El segundo título de ópera que ofrece el Teatro de la Maestranza esta temporada me ha producido sensaciones muy similares a las que experimenté con el primero, esto es, con la Aida del mes pasado. En esta Manon Lescaut que presencié anoche el interés se centraba nuevamente en una notable ejecución del rol protagonista por parte de la cantante principal y en una puesta en escena clásica. Lo demás es bastante más discutible, en mi opinión.
Vayamos por partes. A nivel escénico, la propuesta del Teatro Regio de Turín busca reproducir con fidelidad la del estreno de la ópera. A ojos de un espectador actual, no es un montaje que pueda pasar por ingenioso o interesante en ninguno de sus rasgos, pero puede ofrecer interés al menos en un sentido doble. De un lado, gustará a los que, como yo, amamos las producciones clásicas, y del otro, tiene un cierto interés de tipo histórico. Tal vez esto sea anecdótico, pero al aficionado pucciniano puede resultarle curioso y atractivo ver en escena lo que el propio compositor vio, aunque nos movamos únicamente en el campo de la anécdota o de la curiosidad histórica. Ya es algo. También hay que decir que, si bien hay otras producciones clásicas más bellas, esta tampoco se ve apolillada ni anticuada, y el vestuario está bastante bien logrado. El problema está en que todo se demora demasiado al cambiar los decorados entre acto y acto: introducir tres descansos de veinte minutos cada uno (una hora en total) para una ópera que no es demasiado larga es quizá un poco excesivo, y algo similar ocurrió ya con la Aida de esta temporada.
A nivel musical, siempre acostumbro a alabar el Puccini de Pedro Halffter. Creo que es en el verismo, más que en el belcanto decimonónico, donde Halffter brilla realmente, consiguiendo sacar toda una paleta de colores y matices del foso en lecturas que suelen ser vívidas e intensas de principio a fin. Le he visto hacer grandes cosas con Puccini, como aquella espléndida Fanciulla de hace unos años, antes de que comenzase a escribir este blog. Ayer hizo una Manon Lescaut en su habitual línea de brillantez y exquisitez sonora en este repertorio, pero en mi opinión no llegó a ser una lectura del todo redonda. Cuando la exuberancia sonora de la orquesta tapa la voz un cantante lo lógico es pensar que la culpa es de este último, por adolecer de un instrumento de débil proyección. Cuando, en cambio, la orquesta tapa a casi todas la voces, el problema debe estar probablemente en el foso. No digo que Halffter se haya olvidado completamente de lo que ocurre sobre el escenario, pero sí creo que necesita madurar un poco más esta cuestión. Creo que tiene una brillante Manon Lescaut en la cabeza, a la que aún le falta una vuelta de tuerca más para resultar orquestalmente incontestable. A todo esto, maravilloso el preludio al tercer acto, punto dramático de enorme altura en el que la obra cambia de la luminosidad de los dos primeros actos al tenebrismo de los dos últimos.
Ainhoa Arteta demostró estar actualmente en condiciones de triunfar en el papel protagonista. Después de escucharla anoche, cualquier duda debe quedar disipada, aunque no sé si es conveniente para una soprano de su timbre explotar con excesiva frecuencia este tipo de repertorio. Su voz ha ganado en vibrato y se ha ensanchado, como le ocurrió a la Freni de los años ochenta, y consigue con ello hacer una lectura francamente interesante del papel en la que además evidencia un profundo estudio y comprensión del mismo y del lenguaje pucciniano. Hubo magníficos pianissimi, como por ejemplo en la última nota del In quelle trine morbide. A nivel dramático, buscó un punto intermedio entre el exceso de drama y la fría indiferencia, consiguiendo con ello revestir a su personaje de una elegancia vocal que se agradece. Hay poco que reprocharle a Arteta. Creo que, conociendo su voz, ha hecho absolutamente todo lo que puede hacer para ofrecer una Manon Lescaut de altura.
Lamentablemente, el interés del reparto nace y se agota en Arteta. No me gustó el Des Grieux de Walter Fraccaro. Al margen de no ser la suya una voz especialmente cálida ni grata al oído, hubo un recurso a los portamenti más frecuente de lo que me hubiera gustado, y en los dos primeros actos sonó forzado, probablemente incómodo con su parte y –lo más grave– pobre de matices y expresión, recurriendo casi permanentemente al forte. Mejor resuelto estuvo el Lescaut de Vittorio Vitelli, tan correcto vocalmente como insulso y gris en expresividad. Stefano Palatchi fue un Geronte decididamente mediocre por su gran tosquedad. Es cierto que el personaje es el que es, pero incluso un villano pucciniano más repulsivo aún como lo es el barón Scarpia puede cantarse con estilo, como evidencian un Taddei o un MacNeil. El resto cumplió con corrección aunque si brillo, como el Edmondo de Andrés Veramendi (bastante perjudicado por la orquesta) o Alexandra Rivas, quien tampoco acabó de convencer como músico, con una voz bastante desigual en color a lo largo del registro.
Espléndido el coro, como siempre, como último punto positivo de este espectáculo tan desigual.
Fotografías: http://julio-rodriguez.blogspot.com.es/
8 comentarios:
gracias
Gracias Pablo por la información.La prensa también la pone bien.He leído que el director Schippers le pidió a su pareja, el compositor Menotti, que le pusiera el interludio del tercer acto, mientras partía para el más allá, consumido tempranamente por la enfermedad...Triste pero realmente es la típica música que te tiene todo el tiempo con la lagrimita a punto de caer o... cayendo.
Yo tengo devoción por la de Levine con Domingo y Scotto.
Cierto es que Arteta va a mas, hace poco la vi en el auditorio y estuvo muy bien.
Tuve la gran suerte de ver La Fanciulla en el Maestranza...maravillosa y espectacular(fue elegida la mejor puesta en escena del año...no me extraña).
Un saludo.
Gracias a tí, Ramón.
Gucki, yo también he leído lo de Schippers. Es curioso y emotivo, desde luego. A mí Domingo me parece de los más completos Des Grieux de toda la discografía, y es un papel muy difícil. Un saludo.
Recien llegada de Sevilla.
Comparto mucho de tu comentario sobre "Manos Lescaut".
A mí personalmente me ha gustado y emocionado bastante.Era la primera vez que veía esta ópera en directo y ya me he hecho fan de ella.He estado parte del día escuchándola en la versión de la colección de DECCA con Tebaldi,del Mónaco y Boriello.
Me emocionó hasta la lágrima el preludio del tercer acto, que sono muy,pero que muy emotivo.
Lo que menos me gustó... el recital de toses y caídas de "cosas"?durante toda la representación.
Una tos sin taparse con pañuelo o mano equivale a una nota mezzoforte y tapada la boca con un pañuelo, a un pianissimo...!por favor lleven un pañuelo a la ópera y a los conciertos! (eso debería figurar con letras gigantes en todos los programas de mano).
Por cierto increíble lo de las tres pausas, entre el sábado y salí el domingo.
Un saludo para todos..
Lo de las toses, los aplausos a destiempo y los ruidos con los papeles de los caramelitos es una batalla perdida, y me temo que no sólo en Sevilla. Me alegra, de todas formas, que lo pasaras bien y que compartas algunas de mis impresiones. Un saludo.
No solo pasa en Sevilla lo de las toses y ruiditos varios, el miércoles en Madrid, en El Elixir, tuvimos el mismo "recital".
Efectivamente batalla perdida...
Aprovecho para desearos a todos los seguidores de este fantástico blog y en especial a Pablo, que paséis una Navidad muy feliz y...musical.
Abrazos para todos.
¡Felices fiestas, gucki!
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