Giuseppe Sinopoli (dir.); Mirella Freni (Cio-Cio-San); José Carreras (Pinkerton); Teresa Berganza (Suzuki); Juan Pons (Sharpless); Anthony Laciura (Goro); Mark Curtis (Yamadori); Kurt Rydl (Bonzo); Marianne Rørholm (Kate). Ambrosian Opera Chorus. Philharmonia Orchestra. Deutsche Grammophon 3 CD.
Este segundo estudio de Mirella Freni como Madama Butterfly se produjo trece años después de su extraordinaria grabación con Karajan (click aquí) y de la película de Ponnelle (y aquí). Su concepción del personaje sigo siendo la misma en esencia: la Butterfly de Freni es una criatura angelical, de pureza virginal, aunque también cargada de dramatismo. En este último aspecto quizá resulte aquí aún más incisiva que en el registro de DECCA. No en vano, Freni sabe adaptarse a las condiciones naturales de su voz, cambiante con la edad, como es natural. Esta sigue sonando fresca y sorprendentemente juvenil, aunque con los años se observa ya cómo ha ganado en “anchura”, y sobre todo, en vibrato. La soprano de Módena utiliza bien estas condiciones vocales y dibuja así a una protagonista algo más dramática. Otro tanto hizo por la misma época con la Tosca que grabó con Sinopoli, en la que su madurez vocal le permite elaborar un retrato más trágico (y apropiado, en mi opinión) que en el anterior realizado con Rescigno.
De las dos grabaciones que realizó Freni de esta ópera me quedaría con la primera, aunque confieso que mis razones son afectivas en buena medida. Quizá lo más justo sea dejarlo en un empate.
Bastante controvertido resulta el Pinkerton de José Carreras, grabado en la época de su enfermedad, pero personalmente soy benevolente con él. Su línea de canto me parece elegantísima, y en el primer acto, que es en el que mejor resulta, tiene momentos de enorme delicadeza y buen gusto, así como otros en los que puede mostrarse incluso algo brusco por momentos. Ya en el último acto se aprecia algo raro en la grabación al comienzo del Addio fiorito asil: justo después del primer agudo (“Di letizia e d’amor”) se observa lo que parece ser un “corte” o “salto” en la grabación al abordar la frase “Sempre il mite suo sembiante”. Hay que fijarse, pero ahí está. Quizás Carreras estuviese en apuros y se acudiese a engarzar el audio de varias tomas haciendo un “corta y pega”, algo que no deja de ser relativamente frecuente en las grabaciones discográficas de ópera (sobre todo en materia de agudos). Sea como fuere, al margen de estas limitaciones que la grabación busca disimular, el Pinkerton de Carreras me parece en general elegante y muy bien cantado. Para mí el mayor problema está en que su enfoque del papel es quizá excesivamente serio y falto de una cierta dosis de “descaro” que sería deseable para hacerlo más creíble. Carreras puede resultar aquí tan correcto como aburrido.
Muy curiosa resulta la presencia de la gran Teresa Berganza como Suzuki. Ciertamente produce extrañeza encontrarla aquí, en un repertorio tan inhabitual para ella. Su voz sigue sonando bellísima y sedosa y hace una Suzuki bastante personal, de un carácter especialmente cándido y dulce. En realidad está impecable, pero se hace un tanto extraña. Juan Pons dibuja a un buen Sharpless y Anthony Laciura, un secundario que ha hecho carrera en el Met, da un muy buen resultado como Goro. Mark Curtis es en cambio un Yamadori bastante flojo.
De entre los papeles menores hay dos cosas que llaman realmente la atención. La primera es la presencia de dos cantantes jóvenes que grababan por aquellos años y cuyas carreras no acabaron de despegar: Marianne Rørholm (Kate), que, por ejemplo, fue el Sesto de Jacobs en su célebre Giulio Cesare de Harmonia Mundi, y Petteri Salomaa (Yakusidé), del que algo hablamos aquí. La segunda cosa llamativa es la utilización de cantantes japoneses para los papeles menores del comisario imperial, el oficial del Registro y los familiares de Butterfly (madre, prima). Quizá la presencia de estos cantantes nipones se explique por el hecho de querer presentar una grabación que resulte más correcta en sus aspectos orientales. Por ejemplo, en lugar de “Omara” –el lugar de Nagasaki en el que Yamadori tiene su palacio– se pronuncia aquí “Omura”.
Mucho podría decirse de la dirección de Giuseppe Sinopoli. Somete a la partitura a un concienzudo examen y busca intencionadamente huir de toda clase de tradicionalismo, sacando de la orquesta colores y sonidos que habitualmente pasan inadvertidos y que se agradecen en obras que, como ésta, tienen una ambientación exótica. Su dirección es verdaderamente muy lenta –provocadoramente lenta, diría yo– pero riquísima en matices y expresión, y a veces resulta tan densa que incluso parece amenazar con tragarse a las voces. Por ejemplo, jamás ha sonado tan ampulosa la presentación del hijo de Butterfly. Pero es una lectura diferente y muy cuidada que merece conocerse.
En suma, creo que cualquier amante de esta ópera hará bien teniendo esta grabación.
4 comentarios:
Me encanta Freni, emociona, te contagia.
Nunca me ha terminado de llenar Carreras.
Tengo algunas grabaciones de Berganza y me mola bastante.
En música me gustan más escuchar a ellas que a ellos.
Un saludo.
Las dos son mitos vivientes de la ópera. Para mi sería un sueño encontrar, por ejemplo, una "Carmen" de Berganza en la que Freni cantase Micaela. Puestos a desear cosas...
Ya comenté que Carreras, aunque efectivamente canta bien y con mucho gusto, no me acaba de convencer en este Pinkerton, creo que le imprime un caracter demasiado serio, para lo que es el personaje.
De Freni que voy a decir...es Butterfly.
En otra ocasión comentaré acerca del "Anillo del Nibelungo" que acabo de ver en Münich... no ha estado mal,pero...
Exacto. A Carreras le falta un puntito de desvergüenza, de descaro y frivolidad para ser Pinkerton. Cantar canta bien, pero resulta bastante soso.
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