Desde las no tan lejanas celebraciones del 250 aniversario del nacimiento de Mozart, los que amamos la música del salzburgués nos hemos visto sorprendidos con frecuencia por la aparición de retratos inéditos del compositor que ahora ven la luz. En lo personal, sin ser ningún experto en arte, me considero bastante crítico con retratos como el de Hickel o con la supuesta fotografía de Constanze, imágenes ambas que los medios de comunicación dieron inmediatamente por buenas y que, sin embargo, cuanto más se lee sobre ellas, más dudas suscitan. Otro tanto puede decirse del controvertido retrato de Edlinger, que se divulgó como una pintura de Mozart en 2005 –un año antes del aniversario– y del que se ha dicho de todo, incluyendo la idea del fraude mediante la manipulación de los rasgos de la persona retratada para asemejarlos a los de algunos retratos auténticos de Mozart. El caso es que a diferencia del de Hickel, al menos ese supuesto Mozart de Edlinger se parece verdaderamente a retratos auténticos de Lange y Stock.
Grabado de Gottschick (Fuente: http://www.mozartportraits.com/)
Estos días la noticia ha vuelto a saltar. El Mozarteum piensa organizar de forma inminente (en apenas unos días) una exposición dedicada a retratos de Mozart (click aquí), y durante los preparativos para la muestra ha aparecido un nuevo retrato que se atribuye ahora a Mozart. El retrato en cuestión es una miniatura sobre marfil de 3 por 2.5 cm. que se incrustó a una tabaquera y que muestra a un hombre joven de rasgos casi aniñados. El Mozarteum lo adquirió en 1956 por una sencilla razón: el retrato es clavado a la imagen de Mozart que aparece en un grabado de un tal Johann Christian Benjamin Gottschick en 1829, y era sabido que este grabado se realizó copiando un retrato perdido del compositor elaborado en 1785 por un tal Joseph Grassi, dos años menor que Mozart. Pues bien, lo que ahora parece haberse demostrado es que efectivamente, aquél retrato adquirido por el Mozarteum fue el original en el que se basó Gottschick para su grabado. Según se ha dicho, se ha llegado a identificar históricamente a cada uno de los poseedores de la miniatura hasta llegar al propio Grassi, quien debió incrustarla en la tabaquera tras la muerte del compositor, en 1791. No es imposible que Mozart posara para él, pues es incuestionable que ambos llegaron a conocerse, ya que el compositor llega a citarle como asistente a una mascarada en una carta a su padre fechada el 12 de marzo de 1783.
¿Mi opinión? Pienso que hay que ser cauteloso. Será el tiempo el que termine revelando hasta qué punto existen argumentos creíbles como para defender que Mozart es la persona retratada. Desde luego, la historia suena convincente, lo cual no es raro teniendo en cuenta que la información que se ha divulgado no es precisamente abundante. También hay algunas cuestiones que llaman cuanto menos la atención: por ejemplo, junto con la noticia de este hallazgo, se ha informado del hecho de que el retrato de Mozart con un nido de pájaros no representa al compositor, algo que constituye cualquier cosa menos una novedad. Personalmente, tengo por casa la biografía que Bernhard Paumgartner escribió del compositor (¡en 1967!) en la que ya se da a ese retrato como falso. En este caso, se trata de una pintura inglesa a la que se le añadió el texto “Mozart 1764”, con el resultado de que el Mozarteum picó el anzuelo y lo adquirió en 1924 pagando una suma considerable. Una estafa.
Retrato de Mozart por Jospeh Lange (izquierda) y grabado de Dora Stock (derecha)
En cuanto a la persona retratada en la miniatura de Grassi, mi primera impresión fue la de que se trataba del retrato de un niño, y desde luego nunca de un adulto de 27 años. De hecho, los rasgos faciales concuerdan bien con este retrato de infancia de Mozart:
Sea como fuere, hay que preguntarse si la miniatura coincide con lo que sabemos hoy del aspecto físico de Mozart. Para empezar, era un hombre de reducidísima estatura. Era delgado, pálido y presentaba habitualmente un aspecto enfermizo. También solía ser un manojo de nervios y era de esas personas que son incapaces de permanecer totalmente quietas ni siquiera un instante, sin tamborilear con los dedos o mover los pies. Su hermana le consideraba físicamente “insignificante”, y él (¿quién sabe si víctima de algún complejo?) compensaba su nulo atractivo físico ataviándose con ropa cara. Le encantaba la ropa.
