Cada año estamos más acostumbrados a pasear por las calles y los centros comerciales con decoración navideña en fechas aún muy lejanas a las fiestas, e incluso a encontrar turrones y dulces de Navidad en los supermercados casi en cualquier época del año. No es algo que me entusiasme, porque la generalización implica en ocasiones desdibujar el carácter especial del que tradicionalmente hemos revestido a algunas cosas: parte del atractivo de disfrutar de unas buenas torrijas o de, por ejemplo, de unos huesos de santo –ya que estamos en noviembre– se encuentra en el hecho de que sean los dulces propios de unas épocas muy determinadas del año.
Mi “arranque navideño”, excesivamente temprano en mi opinión, tuvo lugar el pasado miércoles con el extraordinario concierto de la Orquesta Barroca de Sevilla en la iglesia de la Anunciación de Sevilla en el marco del Proyecto Atalaya. Este último consiste en una iniciativa de colaboración de las diez universidades públicas andaluzas con la Conserjería de Economía, Innovación y Ciencia de la Junta de Andalucía, que dio lugar en el año 2009 al Proyecto de Recuperación del Patrimonio Musical Andaluz con la finalidad de rescatar del injusto olvido las composiciones musicales tragadas por el tiempo en Andalucía. El proyecto consiste precisamente en su recuperación, interpretación en vivo y grabación en disco, a efectos de divulgar en la mayor de las medidas posibles este patrimonio histórico que no merece permanecer olvidado. Y lo cierto es que el concierto de la OBS del pasado miércoles, retransmitido también por internet, fue una auténtica maravilla, dedicado íntegramente a la figura de Juan Manuel de la Puente (1692-1753), quien durante más de cuarenta años ostentó el cargo de maestro de capilla de la Catedral de Jaén. El programa lo integraban un total de cuatro villancicos (Oíd, infelices moradores; En este convite sacro; A la competencia, cielos; A dónde, niña hermosa) y de un elaborado Miserere. La música de los villancicos es encantadora y ligera, y resulta efectivo el carácter casi “conversacional” del primero de los mencionados. Quizás el que más me satisfizo fue el más agitado “A dónde, niña hermosa”, de tema mariano, en el que el coro se agita nerviosamente mientras es replicado serenamente por la soprano (“Antes que principio los siglos tuvieran...”). Junto a la extraordinaria orquesta, dirigida por Enrico Onofri, tuvimos la nada desdeñable oportunidad de escuchar a la no menos extraordinaria María Espada, siempre una garantía, acompañada de la mezzosoprano Marta Infante y del barítono Jesús García Aréjula, que demostró tener un registro lo suficientemente amplio como para ascender en ocasiones a las notas altas con voz incluso atenorada. Acompañó a los solistas el recién creado Coro Juan Manuel de la Puente, dirigido por Lluis Vilamajó.
En conclusión, un auténtico privilegio (además, gratuíto) que se repite hoy en Córdoba y mañana en el mismo lugar para el que las obras fueron concebidas: la Catedral de Jaén. A destacar también lo elaborado del programa de mano, con amplias notas y el texto íntegro de cada una de las composiciones. Ahora toca esperar el disco.
1 comentarios:
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Saudações de Portugal
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