Ayer acudí por primera vez en mi vida a un musical. “Los miserables” se han estado representando estos días en el nuevo auditorio de FIBES –al que, por cierto, tampoco había acudido– con una más que notable respuesta de público, especialmente teniendo en cuenta que el precio de las entradas no era mucho más bajo que el que cobra el Maestranza para ver una ópera en Paraíso.
Hasta ayer, por tanto, mis experiencias con los musicales se limitaban al mundo del televisor a través de las versiones fílmicas de obras como My fair lady, Sonrisas y lágrimas, West Side Story, Funny face, etc. La experiencia de ver estos “Miserables” en directo me ha sido bastante próxima, debo decirlo, a la de la ópera. La música fluye permanentemente, casi sin interrupciones, aunque sí que hay lo que puede llamarse como una estructura de números cerrados. Teniendo en cuenta, por tanto, la inexistencia de diálogos –como sí ocurre con la película musical estrenada el año pasado– el resultado no queda muy lejos de lo que podríamos considerar una ópera de corte verista. Incluso hay un claro leitmotiv para el personaje de Javert, el malvado de la acción, que es una melodía entrecortada y casi irritante. También el tema del famoso “sueño” de Fantine se utiliza después en varias ocasiones vinculado siempre a las esperanzas de futuro. Igual esto es una tontería, pero los planteamientos musicales de esta obra no quedan muy lejos del lenguaje verista, y desde luego, no creo que “Los miserables” sean necesariamente más “fáciles” de escuchar que una Tosca o una Bohème. En realidad, si quisiera diferenciar lo que vi ayer de una ópera tendría que recurrir al clásico argumento de que el musical busca ser “popular” y la ópera “culta”, y que en consecuencia los cantantes de ópera requieren de una mayor preparación. Seamos honestos: cualquier persona con un mínimo de cultura musical puede desbaratar esta argumentación con facilidad. ¿O es que Mozart, Donizetti o hasta en parte Verdi no escribieron óperas por buscar lo “popular”? Yo creo que los musicales de este tipo cumplen hoy una función parecidísima a la de muchas óperas en su origen, solo que estas últimas se han elevado a las alturas de lo culto y exquisito, se han despegado, por así decirlo, del “suelo”, dando lugar a la creación de géneros diferenciados. La distinción, por tanto, me es un bastante difusa, aunque esto no es más que una opinión personal y probablemente disparatada.
Fotografía: http://www.losmiserables.es/
Pero hablemos ya de la representación en sí misma. Los decorados, obra de Matt Kinley e inspirados en las pinturas del propio Victor Hugo, son relativamente simples y algo grises, aunque en contrapartida hay que decir que la obra demanda cierta dosis de intimismo y que estos decorados cambian continuamente, cada pocos minutos. Para llevar a escena algo más suntuoso se haría necesario correr el telón tan continuamente que el resultado no sería en absoluto factible. El impacto visual se busca, por tanto, más por el conjunto global que se produce con los personajes sobre el escenario (notable aquí la dirección escénica y el uso de la iluminación) que con este vacío. A destacar por su eficiente simplicidad la escena de la barricada y el uso de proyecciones para recrear las cloacas por las que Valjean arrastra a Marius en el segundo acto.
Vocalmente el nivel es alto. Confieso que al no saber muy bien a qué iba a enfrentarme, acudí con la predisposición de ser condescendiente y no aplicar a estos cantantes la misma vara de medir que utilizo para la ópera. No hizo falta, porque como digo, hubo un estupendo buen nivel generalizado. Me pareció preferible, eso sí, el reparto masculino al femenino, empezando por el modélico Valjean de un Nicolás Martinelli pleno de matices que hizo gala tanto de una necesaria fuerza y virilidad como de una profunda delicadeza a través de logrados pianissimi. Se le perdona por completo haber acudido al falsete en su oración de la barricada (“Sálvalo”, o “Bring him home” en el original). A todo esto, ya que hablo de Valjean y de la ópera, ¿no recuerda un poco el tema musical de su muerte en el epílogo al coro a bocca chiusa de Madama Butterfly? Recuerdo haberlo pensado en el cine cuando vi la película el año pasado, y ayer la sensación se repitió.
Espléndido también el Javert de Ignasi Vidal, sin duda menos matizado y más marcial que Martinelli, aunque precisamente si algo debe transmitir su personaje es inflexibilidad de carácter. Le da mil patadas a Russell Crowe, tanto en su canto como en su actuación. Guido Balzaretti, por su parte, defendió su papel-pastelito de Marius de forma no tan empalagosa como lo que se ve en la película, lo cual no es precisamente una crítica, sino más bien lo contrario.
En cuanto al reparto femenino, en lo que concierne a Fantine, Elena Medina tiene la voz justa para el papel, aunque en su famosísimo “Soñé una vida” (“I dreamed a dream”) mostró más de un arranque brusco, buscando obviamente –y para mí de forma innecesaria– sonar más patética de lo que la propia música sugiere. Talía del Val, por su parte, fue una Cosette correcta aunque quizá un pelín cursi, lo cual se debió principalmente al sonido excesivamente aflautado de su voz en la zona alta. La que para mí fue la mejor de entre las mujeres fue claramente Lydia Fairén, incontestable en su papel de Eponine.
Los Thénardier aparecieron retratados, por supuesto, más como personajes de caricatura que otra cosa. Con todo, Armando Pita supo defender este enfoque compatibilizándolo con su buen hacer vocal, mientras que Eva Diego mostró, en cambio, una línea de canto deliberadamente caótica y chillona para acentuar la comicidad de su papel. Sin problemas Carlos Solano (Enjorlas) y los niños, y muy bien también el coro y la orquesta, dirigida por Arturo Díez Boscovich.
Un espectáculo, por tanto, muy disfrutable y recomendable, en el que lo único malo es el alto coste de las entradas.
4 comentarios:
Me estrené con el musical hace un par de años (estreno y despedida) y precisamente fue también con Los Miserables. Tenía curiosidad pero nada más empezar, al comprobar los decibelios y los millones de watios utilizados deseé levantarme de la butaca en ese mismo momento (no pude hacerlo porque no iba solo). Me alegro de que tu experiencia haya sido positiva pero a mí no me vuelven a pillar. Por cierto, lo traen a Valencia dentro de poco, a Les Arts :-(
Vaya, a mí en general me pareció que como espectáculo tuvo un nivel alto. Gracias, en cualquier caso, por tu comentario.
Me parece muy acertada tu apreciación respecto al músical como "opera actual". Yo me he hecho la misma reflexión, y por supuesto está mucho más cercano al concepto "sociológico"(digamoslo así) de lo que eran las óperas populares del XIX... donde la gente iba a divertirse sin más, sin ningún atisbo de elitismo, ni conciencia de estar participando en algo "elevadísimo", si no que hablaban en el teatro, tomaban zarzaparrilla, charlaban...
Eso sí, creo, no estoy seguro, ni sé si en todos, que en los musicales hay micros, y la música muchas veces es "enlatada"... y eso , lo hace diferente en gran medida de la ópera. Saludos,
Muy de acuerdo, Ignacio. Un saludo.
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