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lunes, 29 de septiembre de 2014

Carmen (Dervaux, 1980) – DVD

Pierre Dervaux (dir.); Teresa Berganza (Carmen); Plácido Domingo (Don José); Ruggero Raimondi (Escamillo); Katia Ricciarelli (Micaela); Daniéle Perriers (Frasquita); Jane Bérbié (Mercedes); Jean Laine (Zúñiga); Ybes Bisson (Morales); Michel Philippe (Dancaïre); Michel Sénéchal (Remendado). Coro y Orquesta del Teatro Nacional de la Ópera de París. DELPRADO DVD.

Durante mucho tiempo busqué sin éxito este DVD, que hasta la fecha jamás ha tenido una distribución comercial decente. Pude dar con él a través de internet hace unos meses y solo ahora me he sentado a verlo. Mis expectativas, que naturalmente eran altísimas, no se han visto defraudadas lo más mínimo: esto es una auténtica maravilla incomprensiblemente olvidada que hay que reivindicar. He intentado ser objetivo y “frío” mientras veía la representación para poder crearme unas impresiones propias de esta función no

lunes, 30 de septiembre de 2013

Carmen (Nézet-Séguin, 2010) – DVD

Ayer conseguí sacar un hueco para ver el DVD de la Carmen de Elina Garança en el Met, que llevaba meses en casa cogiendo polvo. Me ha gustado bastante, aunque el resultado no acaba de ser completamente redondo. 

El DVD contiene la función del 16 de enero de 2010, y permite ver una nueva producción escénica estrenada con motivo de esas representaciones: la de Richard Eyre. No cabe duda de que es una propuesta bien planteada que consigue sacar buen partido de unos elementos escénicos que no son abundantes. Está lejos de cualquier ostentosidad, desde luego, y sin embargo, visualmente resulta bastante atractiva, por mucho que los decorados no sean bellos. Para empezar, tenemos una traslación de los hechos a las primeras décadas del siglo XX. Digamos que estamos en la Sevilla de antes de la guerra civil. Sin embargo, hay algún elemento claramente anacrónico: los soldados del regimiento al que pertenece Don José se distraen durante el primer acto leyendo “El País”, un periódico fundado en 1976, mientras que entran en escena otros elementos hoy más arcaicos, como una muy antigua cámara fotográfica.

El decorado se compone a base de los restos de una especie de torre de ladrillos semiderruida, que sobre un suelo giratorio adopta aspectos diferentes creando paredes y ambientes distintos. De las paredes cuelgan precisamente algunos elementos que nos dicen que estamos en la ciudad de Sevilla, como por ejemplo, un cartel de las fiestas de la primavera, junto con recortes de prensa y fotografías de imágenes religiosas. En el suelo del escenario se abre un gran hueco por el que salen las cigarreras en el primer acto, y precisamente, a nivel de dirección escénica, esa escena –muy bien filmada, además– es claramente de las más logradas.

La dirección escénica es bastante lograda, y tiene momentos de cierto contenido sexual. Carmen acaba abriéndose de piernas más de una vez, y los soldados manosean demasiado a Micaëla al comienzo del primer acto. Más que aburridos, parecen una panda de pervertidos. A todo esto, estos “soldados” visten uniformes con tricornios en lo que parece una clara alusión a la Guardia civil, aunque no me he puesto a comparar si ambos uniformes son completamente idénticos. Hay aún otro guiño localista, y es el de empezar, de forma bastante innecesaria, el segundo acto con un taconeo.

Por último, una pareja de bailarines aparece durante los preludios a los actos primero y tercero, contando en cierto modo con sus movimientos aspectos de la historia de Carmen y Don José a los que el público no asiste.

¿Me gusta este montaje? Más bien no me disgusta. Creo que está bien planteado y que sabe sacar un notable provecho de relativamente pocos recursos, pero tampoco me parece, para ser sincero del todo, que sea un espectáculo exactamente bonito.

