Vamos a comenzar hoy con una historia que, aparentemente, no está relacionada con Madama Butterfly. Es la historia de una niña japonesa de principios del siglo XX que es embarcada para EE.UU. con la esperanza de que allí encuentre una vida mejor. Ella sube al barco, anclado en el puerto de Yokohama, calzando unos zapatos rojos, y su madre la recordará siempre con tristeza y ansiedad hasta el último de sus días cada vez que vea a alguien con un calzado de ese color. La recuerda cada vez que ve a un extranjero, e incluso se pregunta si los ojos de su pequeña se habrán vuelto azules a causa del contacto continuado con los occidentales. Esto es, se pregunta con inquietud hasta qué punto ella sigue siendo suya.
“Akai kutsu” (“Zapatos rojos”) es una canción infantil japonesa con texto del poeta Ujo Noguchi y música de Nagayo Motoori. El tema musical, acorde con el texto, es quizá bastante melancólico para el concepto que los occidentales tenemos de las canciones infantiles. Digamos que no es como escuchar una melodía de Miliki, que Dios tenga en su gloria. He aquí el tema musical:
El texto, en romaji (japonés con caracteres latinos) y castellano es el siguiente (obtenido de aquí):
Akai kutsu haiteta on’na no ko
Ijinsan ni tsurerarete icchatta
Una joven mujer japonesa que llevaba zapatos rojos
se ha marchado con un extranjero
Yokohama no hatoba kara fune ni notte
Ijinsan ni tsurerarete icchatta
Ella viaja en un barco desde el puerto de Yokohama
se ha marchado con un extranjero
Ima dewa aoi me ni nacchatte
Ijinsan no okuni ni irundaro
Me imagino que sus ojos se volverán azules
Viviendo en esa tierra de extranjeros
Akai kutsu miru tabi kangaeru
Ijinsan ni au tabi kangaeru
Cada vez que veo zapatos rojos, pienso en ella
Cada vez que conozco a un extranjero, pienso en ella...
He aquí un vídeo en el que vemos texto y música:
Bien. Vamos ahora a lo interesante. La historia que cuenta la canción, desafortunadamente, es real. La niña de los zapatos rojos fue Kimi Iwasaki. Nació el 15 de julio de 1902 en Shizuoka y a la edad de tres años fue entregada al misionero estadounidense Charles Hewett debido a la precaria situación económica de su madre, Kayo Iwasaki. Tres años más tarde, el misionero partió a EE.UU. desde el puerto de Yokohama, y Kayo creyó hasta el último de sus días que se había llevado consigo a su hija. No fue así. Poco antes de que la pequeña Kimi embarcase le fue diagnosticada una tuberculosis, y temiendo que no pudiese sobrevivir al largo viaje en barco fue dejada en un orfanato de Tokyo, donde moriría a la edad de nueve años el 15 de septiembre de 1911. Su madre jamás supo de esto. Posteriormente, ella se casó con un tal Shiro Suzuki, con el que acabó instalándose en Sapporo. Él conocería allí a Ujo Noguchi, quien como dije antes, escribió el texto de la canción, que desde su composición en 1921 se popularizó rápidamente.
La historia de Kimi Iwasaki y su trágico desenlace se dieron a conocer públicamente a través de la prensa en 1973. A día de hoy es posible encontrar una estatua de la niña de los zapatos rojos en el puerto de Yokohama, mirando al mar.
Estatua de Kimi Iwasaki en el puerto de Yokohama
Si el lector de esta entrada conoce el libreto de Madama Butterfly, habrá advertido claramente el paralelismo existente entre la historia de Kayo Iwasaki y la de Cio Cio San. La historia que narra esta canción transcurre muy pocos años después que la de Butterfly. Es más, la pequeña protagonista vivía en el momento del estreno fracasado de la ópera (1904). No he encontrado información acerca del padre de Kimi Iwasaki, lo que podría (insisto en eso de que “podría”) significar que Kayo fue madre soltera, como Butterfly.
Tenemos, en suma, a dos madres, una real y una ficticia, que viven apuros económicos y deciden desprenderse de sus hijos y embarcarlos a EE.UU. La madre ficticia (Butterfly) se suicida tras tomar esta decisión, mientras que la madre real (Kayo Iwasaki) pasa el resto de su vida tratando de convivir con el triste recuerdo de su hija perdida. Podemos acusar al libreto de la ópera de buscar arrancarle unas lagrimitas al espectador por el camino fácil, pero la historia no se aleja un ápice de la realidad. Una simple canción infantil como “Zapatos rojos” demuestra que ocurrían, efectivamente, desgracias idénticas a las de Butterfly en aquél Japón de hace cien años.
2 comentarios:
Bella historia y bello post.
Ahora que lo dices si que hay paralelismos.
Un saludo.
Siempre me encantó y me encanta esta Opera, en la voz de la Callas ni te cuento.
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