Al igual que el año pasado, anoche pude asistir al concierto de fin de curso de la Universidad de Sevilla en el Teatro de la Maestranza, cuyos principales protagonistas fueron esta vez la soprano Ainhoa Arteta, a la que pudimos ver hace unos meses en La Bohème, y el barítono Ángel Ódena, que acaba de terminar las funciones del Don Carlo.
La primera parte estuvo a cargo de Mozart, con un Ódena francamente gris en el aria de Almaviva y lo que es peor, llevándose la voz atrás en ocasiones. Quizás no sea el aria ideal para abrir un recital con la voz aún fría, porque lo cierto es que ocurrió lo mismo que el otro día: interpretación sacada enteramente fuera de contexto y privada de la fuerza y tensión que exige (y digo bien, exige), la partitura. Lo diré de forma clara: el conde quiere poco menos que arrancarle la cabeza a Fígaro. Su temor por las recientes palabras de su criado le han conducido a la sospecha, y el sentimiento (podríamos decir que de ridículo) de verse manipulado por un siervo suyo le lleva a una explosión de carácter en la que se consuela a sí mismo pensando en destrozarle la vida. No estoy diciendo que esta música deba cantarse con violencia, sencillamente porque Mozart no lo permite, pero sí al menos con una tensión y agitación que contrasten con la melancólica calma del Dove sono de la Condesa. Mejoró Ódena en el Deh vieni del Don Giovanni.
En lo que se refiere a Arteta, su primera aparición fue con el Porgi amor, a un tempo excesivamente ralentizado por la batuta de Marco de Prosperis. Hubo algo más de vibrato de lo que impera en la actual práctica interpretativa de la música del siglo XVIII y evidenció obvias dificultades en el grave en el aria de Donna Elvira, pero en compensación exhibió toda una colección de filados y smorzaturas que, por encima de las cuestiones meramente estilísticas, son una lección de buen canto y de buen gusto. La primera parte se cerró simpáticamente con el La ci darem.
Lo mejor, con diferencia, estuvo reservado para la segunda mitad, en la que la orquesta tuvo su principal oportunidad de lucimiento con la obertura de La forza. Ya en la primera parte había ofrecido las de Nozze y Don Giovanni, aunque como digo, todo cobró mayor vida y sentido tras el descanso. Ódena hizo su escena de la muerte de Posa tan convincentemente como ha demostrado estos días pasados, y Arteta cantó de forma bastante conmovedora el Tu che di giel sei cinta de Turandot, compensado quizá la cancelación de su Liù en la pasada temporada. Un Ódena ya crecido abrió paso al final con el Nemico della patria, al que siguió un Sola, perduta, abbandonata que resultó algo pesado para Arteta, que en cualquier caso demostró un gran apoyo en el centro desde el que descender al exiguo grave. El resultado, pese a que no sea papel para ella, es en cualquier caso muy notable. Ya pude oírla en esta escena en la gala de homenaje a Plácido Domingo que retransmitieron por televisión hace unos meses. La cosa se cerró oficialmente con el In quelle trine morbide y el dueto de Manon y Des Grieux del acto segundo, precedidos por el final del mismo acto a modo de intermezzo orquestal.
El público le gritó "guapa" a la Arteta, palmeó y pidió propinas. Recogió el torero, el Babbino y Mattinata, ésta última cantada a dos entre Ódena y Arteta y repetida nuevamente como cuarto bis.
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