El Ciclo de músicas históricas de Santa Clara, del que doy noticias cada semana, me permitió ayer recibir un balón de oxígeno en medio de una ajetreada situación profesional en la que me hallo inmerso (muy a gusto, por cierto). No sé si en las próximas semanas tendré demasiado tiempo para dedicarle al blog, aunque desde luego pretendo seguir dando cuenta por aquí de mi asistencia a este estupendo ciclo, así como del Orfeo y Eurídice que se representa en el Teatro de la Maestranza este domingo.
Volviendo al tema. El programa de ayer, a cargo del grupo Accademia Bizantina, se centraba en el mundo de las transcripciones camerísticas tan propias de los siglos XVIII y XIX, dirigidas habitualmente para la interpretación en el ámbito doméstico de las obras que triunfaban en los teatros de ópera y en las salas de concierto. En vez de comprarse, como haríamos hoy, una grabación en cedé para poder escuchar la música de moda en casa, quienes podían permitírselo contrataban a grupos de cámara, muchas veces compuestos a base de instrumentos de viento –Harmoniemusik–, que debían interpretar las susodichas transcripciones. Nuestro programa de ayer se centró en Mozart y Haydn. De este último se ofreció la famosa sinfonía nº 101 “El reloj” en la transcripción de Johann Peter Salomon y de Mozart, tres de las oberturas de sus óperas más conocidas: La flauta mágica (transcripción de Johann Wendt), El rapto en el serrallo (August Eberard Müller) y lo que para mí fue lo más conseguido del concierto, la de La clemenza di Tito (transcrita también por Müller). De la obertura de El rapto ya conocía la transcripción para vientos de Wendt, grabada para la integral de Mozart de Philips de 1991. Lo que me llamó ayer la atención de la transcripción de Müller es que no finaliza donde lo hace estrictamente la obertura, sino que se prolonga unos compases más allá de la misma incluyendo el tema de la entrada de Belmonte, que es el mismo que ocupa la sección central de la obertura, que se cierra así simétricamente. Curioso.
Muy bien los intérpretes de Accademia Bizantina, que no sé por qué evitaron subir a la tarima y prefirieron tocar al mismo nivel del público, lo que dificultaba algo la visibilidad para quienes no se encontraran sentados en las primeras filas. Lo único negativo fue algún problema de afinación en los violines, que tampoco llegó a arruinar ni mucho menos ninguna de las obras. Aquí la lista de intérpretes: Stefano Rossi y Laura Mirri, violines primero y segundo, respectivamente; Diego Mecca, viola; Alessandro Andriani, violonchelo; Luca Bandini, violone; Marco Brolli, flauta y Giovanni Togni, clave.
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