Como premisa a la hora de abordar el famoso DVD de Raina Kabaivanska en la Arena de Verona hay que tener en cuenta un elemento esencial cuando se trata de Madama Butterfly: es una ópera en la que todo el peso de la acción recae sobre la protagonista, que además debe mantenerse de forma casi permanente en escena, así como progresar mostrando el cambio dramático que se opera en la joven Cio-Cio-San a lo largo de sus tres años de espera, en los que el papel va creciendo y adquiriendo tintes más dramáticos. De ahí que una Butterfly sin Butterfly no deje de ser un fiasco, por brillantes que sean los secundarios, y que, en cambio, una grabación que nos ofrezca una digna protagonista acompañada de un elenco más discreto puede hacerse muy disfrutable.
¿A dónde voy con todo esto? A que yo sitúo a esta filmación en esta última categoría. Si examinamos con frialdad cada uno de los componentes de este DVD (cantantes, dirección, producción escénica, etc.), encontraremos que podemos ponerles más de dos y más de tres objeciones, pero como conjunto funciona extraordinariamente bien gracias al buen hacer de Kabaivanska. Ella ennoblece el trabajo de los demás, que bien podríamos considerar incluso olvidable en la marea de buenas grabaciones de este título si cambiásemos a la protagonista por otra cantante menos dotada.
Pero comencemos, en cualquier caso, señalando el aspecto más primario, que es el estrictamente visual. Estamos en la Arena en julio de 1983, y tenemos una producción escénica muy clásica de Giulio Chazalettes. Muy clásica, sí, pero nada variada y algo acartonada en su diseño a ojos del espectador actual. Tan sólo vemos permanentemente la pedregosa cima de la colina en la que se alza la casa de Butterfly, de la cual se nos muestra tan sólo el exterior. Vemos paredes deslizantes y un biombo, nada más. No hay ningún cambio de decorado y todo transcurre en el exterior de la casa, incluido el suicidio de Butterfly. Por tanto, en lo que a los decorados se refiere, creo que puede afirmarse sin miedo que estamos ante una propuesta muy simple y nada imaginativa, aunque cumple su cometido de servir de escenario al curso de los acontecimientos.
Todos sabemos que Madama Butterfly es un drama de corte intimista, y que toda la acción se desarrolla en la casa de la protagonista. Todos sabemos, además, que las casas japonesas tradicionales están decoradas y amuebladas con austeridad a los ojos de los occidentales, pero no creo que mostrar todo esto desde el clasicismo escénico deba estar reñido con la imaginación y una mayor variedad de decorados y escenarios.
De hecho, lo que realmente capta la atención visual del espectador en esta filmación no es el escenario, sino el colorista y exótico vestuario, que busca ser tan llamativo que incluso pierde algo de credibilidad si lo pensamos bien. Durante el segundo acto asistimos a lo que en principio se presenta como un día corriente en la vida de Butterfly en el que ella va a vivir una serie de sucesos inesperados (visitas de Sharpless y Yamadori) que precipitarán el desenlace de la historia. Pues bien, es cuanto menos curioso que la joven utilice como kimono de estar por casa uno bordado con hilos de oro, acompañado de un obi brillante, pero la ópera es espectáculo, y no seré yo quien critique un resultado estéticamente bello. En cambio, el vestuario de Suzuki resulta, obviamente, menos pretencioso y hasta tiene un puntito hortera. A todo esto, el responsable del tema no sabe realmente qué es un obi, pues cuando Butterfly pide a Suzuki que le coloque el que utilizó en su boda, la criada le trae una prenda que nada tiene que ver con esos largos cinturones que sujetan el kimono a la cintura (para ver mi entrada sobre el vestuario de Madama Butterfly, click aquí).
Resumamos: ¿Son interesantes los decorados? A mi entender, no mucho. ¿Y el vestuario? Este último sí es vistoso. Así que visualmente no creo que estemos ante una propuesta de esas que se consideran históricas y por las que no parecen pasar los años, pero el resultado, en cualquier caso, se deja ver con agrado. Además, la calidad de imagen es buena y la filmación del gran Brian Large brillante, como no podía ser menos.