El reparto es bastante potente, comenzando como no podía ser de otro modo, por la brillante Carmen de mi admirada Elina Garança. No voy a entretenerme hablando de aspectos tan consabidos ya como la belleza de la voz o su buen hacer en materia de técnica vocal. Eso es bien sabido ya. Lo que sí que creo, y esto es muy personal, es que incluso siendo ya una intérprete brillante del papel, aún tiene que madurarlo más. Si Garança es inteligente no mantendrá una visión estática e inamovible del personaje en el transcurso de los años, y ello nos permitirá a los que amamos la ópera (y a su voz) disfrutar de matices diferentes. Hablaré más claramente: en este DVD, Garança consigue hacer algo notabilísimo, que es conservar una línea de canto impoluta, muy musical, con una obvia dosis de vulgaridad que no choca con su papel, logrando un equilibrio más o menos a la manera de Berganza. Es normal que las intérpretes se pierdan en uno de esos dos extremos, y ella sabe caer entre medias de ambos. Sin embargo, si debo ser totalmente sincero, creo que el lado erótico de la Carmen de Garança está muy acentuado por su espléndida presencia escénica, y que a nivel vocal, aun siendo una buena seductora, resulta quizá algo falta algo de ese carácter “sevillano” que requiere el personaje. Seduce, sí, pero de un modo que no es el que imaginamos para una gitana de Sevilla. Pero insisto en que esto es algo personalísimo, y a fin de cuentas, canta su parte maravillosamente bien.

Rinde muy bien el Don José de Roberto Alagna, aunque quizá resulte algo forzado en el dúo final, en el que aparece llevando una cruz muy grande colgada del cuello, como si el personaje se hubiese refugiado en la religión para redimirse de sus culpas y buscar también la redención de Carmen. Al final, claro está, acabará arrancándosela del pecho y apuñalando a la gitana. Más que Alagna me gusta aquí la estupenda Micaëla de Barbara Frittoli, y algo menos el Escamillo de Teddy Tahu Rhodes, que aun teniendo una voz oscura adecuada para el papel, no prescinde en el “Votre toast” –en el que molestan, por cierto, los gritos de “olé” del coro– de algunos recursos efectistas que están claramente de más. Digamos que cumple bien, aunque tampoco es especialmente expresivo ni rico en matices.

Los secundarios menores rinden a muy buen nivel y Elizabeth Caballero y Sandra Piques Eddy hacen una muy buena escena de las cartas como Frasquita y Mercedes, respectivamente.

Considero desigual la dirección del joven director canadiense Yannick Nézet-Séguin, que hacía su debut en el Met con estas funciones. A veces uno tiene la sensación de que la orquesta suena como si Levine estuviera al frente: musculada, deliberadamente espectacular y no exenta de pulso dramático, aunque no especialmente implicada en su labor de servir de marco sobre el que las voces construyen el drama. El primer acto, por ejemplo, es correcto pero un tanto plano, mientras que el tercero –curiosamente el más intimista de toda la ópera– está notablemente bien planteado.

La filmación ofrece una espléndida calidad visual, aunque hay una clara tendencia a usar la cámara desde planos poco habituales (por ejemplo, al nivel del suelo) en lo que supone un intento quizá algo pretencioso e innecesario de impactar visualmente.

Como en otros de los últimos DVDs del Met, se incluyen a manera de extras unas breves entrevistas de René Flemming a los miembros del reparto, al director de orquesta y al director escénico.












miércoles, 18 de abril de 2012

Carmen (Obraztsova, Domingo, Buchanan – Kleiber)

A diferencia de otros títulos operísticos, Carmen es afortunada en lo que a grabaciones en DVD se refiere. Hace más de un año que comenté ampliamente la película de Rosi, que a pesar de sus muchos altibajos e irregularidades se deja ver, en mi opinión, gratamente. Hoy he decidido traer al blog una versión de la célebre ópera de Bizet procedente de una representación en vivo –lo que excluye la película de Karajan, que espero comentar también en su día– y de las distintas versiones que tenía por casa he terminado inclinándome por la de Carlos Kleiber, registrada en la Ópera de Viena en diciembre de 1978 y editada en DVD por Arthaus.

En primer lugar, decepciona un poco la puesta en escena de Franco Zeffirelli, Y eso que no comparto el rechazo casi visceral que este director escénico provoca en muchos, pero hay que ser justos y consecuentes. Me gusta el clasicismo de Zeffirelli, y de ninguna manera me parece un defecto que sus producciones pretendan ser espectaculares. Los problemas, al menos en mi humilde opinión, vienen por otro lado. En esta Carmen, Zeffirelli yerra, como de costumbre, con su manía de buscar el espectáculo visual aglomerando el mayor número posible de gente y de objetos en el escenario, lo que provoca con frecuencia cierta sensación de confusión en el espectador, que escucha las voces de los cantantes sin terminar de adivinar dónde se encuentran situados exactamente en el escenario. Los que hayan visto algunos de sus montajes en vivo sabrán de lo que hablo. En DVD, como es lógico, el problema pasa más inadvertido, pues la cámara, a diferencia del ojo humano, puede limitarse a enfocar un primer plano del cantante de turno obviando lo demás.

