Durante los últimos años, el concierto de fin de curso de la Universidad de Sevilla en el Teatro de la Maestranza ha estado dedicado a la ópera y a la zarzuela (véase aquí, aquí, y aquí), pero este año se ha optado por alguna razón por la música de cine, y más concretamente por la del compositor Michael Giacchino. Por tanto, con el concierto de anoche, fue la segunda vez que he visto en la presente temporada a la ROSS interpretando bandas sonoras (la primera fue el programa “De los clásicos a las galaxias” de septiembre).
No he visto muchas de las películas del programa, lo que me obligó a escuchar la música sin tener muy claro el complemento visual, o al menos la circunstancia concreta, que buscaba expresar. Lo cierto es que como composiciones, esas bandas sonoras resultan obviamente bien elaboradas, aunque a veces yo escuchara una abigarrada mezcla de sonidos que al menos no llegaba a la mediocridad de las pretenciosas “plastas sinfónicas” de otros compositores de bandas sonoras alabados en los últimos años. Ignoro si la “culpa” de tanta exuberancia excesiva que a uno le imposibilita visualizar el objetivo de lo que nos quiere decir la música es culpa del compositor o de Fernando Velázquez, también compositor de bandas sonoras y encargado anoche de dirigir a la ROSS. No estoy seguro, como digo, pero a mí me da la sensación de que es lo segundo. La orquesta sonó espléndidamente bien, y se puede decir que echó chispas, pero también resulta obvio que la dirección estaba destinada más que a otra cosa a impresionar al público y a la pura exhibición. Pero es solo una impresión.
En cuanto a la música, me resultó preferible quizás la primera parte a la segunda, aunque el comienzo con la suite de Medal of Honor no me entusiasmó. No me agrada esa música pomposa y grandilocuente, en cuya grandeza, por alguna razón, percibo algo de artificial que sin duda no es otra cosa que la propia pretensión de grandeza. Da la sensación de que, antes incluso de saber qué escribir, el compositor ya se dijera mentalmente “va a ser una obra maestra”, y lo que es peor, se le viera el plumero. Y no es algo que me haya pasado sólo anoche ni tampoco con este compositor. No sé expresarlo mejor. A la hora de pensar en algo muy grandilocuente que funcione, se me vienen a la mente, por ejemplo, las escenas de Turandot en palacio, que me impresionan siempre porque, con toda su riqueza orquestal y su vocación de impresionar, aportan también una perfecta sensación de naturalidad y espontaneidad. No llegas a pensar “el compositor ha querido ponerse en plan grandilocuente”, sino que simplemente sigues la acción.
No es de extrañar, por tanto, que lo pasase mejor con el lenguaje menos pomposo de la larga suite de Ratatouille o con la de Up. Sí, me encanta todo lo que tenga que ver con Disney y Pixar. A modo de propina, pues el público –nutrido como era de esperar por muchos jóvenes– aplaudió largo rato en pie, se ofreció de nuevo Misión imposible y la nueva Star Trek.
Lo pasé bien, pero globalmente he disfrutado más los años anteriores.
«De “Misión imposible” a “Los increíbles”»
Programa
I
Medal of Honor – suite
Ratatouille – suite
Monstruoso – Obertura / Roar!
Déjame entrar – suite
Up – suite
II
Star Trek – suite
Misión imposible: Protocolo Fantasma / Dubai
Super 8 – suite
Perdidos – suite
John Carter – suite
Coro de la Ópera de Málaga
Real Orquesta Sinfónica de Sevilla
Fernando Velázquez
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