Es una alegría que el Teatro de la Maestranza siga apostando en medio de la crisis económica por el barroco. Lo hace en versión concierto, abaratando los costes del montaje escénico, pero algo es algo. Sobre todo cuando, recurriendo al oratorio, lo que se ofrece es tan bueno como la representación única de Il trionfo del tempo e del disinganno de Handel que tuvo lugar anoche. Es triste que el teatro no estuviera lleno más allá de las tres cuartas partes tratándose, además, de una única función, pero hay que aceptar dos factores de importancia: que la ópera en concierto -o el oratorio- no tiene el mismo gancho que la que se ofrece con montaje escénico y que las obras del barroco no producen, por mucho que nos pese, el efecto llamada de una Madama Butterfly, como la que veremos en breve en Sevilla.
Al igual que el año pasado, el gran violinista Enrico Onofri se ha puesto para la ocasión al frente de la Orquesta Barroca de Sevilla. El balance es mucho más positivo que el que pude extraer de aquel Orfeo y Eurídice de 2011 (ver aquí), en el que la dirección de Onofri –ensalzada por todos los medios– no pasó, en mi opinión, de correctita, con algunos momentos que por mucho que choque oírlo referido a alguien como él, pudieron calificarse justamente como mediocres. Con este Handel ha sido otra cosa, y la OBS ha firmado una noche –otra más– de gloria. Está feo señalar nombres concretos, pero habría que destacar el portentoso primer violín del gran Andoni Mercero, el arpa de Manuel Vilas y el virtuosismo elegante, nunca trivial ni exagerado, de Alejandro Casal al clave y al órgano.
En cuanto a las voces, Raquel Andueza (Belleza) fue exactamente lo esperable: magnífica, impecable, la mejor de la noche, como no podía esperarse de otra manera. Lo he escrito varias veces y no me canso de repetirlo. En España tenemos a dos de las mejores voces barrocas femeninas de la actualidad: Andueza y Espada. Con todo, la sorpresa de la noche fue para mí Luciana Mancini (Desengaño), una mezzo desconocida para mí hasta ayer y dueña de una preciosa voz manejada con brillantez y buen gusto. Sólo alguna vez se atisba algún cambio de color en el descenso, mientras que en los registros medio y alto se desenvuelve estupendamente. En algún momento de la noche llegué a pensar que podría tratarse realmente de una soprano metida a mezzo, aunque luego enseguida cambiaba de opinión. Debería escuchar un poco más de esta mujer para hacerme una opinión más sólida de ella, pero que consiguiera llamarme tantísimo la atención teniendo al lado a Raquel Andueza es significativo de que o es buena o estoy definitivamente sordo.
También revalidé anoche mi opinión sobre el tenor Fernando Guimarães (Tiempo), quien ya me produjo una impresión muy favorable el mes pasado (click aquí) en el Festival de Música Antigua. Correcta, aunque lejos ya del altísimo nivel vocal de sus compañeros, me pareció la soprano Gemma Bertagnolli (Placer), de proyección a veces débil y con un exceso de vibrato que se hizo molesto en ocasiones. Con todo, ornamentó de forma muy bella el da capo del Lascia la spina.
Nota absurda: Nada más abrir el libreto que se entregó ayer gratuitamente puede verse un retrato de J. S. Bach que aparece erróneamente como si fuera Handel. Pero a caballo regalado...
3 comentarios:
Bien, en realidad no se abarató ningún coste, porque Il trionfo del Tempo e del Disinganno no es una ópera, sino un oratorio. Bastaba leerse el caballo regalado para entenderlo.
Estimado anónimo, conozco la obra y sé perfectamente lo que es un oratorio y lo que es una ópera. Pero oiga, el "Orlando" handeliano de hace dos o tres temporadas no es precisamente un oratorio y se ofreció -¡oh, sorpresa!- en versión concierto, por lo que mi afirmación NO es equivocada. También ocurrió el año pasado, aunque ya sé -no sea que venga usted a "explicarlo"- que Gluck no es un barroco.
Agradezco siempre los comentarios, pero no necesito lecciones de ningún salvador de vidas pedante.
He incluido la palabra "oratorio" dos veces en el primer párrafo, manteniendo el resto intacto. Supongo que queda más claro así, aunque tampoco hiciera falta.
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