Confieso que llevo varios días con Werther en la cabeza. La culpa la tienen este DVD de Philippe Jordan y una nueva escucha reciente de la ejemplar grabación de Kraus con Plasson. El caso es que esta ópera no ha tenido ninguna entrada temática en el blog hasta el día de hoy, y por tanto, he decidido que ya era hora cambiar eso. Como siempre hago cuando escribo por primera vez de una ópera, comenzaré resumiendo brevemente el libreto:
Acto 1: Aunque es pleno verano, el viudo Magistrado trata de distraer a sus pequeños haciéndoles cantar villancicos. Al poco aparecen Sophie, de quince años, y Charlotte, la hermana mayor a la que los niños adoran. Charlotte ha asumido el papel de madre con ellos y les dedica todo su tiempo desde que su prometido Albert se marchó de viaje. Werther, un joven instruido y siempre melancólico, acude a la casa del Magistrado atraído por el baile que va a celebrarse, y queda enternecido al ver a la joven Charlotte alimentando a los niños. Enseguida se enamora apasionadamente de ella y se dispone a acompañarla al baile.
Cuando todos se han marchado al baile y Sophie se ha quedado a solas, regresa inesperadamente Albert, afirmando que desea casarse lo antes posible con Charlotte. Dispuesto a dar a todos una sorpresa, pide a Sophie que guarde en secreto la noticia de su llegada.
Mientras tanto, Charlotte y Werther regresan del baile. Cuando ella se despide para retirarse a dormir, él le descubre sus sentimientos, a los que ella no es indiferente. Por un instante todo es felicidad hasta que Charlotte escucha la voz de su padre anunciando el regreso de Albert. Para desesperación de un horrorizado Werther, ella cae entonces en la cuenta de que, antes de morir, su madre le hizo jurar que se casaría con Albert. Werther se retira afirmando que la privación del amor de Charlotte le traerá la muerte.
Acto 2: Han pasado tres meses desde la boda de Albert y Charlotte, que acuden a escuchar misa. El deprimido Werther se mantiene en el exterior de la iglesia, y Albert, que intuye los sentimientos del muchacho para con su esposa, se aproxima a él amistosamente para conversar. Werther afirma que tan sólo aspira a conseguir la amistad de Charlotte, aunque en cuanto se queda a solas se arrepiente de haber pronunciado esas palabras mentirosas. En cualquier caso, Albert es inteligente y perspicaz e intenta sacar un clavo con otro, animando a Werther a ahogar sus penas amorosas con Sophie, que le ama verdaderamente.
Cuando Charlotte sale de la iglesia, Werther se aproxima a ella y le recuerda su encuentro de tres meses atrás. Ella, en cambio, no está dispuesta a traicionar a su marido y propone a Werther que se ausente durante unos meses –hasta Navidad– para aclarar sus ideas y olvidar su amor. Él se opone inicialmente a ausentarse, pero cuando Sophie le reclama para unirse con ella a la fiesta, abandona bruscamente el lugar afirmando que nunca más regresará. Sophie rompe a llorar, y cuando expone a Charlotte y a Albert el modo en el que Werther se ha marchado, Albert adquiere plena certeza de que Werther sigue amando a su esposa.
Acto 3: Ha llegado el día de Navidad y Charlotte no hace más que releer una y otra vez las muchas cartas que Werther le ha escrito desde que se marchó. La última de ellas, cuyo tono resulta especialmente patético, la hace estremecerse. Ella le ama, aunque se obliga a acallar sus sentimientos, y aunque lo desearía, es incapaz de deshacerse de esas comprometedoras cartas que ponen a prueba su sentido de la fidelidad conyugal. Tampoco la visita de la alegre Sophie termina de animarla, pues también esta úlltima está enamorada de Werther. Finalmente, este se presenta ante una Charlotte cada vez más consternada. El amor de Werther hacia ella se mantiene inalterado a pesar de los meses de ausencia, y juntos recuerdan el día de verano en el que se conocieron. Werther, conmovido, toma del escritorio unos versos de Ossian que él mismo tradujo en su día, y Charlotte, embriagada, le abraza. Enseguida se arrepiente de ese acto impulsivo que revela a Werther que su amor sigue siendo correspondido. Charlotte abandona rápidamente la habitación afirmando que no desea volver a verle más, y Werther se dispone a retirarse afirmado que morirá.
Después de esto llega Albert, que ha escuchado ya la noticia del regreso de Werther. Justo cuando se encuentra con su esposa, llega un mensajero con una nota de Werther en la que pregunta si podría prestarle sus pistolas para un largo viaje que se dispone a emprender. Albert obliga a Charlotte a entregar las armas al mensajero. Ella, dándose cuenta de las verdaderas intenciones de Werther, corre a buscarle en cuanto Albert se retira, esperando no llegar demasiado tarde.
Acto 4: Cuando Charlotte encuentra a Werther, este agoniza después de haberse disparado a sí mismo. Destrozada, ella le confiesa al fin su amor y recibe instrucciones del propio Werther sobre el lugar en el que desea ser enterrado. Finalmente, Werther muere en los brazos de Charlotte mientras se escuchan de lejos nuevamente los villancicos de los niños.