Con todo, en esta filmación tenemos gente a tropel en el escenario, nieve, un burro y varios caballos (uno de ellos montado por Plácido Domingo) en el acto tercero. Los equinos reaparecen en el cuarto, en el que el exceso de gente en escena durante la entrada del torero hace que apenas quede un centímetro libre. Por lo demás, Zeffirelli ofrece visualmente una Sevilla decimonónica muy arquetípica, aunque con una pobreza de ideas que resulta bastante inesperada tratándose de él, como evidencia la utilización de paneles de fondo que merman notablemente la sensación de realismo visual de esta propuesta escénica.

Hace por lo menos dos años que tengo por casa otra Carmen de Zeffirelli (la de Lombard de la Arena de Verona) que aún no he visto, a pesar de que he leído comentarios bastante favorables en internet. Creo que el montaje cambia bastante, y espero que para mejor.

Vayamos ahora con el reparto. El año pasado, a propósito de la película de Rosi, comentaba que con excepción de la gran Teresa Berganza, el panorama de “Cármenes” de los años ochenta no era el mejor de los deseables. Elena Obraztsova, nuestra Carmen, escapa bien del lance, aunque hay que enmarcarla en el ámbito de esas intérpretes que ofrecen una imagen “vulgarizada” de la cigarrera en comparación con cantantes como, por ejemplo, De los Ángeles. No es un defecto, ya que tampoco hay que esperar que la protagonista sea precisamente una erudita ni una mujer obligatoriamente refinada. Sensual sí, aunque no necesariamente elegante. Nos movemos, por tanto, en el ámbito de la simple preferencia personal. Obraztsova tiene una hermosa voz y canta francamente bien, aunque a veces resulta algo antimusical en el descenso, pero sin llegar a entubarse. También se echa en falta algo más de gracia y picardía en la célebre habanera, algo que mejora en la posterior seguidilla.

Del Don José de Plácido Domingo hablé ya el año pasado. Aquí está sencillamente espléndido, y su participación es una de las dos razones fundamentales por las que este DVD es recomendable (la otra es Kleiber, como diré enseguida). Tras una sensacional canción de la flor, el público premia a Plácido con la ovación más larga de toda la función. Lo único a criticar es la decisión escénica de ponerle esos pelos casi rubios, que le hacen parecer tan extraño. Zeffirelli reincidiría en esto no mucho después, mostrando a Domingo como un Alfredo Germont de melena rubia en su célebre película de La traviata, que comenté aquí.

Escamillo, Carmen, y un antepasado de Chiquito de la Calzada

De entre los secundarios, me gusta la Micaëla de Isobel Buchanan. No es Freni, pero canta con la necesaria ternura sin caer en el exceso de almíbar. Peor parado sale, en mi opinión, Yuri Mazurok como Escamillo, caracterizado del modo más chulesco posible. La voz, aunque no parezca demasiado grande, es bella, y se defiende con dignidad en los actos tercero y cuarto. Su Votre toast, sin embargo, aparece lastrado, en mi opinión, por una muy pobre línea de canto.

El resto de los cantantes secundarios muestran buen nivel, aunque se suprimen los papeles de Lillas Pastia y del guía de Micaëla, pues los diálogos aparecen abreviadísimos y reducidos a casi lo imprescindible. Cumplen igualmente los célebres Niños Cantores de Viena y el Coro de la Ópera de Viena.

Al frente de la Orquesta de la Ópera de Viena, Carlos Kleiber. Sólo por su dirección vale ya la pena conocer esta Carmen. Dirige con nervio, ofreciendo momentos realmente electrizantes, como la entrada, aquí chispeante, de Carmen en el primer acto (La voilà!). Cuando la ocasión lo requiere, Kleiber dirige con enorme lirismo, como ocurre con el bellísimo segundo entreacto. Hablando de entreactos, servidor encuentra inexplicable que el último de ellos se sitúe después y no antes del coro A deux quartos!

El DVD muestra una aceptable calidad de imagen y sonido, y la filmación en sí misma, a cargo del propio Zeffirelli, está bien realizada, salvo quizá la manía de enfocar en ocasiones al director en lugar de a los cantantes. En cualquier caso, eso nos permite ver a Kleiber dirigiendo con gesto muy contenido una Carmen que resulta realmente magnífica a nivel orquestal. En lo que se refiere a lo vocal, quien realmente sobresale es Plácido.

