La pianista Maria João Pires tiene sesenta y siete años muy bien llevados tanto en su aspecto exterior como en el plano profesional. Aunque la de ayer no fue precisamente su primera visita a Sevilla, yo no había tenido la oportunidad de verla actuar en vivo, por lo que dirigí mis pasos al Teatro de la Maestranza con la plena convicción de que no iba a salir defraudado. Y lo cierto es que todo fue más o menos como se suponía que había de ser. Pires, que traía su propio piano para el recital –un estupendo Yamaha CFIII– venía acompañada en esta oportunidad por el violonchelista brasileño Antonio Meneses, de brillante trayectoria. Sin embargo, yo estaba allí fundamentalmente para escucharla a ella, de modo que no me sorprendió mucho la sensación constante de que la pianista le daba muchas vueltas al chelista. Quizá fuese que yo venía más predispuesto a favor de Pires que de Meneses, pero a servidor le parecía que el papel de este último parecía limitarse en demasiadas ocasiones a servir de mero acompañamiento –muy bello, sí– a la verdadera protagonista de la noche, que era Pires. Así quedó patente en los dos Impromptus schubertianos ofrecidos con absoluta maestría y control técnico. El programa, en cambio, no reservaba a Meneses ninguna pieza individual.
Ambos abrieron el recital con una versión quizá incluso demasiado contenida de la espléndida sonata para violonchelo y piano nº3, op.69 de Beethoven, marcando las mismas pautas que se observarían durante las siguientes obras (la sonata para arpeggione –aquí, obviamente, violonchelo– y piano, D.821 de Schubert y la nº1, op.38 de Brahms): interpretaciones dotadas de un dramatismo bastante reposado en las que brilló Pires con su perfección técnica y en las que mejoró Meneses, ganando progresivamente en técnica y expresión. De propina para el público, una obra moderna brasileña (no recuerdo el autor), que se me antojó hermosa, aunque encajaba más bien poco con el carácter “bachiano” de la sonata de Brahms.
En cuanto al aforo, el teatro ofrecía un aspecto casi lleno, aunque esa misma mañana comprobé, por simple curiosidad, que aún quedaban bastantes localidades por vender. A todo esto, el público no se enteró en toda la noche de que no hay que aplaudir entre movimiento y movimiento. Lo de las toses en las pausas ya es un capítulo aparte. Al margen de los ruidos producidos por objetos al caer al suelo, algunas toses llegaron a ser tan exageradísimas que arrancaron no solamente protestas, sino también algunas risas.
Pero hoy no es día de quejas, precisamente después de haber leído que ahora también la Diputación Provincial de Sevilla ha decidido reducir –en un 40%– su aportación al Maestranza. Entre todos lo mataron y él solito se murió.
Ambos abrieron el recital con una versión quizá incluso demasiado contenida de la espléndida sonata para violonchelo y piano nº3, op.69 de Beethoven, marcando las mismas pautas que se observarían durante las siguientes obras (la sonata para arpeggione –aquí, obviamente, violonchelo– y piano, D.821 de Schubert y la nº1, op.38 de Brahms): interpretaciones dotadas de un dramatismo bastante reposado en las que brilló Pires con su perfección técnica y en las que mejoró Meneses, ganando progresivamente en técnica y expresión. De propina para el público, una obra moderna brasileña (no recuerdo el autor), que se me antojó hermosa, aunque encajaba más bien poco con el carácter “bachiano” de la sonata de Brahms.
En cuanto al aforo, el teatro ofrecía un aspecto casi lleno, aunque esa misma mañana comprobé, por simple curiosidad, que aún quedaban bastantes localidades por vender. A todo esto, el público no se enteró en toda la noche de que no hay que aplaudir entre movimiento y movimiento. Lo de las toses en las pausas ya es un capítulo aparte. Al margen de los ruidos producidos por objetos al caer al suelo, algunas toses llegaron a ser tan exageradísimas que arrancaron no solamente protestas, sino también algunas risas.
Pero hoy no es día de quejas, precisamente después de haber leído que ahora también la Diputación Provincial de Sevilla ha decidido reducir –en un 40%– su aportación al Maestranza. Entre todos lo mataron y él solito se murió.
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