Arnold Östman (dir.); Stuart Kale (Idomeneo); David Kuebler (Idamante); Ann Christine Biel (Ilia); Anita Soldh (Elettra); John-Eric Jacobsen (Arbace); Lars Tibell (Gran sacerdote di Nettuno); Olle Sköld (La voce). Coro y Orquesta del Teatro de la Corte de Drottningholm. ARTHAUS DVD.
Este Idomeneo de 1991 es, hasta donde sé, la última filmación que realizó Arnold Östman de una ópera de Mozart en el Teatro de la Corte de Drottningholm (Suecia). De hecho, ese año fue el último de Östman como su director, cargo que había ocupado en 1979. Durante la década de los ochenta revitalizó la actividad de ese teatro y adquirió cierta popularidad en gran medida gracias precisamente a estas grabaciones mozartianas en las que hacía gala de un historicismo que puede llegar a sonar revolucionario –y por qué no decirlo, chocante– incluso al oyente actual. Aunque sus lecturas son desiguales en calidad, es mérito de Östman haber sido claramente uno de los pioneros en aplicar el historicismo musical a la obra de
Mozart. Es más, sus grabaciones son frecuentemente las primeras de corte historicista efectuadas de sus óperas. A día de hoy he comentado ya en el blog la mayoría de los DVDs disponibles: La finta giardiniera, El rapto en el serrallo, La flauta mágica y La clemenza di Tito.
Mozart. Es más, sus grabaciones son frecuentemente las primeras de corte historicista efectuadas de sus óperas. A día de hoy he comentado ya en el blog la mayoría de los DVDs disponibles: La finta giardiniera, El rapto en el serrallo, La flauta mágica y La clemenza di Tito.
No es este Idomeneo su grabación más interesante de Drottningholm. Opta por la revisión vienesa que Mozart hizo de esta ópera, en la que el papel de Idamante recae sobre un tenor en lugar de hacerlo en un castrato (incluye el “Ch’io mi scordi di te”). Como siempre, Östman obtiene un sonido pulcro y cristalino de la orquesta y sabe sacar adelante con éxito los momentos de tensión, pero su obsesión por despojar a la música de atisbos románticos llega a materializarse en una dirección que a veces resulta mecánica, a veces cursi, y rara vez implicada emocionalmente. Un Mozart, en suma, que suena “bonito” pero al que le falta “carne”, por decirlo gráficamente. Ejemplo de ello son las arias “Se il padre perdei” de Ilia e “Idol mio” de Elettra: en la primera de ellas, Östman da rienda suelta a su gusto, a veces exagerado, por los tempi rápidos y con ello despoja al momento de buena parte de su encanto (tampoco es que la cantante esté muy implicada, pero de eso hablaré luego). En la segunda opta en cambio por lo cursi y lo pimpante, en lo que es una manifestación de la gran carencia de este director: su renuncia consciente y plenamente voluntaria a expresar cosas profundas con la orquesta por achacarlas a una práctica interpretativa posterior a la composición de la obra en cuestión. Mi opinión, en cambio, es que si la música es buena (y no cabe duda de que lo es, y mucho) debe explotarse lo mejor posible. Resultan preferibles, en suma, las lecturas de Östman de óperas menos serias como La finta giardiniera o El rapto.
A nivel escénico, también en este Idomeneo, se cumple el mismo patrón escénico que en las otras filmaciones de Drottningholm que llevo comentadas: historicismo puro y duro. Ese pequeño teatro rococó de tan solo cuatrocientas butacas se conserva intacto tal y como era en tiempos de Mozart, de modo que mantiene todos los mecanismos originales de tramoya y permite al espectador visualizar una ópera del mismo modo en el que podía representarse en el siglo XVIII. Huelga decir, por supuesto, que todos aquellos que busquen una propuesta escénica atrevida o incluso inteligente quedarán decepcionados. Aquí todo es clásico y minimalista, a la manera, como digo de lo que debió ser una representación de hace más de doscientos años. El trabajo escénico de Michael Hampe es interesante, por tanto, a modo de curiosidad, como acercamiento al mundo operístico en el que se desenvolvió el compositor, pero más allá de eso puede resultar estático y acartonado al espectador de nuestro tiempo. Una curiosidad para los amantes del Mozart histórico, pues.
El nivel del reparto es discreto, a un nivel suficiente como para sacar la función adelante aunque bastante lejos de la brillantez. Stuart Kale, al que ya le venía grande el Podestà de La finta giardiniera, hace cuanto puede con sus medios, que no son muchos, para componer un Idomeneo digno. Su voz no es especialmente privilegiada en belleza o expresividad y hace lo que puede con los pasajes de agilidad del “Fuor del mar”, pues queda patente que tampoco es un cantante brillantemente dotado para la coloratura. Pero del reparto masculino me parece mucho peor la tremenda fealdad vocal de David Kuebler como Idamante. Al margen de lo pobre que resulta su voz (siempre a mis oídos, que estas cosas son bastante personales) en términos de estética y musicalidad, llega a incurrir en tales nasalidades que en ocasiones parece como si cantara con alguien cerrándole la nariz. Lo peor de todo viene, a mi entender, en sus primeros minutos sobre el escenario –el “Non ho colpa” solo puedo describirlo como feo– predisponiendo mal al oyente para el resto de la función.
Ann Christine Biel, como deslizaba antes, canta Ilia con una sosería y una indiferencia difícilmente superables. Y lo cierto es que la cantante tiene una voz perfectamente apropiada para un papel así, pero la implicación emocional está aquí a un nivel por debajo de cero. A decir verdad, la joven pareja de enamorados es un cromo: un Klueber de voz fea y ojos saltones tratando de seducir a una Biel emocionalmente plana que se asemeja a una estatua griega plantada inmóvil sobre el escenario. Así las cosas, la mejor es la Elettra de Anita Soldh, que de todo el reparto es quien demuestra tener más sangre en las venas, además de buena voz y un concepto interpretativo adecuado para el personaje. Mejor aquí, por tanto, que en el Tito que comenté hace poco, en el que lo pasaba mal con los complicados graves de Vittelia. Mediocre, por último, el Arbace de John-Eric Jacobsen, de voz poco agraciada y con una línea de canto lastrada por el uso y abuso de portamenti.
En calidad de imagen, este DVD es quizá el mejor de los de Östman (los hay que se ven como un VHS cascado, como el caso del Così), aunque está lejos, naturalmente, de lo que se consigue hoy.
2 comentarios:
Que ganas tenía de volver a ver y oír, la Sinfonía concertante de Mozart y esto ocurrió el´pasado domingo en el Auditorio, con la dirección de Matheuz y la viola de Cristina Pozas y el violín de Wisniewski.A mí me gustó muchísimo.El concierto se completó con Danzas del ballet "Estancia" de Alberto Ginastera y la Sinfonía nº 4 de Tchaikovski.Concierto redondo en mi modesto entender.Creo que la dirección estuvo a gran altura.
Un saludo.
Vaya pedazo de programa, Gucki. Y esa sinfonía concertante para violín y viola es una obra maestra absoluta de toda la música del siglo XVIII. ¡Un saludo!
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