El pasado viernes se celebró en el Teatro Real de Madrid el concierto-homenaje a Plácido Domingo en su setenta cumpleaños. Lo seguí desde casa y lo cierto es que me gustó bastante, desde luego lo suficiente para que le escribiera una felicitación en la web del Real y para que al día siguiente fuese víctima de un fuerte ataque de dominguismo. Ya en este blog me he autoproclamado "dominguista" en varias ocasiones y he manifestado cuánto me revuelven aquellos que atacan a este enorme artista de forma exageradamente sañuda, como si en ello estuviese en juego lo “exquisito” de los gustos musicales. Yo, por mi parte, admiro a Domingo precisamente porque conozco o creo conocer sus defectos (sí, ya lo sabemos: su sempiterno problema con el agudo, alguna tendencia nunca exagerada a tirar de la gola, el fiato corto...) y ello me ha llevado hasta el día de hoy a sopesarlos con sus innegables méritos para terminar concluyendo que la balanza se desequilibra enormemente a favor de estos últimos.
Plácido Domingo es un caballero, un cantante histórico en vida que posee una humildad que simplemente no existe para otros “divos” de tres al cuarto del panorama actual. Escribo esto pensando en su ínfimo número de cancelaciones, mientras que otros parecen realizarlas a capricho. Con decir que a Plácido apenas le detuvo el cáncer durante unas semanas... Y es obvio que no es necesidad económica lo que le mantiene en activo, sino pasión por la ópera. Hablando de humildad, cuando alguien se refiere a él exageradamente como “el mejor tenor del mundo”, él desvía la cuestión afirmando que a quienes venera es a los clásicos y a Caruso.
Podría ponerme sentimental, más o menos como en la felicitación que escribí, y decir que tanto en mi caso como estoy seguro que en el de miles de personas más, Plácido ha puesto voz a momentos de nuestra vida y ha sido capaz de eliminar aunque solo sea temporalmente, nuestros pensamientos más negativos para sustituirlos por música y belleza. No hay profesión más bella que la suya ni forma más inteligente de abordarla, claro que para eso él es una persona con el don de “transmitir” y a fin de cuentas, con una arrolladora personalidad. Con una palpable humanidad. Con la música, y no me refiero sólo al canto, arraigada en lo más profundo de su alma.
Felicidades, maestro.
Plácido Domingo es un caballero, un cantante histórico en vida que posee una humildad que simplemente no existe para otros “divos” de tres al cuarto del panorama actual. Escribo esto pensando en su ínfimo número de cancelaciones, mientras que otros parecen realizarlas a capricho. Con decir que a Plácido apenas le detuvo el cáncer durante unas semanas... Y es obvio que no es necesidad económica lo que le mantiene en activo, sino pasión por la ópera. Hablando de humildad, cuando alguien se refiere a él exageradamente como “el mejor tenor del mundo”, él desvía la cuestión afirmando que a quienes venera es a los clásicos y a Caruso.
Podría ponerme sentimental, más o menos como en la felicitación que escribí, y decir que tanto en mi caso como estoy seguro que en el de miles de personas más, Plácido ha puesto voz a momentos de nuestra vida y ha sido capaz de eliminar aunque solo sea temporalmente, nuestros pensamientos más negativos para sustituirlos por música y belleza. No hay profesión más bella que la suya ni forma más inteligente de abordarla, claro que para eso él es una persona con el don de “transmitir” y a fin de cuentas, con una arrolladora personalidad. Con una palpable humanidad. Con la música, y no me refiero sólo al canto, arraigada en lo más profundo de su alma.
Felicidades, maestro.
0 comentarios:
Publicar un comentario