Edo de Waart (dir.); Cheryl Barker (Cio-Cio-San); Martin Thompson (Pinkerton); Catherine Keen (Suzuki); Richard Stilwell (Sharpless); Peter Blanchet (Goro); Roger Smeets (Yamadori); Andrzej Saciuk (Bonzo), Anneleen Bijnen (Kate). Chorus of the Netherlandse Opera. Netherlands Philharmonic Orchestra. OPUS ARTE 2 DVD.
Dice Robert Wilson en los extras de este DVD que Madama Butterfly fue la primera ópera que vio en su vida, a la edad de diecisiete años. Y dice también que no le gustaron nada ni la música ni la producción escénica. Lo que no aclara realmente es si su opinión ha cambiado con los años, pues la historia de Cio-Cio-San no es en mi opinión la que mejor se pliega a su peculiar lenguaje visual. En este blog comenté hace mucho su interesante Orfeo y Eurídice con Gardiner, que aun teniendo sus cosas cada vez que lo veo me gusta más. Esta Butterfly, en cambio, está para mí algo por debajo, y creo que la razón hay que buscarla en que la historia que cuenta esta ópera es muy “terrena” para la forma tan austera y casi espiritualizada de la que él hace gala. Para ser completamente franco, se me hace difícil imaginar que cualquier ópera de Puccini pueda encajar completamente en el “estilo Wilson”. Pero no es más que una opinión personal, naturalmente rebatible.
El “estilo Wilson” se manifiesta aquí, como siempre, eliminando cualquier elemento escénico que no sea absolutamente imprescindible y centrándose en contar la historia básicamente a través de la iluminación –que es estupenda, todo hay que decirlo, y crea bellos efectos con las sombras– y sobre todo del lenguaje gestual de los cantantes que se encuentran sobre el escenario. Con esa austeridad visual busca que el oyente pueda centrarse en la música sin distraerse visualmente. Así, tenemos un escenario casi permanentemente vacío, y muchos de los objetos que deberían aparecer son invisibles, puramente imaginarios. Por ejemplo, las pertenencias personales que Butterfly muestra a Pinkerton antes de su boda –el sable de su padre, el abanico, el tarro de pintura, etc.- sencillamente no están, y es el espectador quien tiene que imaginarlas en las manos de los cantantes.
Predominan, como es habitual en Wilson, los vestidos largos y los colores fríos, y principalmente los tonos azulados. Los movimientos de los cantantes sobre el escenario ni son ni buscan ser realistas, sino transmitir visualmente las emociones internas de los personajes a los que interpretan. Los intérpretes se mueven, por tanto, como a cámara lenta y gesticulando con los brazos, en una forma de expresión corporal que se supone que Wilson saca del teatro japonés.
El resultado de todo esto es visualmente atrayente, y es evidente que detrás de un montaje de este tipo hay un trabajo considerable, a pesar de su pretendida simplicidad y austeridad. La cuestión es que este tipo de propuesta escénica funciona mejor o peor según la ópera en cuestión, y me da la sensación, repito, de que la combinación de Madama Butterfly y Robert Wilson no acaba de ser del todo pacífica. De todas formas, como siempre me ocurre con este hombre, creo que el resultado debe ganar mucho más visto en persona que en DVD. Eso sí, en mi opinión sobra alguna que otra chorrada pseudo-intelectualoide, como cuando el hijo de Butterfly se dedica a comerse “piedrecitas” del suelo (?) durante el “sueño” orquestal. Los más devotos de Wilson podrán llamarme bárbaro por decir esto y acusarme de no interpretar bien no sé qué simbolismo. Tanto me da. Me parece una tontería.
Musicalmente no es gran cosa esta Butterfly. La pareja protagonista tiene medios suficientes, creo, como para hacer un buen trabajo, pero ninguno de los dos consigue recrear de manera completamente satisfactoria sus papeles. Cheryl Barker tiene una buena voz para cantar Butterfly, aunque algunas veces queda tapada por la orquesta (“Il guaio è che non voglio”). Por otra parte, desde luego no compone al personaje como un ser aniñado. Ni siquiera tierno. Sobre todo durante el primer acto parece contagiada en lo vocal, y no solo en lo gestual, de la deliberada “frialdad” de Wilson y acaba resultando un tanto indiferente. También resulta frío y poco implicado emocionalmente el Pinkerton de Martin Thompson, que además no parece del todo cómodo y tira de portamenti.
Si bien los dos protagonistas parecen algo por debajo del nivel que creo que podrían alcanzar en términos de expresividad vocal, los secundarios son ya abiertamente mediocres, con la salvedad de la eficaz Suzuki de Catherine Keen. Richard Stilwell hace un Sharpless bastante malo, con una fea emisión muscular, fibrosa, y un fraseo que deja mucho que desear en el “Di strapparvi assai mi costa”, lejos del canto legato. Peter Blanchet (Goro) dispone, por su parte, de unos medios vocales peores que discretos: voz muy blanca y fea, siempre según mi humilde entender. La cosa se cierra con un Yamadori meramente cumplidor (Roger Smeets) y un bonzo que no impone nada (Andrzej Saciuk).
No está mal la dirección musical de Edo de Waart, inhabitual en Puccini. De hecho, si no recuerdo mal, creo que él mismo señala en las entrevistas que se incluyen como bonus que este era su primer Puccini. Tampoco se corta criticando lo que no le gusta del montaje de Wilson, concretamente el aspecto japonés con el que aparecen en escena los personajes estadounidenses, atenuándose así un pilar de la historia como es el choque entre culturas. Sea como fuere, acompaña bien con la orquesta, aunque introduce el corte habitual en el coro de parientes de Butterfly anterior al “O amico fortunato”. Su visión de la partitura es elegante y tiene quizá cierta tendencia a la lentitud. El principal reparo que se le puede poner es que, en mi opinión, su dirección resulta competente pero algo blanda y desapasionada, falta en suma de intensidad dramática y fuerza expresiva.
En resumen, la versión puede ser interesante para los admiradores de Wilson y para aquéllos que gusten de enfoques poco infantiles para el papel de Butterfly, pero globalmente creo que hay DVDs preferibles a este en conjunto.