilla. Su muy lírica voz es indudablemente bellísima, aunque luce mejor a mi entender en el ámbito más italianizante, y de forma muy clara en Monteverdi. Pero ayer Sancho demostró, además de técnica, la gran amplitud de su tesitura y un estupendo dominio, mostrando una facilidad pasmosa para agudos más que comprometidos. El grupo de solistas se cerró con un Marc Labonnette de voz contundente y apropiada. Jesús Vigorra, por su parte, se encargó de resumir los diálogos de la obra a través de la lectura de la sinopsis publicada en la Cronica del Mercure de France en febrero de 1745, que por cierto el Maestranza adjuntó junto con el resto del material del librito de la función.
Aunque se me ponen los dientes largos esperando el momento en el que podamos ver en Sevilla alguna de las óperas más populares de Rameau (Hippolite et Aricie, Les Indes Galantes, Plateé, Les Boréades, Castor & Pollux, etc.) lo cierto es que la oportunidad de ayer no debía ser desaprovechada. No todos los días puede asistirse en vivo a la representación de una obra (con texto de Voltaire) tan inhabitual como La princesse de Navarre, cuyo estreno en 1745 contribuyó en forma decisiva al buen afianzamiento de Rameau como compositor de éxito. Además, la función de ayer tenía un interés añadido, pues se ofreció la obra en la edición de Lionel Sawkins, que reproduce el modo en el que se interpretó por segunda vez (con algunas modificaciones respecto de la edición original de 1745) en 1763, después de que la partitura de esta reposición fuese descubierta en 1983. No dejó, por tanto, de ser una lástima la presencia de numerosas butacas vacías. Supongo que el teatro estaría, más o menos, al setenta por ciento de su capacidad.
Un último detalle de agradecer es la entrega gratuita del libreto a la entrada del Teatro. Normalmente hay pagarlo al precio de cinco euros, cosa que no hubo que hacer ayer. Y por cierto, el librito incluye unos concisos y muy instructivos apuntes biográficos de Rameau escritos por Fernando López Vargas-Machuca, cuyo blog Ya nos queda un día menos no me cansaré de recomendar. Una noche de ópera muy disfrutable.