Sir John Eliot Gardiner (dir.); Anthony Rolfe Johnson (Tito); Anne Sofie von Otter (Sesto); Julia Varady (Vitellia); Catherine Robbin (Annio); Sylvia McNair (Servilia); Cornelius Hauptmann (Publio). The Monteverdi Choir. The English Baroque Soloists (instrumentos originales). ARCHIV 2 CD.
La última de las operas compuestas por Mozart nunca ha gozado de la popularidad de la trilogía “dapontiana” ni de La flauta mágica, de ahí que aun existiendo grabaciones importantes, estas no alcancen en número ni remotamente a sus “competidoras” arriba citadas. Este Tito de John Eliot Gardiner se sitúa para mí en la cima, o al menos muy cerca, de las grandes grabaciones de esta ópera. Se grabó justo cuando el director británico comenzaba su proceso de grabación de las óperas más importantes de Mozart, que concluiría en 1995 con La flauta, y consigue con su orquesta de instrumentos de época una versión de gran belleza sonora y adecuada dosis de drama. Si hay algo que caracteriza a Gardiner frente a muchas de las otras batutas historicistas de su generación es su innegable sentido del teatro, aquí palpable. Su buena aptitud para la ópera es superior a la de un Hogwood, que quizá salvo en Handel no se ha movido excesivamente en el ámbito operístico, y no digamos ya a un Pinnock, cuyas grabaciones de ópera se cuentan con los dedos. Por otra parte, me parece un director con bastantes más tablas que un Minkowski o el a veces tan rudo Harnoncourt, a pesar de la innegable importancia histórica de este último.
Gardiner es, por tanto, uno de los más completos directores historicistas que existen, muy capaz de manejar inteligentemente a una orquesta de efectivos reducidos para que funcione como partícipe adecuada del drama sin necesidad de acudir a los caprichos estéticos de los que adolece hoy en día un Jacobs, para muchos el gran mozartiano historicista de nuestros tiempos. Sólo hay que escuchar el enorme patetismo con el que el británico dirige el final del segundo acto (Oh, nero tradimento), con un Monteverdi Choir siempre espléndido. Gardiner no tiene la necesidad, como Östman, de dejar claro a cada compás que lo que él hace es muy diferente del trabajo de los demás por ser historicista, ni tampoco parece preocupado por impresionar como Minkowski. Gardiner es un director que utiliza instrumentos de época para sus trabajos, y no un agitapalos cuya única función consiste en dejarle claro al público que pertenece a la corriente historicista.
El Tito de esta grabación es Anthony Rolfe Johnson, que venía de una década en la que se había convertido en el tenor barroco por antonomasia. El joven Richard Croft, entonces en mucha mejor condición vocal que en sus más recientes grabaciones mozartianas con Jacobs, hubiera sido también una opción interesante, como queda claro con sus filmaciones en Drottningholm. Lo cierto es que en el ámbito barroco dudo que haya habido ningún otro tenor que haya dejado una impronta tan grande con Rolfe Johnson. En la presente grabación crea a un Tito quizá incluso demasiado acaramelado y meloso en el primer acto, en el que da la sensación de que el emperador es más empalagoso que un bocadillo de polvorones. Y quizá el personaje lo sea, lo cual queda ya a la apreciación de cada uno. A partir del segundo acto la cosa se vuelve mucho más interesante dramáticamente con Rolfe Johnson, que elabora a un personaje convincentemente atormentado sin perder con ello un ápice de su elegancia. Muy en esta línea está también el Idomeneo que grabó con Gardiner por la misma época, y que es sin duda otra grabación mozartiana de importancia.
El papel de Vitellia es, como se sabe, asesino, y no sólo en cuanto al personaje. Se requiere a una cantante de amplísima extensión vocal, capaz de abarcar los casi imposibles graves que exige la partitura. Julia Varady sale con auténtica brillantez del apuro y firma un bellísimo Non più di fiori, delicadamente acompañado por la orquesta. También muy notable resulta el Sesto de Anne Sofie von Otter, cuya sedosa voz no resta masculinidad a su personaje. Con un instrumento más modesto, Catherine Robbin no deja de resultar adecuada en el discreto y sin embargo muy bello papel de Annio, mientras que Sylvia McNair concibe a Servilia como un ser angelical. El timbre es muy cálido y bello y no hay ni un ápice de vibrato, lo que puede hacer que muchos la consideren una cantante algo “plana”. No es esta mi opinión: teniendo en cuenta que no está cantando Mimì sino Servilia, a mí me parece estupenda. Cornelius Hauptmann cumple, por último con el papel de Publio.
Grabación de gran importancia para cualquiera que desee adentrarse en este título.
2 comentarios:
No tengo esta grabación, intentaré oírla o comprarla, aunque llega un momento que la casa te dice "aquí no cabe nada más",.
Me gustaría que me dieras tu opinión sobre el Dvd, que tengo de esta ópera que dirige Levine, que está grabado en las ruinas de la antigua Roma con Tappy,Troyanos,Neblett,Howells, Malfitano y Ridl.
A mí me resulta muy interesante no solo por la música y las voces, sino también por el lugar donde está grabado.
Un saludo y feliz verano para todos.
No he visto aún ese DVD (lleva mucho tiempo en mi lista de "pendientes"), pero por ejemplo sí que recuerdo que Robbins Landon lo alaba en uno de sus libros. Y ese señor para mí fue una verdadera eminencia en cuanto se refiere a Mozart y a Haydn, así que lo lógico es que esa peli de Ponnelle sea buena.
Un saludo.
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