Cualquier interpretación que haga Daniel Barenboim de Wagner es siempre un espectáculo de enorme interés para el melómano, y el domingo los sevillanos tuvimos la oportunidad de gozar de ese inmenso privilegio (el segundo acto de Tristán e Isolda) en el Teatro de la Maestranza. Está por ver si el adelanto al invierno del concierto anual de la WEDO –hasta ahora en verano– cosecha como resultado el lleno absoluto del teatro año tras año. El domingo no había una sola localidad libre, por supuesto, pero justo es reconocer que la venta de entradas se disparó después de que Pérez de Arteaga se refiriese a este concierto durante la retransmisión del concierto de año nuevo de Viena. ¿Responderá de manera tan efusiva el público sevillano el próximo año sin esta “publicidad” televisiva? Tengamos fe en que sí, y en que el cambio de fechas sea para bien.
La opinión que tienen los sevillanos acerca de Barenboim, o mejor dicho, del dinero con el que la Junta de Andalucía financia a la WEDO, puede estar dividida, pero que la calidad de la orquesta es de primerísimo orden es algo que debe estar fuera de toda duda. Lo del domingo fue, sencillamente, espectacular desde el comienzo (portentosos los efectos de las trompas) hasta el final, merced a una dirección electrizante como pocas veces habrá podido verse en Sevilla. En realidad, si soy por completo sincero, debo confesar que no sé muy bien qué escribir. Fue sencillamente espléndido, vibrante, antológico. Lamento mi pobreza expresiva, pero no se me ocurre ninguna manera de describir la velada más que mediante una retahíla de adjetivos favorables. Supongo que el lector podrá deducir de mi incapacidad narrativa lo mucho que disfruté.
El equipo vocal fue de altura, y me gustó mucho el entregado y fogoso Tristán de Andreas Schager. Iréne Theorin aportó fuerza y gran calidad vocal como Isolda, y me sorprendió gratísimamente el barítono Falk Struckmann, de un bellísimo timbre oscuro, como un rey Marke pleno de expresividad vocal. La única perjudicada fue Lioba Braun, poseedora de una bellísima voz, aunque algo corta de volumen (la tapó la orquesta más de una vez). Graham Clark, por último, hizo su breve aparición luciendo una voz perfectamente adecuada para el papel de villano ridículo y repulsivo.
Siento la pobreza de estas descripciones, pero cuando las cosas funcionan tan espléndidamente bien, poco hay que decir. Tengo perfectamente clara cuál es mi postura en relación al vínculo entre Sevilla y Barenboim: nunca voy a criticar que se invierta el dinero en cultura, porque la considero una necesidad fundamental del ser humano. Habrá quien en este punto, y a la vista de la crisis económica, argumente que comer y vestirse son necesidades más básicas que las culturales y que en ellas debería irse el dinero que se entrega a la WEDO. En esto, cada cual es libre de pensar lo que quiera. Yo, en lo personal, aplico la máxima evangélica: “a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no.” Y creo que cualquiera que estuviese el domingo en el Maestranza lo entenderá.
2 comentarios:
Doy fe del lleno total, pues a primeros de años intenté comprar entrada y ya estaban agotadas.Me ha dado muchísima pena no poder estar allí y mas con lo que cuentas. Baremboin y Wagner se llevan muy bien.Mi grabación de cabecera del "Anillo" es la que realizó en el festival de Bayreuth...fantástica
A mi también se me han agotado los adjetivos, para hablar de Tristan e Isolda, ..!!es que me gusta tanto!!. La semana que viene la veré en el Real, ya os diré mi opinión.
Hoy en el auditorio, minuto de silencio en memoria de Claudio.
Un saludo
Fue una noche estupenda la del domingo, sin duda. Un bonito detalle ese del minuto de silencio.
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