En este enlace puede verse la filmación completa:

miércoles, 6 de julio de 2011

Amaya Domínguez en el Alcázar

Ayer asistí por primera vez este año al ciclo de conciertos Noches en los jardines del Alcázar. El programa que llevó la mezzosoprano Amaya Domínguez, acompañada al piano por Martín Surot, era de temática claramente sevillana. El concierto comenzó con la Saeta en forma de Salve de Turina, que dio paso después a varios extractos de la Carmen de Bizet. A Domínguez le queda bastante grande el papel de la cigarrera. Ya en la Habanera se percibió, especialmente al comienzo, un fraseo algo impreciso y un grave claramente apurado, circunstancia ésta última que se observó con frecuencia a lo largo de todo el concierto. Luego, la escena de las cartas no transmitió especial dramatismo, si bien puede ser que la culpa de ello se deba a la ausencia de Frasquita y Mercedes, cuyo despreocupado tema contrasta tremendamente con la pausada y tétrica meditación de un personaje que se resigna a su destino. Domínguez estuvo algo más convincente en la sinuosa seguidilla, en la que sostuvo el “J’ai l’amerai” durante algunos segundos, aunque sin resultar tampoco especialmente sensual. Para acabar con Carmen, la célebre canción gitana, que Domínguez abordó con profesionalidad aunque con alguna vacilación en la colocación de la voz al comienzo. En lo referente a Bizet, también el pianista tuvo sus minutos, interpretando adaptaciones de los entreactos tercero (la más lograda) y cuarto.

Tras esto, Surot abordó el Corpus Christi en Sevilla, de Albéniz (escrito a partir de La tarara), dando paso a un nuevo bloque dedicado a Las bodas de Fígaro de Mozart: Domínguez interpretó las dos arias de Cherubino, resultando más convincente en el Non so più que en el Voi che sapete, en el que la voz volvió a sonar opaca en el descenso (l’alma avvampar). Entre una y otra, Surot ejecutó sin problemas el adagio de la sonata K.332 de Mozart, que en el programa constaba extrañamente sólo como “interludio”. La cosa se cerró con el Barbiere de Rossini, y más concretamente con la obertura (muy cortada) al piano y con la consabida Una voce poco fa, que no sé ya las veces que se habrá cantado en Sevilla en los últimos días. Hubiera sido deseable un poco más de picardía en la mezzo, aunque en su favor jugó una discreta pero inteligente forma de ornamentar la repetición del “Una vipera”, en sentido ascendente. El acompañamiento de Surot, discreto en todo momento.

Vale que no ha sido un concierto memorable, pero por cuatro euros lo cierto es que al menos se pasa un rato agradable en un entorno precioso.

sábado, 29 de enero de 2011

Carmen (Migenes-Johnson, Domingo, Raimondi - Maazel)

Resulta curioso que, en mi costumbre de comentar cada mes una grabación de ópera en DVD (el mundo del disco, infinitamente más rico, me llevaría también más tiempo), Carmen se sitúe ya en decimosexto lugar aun siendo de mis óperas preferidas. De hecho, acaba de darme cuenta de que tengo una cifra de “óperas preferidas” más alta de lo que yo mismo pensaba, pues son muchos los títulos por los que siento especial predilección y que aún no han desfilado por el presente blog de ninguna manera. Vayamos por ahora con la famosa historia de la cigarrera sevillana y del soldado Don José.

Acto 1. Sevilla, entorno a 1820. Varios soldados del regimiento de los Dragones de Alcalá pasan su turno de guardia observando el ir y venir de la gente. Micaela, una joven de aspecto encantador, se acerca al cabo Morales para preguntarle por el soldado Don José, con quien desea hablar. Informada de que éste se incorporará en la siguiente guardia, Micaela se retira. Con el cambio de guardia aparece Don José, un joven de origen navarro que abandonó su hogar para hacerse soldado. En ese momento, varias cigarreras abandonan temporalmente la fábrica de tabacos para un descanso, y entre ellas se destaca una joven gitana llamada Carmen, que arroja descaradamente una flor al perplejo Don José. Poco después aparece de nuevo Micaela, quien trae al soldado noticias de su madre: la anciana ha perdonado a su hijo por haberla abandonado y desea que vuelva al hogar para casarse con la propia Micaela. Don José accede conmovido, pero un griterío procedente del interior de la fábrica de tabacos le obliga a abandonar estos pensamientos. Carmen es arrestada por herir en el rostro a otra cigarrera después de una discusión, y Don José es elegido para acompañarla a la cárcel. La gitana consigue seducirle y Don José se arroja deliberadamente al suelo después de que esta le empuje, para dejarla así escapar.

