En alguna parte leí que la predilección que Mozart sentía por la viola sobre cualquier otro instrumento se debía quizás a que es el que más recuerda a la voz humana, y claro está: para Mozart, la ópera era la forma más excelsa posible de hacer música, lo que se traducía en el hecho de que enfocara también su música instrumental como si los instrumentos debieran “cantar”. Es cierto que el concierto que ha ofrecido Accademia del Piacere la pasada noche en el Alcázar ha tenido como protagonista a la viola de gamba, cuya voz, por no mencionar su aspecto externo, no se corresponde con el instrumento al que Mozart adoraba, pero no lo es menos que si hay alguien en Sevilla capaz de hacer “cantar” a la viola de gamba como es debido, esos son sin duda los hermanos Alqhai.
Con el título de “Les violes du ciel et de l’enfer”, Fahmi y Rami Alqhai han traído al Alcázar en este único concierto la práctica totalidad de su trabajo discográfico de idéntico nombre, publicado en su propio sello “Alqhai & Alqhai”. Se trata de un programa que busca el contraste entre las dulces y cándidas melodías de Marin Marais (el “ángel”) y las más virtuosistícas de Antoine Forqueray (el “diablo”). La única presencia de las dos violas hizo que tal vez se echara en falta algo más de cromatismo sonoro, como por ejemplo el acompañamiento del clave, la tiorba, etc. Esa, al menos, fue la opinión de mis acompañantes, pero lo cierto es que cuando el instrumento es hermoso, que lo es, y está admirablemente interpretado, como lo estuvo, poco más se puede exigir. A mí, sencillamente, se me hizo muy corta la hora de duración del concierto.
La primera parte, dedicada a Marais, se abrió con los abruptos, quizá incluso demasiado, primeros compases de la Marche Tartare, para abrir paso a una genialmente pomposa Arabesque, de sinuosas y excitantes líneas descendentes. Fahmi Alqhai tuvo su momento de gloria con una introspectiva e intimista Rêveuse, que arrancó el primer aplauso del público. En lo que se refiere a Rami Alqhai, hubo algún problema menor de afinación, especialmente en la segunda parte, dedicada a Forqueray, que en absoluto es óbice para considerarle el estupendo intérprete que es. Lo mejor de la segunda mitad fue una extraordinaria Jupiter convertida en diálogo entre los intérpretes, cuya complejidad adquirió especiales matices gracias a la duplicidad de los instrumentos. A modo de propina para el público, una Guitare de Marais encantadoramente animosa.
Les violes du ciel et de l'enfer (Música francesa del Barroco tardío)
MARIN MARAIS (1656-1728)
Marche Tartare
La Arabesque
La Reveuse
Marche Persane “La Savigny”
Sarabande
La Tourbillon
ANTONINE FORQUERAY (1671-1745)
La Rameau
La Montigni
La Léon, Sarabande
Jupiter
0 comentarios:
Publicar un comentario