He decidido que el segundo Verdi en DVD que comento este año sea el Nabucco, la obra que supuso su primer gran éxito. Como siempre, comencemos resumiendo el libreto:
Acto 1: Jerusalén, año 568 a.C. Aterrados ante el avance del ejército babilónico de Nabucodonosor (Nabucco), los hebreos se han refugiado en el interior del Templo, donde el Sumo Pontífice Zaccaria les consuela. El viejo sacerdote ha hecho cautiva a Fenena, hija del rey invasor, y espera poder chantajearle amenazando con acabar con su vida si él no retira a sus tropas.
La joven Fenena, por su parte, ama a un judío llamado Ismaele. Los dos se encuentran a solas cuando son descubiertos por una avanzadilla del ejército de Nabucco, que ha conseguido ingresar en el Templo vistiendo ropas hebreas. Entre esos soldados disfrazados se encuentra Abigaille, a quien todos creen hermana de Fenena cuando en realidad es hija de esclavos. También Abigaille ama a Ismaele, y de ahí su irritación cuando le descubre junto a su falsa hermana. Finalmente, el resto del ejército de Nabucco termina por alcanzar el Templo y Zaccaria se dispone a llevar a cabo su plan, amenazando al rey con matar a su hija si él no se retira. Ismaele, sin embargo, es incapaz de permanecer impasible mientras la vida de su amada Fenena corre peligro, de modo que la arrebata de los brazos del sacerdote y la pone a salvo. Liberado del chantaje de Zaccaria, Nabucco ordena la destrucción de Jerusalén y del Templo, mientras los hebreos maldicen a Ismaele.
Acto 2: En Babilonia, Abigaille ha descubierto el documento que demuestra que no es la primogénita del rey, sino la hija de unos esclavos. Sabiendo que Nabucco se encuentra ausente combatiendo, ella se guarda la carta para hacerla desaparecer. Justo entonces llegan varios soldados con noticias turbadoras: Fenena, que ama a Ismaele, se ha convertido al judaísmo y se dispone a liberar a los hebreos cautivos que han sido deportados a Babilonia. En ausencia de Nabucco, Abigaille asume el poder para enfrentarse a su hermana e impedir la liberación de los judíos. Nabucco, sin embargo, aparece de improviso en el momento oportuno y reclama a Abigaille que le entregue la corona real. Dirigiéndose a los horrorizados hebreos, el rey se autoproclama dios y les ordena que se postren ante él y le adoren. Entonces la cólera divina se materializa en un rayo que desciende del cielo sobre la cabeza del rey Nabucco, que cae al suelo con la mente trastornada. De este modo, mientras aquél sólo es capaz de articular palabras sin sentido, Abigaille se dispone a retomar el poder de nuevo.
Acto 3: En el palacio imperial, el gran sacerdote de Baal entrega a Abigaille el documento en el que se dispone que todos los judíos cautivos sean exterminados. Sólo falta la firma real. En ese momento irrumpe Nabucco, todavía enloquecido, que firma el documento presionado por Abigaille. En un arrebato de lucidez, el viejo rey recuerda que su amada hija Fenena se ha convertido recientemente al judaísmo, pero ya es demasiado tarde. Abigaille, que desea deshacerse de su rival, ha entregado ya la orden firmada por Nabucco. Este último trata de desautorizarla llamándola esclava, pero ella muestra entonces el documento que prueba sus orígenes serviles y lo rompe en presencia de Nabucco. A este no le queda ya más que llorar y suplicar a Abigaille que se apiade de Fenena, pero ella permanece impasible y ordena que se lo lleven prisionero.
Mientras tanto, los hebreos se lamentan de su suerte y manifiestan su añoranza hacia su perdida patria. Zaccaria les insta a abandonar el pesimismo y profetiza acerca de la victoria de Jehová sobre Baal.
Acto 4: En su prisión, Nabucco observa desde una ventana cómo su hija es conducida al suplicio. Su mente se aclara entonces y suplica al Dios de Israel que la salve. Varios de sus leales acuden entonces alarmados por sus voces y sus golpes en la puerta, y al instante advierten que el rey ha recuperado la cordura. Inmediatamente le muestran su apoyo para recuperar el poder.
Fenena, por su parte, está a punto de ser martirizada. Zaccaria trata de consolar a la muchacha, pero la ejecución no llega a tener lugar, pues Nabucco, al que se han vuelto a unir sus tropas, llega a tiempo de impedirla. El rey ordena la liberación de los hebreos y hace pública su conversión al judaísmo, disponiendo que Jerusalén y el Templo sean reconstruidos. Abigaille, por su parte, ha bebido un veneno y muere implorando también al Dios de los judíos.
Traducción del libreto al castellano en kareol.
Es bien conocida la historia de la gestación de Nabucco por Giuseppe Verdi, de modo que no invertiré demasiadas líneas en describirla. Una historia, dicho sea de paso, llena de elementos que parecen algo exagerados por el propio compositor. Sucintamente, se supone que en 1842, el joven Verdi de veintisiete años había decidido abandonar la composición musical para dedicar su tiempo a leer “noveluchas” tras la muerte de su esposa y el fracaso de su ópera Un giorno di regno. Verdi contaba que compuso el Nabucco debido a la presión del empresario Merelli, y que cuando dejó caer con desdén el libreto sobre su escritorio, éste quedó abierto casualmente por la página del Va, pensiero, el famoso coro del tercer acto que con los años se ha convertido en un símbolo de la unidad italiana del risorgimento. Nabucco –cuyo nombre original era Nabucodonosor– permitiría, además, a Verdi conocer a Giuseppina Strepponi (primera Abigaille), con quien se casaría después. El gran éxito de la ópera en su estreno en la Scala milanesa el 9 de marzo de 1842 resucitaría la carrera del compositor e iniciaría sus “años de galera”.
