Como el año pasado fui muy bueno, los Reyes Magos se han portado muy bien conmigo y me han traído la reciente reedición que la casa EMI ha publicado del célebre Don Giovanni de Klemperer con Ghiaurov.
El motivo de esta entrada no es el de ensalzar las consabidas virtudes de esa extraordinaria versión –quizá la mejor jamás grabada en disco de esta ópera junto con la famosa de Giulini– sino el de referir la existencia de un curiosísimo cedé extra que se ha añadido al estuche con grabaciones, obviamente inéditas, de los ensayos. Y es absolutamente fascinante escuchar a esos monstruos de la ópera trabajando en equipo, esforzándose por ofrecer el mejor resultado posible y debatiendo ideas musicales.
El material es el siguiente: las dos primeras pistas contienen ensayos de la obertura. En la tercera tenemos el primer ensayo del Giovinette, che fate all’amore. Oímos a Klemperer buscando un sonido bien empastado en la orquesta y exigiendo del coro, francamente apagado, un carácter más festivo. Luego, escuchando la grabación, Freni discute con el director sobre la necesidad del canto legato en las notas ascendentes de “il remedio vedetelo qua” (pista 4). Los ensayos con el coro prosiguen durante las pistas 5 y 6, mientras que en las dos siguientes tenemos los del Batti, batti, en los que Klemperer pide más delicadeza a la orquesta. Por último, en la pista final de este cedé extra, el director ilustra a Hugh Bean (primer violín de la orquesta), sobre el modo correcto de pronunciar “Ghiaurov”. “GhiaRÚov”, dice. Seguidamente comienzan los ensayos del Deh, vieni a la finestra, en los que el bajo búlgaro se muestra autocrítico y también exigente con el trabajo de la mandolina, lo que parece exasperar por un momento a Klemperer. El esfuerzo, sin embargo, vale la pena, y el ensayo acaba alegremente, con Ghiaurov satisfecho y bromeando.
Pista 4. Conversación entre Mirella Freni y Otto Klemperer a propósito de la parte de Zerlina en el “Giovinette”. Tal y como señala la soprano modenesa, de no respetar el legato se produciría un efecto similar a la “risa” en “vedetelo qua”.
Puede parecer que la inclusión de todo este material extra es algo irrelevante, pero sinceramente, a mí me parece realmente fabuloso. Cuando escuchamos una grabación únicamente percibimos el resultado final, y permanecemos ajenos, obviamente, a todo el trabajo de “construcción”. Este cedé “extra” contiene material, en su mayoría, de un coro que vendrá a durar tan sólo un par de minutos. ¿Cuántas horas de trabajo habrá en toda la grabación? No tengo ni idea. Creo que es muy fácil escuchar ópera –y yo me incluyo– sin detenernos a pensar para nada en este enorme trabajo que hay detrás de cualquier buena versión. Por eso me gusta este “regalo” de EMI: nos permite asomarnos como espectadores a la labor de los más grandes, y darnos cuenta con ello de que precisamente fueron grandes no sólo por sus aptitudes naturales, sino también por su esfuerzo y profesionalidad.
Hace un par de años que comenté en el blog el notable Don Giovanni que dirigió Riccardo Muti con Carlos Álvarez en el papel protagonista (click aquí). La filmación que comento hoy, a cargo de una figura histórica de la dirección orquestal como es Wilhelm Furtwängler, parte de un esquema diferente, en el que las formas importan menos que la grandeza del mensaje, concebida del modo más grandilocuente posible. Pero mejor no me adelanto con mis impresiones sobre Furtwängler. Vayamos paso a paso.
