Ayer asistí al IX Certamen de nuevas voces de Sevilla, organizado por la Asociación Sevillana de Amigos de la Ópera (cuyas siglas, ASAO, siempre me han hecho mucha gracia) y Cajasol. Era la primera vez que asistía y, la verdad es que me pareció bastante disfrutable. Es obvio que uno no puede hacerse una idea clara y rotunda de una voz escuchándola en un par de arias durante apenas unos minutos, salvo que estemos ante alguien de extrema calidad o de falta de ella. Se trataba de diez cantantes, algunos más jóvenes que otros, que aspiraban a que el jurado, compuesto por Pedro Halffter, Ángel Ódena, Ramón María Serrera, José Luis Pascual y José Armenta, premiase al ganador con un contrato con el Teatro de la Maestranza, que ha colaborado (creo que por primera vez) con el certamen, como evidencia la presencia de Halffter. También hubo un premio del público, iniciativa si no recuerdo mal del Colegio San Francisco de Paula.
El jurado se inclinó en su elección, que se hizo de rogar, por el barítono Damián del Castillo. Visto cómo está el panorama baritonal (a nivel general, no ya en Sevilla) no es en absoluto desacertada la decisión de promocionar y tener por Sevilla a una voz de nivel. Porque nivel hubo ayer con Del Castillo, aunque sus dos intervenciones no fueron de la mano en cuanto a calidad interpretativa. En la primera parte cantó el aria de Almaviva de Las bodas, toda en forte. Supo transmitir el aire de venganza que requiere el momento, pero no el necesario tono de sospecha y aturdimiento que hace mella en el personaje, especialmente durante el accompagnato. Donde sí estuvo sensacional fue en el aria final de Posa del Don Carlo, excelentemente fraseado sin caer en innecesarios gemiditos que son del todo innecesarios para ilustrar que el personaje está herido de muerte. Chico listo Damián del Castillo. Cantó el Don Carlo que están representando Halffter y Ódena (precisamente como Rodrigo) estos días en el Maestranza, y también Las bodas, que se verán muy pronto, a finales de septiembre.
El público, por su parte, premió con gran diferencia de votos a la soprano Laura Sabatel, que empezó con el Eccomi in lieta vesta, de I Capuleti e i Montecchi, y terminó con Les oiseaux dans la charmille, de Les contes d’Hoffmann, simpáticamente interpretada con toques humorísticos que se ganaron a los asistentes. El segundo puesto, y también mi voto, se lo llevó Xerach Alonso, dueña de una bellísima voz que encontró algunos problemas más o menos discretos de colocación en el O luce di quest’anima de Linda di Chamounix, pasando en la segunda parte a un divertidísimo The Telephone, de Menotti, que me ganó completamente. En realidad, confieso que me costó mucho decidirme en mi voto. La mezzosoprano Manuela Mesa me deslumbró al principio con una maravillosa Werther, Werther, qui m’aurait dit... ces lettre je les relis, cantada con una voz estupenda y lo que es más difícil, con un color y una personalidad propios y característicos. Pero, en mi modesta opinión, Mesa se equivocó en la segunda parte escogiendo el Una voce poco fa, defendida con profesionalidad aunque evidenciando que la voz pierde cuerpo en la coloratura. Un certamen de este tipo se me asemeja a un examen en el que el propio alumno escoge las preguntas. Una elección que pone de manifiesto nuestras debilidades no es acertada. En cualquier caso, el suyo es un nombre a retener en la memoria.
En cuanto al resto, helo aquí:
Añadido (30/06/11): He olvidado referirme a los pianistas acompañantes. La mayor parte del trabajo recayó en Juan Carlos Ortega, que estuvo menos fino que la semana pasada. Aida Monasterio acompañó a María Fuensanta Morcillo e Íñigo Sampil a Inmaculada Águila.
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