jueves, 31 de mayo de 2012

La finta giardiniera (Aruhn, Croft, Kale – Östman)

Siempre tengo la costumbre de comenzar mis comentarios a filmaciones de óperas en DVD con un resumen del libreto y un enlace al mismo. Pues bien, en los casi tres años de existencia de este blog, esta es la segunda vez que ni siquiera en la imprescindible web Kareol he podido encontrar una traducción castellana. Ya me ocurrió en 2009 con el libreto de L’incoronazione di Poppea, problema que solventé traduciéndolo yo mismo y enviándolo a la web. Ahora, por lo que se ve, me toca hacer lo mismo con el de La finta giardiniera de Mozart. En cuanto termine la traducción y se publique en kareol pegaré por aquí el enlace, aunque me temo que para eso pueden faltar varios meses.

Procedamos, en cualquier caso, con el resumen argumental.

Acto 1: Hace tiempo que la marquesa Violante fue injustamente apuñalada en un ataque de celos de su prometido, el Condesito Belfiore. Éste, viéndola malherida, la abandonó y huyó, desconociendo que ella sobrevivió a sus heridas. Ahora, la marquesa, ya recuperada, busca de incógnito a Belfiore haciéndose pasar por la jardinera Sandrina en casa de Don Anchise, Podestà de Lagonero. Nadie allí conoce su verdadera identidad con excepción de su criado Roberto, que también se ha infiltrado con ella en el servicio del Podestà con el nombre falso de Nardo.

El Podestà se encuentra jubiloso porque es el día de la boda de su sobrina Arminda con el Condesito Belfiore, cuyo intento de asesinato, por supuesto, desconoce. El magistrado trata de cortejar a Violante-Sandrina, que le rechaza, pues pese a haber sido atacada por Belfiore, aún le ama. Serpetta, una de las criadas –de las de verdad– desea seducir al Podestà y le cobra antipatía a Sandrina, a quien considera su rival. Nardo, por su parte, desea a Serpetta, que le ignora, tan centrada como está en cortejar al Podestà impidiendo que este permanezca a solas con Sandrina. También aparece por allí un amigo del Podestá llamado Ramiro, que se muestra melancólico porque su amada le ha abandonado.

(Nota entre paréntesis: quizá haya que releer varias veces el párrafo anterior para que se comprenda, porque la verdad es que es todo un jaleo endogámico).

Llega la novia, Arminda, y desde el primer momento se muestra como una muchacha caprichosa, contestona y con las manos bastante largas. Amenaza a Belfiore, una vez que se ha personado ante ella, con tratarle a bastonazos si le descubre infiel. Cuando ella revela a Sandrina la identidad del novio, la falsa jardinera, que ve frustradas sus expectativas de volver a conquistarle, se desmaya. Belfiore corre en su auxilio, momento en el que reconoce en ella los rasgos de Violante, a quien creía asesinada por él mismo. Sandrina vuelve en sí y se niega a revelar su identidad, dejando a todos confusos.

Acto 2: A Arminda no le ha hecho ninguna gracia que su futuro marido quede tan perplejo al observar el rostro de una de las jardineras, por lo que, presa de los celos, se muestra colérica con él. Nardo, por su parte, persiste en intentar seducir a Serpetta, sin éxito. Cuando el Podestá se dispone a hacer lo mismo nuevamente con la pobre Sandrina entra Ramiro para entregarle una orden de arresto contra el Condesito Belfiore por haber asesinado a la marquesa Violante. El Podestá le interroga y el joven se derrumba, aunque en ese momento irrumpe Sandrina y declara que ella es la marquesa en persona, vivita y coleando. Tras esto, Arminda, que desea mantenerla lejos de su amado, la secuestra y la abandona de noche en un lugar del bosque.

Sola en el bosque y desorientada por la oscuridad, Sandrina se muestra atemorizada por los ruidos nocturnos y se refugia en una cueva. Todos los personajes, sin excepción, se personan en el lugar, unos para buscarla y otros por curiosidad. Una vez que la muchacha ha sido hallada, todos se vuelven contra ella y contra Belfiore. El Podestà está celoso de que ella prefiera al Conde y la joven pareja acaba volviéndose literalmente loca.