Este Don Giovanni de 1954 se grabó en el marco del Festival de Salzburgo (en el Felsenreitschule), como consecuencia del enorme éxito de las funciones que el propio Furtwängler había llevado a cabo un año antes con idéntico reparto, de las que quedó para la Historia una notable grabación discográfica que distribuye la casa EMI. La única diferencia en el reparto fue la Donna Elvira de Elisabeth Schwarzkopf, sustituida por Lisa Della Casa. Sea como fuere, era esta una época en las que las filmaciones de ópera no eran ni muchísimo menos algo tan frecuente y tan arraigado en el mercado como puede serlo hoy. De hecho, la idea en sí misma es cuanto menos curiosa: la filmación, a cargo de Paul Czinner, no es propiamente una “película” de ópera de esas que se graban en estudios de cine, pero tampoco es exactamente una representación teatral grabada. Es una representación teatral rara. Este Don Giovanni se filmó sin público presente y durante varios días, sobre todo por las tardes y las noches según informa la carpetilla del DVD. Lo que vemos, por tanto, es una especie de representación en la que, sin embargo, el público no interfiere. No hay aplausos ni tampoco ruidos, y naturalmente los cantantes no salen a saludar a nadie al término de la representación. Además, se advierte que el audio no casa siempre a la perfección con los gestos de los cantantes (el efecto es similar al del playback), del mismo modo que se evidencian diferencias de sonido entre los recitativos y los números musicales, como si se hubieran grabado por separado y luego alguien se hubiese entretenido en dividirlos y engarzarlos por orden.
El resultado es el siguiente:
- Los cantantes o bien hacen playback o bien cantan realmente, aunque en este último caso, ese audio “auténtico”, por llamarlo de algún modo, no es el que aparece acoplado a las imágenes.
- Música y recitativos parecen grabados por separado y luego ensamblados.
- Salvo en el caso de la obertura, en la que Furtwängler es aplaudido al entrar, no hay público, en un intento quizá de facilitar la grabación de las imágenes con el mejor resultado posible y de mostrar también la producción tal y como es visualmente, sin “momentos añadidos”.
Pese a lo raro del concepto, el resultado es bueno, y la muy clásica puesta en escena de Herbert Graf y Clemens Holzmeister no ha envejecido tanto visualmente como han podido hacerlo otras filmaciones grabadas en décadas posteriores. En este Don Giovanni hay mucho cartón piedra, sí, y un estupendo y realista vestuario de época –sensacional, por ejemplo, el atuendo dorado del protagonista en la fiesta del primer acto, poniendo de relieve su carácter derrochador y su alto nivel de vida– así como una presentación de la estatua del Comendador realmente extraordinaria en materia de vestuario y maquillaje. Aquellos que gusten de producciones más “modernas” y arriesgadas y que consideren esto como una reliquia rancia del pasado harán bien en huir de esta filmación. Pero es un Don Giovanni que verdaderamente merece conocerse. Además, en lo afectivo le tengo especial cariño, ya que fue mi primera versión de esta grandísima ópera. Hace muchos años que los Reyes Magos me hicieron feliz unas Navidades regalándome esta película en VHS. Años más tarde me hice, obviamente, con el DVD. Uno de los primeros DVDs, por cierto, que Deutsche Grammophon se apresuró a lanzar al mercado.
Vayamos ahora con el reparto. Pocos cantantes han sabido enfrentarse al papel de Don Giovanni como el gran Cesare Siepi, referencia indiscutible para todo aquél que desee tener una discografía mínimamente presentable de este título de ópera. Para mí, Siepi y Ghiaurov son sencillamente los Don Giovannis más grandes de toda la discografía. Podría decir que los días pares prefiero a uno y los impares al otro. Naturalmente, esto pone de manifiesto que me gustan los Don Giovannis de voces oscuras, casi más próximas a la del bajo que a la del barítono, siguiendo lo que podríamos llamar la “tradición romántica”. Pero no soy excluyente en absoluto: considero que cantantes con voces mucho más ligeras y claras como Thomas Hampson o hasta Rodney Gilfry, han conseguido resultados aceptables en el papel, pese a que para mí no resultan –ni por asomo– tan monumentales como mis dos referencias. Hoy se dice en muchos sitios que este tipo de voces no tienen nada que ver con las que deberían haber sido realmente las intenciones de Mozart al escribir la partitura. Pues bien, yo soy un defensor del historicismo musical, pero no estoy sordo y procuro tener la mente abierta. A mi modo de verlo, puede haber mucho más Mozart en los Don Giovannis romantizados y pesantes de este tipo que en grabaciones historicistas pero anémicas de emoción como la de un Östman, por ejemplo.
