Nikolaus Harnoncourt (dir.); Camilla Nylund (Leonore); Jonas Kaufmann (Florestan); Alfred Muff (Pizarro); László Polgár (Rocco); Elizabeth Rae Magnuson (Marzelline); Christoph Strehl (Jaquino); Günther Groissböck (Don Fernando). Coro y Orquesta de la Opernhaus Zürich. TDK DVD
Para despedir el año en el blog vamos a comentar una grabación de altura del Fidelio beethoveniano en DVD: la dirigida por Harnoncourt en la Ópera de Zurich el 15 de febrero de 2004 y editada originariamente en DVD por TDK (ahora reeditada por Arthaus). Es para mí una versión realmente recomendable, con un reparto que con una sola excepción de la que hablaré enseguida se mantiene a un estupendo nivel aun sin integrarse siempre de voces bien conocidas.
Para empezar, hablaré primeramente de todo lo relacionado con la puesta en escena, para pasar después a las cuestiones musicales, que son las que considero más importantes. La escenografía de Rolf Glittenberg (dirección escénica de Jürgen Flimm) se mantiene dentro de los cánones del clasicismo en lo que concierne al vestuario, pero en el diseño del escenario apuesta por la austeridad salpicada de algún toque moderno casi abstracto (la gran viga en el suelo, el cubo transparente al que salen a pasear los presos de Pizarro, la piedra que deben mover Rocco y Leonore y otros detalles). Con ello se consigue un resultado visualmente atractivo en el que lo clásico se presenta de modo moderno y sin resultar, por tanto, apolillado ni acartonado. También puede enfocarse, si se prefiere, desde el punto de vista contrario, y decir que es un montaje moderno que rehúsa abandonar una cierta apariencia de clasicismo. Tanto da.
El vestuario de Marianne Glittenberg está trabajado de tal modo que no busca deslumbrar al espectador, pero sí jugar con su psicología. Jaquino viste colores apagados y su apariencia contrasta con el aspecto más arreglado de Leonore / Fidelio, de modo que como público tenemos más fácil ponernos en la piel de Marzelline y comprender hasta cierto punto sus decisiones amorosas. El malvado Don Pizarro, por su parte, viste por completo de negro (nada menos que un traje de cuero que le hace sudar la gota gorda y parecer una morcilla), mientras que Don Fernando lo hace de modo mucho más vistoso, evidenciando del modo más primario –a través de la vista– la separación entre bien y mal, luz y tinieblas. También Florestán, a pesar de su aspecto pordiosero, viste una chaqueta dorada, vestigio de su pasado brillante y del mundo al que realmente pertenece, aun estando preso. Otro aspecto bien resuelto es el de la iluminación, que resulta algo oscura en una ópera cuya acción discurre en buena medida en calabozos.
En cuanto al reparto, resulta casi íntegramente bueno, comenzando por la notablemente bien resuelta Leonore de Camilla Nylund y por el espléndido Florestan de Jonas Kaufmann. He escrito varias veces por este blog que este tenor alemán provoca en mí sensaciones encontradas, y afortunadamente en esta filmación le encuentro espléndido. En lo que concierne a su habitual vicio de echarse la voz atrás, hay que decir que tampoco aquí su emisión termina de ser la más natural del mundo, pero el defecto (porque para mí se trata de eso, un defecto) resulta más contenido que otras veces. El Florestan de Kaufmann es un ser lleno de vulnerabilidad y sensibilidad –que no sensiblería– y aunque haya quien pueda llevarse las manos a la cabeza por esto, para mí se sitúa a mayor altura que Vickers en la aclamada grabación de Klemperer, en la medida en la que el alemán vocea menos y resulta más rico en musicalidad y matices.
Lo que no funciona es el Pizarro de Alfred Muff, quien además de resultar bastante áspero carece de una voz atractiva en términos de belleza. El personaje, por tanto, queda estropeado. Y no me vale aquí la típica contra-argumentación, tan usada por ejemplo con Scarpia, de que el malo no requiere de una voz bonita, pues ha de repeler al público. Para mí, la brutalidad, la violencia del personaje, es algo que debe saber expresar el cantante a nivel interpretativo (¿no es la ópera una unión de música y teatro?), lo cual en absoluto debe estar reñido con tener una voz que haga honor a la partitura. Quizá no se le pueda pedir a Muff más de lo que hace, pero está para mí lejos de situarse cerca del resto del reparto en materia de calidad vocal.
