Durante el siglo XVIII se extendió la práctica de adaptar para formaciones de cámara las grandes óperas u obras instrumentales que triunfaban en los teatros. Era un recurso útil para que aquellos que pudiesen permitirse pagar a un grupo reducido de músicos pudiesen disfrutar de los éxitos musicales del momento en privado. No existían el disco ni internet, así que había que llevarse la música “a casa”.
Si echamos una ojeada al mercado discográfico veremos que existe a la venta un buen puñado de adaptaciones de este tipo de obras, por ejemplo, de Mozart, destacando principalmente las versiones para Harmoniemusik (conjuntos de instrumentos de viento) de sus óperas. Estamos, por tanto, acostumbrados a escuchar a un Mozart o hasta a un Beethoven transcritos para formaciones camerísticas, pero eso no es ni de lejos tan frecuente con compositores como Verdi o Wagner.
El conjunto Celliberia se nutre de cuatro componentes –siempre violonchelistas– procedentes de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (Claudio Baraviera, Alice Huang, Gretchen Talbot y Robert Thompson), y ayer actuó en el ciclo de conciertos nocturnos del Alcázar con un programa dedicado a:
- Homenajear a Verdi en su centenario.
- Ídem con Wagner.
- Interpretar también adaptaciones de óperas populares ambientadas en Sevilla.
La velada se ofrecía interesante, por tanto, por lo infrecuente de escuchar a cuatro violonchelos interpretando fragmentos de óperas wagnerianas o verdianas, y lo cierto es que resultó francamente interesante el modo en el que el tejido instrumental ideado por el compositor para cada obra quedaba más descubierto a ojos del público como consecuencia, obviamente, de la reducción de lo que debe ser una orquesta bien nutrida a un grupo de cuatro personas. Muy agradable e interesante.
Lo cierto es que, contrariamente a lo que yo había imaginado de antemano, funcionó mejor Wagner, aun con toda su densidad musical, que Verdi. Muy notable resultó la obertura de Tannhäuser, mientras que al conjunto se le escapó, siempre en mi modesta opinión, el famoso preludio de La Traviata. Con su aparente simplicidad, es necesario revestirlo de una dosis de dramatismo y melancolía que ayer se echó en falta. Sí que sonó adecuadamente enérgica la obertura de La forza, y con la excepción de algunas entradas algo a destiempo, funcionó muy bien el Ella giammai m’amò.
En cuanto al resto, la obertura de Las bodas de Fígaro resultó lograda, mientras que la del Barbiere adoleció en alguna de sus secciones de algo de desconcierto y falta de empaste. Lo mismo sucedió con la suite de Carmen, francamente bien resuelta y muy aplaudida por el público, aunque con un empaste que no llegó a estar del todo logrado en la seguidilla.
No se respetó el orden de las obras marcado en el programa y parte del público se hizo un lío considerable.
En cualquier caso, un concierto curioso y muy agradable, además de barato y en un marco precioso.
Verdi y Wagner, dos grandes de la ópera. Y música de cuatro óperas ambientadas en Sevilla
| Bicentenarios: Giuseppe Verdi y Richard Wagner
GIUSEPPE VERDI (1813-1901), Obertura (La Forza del Destino)
RICHARD WAGNER (1813-1883), Música (Parsifal)
WOLFGANG AMADEUS MOZART (1756-1791), Obertura (Las Bodas de Figaro)
GIUSEPPE VERDI, Preludio (I Masnadieri)
RICHARD WAGNER, Pieza Solemne (Lohengrin)
GEORGES BIZET (1838-1875), Suite (Carmen)
GIUSEPPE VERDI, Preludio al acto 1º (La Traviata)
RICHARD WAGNER, Obertura (Tannhauser)
GIUSEPPE VERDI, Ella giammai m'amo (Don Carlo)
GIOACCHINO ROSSINI (1792-1868), Obertura (El Barbero de Sevilla)
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