

Y del calor de Santa Clara pasamos al día siguiente al frío de la iglesia de San Alberto, en la que el grupo Musica Ficta consiguió con un programa dedicado a Tomás Luis de Victoria en el cuatrocientos aniversario de su muerte llenar la iglesia poco a poco. Tratándose como se trataba de los Responsorios de Tinieblas escritos por Victoria para el jueves, viernes y sábado santo, el director Raúl Mallavibarrena se dirigió al público para dedicar el concierto a las víctimas de la catástrofe de Japón, hecho por el cual fue aplaudido. El concierto en sí mismo fue una maravilla, con un coro perfectamente empastado.
Con todo, lo más gordo fue lo de ayer. Cuatro conciertos el mismo día, a los que naturalmente asistí. La cosa empezó a media mañana en el horno, digo en Santa Clara, con un atractivo programa barroco a cargo del grupo Archivo 415 dirigido por Leonardo Rossi: primera sinfonía de Boyce, Concerto grosso op. 6 nº 5 de Handel, Concierto para oboe op. 9 nº 2 de Albinoni y la Suite de Armide de Lully. Las interpretaciones merecieron sin duda el sobresaliente. Al oboísta Jacobo Díaz le costó algo entrar en el concierto de Albinoni (una de mis muchas debilidades) dando alguna nota falsa al comienzo del primer movimiento para ir ganando en seguridad inmediatamente. En el segundo movimiento se echó de menos una mayor sutilidad en las cuerdas. Por muy barrocos que seamos, no está de más parar el motor de cuando en cuando (Pinnock y Bernardini lo demuestran en sus grabaciones). A todo ello le siguió inmediatamente después otro excelente programa de Victoria y Guerrero titulado “Misa para una festividad mariana en época de Victoria”. Estupendo aquí el Coro Barroco de Andalucía, dirigido por Martín Schmidt, que cosechó más aplausos que el Archivo 415. Como propina al público se ofreció un Ave María a dos coros de Victoria.
El atracón “victoriano” continuó por la tarde con el Réquiem a cargo de la Sociedad Musical de Sevilla de Israel Sánchez López. Ya hablé de ellos hace varios meses y debo decir que éste concierto me ha gustado más incluso que el dedicado a Purcell y compañía del año pasado. No entiendo bien el por qué de la decisión de Sánchez López de situar al coro haciendo, para entendernos, un medio cuadrado. Él sabrá, y si hay alguien que quiera explicármelo le quedaré muy agradecido. Lamentablemente tuve que salirme unos minutos antes de la finalización de este concierto para poder llegar con tiempo al último de ellos: el concierto de clausura en Cajasol, a cargo de nuestra Orquesta Barroca de Sevilla dirigida nada menos que por Giuliano Carmignola.
El título del pr

Al grano. Llegaron los músicos. Afinaron. Se hizo el silencio en espera de la inminente aparición de Carmignola. Pasaron unos segundos de completo silencio y éste último no aparecía. Como estaba sentado en la sexta fila pude ver alguna sonrisa, quizá de extrañeza, en los miembros de la orquesta. Carmignola no daba señales de vida. En ese preciso instante se desatan varios segundos de surrealismo difíciles de olvidar. Justo a la izquierda del escenario, por el lado por el que debía aparecer el violinista y director, se escucha un golpe seco. Catapúm. Un miembro de la orquesta se levanta de su silla sobresaltado y mira hacia el lugar por el que provino el golpe. El público murmura: “Se ha caío”, “Se ha cargao el violín”, etc. A mi lado estaba sentada una muchacha (bastante guapa, por cierto) que comenzó a reírse. Por mi parte, yo pensé en el fantasma del FeMÁS, que impide como ya hablé cualquier interpretación de obras que excedan del siglo XVIII. Pero el surrealismo prosigue: de ese mismo lado del golpe emerge la figura de un empleado del ICAS que se dirige al centro de la orquesta. Parte del público, que se ve que no había visto una foto de Carmignola en su vida, le ovacionó calurosamente. El buen hombre cogió entonces una silla vacía, giró sobre sus talones y desapareció por donde había venido, desatando las consiguientes risotadas por parte de los más que perplejos espectadores. Finalmente apareció (sin ninguna lesión visible) el tan esperado Carmignola, un tipo más flaco y larguirucho de lo que imaginaba. Peina canas, pero posee cierto aire de actor de cine. Verle dirigir es un cromo. El buen hombre mira la partitura y mueve la manita derecha arriba y abajo a la altura de la cintura. Arriba y abajo, arriba y abajo. Ahora se gira un poco a la izquierda, hace un gesto y vuelve a la postura inicial: arriba y abajo. Un derroche de pasión física. Quizás el calor, del que se quejó con razón, tuvo algo que ver. Con el violín, sin embargo, se transforma y sale el divo virtuoso y a la par meditativo cuando hace falta. Todos sus ataques fueron abordados con una seguridad pasmosa y superó, en suma, las altas expectativas que todos teníamos. Alexis Aguado, primer violín, fue casi arrastrado a la fuerza por Carmignola al centro del escenario en varias ocasiones para recibir el aplauso del público. Luego, al terminar, le abrazó calurosamente y sólo faltó que le diera un beso. Un tipo muy natural, Carmignola. Me ha caído bien.
Con esto terminó la edición de este año del FeMÁS. Ahora comienza la larga espera para el del año que viene.
PS: No conozco personalmente a Mercedes Ruiz (violonchelo de la OBS), pero su maratoniana participación en este Festival bien ha merecido un aplauso y esta mención especial.
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