Sí que está espléndido László Polgár como Rocco, papel que había grabado previamente en estudio con Harnoncourt. Su aria del oro es de los mejores momentos de toda la filmación. En su voz profunda, además de contar con un bellísimo color, no hay un ápice de engolamiento ni ningún vicio vocal que al menos resulte evidente. Polgár fue un cantante sensible por el que siento aprecio, y que resulta especialmente adecuado en este tipo de repertorio. En el italiano quizá no le vea tan satisfactorio, aunque realmente me cuesta expresar la razón (¿será quizá una ausencia de eso que algunos llaman “italianidad”?). Sea como fuere, es un espléndido Rocco por parte de un notable bajo que se nos fue demasiado pronto.
Cerrando el reparto, la pareja Marzelline-Jaquino, encarnada aquí por Elizabeth Rae Magnuson y Christoph Strehl mantiene el buen nivel medio del reparto. Ella defiende sin problemas su parte y compagina adecuadamente la mezcla de desdén que siente su papel hacia Jaquino con un adecuado toque de picardía y candidez. Él no tiene una gran voz de tenor, pero hace su parte sin dificultad. Correcto, por último, el Don Fernando de Günther Groissböck.
En cuanto a la orquesta, Nikolaus Harnoncourt dirige aquí con su habitual rusticidad y a veces con una clara tendencia a los tempi rápidos heredera de su formación historicista, por mucho que la orquesta no se componga de instrumentos originales. Este Beethoven de Harnoncourt está algo despojado del “peso” que la tradición germánica impone tradicionalmente a la orquesta, pero es sin embargo incuestionablemente brioso y está lleno de personalidad. Siempre he considerado que Harnoncourt es un director con el que hay que tener cuidado, pues en mi opinión es extremadamente desigual: es capaz de hacer cosas de un gran nivel y seguidamente otras sobre las que es mejor pasar de largo. Pero Fidelio funciona bien bajo la dirección de este hombre.
En conclusión, puesta en escena efectiva y bastante buen nivel musical, salvo en lo que concierne al personaje de Pizarro. Recomendable.
6 comentarios:
Yo este Fidelio lo comenté en su momento. Más o menos coincidimos, aunque personalmente me quedo con la Nylund antes que con Kaufmann. Saludos,.
Precioso "broche final" este de Fidelio.Me pregunto por qué no compuso mas óperas Beethoven?. El coro de los prisioneros es sobrecogedor, bueno...toda la ópera es muy emocionante.
Espero y deseo que en el año 2014 nos sigas enviando todos estos pequeños tesoros tan estupendos
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!!FELIZ 2014!!
Fernando, no había visto tu entrada sobre este "Fidelio", pero acabo de localizarla y sí, básicamente hemos escrito lo mismo. Yo creo que con Kaufmann y Harni puede ocurrirme que estoy preparado mentalmente de antemano para sus carencias, y así me sorprendo para bien cuando la cosa funciona.
Feliz Año, Fernando.
Gucki, francamente no sabría qué decirte. Muchos dicen que el sordo no se sentía cómo escribiendo para las voces, pero cuando se escucha esta ópera queda claro que, sea esto cierto o no, sí tenía cierto sentido de la dramaturgia. Vamos, que sabía interiorizar las palabras del texto y escribir una música acorde que pudiese crear la atmósfera exacta de cada escena.
Tampoco me veo yo a Beethoven escribiendo óperas italianas o en plan belcantista como Rossini.
¡Feliz año nuevo también para ti!
Tienes razón Pablo,yo tampoco veo a Beethoven componiendo óperas al estilo italiano, pero quizá sí podría haber sido el Strauss o Wagner de su época...no?.
Es que yo no tengo claro que su época lo permitiese realmente. Cuando Beethoven compuso "Fidelio" aún faltaban muchos años para que apareciese "El cazador furtivo", que se considera la primera ópera alemana romántica.
Beethoven es el compositor que trasciende del clasicismo y abre las puertas de lo romántico, pero con la excepción de "Fidelio" no utilizó a la ópera como vehículo para expresar sus ideas musicales revolucionarias. Quizá el gusto de la época por el belcanto italiano hiciese que Beethoven, simplemente, no considerase a la ópera como medio adecuado para expresarse. Y no es que no tuviera conocimientos. La verdad es que es una cuestión interesante que anima a pensar mucho.
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