Pasemos ahora al reparto, encabezado brillantemente, como decía, por Raina Kabaivanska. Ella es el pilar sobre el que se sostiene todo, lo cual es indicativo del alto nivel que alcanza en su interpretación del personaje. Vocalmente encuentra limitaciones en el registro grave, en el que la voz suena bastante justa y apagada, haciéndose muy evidentes los problemas en el famoso “Un bel dì” (“la nave appare”; “i nomi che mi dava”), que pese a ser de lo menos interesante de su trabajo resulta, como cabe esperar siempre, aplaudidísimo por el público, que incluso dispensa algún grito de “bis” a la soprano. Al margen de esta limitación en la extensión de la voz, que se hace notar aquí y allá, lo único que le sobra en mi opinión a esta notable Butterfly de Kabaivanska es su tendencia a cantar ciertas frases deliberadamente fuera de tono, ya sea para acentuar la candidez del personaje (“Madama B. F. Pinkerton”; “Or promette tesori”) o una supuesta mayor dosis de dramatismo (“Voi signor mi dite questo”; “Il figlio mio”).
El Pinkerton de Nazzareno Antinori me produce sentimientos más encontrados. Aunque la voz, algo nasal, no acaba de resultarme particularmente bella, defiende bien su papel vocalmente sin que se atisben problemas más allá de una grave pobreza expresiva que convierte al personaje en algo plano y carente de matices. Pinkerton debe sonar de cualquier modo menos indiferente. Di Stefano, Björling o Bergonzi lo concebían como un galán libertino, mientras que Tucker o Pavarotti, por ejemplo, prefirieron enfocarlo como un personaje más vulgar y tosco. A Antinori le falta ofrecer un enfoque teatralmente creíble del personaje, más allá del hecho de dar las notas correctamente. Es musical, sí, canta bien y hasta tiene detalles dignos de estima (la smorzatura en “Son vil”), pero también resulta algo mecánico y falto de implicación.
En cuanto a los secundarios, resulta muy adecuada la Suzuki de Eleonora Jankovic, mientras que Lorenzo Saccomani defiende con corrección su papel de Sharpless aunque quizá con algo de tosquedad. El Goro de Mario Ferrara es también correcto, y juega muy en su favor el prescindir del ridículo amaneramiento con el que tantos intérpretes han enfocado el papel del casamentero. La voz, en cualquier caso, revela ciertos signos de cansancio, aunque no llega a sonar gastada.
Los secundarios menores pasan ya sin pena ni gloria, comenzando por el vocalmente modesto Yamadori de Giuseppe Zecchillo y por Gianni Brunelli como Bonzo, que resulta bastante cortito para un papel breve que exige, obviamente, potencia. Tampoco le ayuda en este sentido el tempo rápido por el que opta el director (de ello hablaremos enseguida) ni la orquesta sonando al máximo de decibelios. Horrendo el comisario imperial.
Maurizio Arena, al frente de la orquesta de la Arena de Verona, muestra una clara vocación por sacar el mayor colorido y exotismo posibles de la partitura a través de tempi rápidos, aun a riesgo de perder cierta dosis necesaria de reposo e intimismo (“Amore o grillo”). La premura en el tempo despoja, por ejemplo, de buena parte de su tensión y dramatismo a la entrada en escena del hijo de Butterfly por primera vez, e incluso en ocasiones se observa una cierta dificultad de los cantantes a la hora de seguir a la orquesta (“Sposa americana”; “legger con me volete questa lettera?”). También la intención de impresionar al espectador se traduce a veces en tosquedad, como ocurre con el acompañamiento de la orquesta a las plegarias de Suzuki al comienzo del segundo acto (“E Izagi e Izanami”), en los que parce que el director esté marcando el ritmo a los remeros de una galera. Con todo, la dirección es muy colorista y consigue momentos de gran belleza (“O Kami, bebiamo ai novissimi legami”). Al igual que ocurre en el registro de Gavazzeni (ver aquí), en el primer acto falta la repetición del coro de familiares de Butterfly “Ne vidi già”.
Para comprender la medida en la que este DVD es interesante quiero volver a lo que escribí al comienzo de esta entrada: examinados separadamente cada uno de sus elementos, vemos que todos sin excepción (Kabaivanska incluida) pueden mejorarse, pero la labor de la protagonista es tan notable que hace que, en conjunto, resulte una función preciosa que hay que valorar globalmente como un todo. Así de importante es contar con una buena Butterfly.
De las representaciones filmadas que circulan en DVD (películas al margen), esta es probablemente la de mayor nivel.
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