Se iniciaba el recital de ayer del pianista Christian Zacharias en el Teatro de la Maestranza con el anuncio por megafonía de la muerte de Lluís Andreu, primer director artístico del coliseo sevillano, al que atrajo a un buen número de los más grandes intérpretes de la música culta de nuestro tiempo. Contrastó el minuto de respetuoso silencio que dispensó el público en su memoria con la ligereza y afabilidad de las primeras sonatas de Domenico Scarlatti con las que Zacharias abrió el programa. El pianista alemán, empero, dejó claro anoche que su concepción de esta música dista de la frivolidad y sus lecturas no estuvieron
despojadas de cierto aire introspectivo que se mantuvo vigente en la bella sonata en fa mayor (K.533/494) de Mozart (muy destacable el movimiento final).
despojadas de cierto aire introspectivo que se mantuvo vigente en la bella sonata en fa mayor (K.533/494) de Mozart (muy destacable el movimiento final).
Con todo, tras la pausa vino lo mejor gracias a una lectura más comprometida en términos expresivos de la D.960 de Schubert, verdadero canto de cisne. Molestaron, por desgracia, varios miembros del público con sus teléfonos móviles –pese a que antes de cada espectáculo se recuerda por megafonía la necesidad de desconectarlos– hasta el punto de que el artista llegó a mostrarse abiertamente incómodo. Luces y sombras, como digo, de una noche llena de contrastes y de emociones encontradas.
Programa
I
Domenico Scarlatti (1685-1757)
Sonata en Mi mayor K162
Sonata en do menor K226
Sonata en mi bemol mayor K193
Sonata en fa menor K 183
Sonata en fa menor K 386
Wolfgang A. Mozart (1756-1791)
Sonata nº 15 en Fa mayor K533/494
II
Franz Schubert (1797-1828)
Sonata en Si bemol mayor, D 960
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