Traducción castellana del libreto aquí.
Junto con Manon, Werther es sin duda la obra más popular de Jules Massenet, aunque la historia de su composición y estreno no estuvo exenta de múltiples dificultades. Según el propio compositor, la idea de adaptar Los infortunios del joven Werther (1774) de Goethe se produjo durante un viaje a Bayreuth, a donde Massenet se dirigía para oír Parsifal, en el que el compositor se detuvo junto con el editor Georges Hartmann en Wetzlar, donde transcurre la acción. Hartmann llevaba consigo una edición francesa de la obra de Goethe, y su lectura debió emocionar a Massenet. El propio Hartmann tomó parte activa en la redacción del libreto junto con Édouard Blau y Paul Milliet, y a ellos se les debe el mérito de conseguir convertir una novela epistolar en un buen texto de teatro. Lo cierto es que la obra no gustó a Léon Carvalho, el jefe de la Opéra Comique parisina, y Massenet tuvo que esperar hasta 1892 para verla representada por primera vez en la ciudad de Viena.
En principio, la historia de la que nos habla la novela de Goethe puede parecernos previsible y en exceso sentimental, pero lo cierto es que contiene un retrato tan profundo y demoledor de cada personaje que la obra hizo verdadero furor en el siglo XVIII. Goethe contaba tan sólo con veinticinco años cuando la escribió en el marco del Sturm und drang, que buscaba apartarse ya un poco de lo que podemos considerar las “buenas formas” del siglo XVIII, y para ello se basó tanto en sus propias experiencias como en las de personas de su entorno. Probablemente, la consciencia de que la novela se basaba en sucesos verdaderos no hizo más que aumentar el morbo –exactamente igual que los avisos que ponen algunas películas a su comienzo, dirigidos obviamente a captar la atención del espectador– contribuyendo a su difusión. El trasfondo histórico del Werther vendría a ser el siguiente:
Por la época en la que escribió la novela, Goethe había galanteado sin éxito con dos mujeres casadas en las que se basaría para crear el personaje de Charlotte: Maximiliana Brentano y sobre todo Charlotte Buff. Del mismo modo, los respectivos esposos de estas mujeres servirían como modelo para Albert. El trágico desenlace de la vida de Werther también tiene detrás una historia real. Johann Christian Kestner, esposo de Charlotte Buff, informó a Goethe en 1772 sobre la muerte de un conocido suyo de Weztlar llamado Karl Wilhelm Jerusalem. Este último estaba enamorado de una mujer casada que no le correspondía, por lo que decidió acabar con su vida pidiendo prestada una pistola con el pretexto de que la necesitaba para un próximo viaje. He aquí un retrato de este desdichado personaje, inspirador junto con el propio Goethe, del personaje de Werther:
Toda esta intrahistoria contribuyó probablemente a hacer de la obra de Goethe un auténtico “superventas”, así como el hecho de que en las primeras ediciones no se incluyese el nombre del autor, dando así una mayor “credibilidad” aparente a las cartas de Werther y añadiéndole misterio a todo el asunto. Incluso se desató lo que se dio en llamar la “fiebre Werther” (Wertherfieber) y hubo gente, que identificada con los problemas del protagonista, decidió ponerles fin disparándose un tiro en la cabeza. Lo cierto es que esta “fiebre Werther” llegó a ser tan notable que la novela incluso estuvo prohibida en ciudades como Milán o Leipzig. Y ojo: creo que es un error mirar estos sucesos desde la distancia y menear la cabeza pensando que la gente de la época debía andar algo mal de la cabeza. Estos asuntos son excesivamente profundos como para tratarlos a la ligera. El caso de Werther no ha sido el único en el que la identificación hacia un personaje ha generado conductas de imitación incluso en la forma de morir. Juan Antonio Llorente, en su interesante artículo “El efecto Werther” que se incluía al librito que sacó el Teatro de la Maestranza a cuento de la representación de la ópera en la temporada 2007-2008, apunta dos casos perturbadores muy recientes en el tiempo. Según señala, en los meses siguientes a la muerte de Marilyn Monroe se vivió un aumento considerable en el número de suicidios por sobredosis de barbitúricos. Más reciente y cercano a lo vivido con Werther en el siglo XVIII fue el llamado “síndrome Yukko”. Yukiko Okada (Yukko) era una cantante japonesa que a sus dieciocho años era una celebridad. Al parecer estaba enamorada de un hombre casado, y tras un intento frustrado de suicidarse con gas, acabó por conseguirlo al arrojarse al vacío desde una séptima planta en abril de 1986. Lo más desconcertante es que justo después de su muerte, muchos de sus seguidores decidieron “acompañarla” suicidándose de igual forma, e incluso algunos llegaron a saltar desde el mismo edificio...