Acto 3: De nuevo en casa del Podestá, a Nardo le toca sufrir las locuras de los enajenados Sandrina y Belfiore. Por su parte, Ramiro insiste ante el Podestá en casarse con Arminda, que es la antigua amante que le abandonó. Ella, que pese a todos los acontecimientos sufridos sigue queriendo celebrar su boda con Belfiore, le rechaza.

Tras quedar sumidos en un profundo sueño, Sandrina y Belfiore despiertan nuevamente cuerdos. Ella ratifica nuevamente su verdadera identidad, y aunque por un momento rechaza los intentos seductores de Belfiore, finalmente acaba cediendo. Por ello, a Arminda ya no le queda más remedio que acabar casándose con Ramiro, y Serpetta cambia de opinión con respecto de Nardo en cuanto descubre su verdadera identidad de Roberto. Sólo el Podestà permanece soltero, en espera de que una nueva Sandrina se cruce en su vida.

Wolfgang Amadeus Mozart estrenó La finta giardiniera (La jardinera fingida) con motivo del carnaval de Múnich de 1773, aunque el estreno se vio aplazado al día 13 de enero, fecha en la que también se preparaba una reposición del Orfeo y Eurídice de Gluck. El joven compositor tenía diecisiete años, y ya en esta obra se observan atisbos del genio teatral que le llevaría a escribir sus grandes óperas. De la biografía de Paumgartner tomo unas palabras de un tal Christian Daniel Schubart pertenecientes a la “Teutsche Cronik” (Crónica alemana) de 1773: “He oído una ópera buffa del maravilloso genio Mozart; se titula La finta giardiniera. Llamaradas de un genio surgían aquí y allá. Pero todavía no es la callada lumbre del altar que se eleva hacia el cielo en nubes de incienso, delicioso perfume de los dioses. Si Mozart no es una planta criada en invernadero, tiene que convertirse en uno de los más grandes compositores que jamás hayan existido”.

El libreto de Giuseppe Petrosellini se basa en la clásica idea de construir la acción de modo que al final todas las parejas se recompongan en su orden lógico, roto durante el desarrollo de la trama. La finta giardiniera es una ópera hacia la que el público ha experimentado un interés creciente en las últimas décadas. Sin duda, parte de la culpa de que haya permanecido relegada a un segundo plano durante tanto tiempo se debe al hecho de que el primer acto permaneció perdido hasta la década de los años setenta. Por esta razón evidente, la hoy casi olvidada versión alemana (Die Gärtnerin aus Liebe) gozó quizá de mayor popularidad hasta esa época.

Hace algo menos de un año que me referí en el blog a las filmaciones de óperas de Mozart que realizó Arnold Östman en Drottningholm durante la década de los años ochenta y los primeros años de los noventa. En aquella ocasión, como se recordará, comenté una notable versión de El rapto en el serrallo, y con esta Finta ahora le toca el turno a otra de las filmaciones más destacadas del teatro sueco. Junto con el referido Rapto y La flauta mágica, es lo mejor que hizo Östman en DVD (o vídeo, para la época). Además, ocurre que ya he comentado en el blog alguna filmación de todas las óperas de Mozart que se consideran “grandes”, o por decirlo de otro modo, de madurez. Le toca el turno, por tanto, al Mozart (más) juvenil, cuyas óperas son desdeñadas por muchos aunque no están precisamente exentas de encantos.

Como ocurre siempre en estas filmaciones del Teatro de la Corte de Drottningholm, lo que el espectador encontrará es una versión “ultra-historicista” en la que no sólo tenemos a una orquesta propia de instrumentos originales, sino que todos los decorados, mecanismos de tramoya y vestuario son los propios del siglo XVIII. Y es que es una maravilla el hecho de que este teatrito sueco haya podido conservarse intacto hasta el día de hoy. Estas filmaciones son quizá los más cerca que podamos estar de observar el tipo de espectáculos que Mozart acostumbraría a presenciar. Y aunque sea salirme un poco del tema de La finta giardiniera, no puedo dejar de pensar en que ojalá fuese posible algo similar en el Teatro de los Estados de Praga, ese que acogió los estrenos de Don Giovanni y de La clemenza di Tito. Ojalá asumiese su dirección alguien –como Östman en Drottningholm- capaz de convertirlo en lo que realmente se merece, que no es ni más ni menos que ser un teatro de referencia en lo que se refiere a la interpretación de óperas del barroco y del clasicismo, dándole además salida comercial por medio de grabaciones y filmaciones.

