Tosca (De Sabata, 1953)

Victor de Sabata (dir.); Maria Callas (Floria Tosca); Giuseppe di Stefano (Mario Cavaradossi); Tito Gobbi (Scarpia); Franco Calabrese (Cesare Angelotti); Angelo Mercuriali (Spoletta); Dario Caselli (Sciarrone / Carcelero); Melchiorre Luise (Sacristán), Alvaro Cordova (Pastor). Coro e Orchestra del Teatro alla Scala, Milano. EMI 2 CD.

Si existe una grabación de ópera a la que se le puedan colgar los calificativos de “histórica”, “referencial” o “emblemática”, es esta Tosca de Victor de Sabata,

considerada probablemente por muchos como la mejor grabación de ópera jamás realizada.

A día de hoy, cuando han transcurrido sesenta años de la grabación, todo se ha dicho de ella, naturalmente. Ninguna novedad puede decirse de un registro tan comercializado y popular. Pero como siempre ocurre con las cosas realmente grandes, cada nueva escucha permite descubrir nuevos detalles y emociones, o cuanto menos, garantiza un disfrute de una intensidad que muy pocas veces se ha llegado a alcanzar en una sala de grabaciones. No importa las veces que la oigamos: esta Tosca de 1953 es la Tosca. La protagonizada por una Callas en plenitud vocal, que pese a no tener precisamente a Tosca entre sus papeles predilectos (ella hablaba del agotamiento que le producía cantarlo), consigue dibujar con su voz -no neguemos que extraña hasta cierto punto- lírica y al tiempo pesante, desde el primer “Mario, Mario” a un personaje de una psicología poderosísima y arrolladora que experimenta un sufrimiento enloquecedor. La del Giuseppe di Stefano en su mejor encarnación del pintor Cavaradossi, en la que antes de que sus excesos le pasaran factura, lucía una pureza de emisión y una de las más bellas y privilegiadas voces que podamos imaginar y que, al igual que ocurría con Callas, hace que su encarnación del personaje probablemente no haya sido superada.

El punto más discutible del reparto es el que concierne a Tito Gobbi, cuya visión de Scarpia, sin embargo, ha sido posteriormente imitada y considerada por muchos como modélica. Gobbi, que no tuvo una voz especialmente destacable en términos de belleza, optó voluntariamente por la vulgaridad a efectos de reforzar la repulsión que debe inspirar el villano. Con eso, vino a crear un estilo propio que en ocasiones se acerca peligrosamente a lo grotesco y a la caricatura, y que hacen su interpretación algo más superficial y afectada –menos sincera, en suma– que la de sus compañeros de reparto. A nivel personal, considero preferibles otros intérpretes para el papel (MacNeil, Taddei, Warren), que sin hacer que Scarpia suene como un pescadero consiguen transmitir su perversidad sin que ello repercuta negativamente en su línea de canto. Sea como fuere, justo es decir que si lo que Gobbi pretendía era inspirar desagrado en el oyente, lo consiguió y con creces. Probablemente no hay un Scarpia más “sucio” y “bajo” que el suyo.

Por lo demás, aunque el extraordinario nivel de Callas y Di Stefano en esta grabación hubiera sido más que suficiente para considerarla un registro para la historia, a ello hay que sumarle la modélica dirección orquestal de Victor de Sabata, que hace una de las lecturas más despiadadas y por momentos desasosegantes de la obra que haya escuchado sin caer en la superficialidad de buscar tan sólo el espectáculo sonoro. Una dirección, en suma, magistral, en la que música y teatro se unen explotando al máximo las posibilidades de la partitura. El proceso de grabación fue, desde luego, arduo, con muchísimas repeticiones (hasta treinta en el caso del Te Deum, que se grabó durante seis horas) que quizá conserve EMI en sus archivos.

Por supuesto, esta Tosca ha tenido a lo largo de los años una amplísima distribución comercial con innumerables reediciones. Aunque la grabación siempre ha pertenecido a la casa EMI, los derechos de exclusividad sobre ella han vencido y a día de hoy hay muchas otras compañías discográficas que la distribuyen, quizá con calidad de audio dispar.

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