Tras haberme perdido con bastante pena el concierto de apertura del FeMÀS con Rousset y Les Tanlens Lyriques (era la boda de dos grandes amigos que me han acompañado en más de una ocasión al Teatro de la Maestranza), ayer me “estrené” asistiendo al programa de la Orquesta Barroca de Sevilla dedicado a
los famosos Conciertos de Brandemburgo de J. S. Bach. Concretamente, se interpretaron el quinto, el sexto y el tercero, por ese orden.
los famosos Conciertos de Brandemburgo de J. S. Bach. Concretamente, se interpretaron el quinto, el sexto y el tercero, por ese orden.
La apertura del concierto, con el número cinco, fue para mí lo mejor de la velada. La Barroca de Sevilla, con Manfredo Kraemer a la cabeza hizo una lectura de muchísima altura, y tanto el flautista Guillermo Peñalver como el clavecinista Alfonso Sebastián pasmaron al público con su virtuosismo. Una versión espléndida, se mire por donde se mire. Para el sexto concierto Kraemer optó por acelerar el tempo algo más de lo acostumbrado habitualmente e imprimir a la obra de una elevada dosis de viveza y rusticidad que le sentó francamente bien. Igual es una tontería, pero me pareció una interpretación marcadamente “italianizada” (¿no es esta música italiana, a fin de cuentas?) a la manera de lo que en sede vivaldiana pueda hacer gente como Biondi o Carmignola. Ayer percibí algo de esa fuerza, de esa energía mediterránea en una música que con cierta frecuencia se nos presenta de manera mucho más solemnizada y austera, más “alemana”, si se me permite la expresión. En el tercer concierto se repitió idéntico planteamiento. Quizá hubiera preferido en éste algo más de reposo y una menor recreación en el virtuosismo y el espectáculo (entendido este, obviamente, en el buen sentido), pero eso es algo bastante personal.
Se ofrecieron dos bises de Telemann. No estoy seguro, pero creo que el primero fue el tercer movimiento del Triple Concerto TWV 53A2. El segundo, simpáticamente presentado a modo de adivinanza por Kraemer, fue Les moscovites.
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