
De todas las grabaciones de ópera que llevo comentadas en El patio de butacas, esta Butterfly tailandesa es, con toda seguridad, la que ofrece un nivel más mediocre, más próximo a las posibilidades de un grupo de aficionados que de profesionales de la ópera. De hecho, tengo serias dudas de si esta versión no es puramente amateur en lugar de profesional, pues el estuche del DVD viene sin cuadernillo y apenas trae información de nada. Sea como fuere, como sabrá quien lea con frecuencia este blog, hace tiempo que busco hacer una discografía comparada de esta gran ópera –meta que cada día está más y más cercana– y por eso mismo adquirí hace poco esta versión: cuantas
más grabaciones comente, mejor. Además, pienso que las producciones asiáticas tienen su aquél, tratándose de una obra de ambientación japonesa. Sin embargo, esta es un fiasco.
más grabaciones comente, mejor. Además, pienso que las producciones asiáticas tienen su aquél, tratándose de una obra de ambientación japonesa. Sin embargo, esta es un fiasco.
Para empezar, a esta función le falta el pilar esencial, que es el de contar con una dirección musical mínimamente cabal. La Filarmónica de Siam, orquesta que nunca antes había escuchado, muestra continuamente calamitosos problemas de empaste hasta tal punto que a los cantantes les cuesta seguirles en no pocas oportunidades. Sumemos a lo dicho una falta de afinación en ocasiones más que evidente y tenemos el desastre garantizado. Pero por desgracia la cosa no acaba ahí, sino que se agrava aún más por culpa de la inepta batuta de Somtow Sucharitkul, que en vez de optar inteligentemente por hacer las cosas sencillas y fáciles (los medios de la orquesta no dan más que para acompañar) muestra un obvio gusto por la precipitación en los tempi y por lo estruendoso y espectacular, decisiones estas que sólo pueden provenir de la pura y simple incompetencia, pues agudizan y ponen innecesariamente de relieve las insuficiencias de la orquesta en lugar de disimularlas. Un verdadero horror.
El reparto, dejando a un lado la aceptable pareja protagonista, está más o menos al mismo nivel de la orquesta. Nancy Yuen carece obviamente de los medios vocales necesarios para ser una Butterfly redonda, pues especialmente a partir del segundo acto se hace evidente que su extensión vocal es demasiado limitada. La voz pierde consistencia y color en la zona grave, aunque en contrapartida, Yuen es una lírica solvente que canta con sensibilidad. Su actuación es, por tanto, honesta, aunque el papel está por encima de sus posibilidades. Eso sí, en contraste con el resto del reparto su nivel es como el de Renata Scotto... Merece salvarse de la quema el Pinkerton de Israel Lozano, el único cantante de toda la función que no presenta deficiencias técnicas. Su timbre lírico es muy adecuado para el papel, aunque cierto es que también resulta algo monótono en términos de expresión (defiende el dúo de amor siempre en forte). Sea como fuere, está tremendamente por encima del nivel del resto del reparto.
¿Y cuál es el nivel del resto del reparo? Pues como decía antes, es el mismo de la orquesta: horrendo. Yun Deng no puede con el breve papel de Suzuki, que aborda con mala dicción italiana y palpables cambios de color a lo largo del registro. También canta frecuentemente a destiempo. Con todo, lo más horrendo del reparto es el esperpéntico (no se me ocurren palabras para describirlo) Sharpless de Colin Morris. Difícil me parece encontrar una voz más fea y una línea de canto más burda y antimusical. Este horrendo Sharpless literalmente no canta, sino que gruñe, y para colmo de males se inventa el texto más de una vez. Ni siquiera en el plano meramente visual es salvable, pues el director escénico le presenta con los pantalones subidos a la altura de las tetas (muy rollo años cuarenta) y caminando como un borracho. Completamente lamentable, sin un solo resquicio por el que salvar nada de lo que hace.
Peter Ong (Goro) no empieza mal el primer acto, e incluso se esfuerza en ser imaginativo introduciendo más de una smorzatura inhabitual, pero a medida que progresa la función se deja contaminar por la mediocridad general y decae hasta llegar al puro grito. Muy malo, en suma. Como malo a rabiar es el bonzo de Pitchaya Kemasingki. Para cantar hay que tener, antes que nada, voz, y estoy seguro de que entre el público debía haber gente con voces más dignas que la suya para lucirlas sobre un escenario. Su escena, en la que también naufraga el pésimo coro (escaso, chillón y formando siempre un barullo considerable en sus intervenciones del primer acto) es un caos inadmisible. Sí considero correcto, por último, el Yamadori de Vutiphand Pongtanalert.
De la puesta en escena no se puede decir prácticamente nada, pues consiste simplemente en cuatro tablas que hacen las veces de tarima para los cantantes. En el primer acto se ven algunos quimonos bonitos, y a juzgar por la ropa occidental que se muestra, la ambientación parece situada más o menos en los años centrales del siglo XX.
Por último, al término de la representación hay una entrega de premios (!) a personas especialmente significativas para la ópera de Bangkok (uno de ellos va para la propia Yuen) que bien podría haberse incluido por separado a manera de bonus.
A nivel técnico, en algunas contadas ocasiones se escucha ruido de “lluvia” y la calidad visual no es que sea como para tirar cohetes. El menú del DVD consta únicamente del botón de reproducción y de la selección de escenas, de modo que no es posible programar subtítulos en ningún idioma.
Hasta donde sé, esta versión tiene una comercialización bastante peculiar, pues tan sólo es adquirible vía Amazon, que, según creo, la fabrica ex profeso por encargo. Pero en absoluto vale la pena el desembolso económico, pues dejando a un lado al Pinkerton y a una Butterfly que hace lo que buenamente puede, el resto es un “puccinicidio” en toda regla.
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