Indudablemente, hay algo de “anormal” en estas historias y en la de Werther, pero las repercusiones más dramáticas de la obra de Goethe plantean un enigma interesante. Es posible que con la llegada de la madurez, las personas pierdan el interés por tener “ídolos” e imitarles en la ropa, en el peinado, en su conducta... Pero lo cierto es que ni siquiera con la llegada de la edad adulta podemos sustraernos totalmente a una cierta imitación de las celebridades. A fin de cuentas, ¿no son ellas mismas las que hacen “la moda” o el estilo actual que nos domina y del que es prácticamente imposible sustraerse?; ¿Y hasta dónde puede llegar el nivel de identificación personal con la celebridad a la que se admira?; ¿puede llegar hasta el punto de que su propia auto aniquilación implique para el seguidor una consecuente muerte de lo que considera su propio yo? Esto es terreno para los psicólogos.
Pasemos ya a hablar del DVD de Jordan, que me parece que me he pasado un poco con los preliminares y me he apartado en exceso de la obra musical. La puesta en escena de Andrei Serban sitúa los hechos en el siglo XX. Por la indumentaria de los personajes, peinados, y demás, parece que estemos más o menos en la década de los años cincuenta. Todo el escenario aparece dominado por un gran árbol en torno al cual se sitúan el resto de los elementos escénicos, incluso en aquellas escenas que transcurren en interiores, como es el caso del tercer acto. Me gusta la escenografía, aunque precisamente se me hace un tanto raro que Charlotte tenga plantado un árbol enorme en el salón de estar, al lado de la tele. En cualquier caso, en unas breves entrevistas que se adjuntan como bonus, tanto Elina Garanča como Peter Pabst (escenógrafo y también encargado del vestuario junto con Petra Reinhardt) aclaran que la propuesta escénica tiene por objeto ofrecer un Werther algo realista y que huya de parecer excesivamente edulcorado.
Lo cierto es que el reparto de este Werther (grabado en la Ópera de Viena los días 25 y 28 de febrero de 2005) no sólo es estupendo, sino que además cada uno de los cantantes rinde a un gran nivel, empezando por el ejemplar Werther de Marcelo Álvarez, que luce una bellísima voz lírica absolutamente ideal para el personaje, explotando además estupendamente su perfil atormentado y enfermizo. Y, sinceramente, dudo que pueda encontrarse una figura mejor que la gran Elina Garanča para bordar el papel de Charlotte, situándose a la altura de lo mejor de toda la discografía en lo que se refiere a su parte. Extraordinarios los dos y extraordinario Werther, por tanto, pues la obra gravita en buena medida entorno a la pareja protagonista.
El Albert de Adrian Eröd, además de bien defendido vocalmente, no está exento de interés teatral. A nivel escénico, es un marido algo celoso y quizá con un punto neurótico más elevado de lo que sugiere el libreto. Aunque en principio no tendría por qué estar allí, lo cierto es que en esta producción Albert asiste a escondidas a la declaración de amor de Charlotte a Werther, antes de que éste expire. El telón cae precisamente cuando Albert, tras la muerte del protagonista y la “rendición” de Charlotte, aparece y abandona a su esposa, dejando claro aquello de que la infidelidad comienza con la mente antes que con el cuerpo. La propia Elina Garanča lo dice cuando es entrevistada en los “extras” del DVD.
Por su parte, Ileana Tonca es una convincente Sophie (por cierto, aquí muy colada por Werther desde el primer momento), con el adecuado timbre juvenil. Correcto el magistrado de Alfred Šramek, así como el resto de los secundarios.
La orquesta de la Ópera de Viena, dirigida por un joven Philippe Jordan, suena realmente bien, así como el coro de niños. No tengo ningún otro Werther en DVD a día de hoy (¿cuándo se editarán decentemente en algún sello algunas de las filmaciones que circulan por ahí del maestro Kraus?), y eso se debe, entre otras cosas, a que musicalmente, este me parece verdaderamente muy bueno.
El DVD, que ha sido reeditado recientemente con una nueva portada, ofrece una estupenda calidad de imagen y audio, y al menos en su edición antigua (que es la que tengo) trae subtítulos en cinco idiomas (castellano, francés, inglés, italiano y alemán). También incluye, como ya he señalado, un breve bonus de once minutos sobre el Baile de la Ópera de Viena de 2005, días antes del estreno de este Werther, en el que actúan Garanča y Álvarez cantando aquello de No cantes más La Africana (El dúo de La Africana). A esto le siguen unas brevísimas entrevistas a Álvarez, Garança, Eröd, Serban y Pabst.
Muy recomendable.
Muy recomendable.
El bonus:
2 comentarios:
Precisamente este DVD es el que tengo yo.A mí esta ópera me gusta mucho (me suelen gustar las óperas trágicas).Alvarez no vamos a discutir su voz, pero yo es que le tengo un poco de manía.En cambio Elina me parece fantástica y luce un estilazo impresionante.
Yo también buscaré algo de Kraus, porque era único.
Un saludo
Coincidimos en lo de Elina, aunque para mi Álvarez está impecable en este "Werther". De Kraus, el registro más emblemático es el Plasson en el sello EMI. Es mi "Werther" de cabecera.
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