Acto 2: Carmen se encuentra en la taberna de Lillas Pastia en compañía del teniente Zuñiga y de varios de sus soldados. El oficial le hace saber que Don José, que fue arrestado por dejarla huir, acaba de abandonar la prisión. Aparece entonces el torero Escamillo, cuya presencia es celebrada con entusiasmo y quien se enamora inmediatamente de Carmen.

La taberna, una vez cerrada, se convierte en un punto de encuentro de los contrabandistas, a los que ahora pertenece también Carmen. Sin embargo, esta rehúsa ayudar por esa noche a sus amigos contrabandistas Dancaïre, Remendado, Mercedes y Frasquita, pues desea encontrarse con el recién liberado Don José. En efecto, este se presenta en la taberna, pero desea regresar pronto al cuartel para que no le echen en falta, lo que provoca el enojo de Carmen. Don José trata inútilmente de convencerla de que la sigue amando y de que ha conservado en la prisión la flor que ella le arrojó, pero en ese momento aparece el oficial Zuñiga con intención de seducir a Carmen, lo que provoca un arranque de celos por parte de Don José que le lleva a enfrentarse a su superior. Zuñiga es reducido y atado por los contrabandistas, a los que ahora termina uniéndose Don José irremediablemente.

Acto 3: Ha pasado algún tiempo y la relación entre Carmen y Don José, convertido ya en contrabandista, se ha deteriorado ante los celos de éste y las ansias de libertad e independencia absolutas por parte de ella. Carmen trata de predecir su futuro por medio de las cartas y pronostica su próxima muerte. Micaela, por su parte, consigue llegar hasta el lugar montañoso en el que se han detenido temporalmente los contrabandistas para hablar con Don José. Sin embargo, éste último percibe antes la presencia del torero Escamillo, que aún ama a Carmen y se ha personado allí para buscarla. Ambos se enfrentan navaja en mano, aunque la pelea es interrumpida y Escamillo se despide, no si antes invitar a todos los presentes a que acudan a verle a las corridas de toros de Sevilla. Micaela abandona entonces su escondite y persuade a Don José de que se aleje de Carmen y de esa forma de vida y de que acuda a visitar a su madre, que morirá pronto.

Acto 4. Carmen acude a la plaza de toros de Sevilla como espectadora de una corrida en la que participará Escamillo, a quien ya ha decidido convertir en su nuevo amante. Aunque sus amigas Mercedes y Frasquita se lo desaconsejan, Carmen abandona la plaza para hablar con Don José, que se encuentra fuera esperándola. Este trata inútilmente de reconquistarla y monta en cólera cuando escucha de sus labios que ahora ama a Escamillo. Cuando Carmen le arroja un anillo que él le regaló cierta vez, Don José la apuñala mientras se escuchan los gritos del triunfo de Escamillo desde el interior de la plaza.

Enlace al libreto en castellano.


Portada de la grabación en disco que sirve de banda sonora a la película de Rosi

Basada en la novela corta de Prosper Merimée y con libreto de Henry Meilhac y Ludovic Halévy, Carmen ha sido siempre considerada, quizás injustamente, como prácticamente la única obra maestra de Georges Bizet, llegando a eclipsar el resto de su producción musical. No es este el lugar ni el momento para analizar el por qué del olvido durante tanto tiempo de buena parte de la música del autor, ni tampoco las razones por las que la crítica mayoritaria respondió de forma airada al estreno de la ópera, el 3 de marzo de 1875, apenas unos meses antes de que Bizet falleciera repentinamente víctima de un ataque cardíaco fulminante. Es obvio que muchos rasgos del argumento debían considerarse inmorales en su tiempo (se dice que Bizet, que tomó parte activa en la redacción del libreto, llegó a reescribir hasta en trece ocasiones el texto de la famosa habanera), y que la crudeza y realismo con que se describe la tormentosa relación de la pareja protagonista se alejaba enormemente de todo lo que se suponía como propio de la Opéra-comique francesa. Al rechazo de la crítica debió también contribuir la representación de un asesinato sobre el mismo escenario como cruda conclusión a la ópera, que en un alarde de realismo y como antecedente de lo que posteriormente cristalizaría en el género verista, se cierra sin final feliz ni moraleja alguna para el público. “Lo que ustedes quieran, pero que Carmen no muera al final”, llegó a decir a los libretistas Alphonse de Leuven, codirector del Théâtre de l’Opéra-Comique.