Por tanto, ¿qué se puede decir del montaje de esta Finta? Pues que es obviamente clásico. Se utilizan paneles y los cambios de decorado se realizan de la forma más “artesanal”. Con todo, esta Finta es bastante colorista visualmente y satisfará a aquellos que busquen una versión visualmente convencional. También la dirección escénica está bien resuelta, prácticamente sin carreritas innecesarias y con toques de humor que van en plena consonancia con el libreto. Quizás sólo esté de más la discutible decisión de permitir a los cantantes saludar y recibir los aplausos del público detrás de cada número aplaudido. Fue uno de los últimos trabajos de Göran Järvefelt, fallecido un al año siguiente.

Como ocurría con El rapto que comenté el año pasado, el reparto se integra básicamente de cantantes suecos prácticamente desconocidos que cumplen bastante bien con lo suyo.

El papel de Sandrina (Marquesa Violante) corre a cargo de Britt-Marie Aruhn. No es un papel que alcance ni de lejos la dimensión trágica de la Condesa o de Pamina, pero la soprano me convence tanto en lo estrictamente técnico –apartado en el que no me cansaré de repetir que no soy un experto conocedor– como en su enfoque del personaje como un rol con atisbos trágicos aunque no exento de una obvia faceta buffa. ¿Se imagina acaso a alguien a Pamina enloqueciendo cómicamente como Sandrina y haciendo payasadas en el escenario?

Más cómico si cabe es el papel de Belfiore, aunque esa comicidad, dirigida a que el público le cobre afecto al personaje, se vuelve a mi entender bastante siniestra tratándose como se trata de casi un asesino. Pero el libreto “justifica” el apuñalamiento de Sandrina como un acto motivado por un arranque de celos y recurre a pintarnos el personaje como alguien simpáticamente patoso. Ni siquiera se profundiza en el más que posible sentimiento de culpa de Belfiore, al tratarse ésta de una obra cómica. Vamos, que el personaje se nos vende como alguien casi tierno y gracioso y que a mí no me despierta la menor simpatía. Nuestro tenor es Richard Croft, de quien ya hablé a propósito de su espléndido Belmonte el año pasado. Y lo cierto es que aquí vuelve a estar fantástico. No es un tenorcillo de esos que abordan a veces estos papeles, es un tenor. Y mira que no me terminan de convencer algunas de las cosas que ha grabado Croft, pero estas grabaciones juveniles son una absoluta delicia. ¡Y qué bien hace de loco! En el recitativo que abre el tercer acto (“Olà, olà; dove, dove si va”) está descacharrante.

El que no convence vocalmente es Stuart Kale como Podestà, cuya voz muestra antiestéticos cambios de color a lo largo del registro, tendiendo a engolarse a medida que asciende por el pasaje. El resultado es que el ascenso suena poco varonil y bastante antimusical. Y la verdad es que la voz, por lo demás, tampoco es que sea gran cosa. Eso sí, teatralmente es el más simpático del reparto, exhibiendo toda una colección de muecas y gestos graciosos que hacen que uno se divierta cada vez que entra en el escenario.

Las dos parejas de secundarios son desiguales, convenciendo mucho más la de Arminda y Ramiro que la formada por Serpetta y Nardo. Eva Pilat (Arminda) está intachable vocalmente y muy simpática en lo escénico, sabiendo retratar a la perfección la faceta caprichosa, coqueta e irascible del personaje. Annika Skoglund, por su parte, es un Ramiro cantado de forma muy convincente aunque también muy femenino, tratándose como se trata de un papel para castrato (Tomaso Consoli fue el Ramiro del estreno). Tan es así que lo subtítulos del DVD se refieren siempre erróneamente a ese personaje como a una mujer. Por alguna razón inexplicable, Östman traslada al segundo acto su aria del pájaro acto primero (“Se l’augellin sen fugge”).

Más modestos vocalmente son, como decía, la pareja de Serpetta y Nardo. Ella (Ann Christine Biel) no tiene una gran voz, pero es una soubrette adecuada para el papel. Por cierto que este personaje es otro de los que caen mal: no está enamorada del Podestà, sino que busca escalar socialmente, tal y como queda demostrado con el hecho de que no le vale Nardo, pero sí Roberto, a quien probablemente tampoco ame. Y nuestro Nardo-Roberto es un Petteri Salomaa de bella voz aunque de muy tosca línea de canto.