El libreto de Temistocle Solera, pese a sus errores históricos –como las referencias a Asiria cuando debería decirse Babilonia– debió seducir a Verdi probablemente tanto por la belleza de su verso –siempre alabada por el compositor– como por las connotaciones políticas que hacían que hubiese cierta similitud entre los hebreos cautivos de Nabucodonosor –que no serían liberados por este, sino por Ciro setenta años más tarde– con la propia Italia, ocupada por el imperio austríaco en su zona norte.
Hasta aquí la disertación histórica, sobradamente conocida. El DVD que centra esta entrada ofrece interés por cuanto este Nabucco de 1986 supone el inicio de Riccardo Muti como director musical de La Scala de Milán. Sin embargo, la filmación resulta más interesante como documento histórico y musical que a nivel visual, pues la producción clásica de Roberto de Simone, filmada por el gran Brian Large, resulta a día de hoy indudablemente acartonada y anticuada, algo que también es extensible al vestuario, a cargo de Odette Nicoletti. De hecho Zaccaria, más que una barba, parece que tiene una escoba bajo la mandíbula. También resulta a mi entender algo estática la dirección escénica, pero como diría el propio Zaccaria, no hay que dejarse arrastrar por el pesimismo, ya que este DVD, al margen del apartado visual, ofrece calidad musical más que suficiente como para justificar su adquisición. Y la calidad musical es siempre la que verdaderamente ha de importar.
Para empezar, tenemos a Renato Bruson en el papel principal, y pocas dudas caben de que ha sido uno de los más destacados intérpretes de Nabucco de las últimas décadas. Resulta muy preferible, por ejemplo, a un Nucci, capaz también de defender al personaje con nobleza, aunque no a ese nivel. En los dos primeros actos resulta ciertamente temible, mientras que por alguna razón consigue conmoverme muchísimo más en su patética escena con Abigaille del tercer acto (debería decir tercera “parte”) que en su conversión del cuarto.
Nabucco es un personaje curioso, por lo demás, ya que a pesar de que se nos muestra desde el principio como un rey tiránico y sanguinario, al final todas las esperanzas de salvación de los israelitas, que al fin y al cabo son los buenos de la historia, están depositadas en él. Hay un Nabucco oscuro y despótico en los dos primeros actos, otro enloquecido y patéticamente derrotado en el tercero y otro heroico en el cuarto. Porque después de que hemos visto al personaje humillado y destrozado, hay cierto heroísmo en el modo en el que recupera el poder en los últimos minutos de la obra, lanzándose a salvar a los judíos como Aquiles a la batalla tras la muerte de Patroclo.
Así las cosas, el personaje realmente negativo de la obra no es, como digo, el propio Nabucco, sino Abigaille, su falsa hija. Hay dos cosas que la empujan a asumir el poder y pretender destruir a los judíos: vengarse de Fenena por arrebatarle a Ismaele y humillar al altivo Nabucco asumiendo el poder a pesar de carecer de ningún derecho dinástico para ello. Todo puede resumirse en que sus crueldades son la consecuencia del orgullo herido.
En 1986, Ghena Dimitrova ya había demostrado ser una magnífica Abigaille en la grabación de Sinopoli, tres años atrás. Lo tiene todo: hay en Dimitrova una mezcla de odio repugnante, celos y ambición infinita, y traza un completísimo retrato del personaje a un altísimo nivel vocal. De hecho, me parece bastante preferible a la gran Renata Scotto, bastante apurada por momentos en el registro de Muti.
También tenemos a un Zaccaria muy notable en Paata Burchuladze. Indudablemente, su voz no tiene la belleza de la de un Ghiaurov, que grabó el papel con Muti magníficamente pese a que apuntaba ya quizás una ligera decadencia que aún tardaría en hacerse realmente evidente. Sea como fuere, Burchuladze consigue retratar a un estimable Zaccaria, consiguiendo que no decaiga el alto nivel del reparto en los papeles importantes. Por cierto que el religioso, por mucho que se nos presente envuelto en un halo de sabiduría y santidad, tiene también su lado oscuro y discutible, como demuestra su firme determinación de asesinar a Fenena para forzar la retirada de Nabucco.
Hasta aquí todos los cantantes tienen, como decía, un nivel muy destacado. Pues bien, ese nivel decae un poco en la pareja Fenena-Ismaele, defendida con solvencia pero sin brillo. Raquel Pierotti (Fenena) tiene una voz que se me antoja demasiado delgada y nasal, aunque el resultado es satisfactorio. Bruno Beccaria, por su parte, posee una voz apta para el papel de Ismaele, aunque a veces recurre al portamento.
El resto de los secundarios están bien, aunque el Gran Sacerdote de Baal, cuyo nombre no viene ni en la carcasa ni en la filmación, muestra obviamente un exceso de vibrato.
El coro del Teatro alla Scala cumple aquí su importante papel en Nabucco con brillantez, así como la orquesta, dirigida por el maestro Riccardo Muti, una autoridad cuando se trata de esta ópera. Su trabajo aquí es muy similar a su célebre registro de EMI, al que ya me he referido alguna vez en esta entrada, y que en mi opinión resulta preferible al muy afamado de Sinopoli por su más creíble concepción verdiana de la obra.
En resumen, una filmación muy estimable en el apartado musical y que no ha sabido envejecer bien en lo visual. Probablemente, la mejor opción en DVD.
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