Durante estos días de vacaciones mis posibilidades de conectarme a internet son bastante exiguas. Lo cierto es que casi hubiera preferido aislarme totalmente, porque hoy, nada más entrar en la red, me he enterado del reciente fallecimiento de Cornell MacNeil. Para mí, además de ser el protagonista de un anecdotario operístico más o menos extenso merced a su afilado carácter, fue también el último gran exponente de los barítonos clásicos norteamericanos, tras Leonard Warren. De entre todo su repertorio, sus Scarpias juveniles me parecen de quitar el hipo, cantados siempre en las antípodas de las brusquedades “gobbianas”. Con todo, es en el ámbito verdiano donde de verdad le veo inconmensurable. Ya hablé de él en relación a la controvertida Traviata de Zeffirelli, en la que su tardío Germont es lo mejor de la filmación. Aun por encima de ello, y de muchas otras cosas, MacNeil ES Rigoletto.
El recuerdo de este artista extraordinario bien merece esta interrupción vacacional.
El recuerdo de este artista extraordinario bien merece esta interrupción vacacional.
0 comentarios:
Publicar un comentario