Herbert von Karajan (dir.); Hildegard Behrens (Salome); José Van Dam (Jochanaan); Karl-Walter Böhm (Herodes); Agnes Baltsa (Herodias); Wiesław Ochman (Narraboth); Heljä Angervo (Paje); Heinz Zednik, David Knutson, Martin Vantin, Gerhard Unger (Judíos), Jules Bastin, Dieter Ellenbeck (Nazarenos); Gerd Nienstedt, Kurt Rydl (Soldados); Helge von Bömches (Capadocio); Horst Nitsche (Esclavo). Wiener Philharmoniker. EMI 2 CD.
Si existe un director de orquesta encumbrado, ese es sin duda Herbert von Karajan, de cuya desaparición se cumplían veinticinco años el mes pasado. Aunque en sus lecturas siempre es reconocible el “sonido Karajan”, caracterizado por la densidad y un fraseo compacto muy característico, el director salzburgués no mantuvo unos parámetros estáticos durante su larga carrera, y su última década de vida estuvo marcada para él por la búsqueda casi
hedonista de un sonido ampuloso y espectacular y por la apuesta por las nuevas tecnologías –concretamente el cedé– que permitían su disfrute con una calidad de audio superior a lo conocido hasta entonces. Los resultados obtenidos por este Karajan tardío son, como se comprenderá, dispares, y es cierto que estos planteamientos le llevaron a menudo a sucumbir a la tentación de la superficialidad, del mero espectáculo sonoro, siempre de agradecer pero siempre insuficiente si no viene acompañado de algo tan difícil de explicar como es el espíritu, el decir algo más allá de la forma. A Sinopoli le ocurría a veces lo mismo: buscó siempre un sonido deslumbrante y lo consiguió, aun dejándose a veces la música por el camino.
Esta emblemática grabación en estudio de Salome data de 1978, justo al comienzo de esa irregular última década de la vida de Karajan, y probablemente sea una de sus últimas grabaciones de ópera que merecen decididamente el calificativo de imprescindibles. Y es así porque Karajan consigue lo que no conseguiría siempre en sus años postreros: una perfecta simbiosis entre su estilo de llevar la orquesta y la composición en sí misma. Si Salome es la mano, Karajan es el guante. El deslumbrante espectáculo sonoro nunca es aquí decorativo ni superficial, sino que ese hedonismo musical está utilizado de tal modo que contribuye definitivamente a conseguir el dificilísimo clima enrarecido y enfermizo que requiere esta ópera. Contó además con un reparto perfecto: Hildegard Behrens sigue siendo después de muchos años mi Salomé preferida. El retrato psicológico que hace del personaje y la paleta de matices vocales que utiliza resultan fascinantes. Behrens es la perfecta Salomé infantiloide y terca, la perfecta Salomé sensual y seductora, la perfecta Salomé brutal, repulsiva y grotesca… Todo lo que demanda el personaje lo muestra en todas y cada una de sus facetas sin caer en la caricatura en ninguna de ellas. Un auténtico logro interpretativo realmente difícil de superar.
El resto del reparto no desmerece en absoluto. José Van Dam es un Jochanaan quizá menos autoritario y carnal que otros intérpretes. Concibe el papel de manera ausente, algo mística incluso en las duras recriminaciones que lanza contra Herodías –una Agnes Baltsa que canta su parte con cierta vulgaridad, lo cual no le queda mal al papel– y, sin embargo, a pesar de ese enfoque deliberadamente “frío” su unión con Behrens y Karajan arroja quizá el momento más espectacular de la grabación con su salida de la prisión y encuentro con la protagonista.
Los tenores funcionan bien, contrastando enormemente entre sí desde el punto de vista vocal, para evidenciar así las grandes diferencias que separan al personaje endeble y dulzón de Narraboth (Wiesław Ochman) del de Herodes, cantando por Karl-Walter Böhm con una voz que en otras circunstancias podríamos calificar de “fea” pero que aquí sirve para manifestar espléndidamente lo repulsivo del personaje. Sin problemas tampoco Heljä Angervo en su breve papel de paje ni los secundarios menores.
Si tuviese que escoger una única Salome de entre toda la discografía, elegiría esta sin pestañear.
5 comentarios:
De acuerdo al cien por cien en todo lo que dices sobre Karajan y sobre esta grabación, que por cierto suena de escándalo. Es curioso lo mucho que coincido con tus apreciaciones.
Por cierto, ¿sabe que Ochman cantó Herodes en el Maestranza en la espléndida producción de Weigl, esa que está en DVD con Sinopoli y la Malfitano? Saludos.
Qué va, no fui a esa Salomé. ¿Ese no es el famoso DVD en el que la Malfitano hace un desnudo integral?
Exacto, esa misma producción en la que Malfitano lo enseña todo, aunque con una ligeras mallas cubriendo su cuerpo. Un DVD que a mi modo de ver es una de las mejores interpretaciones de esta ópera, por desgracia muy limitado por la pobre toma sonora.
Como curiosidad: en Sevilla dirigió, estupendamente, Antoni Ros Marbá, y la soprano, no recuerdo su nombre, estaba demasiado oronda para bailar (¡nada que ver con el tremendo erotiosmo desplegado por la Malfitano!) y no se destapó en absoluto.
He encontrado la progamación completa de aquella temporada (95-96). La cantante fue una tal Penelope Daner, de la que no he oido hablar en la vida:
https://www.teatrodelamaestranza.es/repositorio/temporadas/PROGRAMACION%20TEMPORADA%2095-96.pdf
Se encuentran cosas muy curiosas: un Werther del Kraus más tardío, Ashkenazy, Menhuim, The Sixteen (con un Gerald Finley al que por entonces no conocería casi nadie...). Lo más gore es un recital de la Ricciarelli, que no sé yo en condiciones andaría entonces...
Sí, esa época la viví personalmente: ya voy para viejo. La recuerdo bien, aunque no estuve en lo de la Ricciarelli. Me dijeron que estuvo muy mal... Inolvidables las visitas de Solti y Menuhim, independientemente de los resultados. Y menos bien de lo deseable en Werther de Kraus (por la producción) y el Rigoletto de Nucci (por todo). La Butterfly me dejó buen recuerdo. Saludos :-)
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