En cuanto a la dirección, todo lo que dije el año pasado sobre Arnold Östman es extrapolable sin problemas a la presente entrada. Es cierto que se echa de menos una mayor carga dramática en los trabajos de este hombre, pero no lo es menos que La finta giardiniera no es Don Giovanni. Además, su tendencia a los tempi muy rápidos –algo que se observa ya desde la obertura- encaja estupendamente con esta ópera, transmitiendo fácilmente al público el carácter desenfadado y frenético de la partitura. Por lo demás, me sigue pareciendo una chorrada importante lo de vestir a la orquesta con ropas de época. Ah, y hay omisiones y mucha tijera en los dos primeros actos. Concretamente, los recitativos se abrevian y se elimina lo siguiente: 

“Noi donne poverine” (aria de Sandrina).
“A forza di martelli” (aria de Nardo).
“Da Sirocco a Tramontana” (aria de Belfiore).
“Care pupille” (aria de Belfiore).
“Una voce sento al core” (aria de Sandrina).
“Una damina, una nipote” (aria del Podestà).
“Dolce d’amor compagna” (aria de Ramiro).

Visualmente, la filmación tiene una aceptable calidad propia de la época, más o menos similar a la de un VHS, lo cual tiene, al menos para mí, un cierto encanto. Eso sí, hay alguna superposición de imágenes que resulta de los más anticuado.

La finta giardiniera no es una ópera de madurez de Mozart, pero cuando se presenta en una versión que, como esta, tiene más virtudes que defectos, puede alegrarle la tarde a cualquiera.











domingo, 27 de mayo de 2012

Liebster blog


Confieso que siempre me había preguntado cómo funcionaba el mundo de los premios bloggeros. Me refiero a esas imágenes que adornan los márgenes de algunos blogs y que nos informan de que el sitio en cuestión ha sido premiado por alguien. Pues bien, ha sido Maac quien me ha sacado de dudas en esta entrada de su imprescindible blog. El juego consiste en que cada persona que recibe el premio debe hacerlo extensible a sus cinco blogs favoritos con la condición de que no sobrepasen los doscientos seguidores. El premiado debe actualizar su blog indicando sus cinco elegidos y dejando constancia del blog que le ha concedido el premio. A efectos de que los afortunados tengan conocimiento de que han sido premiados, hay que dejarles un comentario en sus blogs para que puedan leerlo. Naturalmente, le agradezco desde aquí a Maac que me haya incluido en su selección de blogs premiados. Un placer.

Bien, mi lista de blogs premiados es la siguiente:

viernes, 18 de mayo de 2012

En recuerdo de Fischer-Dieskau

Hoy se nos ha ido alguien que no sólo ha sido uno de los mayores barítonos de la historia de la ópera, sino también quien es considerado por muchos como el mejor liederista imaginable. Cantante sensible, delicadísimo, sobresalió en todo lo que hizo, y ya su célebre Rigoletto con Kubelik bastaría para situarle en la cúspide de los grandes barítonos verdianos –de esos que, ay, ya casi no quedan-.

A nivel más personal, fue mi primer Papageno –grabación de La flauta mágica de Böhm- y le tengo especial afecto. Menudas óperas que pueden cantarse ahora en el cielo con tan sólo las voces que se nos han ido en los últimos años.

sábado, 5 de mayo de 2012

Sobre historicistas e "histericistas"

Yo defiendo el historicismo. Es más, creo que ha sido una de las mayores bendiciones que se han producido en lo que se refiere a la interpretación de la música culta en el siglo XX. Además, afortunadamente, la tendencia ha echado unas raíces realmente profundas y la hemos terminado asimilando como algo natural. Ya no tiene sentido discutir si Handel suena mejor con instrumentos originales o convencionales, o si a la vista de los resultados obtenidos por un Hantaï o un Dantone, un clavecinista puede alcanzar la hondura emocional de un Gould interpretando a Bach al piano. El debate sobre la estética está muerto porque el historicismo no es un cuento chino inventado hace décadas para grabar discos, y la elección entre la tendencia historicista y la tradicional depende hoy única y exclusivamente del gusto personal.

