Hacía tiempo que deseaba plasmar por escrito mi opinión acerca de una cuestión que parece preocupar mucho a cierto perfil de aficionado a la ópera. Para muchos, en la actualidad vivimos un período de vacas flacas en lo que se refiere a las voces. Atrás quedaron para ellos épocas de gran esplendor en las que brillaron figuras cuyo nivel artístico resulta insuperable. Me refiero a los tiempos de gigantes como Gigli, Callas o Tebaldi, que hacen que estos aficionados miren con añoranza a este esplendoroso pasado al tiempo que se lamentan de la situación presente. ¿Realmente se nos muere la ópera por falta de voces de calidad?; ¿Nos ha tocado vivir un tiempo en el que los cantantes que triunfan son inferiores a los que lo hicieron cuando vivían nuestros abuelos? A mi modo de verlo, la respuesta es ambigua: sí y no.
Por un lado, no considero aceptable hablar de “crisis” vocal como situación generalizada. Desde los años setenta del pasado siglo el interés por la música antigua y barroca ha ido en ascenso, y hoy nos encontramos en un momento en el que, afortunadamente, es sencillo enumerar listas de intérpretes tan brillantes en este repertorio como jamás los haya habido desde que existen las grabaciones discográficas. Y esa calidad afecta a todos los polos posibles: directores de orquesta, cantantes, instrumentistas... Nunca se ha grabado tanta ópera barroca como en nuestros días, y nunca ha habido cantantes tan preparados para abordar este repertorio como los de ahora. Sé que en este punto de mi argumentación habrá ciertos melómanos de perfil más o menos “conservador” que arquearán la ceja, argumentando que la voz de un Jaroussky está muy lejos de la de un “cañón” sonoro como Del Monaco, por ejemplo. Pero no es este un argumento que yo comparta, en la medida en la que la ópera barroca no demanda necesariamente voces como las que se precisan para un Verdi o un Puccini, y existen ejemplos de grandísimos cantantes del repertorio que podemos llamar “tradicional” que han abordado el barroco con resultados dudosos y que hoy se consideran bastante superados.
Además, me da la sensación de que muchos de estos melómanos “mitómanos” que opinan que las voces que triunfan hoy en el ámbito barroco son pura mediocridad muestran precisamente un cierto desdén por el propio barroco. Es como si prefiriesen imaginar a Renata Tebaldi cantando Poppea... para no escucharla en caso de que un día apareciese una intérprete similar por considerarla un rollo de ópera. Curiosa argumentación, ¿no?
Por otro lado, y dejando aparte el actual apogeo del barroco, sí que creo que es cierto que actualmente no existe un número de voces sobresalientes tan elevado como las que coexistieron durante los primeros cincuenta o incluso sesenta años del siglo XX. Esto no significa necesariamente que el panorama vocal actual sea mediocre. Hoy tenemos sobre los escenarios a figuras tan extraordinarias como las de Flórez o Garanča, y contamos con cantantes sobradamente dotados como para hacer funciones inolvidables y grabaciones importantes. Pero no veo que coexistan ahora mismo un número tan elevado de grandes cantantes como sí ocurrió en el pasado. Sin duda habrá muchos motivos que expliquen ese “descenso” en el número de voces de interés, pero hay uno que yo considero de extrema importancia, y que no es otro que el propio descenso de la popularidad de la ópera como opción de entretenimiento.
Yo comprendo bien a aquéllos que defienden que la ópera debe ser algo elitista. Al igual que ocurre cuando se accede a un museo, no está bien ir de cualquier modo y con un bocata bajo el brazo a un teatro de ópera, pues aquello a lo que vamos a asistir es un espectáculo de obvia sofisticación y calidad y no un partido de fútbol en el que se puede vociferar a placer. Sin embargo, pese a entender este razonamiento, no puedo compartirlo del todo, pues considero que se ha demostrado como muy perjudicial para la propia ópera. La visión de este espectáculo como algo apropiado únicamente para una élite culta es algo letal para la propia ópera. ¿Por qué? Muy sencillo:
A lo largo del pasado siglo se han multiplicado las opciones de entretenimiento para cualquier ciudadano medio. No hay más que pensar en la continua y rapidísima evolución del cine, desde las películas mudas a las que pueden verse en tres dimensiones. La ópera, sin embargo, no ha sabido responder y ha permanecido estática, perdiendo a un público que ha encontrado otras opciones a la hora de acudir a un espectáculo. En resumen, la ópera no representa una misma opción de entretenimiento para alguien que viviese en la década de los años veinte que para una persona actual.
A medida que ha crecido eso que podemos llamar el “mundo del espectáculo”, la ópera ha permanecido sin hacer grandes esfuerzos por evitar perder su posición privilegiada a la hora de llegar a la gente. Por eso considero que espectáculos del tipo de “Los tres tenores”, que asquearán a los más puristas, son necesarios. Sin duda, no tiene mucho que ver con la experiencia de la ópera escuchar a tres estrellas de la misma cantando en un campo de fútbol ante una masa de gente que va a aplaudir enfervorizada cualquier cosa que oiga, ya sea un aria famosa o “Paquito el chocolatero”. Pero, ¿cuánta gente ha sentido interés por el género gracias a estos espectáculos? Sin duda, creo que estas iniciativas tienen más de bueno que de malo, porque permiten que la ópera, o al menos un leve reflejo de ella, llegue a la gente. Y estoy convencido de que cuanto más popular sea la ópera, cuanto más se la baje de los altares, más y mejores intérpretes de calidad encontraremos. Nada hay tan ridículo como el aficionado que lloriquea por el panorama actual de voces al tiempo que tuerce el gesto haciendo muecas de asco por los intentos de popularizar a la ópera.
