Ya en su recta final, el ciclo de conciertos veraniegos “Noches en los jardines del Real Alcázar” de Sevilla ofreció hace dos noches una de las veladas más esperadas por los amantes de la música barroca con la participación de La Ritirata, a la que ya pudo verse en la última edición del Festival de Música Antigua. El programa pretendía hacer una suerte de viaje musical por la Europa
del barroco en el que el espectador-viajero pudiese advertir las diferencias que caracterizan a los distintos estilos musicales (italiano, francés, alemán, inglés).
Cada vez me gusta menos la idea de que cada concierto tenga que tener necesariamente un programa estructurado en torno a una idea o concepto que sirva “temática” general. Es genial cuando eso funciona, pero también es cierto que muchas veces asistimos a veladas musicales exquisitas en las cuales el título del programa está fuera de lugar, como metido a la fuerza con calzador. Así ocurrió, por ejemplo, con la actuación de “La Hispaniola” hace solo unos días, y lo mismo sucedió también con “La Ritirata”. Si lo que el espectador buscaba, ateniéndose a la literalidad del título del programa, era escuchar sonidos marcadamente diferentes entre las distintas piezas del programa, el resultado no fue entonces destacado, como tampoco puede decirse que el concierto de “La Hispaniola” versase sobre el personaje de Don Juan, como el título sugería. Si lo que buscaba, en cambio, era asistir a un concierto bellísimo, la cosa entonces sí que fue como para salir muy contento. Lo que falla, por tanto, no son las interpretaciones, a mi entender espléndidas, sino el absurdo afán –no sé si del grupo o de los organizadores del ciclo– de que cada concierto deba tener un concepto entorno al cual gire todo. Creo que un programa integrado de composiciones barrocas dispares interpretadas por una agrupación de prestigio es reclamo más que suficiente para el público, sin necesidad de forzar una idea o concepto que relacione entre sí lo que no tiene por qué estar relacionado.
La velada musical estuvo caracterizada por un sabio equilibrio del protagonismo musical entre los distintos integrantes del grupo. Josetxu Obregón tuvo para él solito la Sonata de Caldara, espléndidamente resuelta, y Daniel Zapico nos regaló el mejor momento de la noche con la Passacaglia de Kapsberger, abordada con perfección técnica y gran capacidad emotiva. La flauta de Tamar Lalo tuvo, por último, su mejor momento en la espléndida interpretación que se ofreció al público de la Chacona de Marcello, a manera de “propina” al término de un concierto que se hizo, eso sí, un poco corto.
Chiaroscuro (Contrastes de los estilos nacionales durante un recorrido por la Europa del Barroco)
FRANCESCO MANCINI (1672-1737), Sonata para flauta dulce y continuo en la menor
Spiritoso-Largo - Allegro - Largo - Allegro Spiccato
GIOVANNI G. KAPSBERGER (c.1580-1651), Improvisación sobre la Passacaglia del Libro IV
JACQUES PAISIBLE (1656-1721), Sonata para flauta dulce y continuo en re menor
Grave - Allegro - [Vivace] - Largo - Presto
ANTONIO CALDARA (1670-1736), Adagio & Allegro de la Sonata en sol mayor
GEORG PHILLIPP TELEMANN (1681-1767), Sonata en do mayor para flauta y continuo
Adagio-Allegro - Larghetto - Vivace
Josetxu Obregón violoncello. Director artístico| Tamar Lalo flauta| Daniel Zapico tiorba
0 comentarios:
Publicar un comentario