A Joaquín Achúcarro le gusta hacerse querer. Lo demostró el pasado domingo en su recital pianístico en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, a donde acudió para ofrecer un programa que integraba los “Estudios sinfónicos”, op.13 de Robert Schumann, y ya en la segunda parte, dedicada por completo a Frédéric Chopin, su “Fantasia Impromptu, Op. 66”, la Barcarola Op. 60, los Nocturnos Op. 15 N.2 en Fa sostenido mayor y Op. 9 N.2 en Mi bemol mayor, los valses en si menor, Op. 69 N2 y en mi menor, Op. Postumo, el Scherzo N. 3 Op. 39 y para cerrar (aparentemente), la Polonesa Op. 53 en La bemol mayor.
La presencia y la autoridad al teclado de un artista de la talla de Achúcarro no sirvieron para llenar todo el aforo del Maestranza ni siquiera en fin de semana. No es que el teatro presentara un aspecto escandaloso de vacío general, pero un artista y un recital como el que pudimos escuchar los asistentes bien hubiera merecido el lleno. Porque lo cierto es que sorprende ver a ese hombrecillo casi octogenario, de andar frágil, produciendo semejante música con sus dedos y con un dominio técnico del teclado intacto a pesar de los años. El público reaccionó entusiasmado al término de la segunda parte, y Achúcarro no se hizo de rogar: salía del escenario y entraba caminando con calma, haciendo reverencias al público y uniendo sus manos en gesto humilde. Y enseguida se sentaba, empalmando un bis con otro. Yo perdí la cuenta de cuántos, pero supongo que serían unos cinco o seis, casi como si el concierto hubiese constado de una tercera parte. En su acertada crítica para ABC de Sevilla, José Luis López López habla de cuatro: «Preludio y Nocturno para la mano izquierda Op. 9» de Scriabin; «Preludio nº 2 del Op. 3, “Cinco piezas de fantasía”» de Rajmáninov, la célebre “Danza del fuego” de Manuel de Falla (a quien, por cierto, hoy Google rinde homenaje) y «Preludio Op. 28, 16» de Chopin.
Larga vida y larga carrera aún para Joaquín Achúcarro. Y que vuelva a Sevilla.
La presencia y la autoridad al teclado de un artista de la talla de Achúcarro no sirvieron para llenar todo el aforo del Maestranza ni siquiera en fin de semana. No es que el teatro presentara un aspecto escandaloso de vacío general, pero un artista y un recital como el que pudimos escuchar los asistentes bien hubiera merecido el lleno. Porque lo cierto es que sorprende ver a ese hombrecillo casi octogenario, de andar frágil, produciendo semejante música con sus dedos y con un dominio técnico del teclado intacto a pesar de los años. El público reaccionó entusiasmado al término de la segunda parte, y Achúcarro no se hizo de rogar: salía del escenario y entraba caminando con calma, haciendo reverencias al público y uniendo sus manos en gesto humilde. Y enseguida se sentaba, empalmando un bis con otro. Yo perdí la cuenta de cuántos, pero supongo que serían unos cinco o seis, casi como si el concierto hubiese constado de una tercera parte. En su acertada crítica para ABC de Sevilla, José Luis López López habla de cuatro: «Preludio y Nocturno para la mano izquierda Op. 9» de Scriabin; «Preludio nº 2 del Op. 3, “Cinco piezas de fantasía”» de Rajmáninov, la célebre “Danza del fuego” de Manuel de Falla (a quien, por cierto, hoy Google rinde homenaje) y «Preludio Op. 28, 16» de Chopin.
Larga vida y larga carrera aún para Joaquín Achúcarro. Y que vuelva a Sevilla.
2 comentarios:
Ten por seguro, Pablo, que los bises fueron esos cuatro solamente. Yo no perdí la cuenta, y los fui anotando. Ojalá hubiera dado ocho; pero ya fue muy generoso. Saludos, José Luis López López.
Mil gracias por la aclaración, José Luis. Y bienvenido. Sigo siempre tus críticas.
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