Francesco Rosi dirigió su película Carmen en 1984, eligiendo escenarios reales de Sevilla, Ronda y Carmona para la filmación. En toda “película” de ópera, como ya he señalado repetidamente en este blog, hay cierta tensión entre el apartado musical y el meramente visual, cuestión que aquí se zanja en un claro predominio del segundo en detrimento de la música. Rosi muestra una convincente visión de la Sevilla decimonónica (la filmación se ambienta entorno a 1870, algo más tarde de lo que especifica el libreto), apostando más por el realismo visual que por los típicos clichés: es una Sevilla soleada y de fachadas encaladas, sí, pero también un lugar polvoriento y desfavorecido económicamente salvo para unos pocos. La cuestión es que, como decía, como espectador uno tiene la impresión de que en esta película importó más lo visual que lo musical. Hay numerosos momentos en los que la partitura de Bizet es manipulada, cortándola e introduciendo silencios molestos para cualquiera que conozca (y ame) la obra y que sólo se justifican porque el director quiere recoger algo con la cámara que no encaja con la música que debería estar sonando. Sin ir más lejos, justo después de la famosa obertura tenemos un irritante corte, un momento de absurdo silencio musical en el que se nos muestra una procesión de Semana Santa. También los diálogos aparecen muy manipulados y los continuos ruidos ambientales aportan sin duda realismo cinematográfico, pero musicalmente están de más. Digamos que no es una filmación de Carmen, sino sobre Carmen.


Sería injusto, pese a lo arriba escrito, quedarse únicamente con lo discutible y negativo. No puede negarse que visualmente la película es espléndida y que sirve para alegrarle la tarde a cualquiera. Los escenarios de la filmación son una maravilla: se observa el interior del Alcázar de Sevilla (donde aparece bailando la célebre Cristina Hoyos), la Catedral de Sevilla y al comienzo del segundo acto aparecen erróneamente las torres de la Plaza de España, y digo erróneamente porque la plaza (por cierto, recién restaurada, que falta le hacía) se construyó para la Exposición Iberoamericana de 1929. Rosi muestra una clara preferencia por los planos amplios, ofreciendo imágenes de gran belleza visual. El vistoso manejo del coro es también sobresaliente, como no podría esperarse otra cosa de la coreografía de Antonio Gades. Aparece también en la escena de las cigarreras el bailarín Enrique “el cojo”, fallecido pocos meses después de la filmación. Si después de tantas licencias la cosa no hubiese funcionado visualmente, estaríamos ante un inmenso despropósito, que al menos no es el caso.

Adoro la enorme complejidad del personaje de Carmen. No cabe duda de que ella se ha convertido en el prototipo (sobre todo para el extranjero) de la mujer andaluza que conjuga picardía, misterio y sensualidad. Hay en ella, o al menos yo lo veo así, un componente oscuro, maligno quizás, inexistente en la tímida Micaela (personaje de contraste, sin duda) que unido a su innegable erotismo la convierte en una bomba de relojería, en una auténtica femme fatale (“Si yo te amo, ten cuidado”). En cierto modo, ocurre aquí algo relativamente parecido a lo que escribí hace unos meses en relación a Don Giovanni: todo el atractivo del personaje principal, que es mucho, se antoja siniestro porque el público es consciente de que por debajo de ese don de seducción, de esa galantería, se esconde algo oscuro. La diferencia es que en Don Giovanni, los espectadores asistimos a las maquinaciones perversas del protagonista y por tanto, observamos sus malvados intentos de seducción desde la distancia, con repulsión incluso (véase lo ocurrido con Donna Anna en el primer acto). Carmen es distinta: jamás se nos muestran sus intenciones de antemano, sino que como espectadores que somos las vamos viviendo al momento, y en consecuencia nos situamos en el mismo plano de indefensión respecto a ella de Don José, de Micaela, de Escamillo. A diferencia de Don Giovanni, Carmen sí consigue que el público entre en su trampa de seducción. Quizás se deba a que el personaje vive permanentemente en el “ahora” y sus ansias de independencia sexual no obedecen a un “plan” preconcebido, como ocurría con Don Giovanni y su infantil necesidad de ampliar la lista de sus conquistas. Carmen es aún más libre que Don Giovanni: actúa a voluntad sin reflexionar cuál ha de ser su norte, su objetivo y eso la convierte en un ser maravillosamente imprevisible... y despiadado para todo aquél que sueñe con conquistarla y vivir con ella por más de “seis meses”, como refiere Escamillo. A diferencia de Don José, el torero sí conoce la volubilidad de Carmen antes incluso de iniciar su relación con ella, y el hecho de que sin embargo esté dispuesto a intentarlo es francamente descriptivo de hasta dónde llega la capacidad seductora de la protagonista. ¿Se presta Escamillo, a diferencia de Don José, a ser un juguete roto en manos de Carmen? Es posible, claro que su aceptación tácita de las “reglas del juego” impuestas por ella puede llevar a pensar que quizás él no sea distinto de la gitana.