Mucho menos me convence el Leporello de Otto Edelmann. Escuchándole, no cabe duda de que estamos ante una gran voz y ante un gran cantante, aunque su enfoque del personaje resulta sin duda algo tosco. El Leporello de Edelmann no busca ser simplemente divertido, sino que va un puntito más lejos y se nos presenta como un paleto gracioso. Además, la dicción no siempre es correcta ("Poverretto").
En cuanto a Donna Elvira, como antes decía, la Schwarzkopf fue sustituida por la recientemente desaparecida Lisa Della Casa para realizar esta filmación. Y el caso es que estamos ante una Donna Elvira de absoluto lujo. Della Casa, aquí joven, como la mayoría del reparto, fue siempre una gran mozartiana, y resulta absolutamente impecable vocalmente. Quizá se eche en falta un puntito mayor de “garra” en el primer acto para un personaje que es todo fuego y pasión, pero el balance no deja de ser extraordinario. La voz es bellísima y el “Mi tradì” constituye uno de los momentos musicalmente más rotundos de toda la filmación.
Donna Anna, seducida por el Conde Drácula
Pasemos a las dos parejas. Donna Anna y Don Ottavio corren a cuenta, respectivamente, de Elisabeth Grümmer y Anton Dermota. El nivel sigue siendo altísimo y ambos están estupendos, aunque al igual que ocurría con Edelmann, la dicción de la Grümmer no siempre es precisamente ortodoxa (“La chiede il tuo cor”). Dermota está sobradamente bien como Don Ottavio, aunque teatralmente resulta afectado y su modo de gesticular es de todo punto artificial.
En cuanto a los campesinos, Erna Berger hace una Zerlina bien cantada aunque quizá excesivamente dulzona, mientras que un joven Walter Berry hace un gran trabajo con un papel, Masetto, que puede ningunearse fácilmente. El reparto, de muy alto nivel, lo cierra el Comendador de Deszö Ernster, cuyas escenas resultan sobrecogedoras debido también la lentitud de los tempi de Furtwängler. La impactante conclusión de la cena de Don Giovanni no resulta una catástrofe repentina y sorprendente en esta filmación (como puede ocurrir con otras versiones), sino más bien una suerte de ensoñación o pesadilla prolongada de la que es difícil despertar. La escena del Comendador, tan lenta y con una dirección tan musculosa, resulta verdaderamente asfixiante.
Ya he hablado bastante, sin casi pretenderlo, de la dirección de Wilhelm Furtwängler al frente de la Filarmónica de Viena. El mítico director fallecería pocos meses después de realizarla, el 30 de noviembre de 1954. Es este un Mozart que ya no se hace hoy en día, y que con el transcurso del tiempo se vio sustituido paulatinamente por enfoques menos densos que acabarían desembocando mucho después en la corriente historicista. El Don Giovanni de Furtwängler es por tanto lento, lentísimo, y constituye un buen testimonio de una época y de unos criterios interpretativos que con toda probabilidad no volverán a aplicarse a este tipo de repertorio. Ya lo he dicho: yo defiendo el historicismo musical, pero considero que en esta grabación –en las antípodas de lo que hoy se considera que eran los criterios interpretativos del siglo XVIII– hay mucho, muchísimo Mozart, y por tanto, merece conocerse tanto por parte de aquellos que busquen imbuirse de la historia discográfica de Don Giovanni como por aquellos que disfruten simplemente de las buenas voces y de una dirección cuidada.
Portada de la grabación en disco, con Elisabeth Schwarzkopf en el papel de Donna Elvira
Hechas estas puntualizaciones “estilísticas”, hay que señalar que Furtwängler sólo traiciona a la versión praguense del Don Giovanni con la introducción del magnífico Mi tradi de Della Casa, al que antes me referí. Lo que quiero decir con esto es que no están el resto de los añadidos de Mozart para la versión “vienesa” de la ópera: Dermota se queda sin cantar el Dalla sua pace, y desde luego, no aparece tampoco el Per queste tue manine.
Visualmente, la filmación ofrece una buena calidad de imagen para la época, y otro tanto puede decirse del audio.
En conclusión, probablemente este es el mejor Don Giovanni disponible en DVD, y un documento imprescindible para el buen aficionado mozartiano.
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