En cuanto a su rostro, tenía unos grandes ojos azules y una nariz de tamaño aún más considerable, herencia materna. En todos sus retratos auténticos vemos una boca pequeña con las comisuras de los labios apuntando hacia arriba, como esbozando una permanente sonrisa. En el grabado de Doris Stock se advierte también una papada en su cuello. Incluso sabemos que tenía una pequeña malformación en los lóbulos de las orejas (oreja de Mozart o de Wildermuth). En cuanto a sus cabellos, eran rubios. Durante sus últimos años prefería prescindir de las pelucas y empolvarse el pelo. De hecho, existe una simpática anécdota de su barbero, que cuando estaba ocupado atándole la coleta vio con horror cómo su cliente se levanta súbitamente y se dirigía como un loco al piano tras haber tenido alguna repentina idea musical. Así que el pobre peluquero hubo de seguirle a la carrera sujetándole con las manos la coleta a medio terminar.
Mozart como Caballero de la Espuela de Oro en Bolonia (1777)
No sé por qué parece existir la arraigada idea de que desconocemos cómo era Mozart físicamente, cuando lo cierto es que retratos como los de Lange o Stock nos ofrecen una imagen muy clara de cuál era su aspecto. Cuando nos hacemos una fotografía o un retrato familiar, lo que verdaderamente nos preocupa, por encima de que el resultado sea más o menos estimable en términos artísticos, es salir bien. O sea, que lo que vemos en el cuadro se corresponda con nuestro mejor aspecto. Por tanto, aunque nunca tendremos tantos retratos auténticos de Mozart como nos gustaría, no creo que quepan muchas dudas sobre cuál era su apariencia o sus rasgos. Por el contrario de lo que muchos parecen creer, sabemos muy bien cómo era. La pregunta es si lo que sabemos coincide con lo que vemos en la miniatura, y la respuesta es que en mi modesta opinión, lo hace sólo grosso modo. En el nuevo retrato tenemos los ojos azules, la boca, la papada y el cabello empolvado. En cambio, la forma del rostro se hace quizá excesivamente redondeada, y desde luego le falta la gran nariz, que precisamente podría ser lo más llamativo de su rostro. Además, ni siquiera el retrato de Bolonia (pintado nueve años antes) tiene una expresión tan aniñada como esta miniatura. Claro que quizá estas supuestas “carencias” puedan explicarse simplemente por el hecho de que estemos ante una obra de dimensiones casi ridículas. A fin de cuentas, también ese retrato de Mozart como caballero de la orden la Espuela de Oro de Bolonia muestra, por ejemplo, unos ojos equivocadamente marrones, y no cabe duda de que el retratado es realmente Mozart. Quizá el hecho de que se trate de una copia de un original perdido explique el descuido. Si estas cosas suceden con los retratos de mayores dimensiones, no debe sorprender que también ocurran con miniaturas.
Algún día tengo que escribir sobre esos otros retratos “inéditos” que han ido apareciendo estos años. Tienen su miga.
4 comentarios:
Si tenemos en cuenta que el retrato del Caballero de la espuela de oro es Mozart, no veo mucho parecido con el nuevo retrato.No coinciden los rasgos; es mi modesta opinión.
De todoas formas muchas gracias por este interesantísimo reportaje.
Un saludo
Ese retrato de Bolonia es copia de uno original, pero el personaje es Mozart. De eso no hay duda.
Curiosa e interesante entrada.
Gustan este tipo de anécdotas.
PD: nunca se me olvidará el a grosso y el grosso.
Claro, la expresión correcta es "grosso modo", no "a grosso".
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