Julia Migenes-Johnson es una soprano que saltó a la fama con esta Carmen, después de lo cual no hizo demasiadas cosas: pocas grabaciones de ópera y un par de desafortunados intentos en el cine. En los últimos años ha aparecido en un show propio que incluso se comercializa en DVD y en el que, por lo que he visto, se dedica simplemente a soltar las bufonadas más trilladas sobre el mundo de la ópera. Supuestamente tiene gracia, aunque yo no se la he visto a ninguno de los ejemplos que hay por youtube. En cualquier caso, pese a ello y pese a que esta mujer no fue capaz de elaborarse una carrera sólida de cantante, lo cierto es que su Carmen, alabada recientemente por Elina Garanča, es más que aceptable si tenemos en cuenta cuál era el panorama vocal a mediados y finales de la década de los ochenta: Migenes no es Teresa Berganza ni Victoria de los Ángeles, pero se sitúa a años luz de la calamitosa Ewing y también me parece preferible a la estimable Carmen de Agnes Baltsa, afamada por aquél entonces gracias a la grabación de Karajan con Carreras. Tratándose como se trata de una soprano, algunos de sus descensos al grave son ajustadísimos, pero en líneas generales su interpretación es bastante musical al oído, al menos en comparación con aquellas que por esos mismos años se limitaban a gritar el papel. En el ámbito interpretativo Migenes es una Carmen excelente, si bien es cierto que su erotismo no es precisamente suave ni insinuado, especialmente durante su encuentro (y enfado) con Don José en el segundo acto. Como diría Chiquito, mucha “guarrería española”. En su intento por mostrar una imagen creíble de una gitana andaluza de hace dos siglos, Rosi nos presenta a una Carmen con abundante pelambrera en la cabeza... y también en las axilas. En cualquier caso, Migenes, con su voz juvenil y carente quizás de la densidad con que, al menos yo, estoy acostumbrado a escuchar al personaje, sí consigue transmitir los rasgos que toda Carmen debe poseer: gracia, despreocupación, erotismo “malvado” (es decir, con segundas intenciones), inflexibilidad de carácter, etc. Es capaz de jugar con la mirada transmitiendo picardía o furia y de bailar mucho mejor que adecuadamente. Seamos honestos: para el tipo de película ultrarrealista de que se trata, Julia Migenes es una elección más que acertada.

Cabría preguntarse, hecha esta descripción de la mentalidad de Carmen (siempre a mi subjetivo entender), cuál es el papel que esta asigna a Don José en su vida. Es obvio que la seducción del soldado en el primer acto se produce únicamente con la finalidad de escapar de la prisión, lo que obliga a excluir, por lo menos por entonces, cualquier tipo de sentimiento romántico por parte de ella. En el segundo acto es diferente: ella rehúsa acompañar a sus amigos contrabandistas para encontrarse con él, y se declara enamorada. Sin embargo, también aquí (y esta vez de forma aún más inesperada para el público, que no se lo ve venir) Carmen sale con segundas intenciones al tratar de convencer a Don José de que le demuestre su amor convirtiéndose como ella en contrabandista. Ella trata de manipularle para hacer caso a la insinuación de Dancaïre de que sería conveniente contar con un Dragón de Alcalá en el grupo. Da la sensación de que Don José es un juguete en manos de Carmen, un simple divertimento, y ni siquiera sabemos si el amor de ella hacia él es auténtico o se trata de la simple diversión de unirse a un joven soldado. Insisto en que quizás la relación de Carmen con Escamillo hubiera sido diferente, pues al conocer él el carácter variable de ella, ambos se sitúan en un plano de mayor igualdad.

Naturalmente este es sólo un enfoque de los muchos posibles. Es cierto que Don José es un hombre manipulado y desengañado, destruido incluso por Carmen, pero nada de ello hubiera sido posible si él hubiese tenido un mínimo de firmeza de carácter. Es el mayor “calzonazos” de toda la historia de la ópera: va a prisión y es degradado, se convierte en un desertor y un bandido, rechaza la tranquilidad de su casa y una unión estable con la dulce Micaela y termina convirtiéndose en un asesino. Siento infinitamente más simpatía por la destructiva Carmen que por el destruido Don José, y el asesinato de ella (pura violencia de género, que diríamos hoy) es ya la guinda en el pastel.

