La primera de las dos acepciones que admite, según la RAE, el término “mediocre” viene referida a algo “de calidad media”. El calificativo le viene que ni pintado a las representaciones de Don Giovanni que ha acogido este mes de noviembre el sevillano Teatro de la Maestranza: tras asistir anoche a la última función, me he llevado a casa la impresión de que, aun habiendo escuchado cosas buenas, el espectáculo estuvo más próximo al fiasco que a otra cosa.
Comencemos por la orquesta, vívidamente dirigida por el joven Maxim Emelyanychev con luminosidad y elegancia, apostando claramente por una lectura próxima a la corriente historicista aun con los instrumentos modernos de la ROSS. Francamente, funcionó bastante bien, aunque mi opinión está lejos de ser entusiasta. Faltaron muchas cosas por decir en la monumental partitura, contenedora de todo un catálogo de emociones –algunas de ellas francamente complejas, como cuanto concierne al personaje de Donna Elvira– solo superado por Mozart en el posterior Così fan tutte. Por ejemplo, el tremendo Fuggi, crudele, fuggi, que expresa la incredulidad de quien