Somos ilusos si pensamos que en ninguna parte del planeta hay gente con las aptitudes para hacer una carrera a la altura de una Callas. El problema, a mi entender, es que esas personas pueden estarse dedicando profesionalmente en este momento a cualquier cosa sin que se les haya cruzado jamás por la cabeza la idea de ser cantante de ópera... claro que seguro que han soñado más de una vez con ser estrellas de cine o Lady Gaga.
11 comentarios:
Muy de acuerdo. Saludos.
¡Gracias, Fernando!
No entiendo el último párrafo: ¿se refiere a carteros, oficinistas, parados o proxenetas con buena voz que no saben que tienen buena voz y que quieren hacer videos como Lady Gaga para ganar mucho dinero y salir en las revistas? El comienzo del artículo me parece muy bien razonado y comparto la opinión sobre el barroco, pero el final me resulta errático, algo atropellado y carente de dicho razonamiento a la hora de exponer la conclusión.
Sí, quizá no me ha haya expresado como es debido. La idea es que por fuerza tiene que haber mucha gente con medios naturales (lógicamente no hablo de estudio) para hacer una buena carrera musical, pero que jamás se lo ha planteado porque a la ópera le falta popularidad.
Los jóvenes siguen soñando, como siempre, en convertirse en estrellas, pero del rock o del cine. No de la ópera, porque escucharla no es para ellos algo tan natural. Creo que la ópera no tiene ni por asomo el arraigo de otros géneros musicales entre los jóvenes, y por tanto estamos corriendo el riesgo de perder a muchos de ellos que bien pueden tener un material vocal extraordinario pero que van a sentir más interés por la música de Miley Cyrus que por la de Verdi. Por eso creo que hay que acercarles la ópera, para que también sueñen con triunfar en ella tanto como en otros géneros.
Además, en mi opinión los jóvenes no tienen en absoluto la culpa de su desinterés por la ópera, o de verla como un espectáculo aburrido propio de gente vieja. Es fácil e injusto escurrir el bulto y llamarles "indocumentados". Para mí, la culpa la tienen los que durante años y años han permanecido de brazos cruzados mientras la ópera perdía arraigo social, hasta el punto de que creo que el género necesitaría hoy de una campaña de márketing brutal para alcanzar los niveles de popularidad que merece. Siempre habrá quien diga que la ópera no necesita de tanta popularidad masiva, pero no estoy de acuerdo. Si nos olvidamos de la "masa" nos perdemos a todos aquellos que, dentro de ella, tendrían cosas valiosas que decir.
En realidad mi lógica es sencilla: para que una persona quiera dedicarse a la ópera, tiene que interesarle la ópera. Suena obvio, pero es importante, porque los artistas que la defiendan en el futuro van a salir del grupo de aquellas personas que la aman hoy. Serán una minoría salida de otra minoría. Por eso creo que hay que acercar la ópera a la mayoría: matemáticamente, el fruto que se recoja será más numeroso, y la probabilidad de encontrar algo de valor, mayor. No me vale con el conformismo de pensar que las cosas van bien sólo porque los teatros venden todas las localidades.
Yo pienso que la ópera debe popularizarse y divulgarse mas, sobre todo en televisión que es el medio mas popular, porque si los niños solo ven a estos grupitos de jovencitos cantando mas o menos todos igual con sus pelitos y modelitos al viento, pues se aficionarán a ese mundo, sin saber que existe este otro mundo maravilloso de la ópera, que a buen seguro a mas de uno, si lo viera y oyera, estoy segura que le gustaría.Es verdad, seguramente esto no gustará a los puristas, pero de todo tiene que haber en la viña del señor y a mí me encantaría ver a niños y jóvenes emocionándose al ver u oír un aría.
!!Caray Pablo, has empezado fuerte el año con este estupendo y a la vez interesantísimo artículo.!!
Un saludo para todos
Estoy al cien por cien de acuerdo, Gucki. Saludos.
El hijo del dueño de la ferretería de mi barrio era futbolista, pero le encantaba escuchar discos de Alfredo Kraus. Cuando se reabrió el Villamarta, él fue el primero en la cola para conseguir una entrada para escuchar a su ídolo. Más tarde empezó a cantar en el coro del teatro. Luego fue admitido como alumno por el propio Kraus... Y el próximo mes de mayo canta Maria Stuarda en el Covent Garden junto a Joyce DiDonato. Pues eso. Iba para futbolista...
Seis renglones que resumen a la perfección todas mis parrafadas. Gracias una vez más, Fernando.
!Que bueno Fernando!. Me ha encantado tu comentario.
También Jorge de León, era policía municipal en Canarias...quien sabe... quizá entre nosotros se encuentre alguna voz maravillosa y algún día demos la sorpresa, seamos futbolistas, ferreteros, amas de casa, cocineros, políticos(bueno, estos ya dan el cante todos los días)
Un saludo para todos.
Y desde luego no sabía yo que don Ismael iba para futbolista. Es grande.
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