Aunque hasta hoy no he dado cuenta de ello por falta de tiempo, el pasado miércoles día 15 el violinista Andoni Mercero, acompañado al clave por Giorgio Paronuzzi puso el colofón final a la presente edición del Ciclo de Cámara de la Orquesta Barroca de Sevilla en el Convento de Santa Clara, del que llevo hablando desde hace bastantes semanas. En teoría, debería quedar aún un concierto pendiente, el que canceló Lucy van Dael y que Ventura Rico prometió mantener en más de una ocasión, pero el hecho de que en la página web de la OBS no se hagan más menciones al ciclo obliga a pensar que habrá que esperar a mejor ocasión para que los sevillanos podamos escuchar a la violinista holandesa. Tampoco podemos quejarnos: la verdad es que, semana por semana, las propuestas han sido interesantes, y la afluencia del público creciente. Y gratis, no lo olvidemos.
Volviendo al tema, Mercero es sin duda de lo mejor que ha dado el suelo patrio en lo que se refiere al violín barroco. Eso está claro. El miércoles de la semana pasada vino con un programa que alternaba sonatas para violín y clave de Handel y Bach, empezando por la BWV 1017 de este último, cuyo movimiento inicial tanto recuerda al Erbarme dich, de La Pasión según san Mateo. También abordó notablemente las BWV 1018 y 1021, aunque me gustó más en la exuberancia de colores handeliana de las HWV 359 y 372. Giorgio Paronuzzi acompañó de forma casi austera en las obras de Bach, con pocas pero estudiadas ornamentaciones (seguro que René Jacobs, con el que trabaja, le exige más caña), reservándose para su momento de gloria, que llegó en la segunda parte con una estupenda Vo far guerra en la adaptación al clave de Babell.
Al margen ya del Ciclo de la OBS, el pasado lunes volví de nuevo a Santa Clara, esta vez para asistir al recital lírico de la joven soprano canaria Laura Romero, acompañada al piano por Juan Carlos Ortega. Copio el programa:
I.
Bellini: Eccomi in lieta vesta... o quante volte (I Capuleti e i Montecchi)
Schumann: Widmung
R. Strauss: Morgen
Rossini: Ah voi condur volete... ah dónate il caro sposo (Il signor Bruschino)
Liszt: Oh quand je dors
Donizetti: C’est es donc fait... Salut a la France (La fille du régiment)
II.
Falla: Nana (1914)
Turina: Cantares
Chapí: Canción de la gitana (La chavala)
Vives: Canción de Cosette (Bohemios)
Giménez / Nieto: Me llaman la primorosa (El barbero de Sevilla)
De propina, una sevillana y “La tarántula”. Lo mejor, el Liszt de la primera parte. Ante todo, la voz, claramente lírica, es hermosa y solvente en las coloraturas, aunque me da por pensar que el belcanto de Rossini, Bellini y Donizetti quizás no sea el terreno donde mejor luzca. El volumen es correcto, aunque muy lejos de ser un vozarrón y el ascenso al agudo completamente natural y sin el menor rastro de portamento, aunque a veces un poco brusco, como si necesitara controlar algo más los contrastes de volumen, evitando pasar violentamente de una mezza voce a una emisión estentórea. También hubiera ayudado algo más de arrojo, especialmente en la primera parte, evitando caer en la trampa de limitarse simplemente a “cantar bonito”. Sea como fuere, con estos pros y estos contras, recuerdo que en algún ascenso al agudo, de forma segura y partiendo de una voz perfectamente colocada en su centro, su timbre juvenil me recordaba bastante al de Freni, de quien ha tomado alguna clase magistral según el folleto de mano que se repartió. No soy capaz de lanzar un halago mayor a una soprano que decirle que a veces puede recordar a Freni. En fin, una joven soprano de la que habrá que seguir su evolución y que puede darnos alegrías futuras.
Al día siguiente, el centro cultural de Santa Clara celebró el día europeo de la música con varios conciertos. El más especial fue, sin sombra de dudas, el de la Orquesta Joven de la Orquesta Barroca de Sevilla, integrada por chavales, algunos de ellos de edades bastante tiernas (los violonchelos, por ejemplo). Valentín Sánchez se puso al frente para presentar un programa de esos que resultan típicos a más no poder: Canon de Pachelbel en plan tradicional (osea, con muchas cuerdas y sin la giga final), la obertura de Il Trajano de Mancini, sonata para dos violines de Telemann, el RV 522 de “L’Estro Armonico” de Vivaldi, la sonata “La Follia” (no la bética, la de siempre) de Corelli, y la “Imitation des caracteres de la danse” de Pisendel. Todas las orquestas hacen alguna vez un programa de este tipo, y no es raro que acaben grabándolo en un disco que se llame algo así como “An evening with the [inserte el nombre de la orquesta]”, el que los miembros aparecerán sonrientes en la portada llevando unas copitas en la mano. Los chicos tocaron admirablemente bien.
Tras este concierto, que terminó con la entrega de unas camisetas de recuerdo, asistí también en la misma sala, aunque muy menguada de público, a la actuación de la Academia de Estudios Orquestales de la Fundación Barenboim-Said. El programa era algo completamente anárquico y amorfo. Comenzó con dos movimientos (primero y cuarto) de la sonata para violín, BWV 1003 de Bach, con un Alejandro Piñero Gómez no todo lo preciso que sería deseable en el Allegro inicial y mucho más acertado en el Grave. La absurda dinámica del programa pasaba de Bach a un espanto para violín titulado Et in terra pax de un tal Salvador Brotons, seguramente ateo. La interpretación del joven Samuel García García fue, sin duda, impecable; el problema estaba en la fealdad (en mi subjetiva opinión, claro está) de la obra. El “truño brotónico”. El autor del programa hizo luego otro giro esquizoide para traernos después el cuarteto para flauta, K.285b de Mozart a cargo del Cuarteto Epalí, integrado por las guapísimas Aida Naranjo Mantero (flauta), Laura Rubiales Solís (violín), Ester Casado Cascado (viola) y Pilar Rueda Rodríguez (violonchelo). Siempre me ha parecido una incógnita lo agradablemente bella que es la música que Mozart escribió para la flauta, un instrumento que no era precisamente de su agrado. Sinceramente, después de lo de Brotons fue como tomarse un refresco. Para terminar, Falla (tachán tachán, ya tenemos premio para el programa más raro que he oído en lo que va de año), con sus Siete canciones populares españolas adaptadas para el cuarteto.
Aquí el Cuarteto Epalí con las mismas obras que interpretaron en Santa Clara:
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