Pero hay más a favor de la corriente historicista. Y es que al margen de la posibilidad de escuchar cada obra interpretada con instrumentos de la época –cuyo sonido concordará obviamente con la idea de un compositor que jamás escuchó el de nuestros instrumentos modernos– según los cánones interpretativos de su tiempo, tenemos la ingente labor de recuperación de un grandioso patrimonio musical que permaneció en el olvido hasta el auge del interés por el barroco que arrancó más o menos en la década de los años setenta del pasado siglo y que se mantiene bien vivo a día de hoy. Las óperas menos conocidas de genios como Handel, Rameau o Vivaldi podrán gustar más o menos según el aficionado, pero en comparación con la música que se escucha al encender la radio, no merecen estar tiradas en un cajón durante siglos. Así, por ejemplo, a un director tan sumamente soso y gris como Alan Curtis hay que darle gracias eternamente por sus trabajos de recuperación en Handel.

Conviene, sin embargo, clarificar un punto esencial que muchos parecen olvidar. ¿Qué se pretende realmente con el historicismo? Como es obvio, esta corriente jamás puede pretender la reconstrucción de una interpretación del pasado. No tenemos a los cantantes para cuyas voces escribían expresamente los compositores con mucha frecuencia, por lo que todo intento de reconstrucción es sencillamente un fraude. El historicismo debe tener otro objetivo mucho más amplio, y es del proponer interpretaciones posibles según la época en la que nos movamos. No es como si viajáramos atrás en el tiempo hasta el siglo XVIII, es como si ahora viviéramos en ese siglo, lo que es muy diferente.

Existen algunos acérrimos defensores del historicismo que parecen haber olvidado esta premisa elemental, situación que ha dado lugar a que a día de hoy haya historicistas dentro de los historicistas. Tomemos un ejemplo claro: la interpretación de la música vocal sacra de Bach siguiendo el criterio OVPP –una voz por parte– de Rifkin. Esta posibilidad interpretativa tiene un sustento histórico que, según parece, es innegable, y ha dado lugar a muy notables trabajos discográficos de la mano de consumados directores de la corriente como Minkowski o Butt. Pero a poco que uno bucee en internet se encontrará cosas realmente pasmosas. Hay quien considera sin demasiados reparos que los trabajos realizados en este ámbito por directores de la talla de Gardiner o Herreweghe han quedado superados por la nueva corriente OVPP. Son, como decía, historicistas dentro de los historicistas, víctimas de una suerte de radicalismo excluyente que les lleva, en mi opinión, a andar más despistados que un pato mareado. No nos engañemos: es, desde luego, interesante contar con referencias discográficas que busquen aproximarse a la forma en la que Bach, careciendo de un coro mayor, interpretó estas obras en su día, pero afirmar que ese tipo de interpretaciones son más historicistas que el resto indica haberse olvidado de lo que realmente es el historicismo. Gardiner y Herreweghe, por seguir con los mismos ejemplos, utilizan instrumentos originales y criterios interpretativos de la época dando lugar a interpretaciones posibles al margen del modo en el esta música llegara a sonar en su día en Santo Tomás en Leipzig. ¿O acaso somos tan ilusos como para creer que las óperas de Handel sonaban en su día como si las dirigiera Jacobs?

Con todo, existe un defecto peor en buena parte de los aficionados historicistas: el ombliguismo radical y voluntariamente ignorante. Da auténtica pena leer en internet a gente para la que una grabación es mejor que otra porque utiliza instrumentos originales. Para mí, el historicismo es un plus, pero no una condición estrictamente necesaria. ¿Qué es más importante, la calidad musical de la interpretación o el instrumento que se utiliza? Hay quien parece preferir escuchar una mediocre grabación historicista a otra notable con instrumentos modernos, o incluso ir más allá y negarse a conocer una obra si no existen grabaciones historicistas de la misma, obviando a las demás. El súmmum de la estupidez se localiza en aquellos que además de defender la ignorancia y el aislamiento voluntarios insultan abiertamente a los que disfrutan con lo que ellos ignoran. De historicistas a “histericistas”. 

Lo firma un historicista que afirma sin pudor que hay más Bach en las Goldberg de Gould que en tres cuartas partes de los que las han grabado al clave.

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