“El gran éxito de una pequeña oda masónica que escribió por entonces le levantó los ánimos durante un tiempo, pero volvió a tener los mismos presagios melancólicos al cabo de unos días, al volver a dedicarse al Réquiem. En una ocasión él mismo, con Süssmayr y madame Mozart, cantó parte del Réquiem, pero algunos de los pasajes le emocionaron tanto que se le saltaron las lágrimas y fue incapaz de continuar.
Me alegró descubrir que yo había acertado al suponer que el Recordare (uno de los movimientos más divinos y encantadores que jamás se hayan escrito) era uno de sus grandes favoritos.”
Vincent Novello fue un compositor y editor británico que en 1829 viajó de Londres al continente europeo junto con su esposa Mary con al menos dos finalidades: lanzar la carrera de la hija común, Clara, como cantante, y visitar la ciudad de Salzburgo con la intención de entrevistarse con la viuda y la hermana de Mozart a efectos de recabar datos biográficos sobre el compositor que pudiesen serles de utilidad para la publicación de una futura biografía. Este libro jamás llegó a escribirse, pero afortunadamente, el resultado de las entrevistas realizadas por el matrimonio a Constanze sí ha sobrevivido. Tanto Vincent como Mary Novello fueron considerablemente meticulosos apuntando sobre la marcha el resultado de sus conversaciones en sus respectivos diarios, que se han conservado.
El breve fragmento que he transcrito está extraído de la entrada del 15 de julio de 1829 del diario de Vincent Novello. Puede encontrarse completa y traducida al castellano en la imprescindible obra de H. C. Robbins Landon “1791, el último año de Mozart”.
Pues bien, al igual que Vincent Novello, yo también me alegro de coincidir con el propio Mozart en mi predilección por el Recordare. De hecho, la melancólica serenidad de esa música, tan austera si la comparamos con la elaborada fuga del Kyrie o con el propio Rex tremendae que le antecede, me estremece y conmueve más en ocasiones que las grandes tormentas musicales. Lo mismo sucede con la música “declinante” que cierra el famoso Confutatis (“Oro supplex et acclinis...”) “apagándolo” poco a poco.
El carácter sereno del Recordare contrasta además con los citados Rex tremendae y Confutatis, entre los cuales se enmarca, transmitiendo al oyente la idea de paréntesis sosegado en una música entre rígida y severa (Rex tremendae) y furiosa y suplicante (Confutatis). Mozart, experto compositor de óperas, es inteligente y sabe poner música al texto de una misa de difuntos para que produzca el adecuado impacto en el oyente. Prescinde del coro y entrega la música a los cuatro cantantes solistas, que “conversan” entre sí mientras que la instrumentación –probablemente, como sabemos, obra de Süssmayr siguiendo las indicaciones de Mozart– se apoya principalmente en las maderas al tiempo que la cuerda dibuja líneas descendentes.
Son movimientos como este los que verdaderamente me conmueven. En el Recordare hay mucha dulzura, o al menos yo lo veo así, que hace que en su contexto fúnebre el oyente sensible quede verdaderamente afectado. El Mozart del Recordare tiene mucho del carácter melancólico y sin embargo dulce del quinteto y el concierto para clarinete, del cuarteto de las disonancias, del Ave verum, de Tamino y Pamina justo antes de arrojarse al fuego...
Es una forma de expresar la idea de inquietud, de despedida, manteniendo la serenidad y evitando cualquier exceso dramático, y demostrando en suma que en ocasiones un susurro puede afectarnos más que un grito desgarrador.
Mozart: Recordare (Requiem, K.626) / S. McNair; C. Watson; F. Araiza; R. Lloyd. ASMITF – Marriner
2 comentarios:
´Soy adicta al Requiem desde que lo oí por primera vez hace muchos años .Creo que es una de las obras mas maravillosas y emocionantes que se puedan oír, y por mucho que la oigas...jamás cansa y siempre te toca el corazón.
Te agradezo mucho el poder seguir aprendiendo de todas las cosas que cuentas.
Un saludo.
Magnífica explicación. Gracias
Publicar un comentario