El papel de Don José es uno de los que, en mi opinión, mejor encajan con la densa voz de Plácido Domingo. Cuando se realizó la grabación en estudio con Maazel y se filmó la película, él ya era un reconocido intérprete del papel gracias a la maravillosa grabación de Abbado con la inconmensurable Teresa Berganza y a la famosa producción de Franco Zeffirelli con Elena Obraztsova. La única pega, por decir algo, es que su recurso a tirar levemente de la gola se nota aquí algo más de lo muchas veces acostumbrado en él, aunque la interpretación no baja del sobresaliente. La versión que ofrece aquí de La fleur que tu m'avais jetée es francamente conmovedora (por cierto que Rosi acierta ofreciendo algo inédito: una Carmen que sí queda enternecida por las palabras de Don José) y su dúo con Micaela en el primer acto es musicalmente de lo mejor de su interpretación en esta película.

En el papel de Escamillo tenemos a Ruggero Raimondi, un cantante que en líneas generales no me gusta. En primer lugar está el archisabido problema de adivinar cuál es su tesitura, tarea francamente imposible. Normalmente, lo que ocurre es que a mí no me convence ni como barítono ni como bajo. Su voz es espesa como el humo, privada en mi opinión de casi cualquier belleza y musicalidad. Pero es una opinión. Lo cierto es que este Escamillo es una de las afortunadas excepciones en las que la presencia de Raimondi me parece estimable, con una magnífica “aria del torero”, aunque tal vez con una nasalidad algo excesiva. Y hablo de excepciones porque insisto en que este hombre suele convencerme poco o nada también en la cuerda de barítono. Su Scarpia, sin ir más lejos, se me hace insoportable, aunque parece contar con admiradores. Samuel Ramey, cuyo Escamillo en el DVD del Metropolitan con Levine me gusta bastante, hubiera sido también una excelente opción para esta película, pero de todas formas quienes compartan mi opinión sobre Raimondi pueden sentirse tranquilos: su intervención es bastante notable, y además es simpático verle vestido de torero y santiguándose con la montera.


La Micaela de la para mí desconocida Faith Esham tiene el correcto aspecto recatado que requiere el personaje, con coleta y unos magnéticos ojos azules. Vocalmente es una lírica pura y su más que aceptable aparición en el tercer acto queda cuestionada por la absurda decisión de Rosi de manipular el sonido durante su aria Je dis que rien ne m'épouvante, difuminando parte del audio de la misma en un eco para crear la gratuita impresión de que la oración del personaje está pensada y no pronunciada en voz alta. Innecesario, sobre todo teniendo en cuenta que implica manipular, una vez más, la excelente música de Bizet. Si le llegan a hacer eso mismo a la Freni me habría dado un patatús. Por lo demás, es evidente que el personaje, inexistente en la novela de Merimée, es una clara antítesis de Carmen, encarnando la clase de amor duradero que realmente necesita Don José, pero careciendo también del misterio y la seducción de Carmen que mantienen hechizado al soldado.


Los demás secundarios tienen el buen nivel necesario, con la única salvedad de un lamentable, por engoladísimo, Dancaïre, cuyo nombre no recuerdo y no voy a molestarme en buscar. Bien los soldados, así como Frasquita y Mercedes, bastante simpáticas en la escena de las cartas.

La dirección de Lorin Maazel al frente de la Orquesta Nacional de Francia es una de tantas. Convencional, sin elementos particulares de originalidad a destacar y poblada aquí y allá, como ya he referido antes, de continuos ruidos de fondo que no siempre puede decirse que sean necesarios. Sí que me gusta bastante el coro, aunque ello se ve incentivado por lo vistoso de su presencia en la película.

Hay varias ediciones en DVD. Yo poseo la reciente edición francesa que se corresponde con la carátula que aparece al comienzo de esta entrada y debo advertir que únicamente cuenta con subtítulos en francés y en inglés. Se incluye un segundo disco de entrevistas, esta vez sin subtítulo alguno y en un único e incómodo capítulo. También el estuche es manifiestamente mejorable: la presentación en cartón es indudablemente elegante pero poco práctica, ya que cada vez que lo abro rueda algún disco por el suelo.

En conclusión, más Rosi que Bizet, aunque el resultado general de la película es efectivo y yo la veo con gusto.

PS: No sé ya el tiempo que llevo buscando el DVD de Berganza y Domingo de 1981, de limitadísima comercialización. A ver si las casas discográficas se animan y se distribuye como es debido.















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