Hace más de un año que pude ver en inglés la reciente miniserie “El diario de Ana Frank”, de la BBC. Ya en su día, al escribir sobre Ana, hice aquí algunas consideraciones positivas al respecto, pero he elegido este momento, cuando se cumple el aniversario del día del escondite de Ana y su familia, para comentar esta serie en mayor profundidad, pues bien lo merece.
Los dos antecedentes más destacados en el ámbito cinematográfico eran la célebre película de George Stevens a partir de la obra teatral “El diario de Ana Frank” (sin duda una gran película, aunque bastante desdeñable desde el punto de vista de la recreación de los hechos históricos), y la estimable película de Robert Dornhelm (“La historia de Ana Frank”) que partía de la biografía de la célebre niña judía escrita por Melissa Müller. Por desacuerdos con la Fundación Ana Frank, Dornhelm no pudo utilizar las palabras escritas por Ana en su diario, lo que trajo consigo una inesperada consecuencia positiva: esta película del año 2001 no es una plasmación cinematográfica del diario, sino un intento de reconstruir los hechos desde una perspectiva externa a la propia Ana. Lo que sí pudo haberse mejorado fue la imagen algo “mística” de la protagonista: cualquiera que haya leído el diario recordará la batalla interna entre la “Ana de fuera” (insolente) y la interior, más “trascendente” y que nadie conoce salvo la propia autora. Es, por tanto, un error histórico el mostrar a Ana comportándose como lo hubiera hecho la “Ana interior”, pero ¿cómo resolver el problema? Si recreamos sólo (e insisto en que estamos ante el punto de vista meramente visual) a la Ana desagradable nos estamos perdiendo la faceta más interesante del personaje, mientras que si mostramos esta estamos manipulando su comportamiento en sociedad, al revestirlo de una falsa solemnidad. Da la sensación de que Dornhelm, respetuoso con Ana, quiso inclinarse por esta última opción, y que tan centrado estaba en mostrarnos a la Ana más seria y profunda que los pocos momentos en los que el personaje es insolente en su película nos chirrían. En cualquier caso, lo cierto es que la jugada le salió todo lo bien que podía salirle al contar con una extraordinaria Hannah Taylor Gordon en el papel principal.
El planteamiento de la nueva serie de la BBC, dirigida por Jon Jones, era de todo menos original: adaptar de nuevo los hechos narrados en el diario y nada más. No parecía aportar gran cosa comparado con la película de Dornhelm, que si bien narra muy superficialmente los dos años de escondite, sí que aporta una interesante y bien documentada recreación del paso de Ana por los campos de concentración de Westerbork, Auschwitz y Bergen-Belsen. Sin embargo, y tras verla por primera vez, supe que estábamos ante la que por ahora es sin duda la adaptación más fiel de lo escrito por Ana, y probablemente también ante el retrato menos distorsionado de los ocho escondidos y sus ayudantes. Contó con el beneplácito de la Fundación Ana Frank, y durante los cinco capítulos que ocupa la serie escuchamos la voz en off de la propia Ana leyendo bastantes párrafos del diario.
Naturalmente la serie se toma sus licencias. Hay hechos manipulados para que sean más efectivos desde el punto de vista cinematográfico (la escena de Januká es un buen ejemplo), algunas cosas que en el diario vienen asociadas a un personaje le ocurren a otro, etc. También hay errores que hubieran sido fácilmente subsanables: ya la película de Dornhelm mostraba muy bien el modo en el que Fritz Pfeffer fue introducido en la “Casa de atrás”, algo que inexplicablemente no ocurre en esta serie, rodada siete años después. También es equivocada la forma en la que se muestra la llegada de los Van Pels y casi toda la escena del arresto final. Pecata minuta, pues puede decirse que todo lo que vemos en la serie ocurrió realmente... más o menos.
Un aspecto muy destacable es la magistral reconstrucción del anexo y del “clima” general del escondite. Nunca he estado allí, pero cuando uno lee el diario se imagina esas habitaciones del mismo modo. Allí están las cortinas hechas de jirones de tela, las habitaciones atestadas de chismes, la sensación de frío y humedad, el cojín colocado por Peter sobre la puerta para proteger las cabezas y cosas tan simples y que tanto hacen para transportarnos a la atmósfera real del lugar como las conversaciones en voz baja, la oscura iluminación o el sonido de las campanas de la Westerkirche, que tanto agradaban a Ana.
Otro rasgo de importancia, y que no debe dar lugar a malentendidos, es que se trata de una adaptación del diario en toda regla y con todas sus consecuencias. Ello quiere decir que no estamos ante una reconstrucción ideal de unos hechos históricos, sino que los vemos desde el prisma de Ana. Tomemos, por ejemplo, el caso de Pfeffer. Todas las fuentes están de acuerdo en que era un hombre encantador... salvo la propia Ana, que casi no podía soportarle. Pues bien, una adaptación del diario implica retratar a Pfeffer (siguiendo con el ejemplo) del modo en que lo veía Ana, se correspondiera o no con la realidad. Y conste que en esta serie se traza un retrato del dentista mucho más humano de lo usual. Precisamente por esta necesidad de recrear “según lo veía y entendía Ana”, la serie utiliza los pseudónimos que ella empleó en su diario, con excepción de su propia familia y los ayudantes, que como es habitual aparecen con sus nombres reales:
Hermann van Pels: Hermann van Daan.
Auguste van Pels: Petronella van Daan.
Peter van Pels: Peter van Daan.
Fritz Pfeffer: Albert Dussel.
Ya he escrito sobre el problema de recrear cinematográficamente a un personaje tan complejo como Ana Frank, que además debe recaer sobre una niña de entre trece y quince años. La primera impresión que produce Ellie Kendrick es la de aparentar ser demasiado mayor y corpulenta para dar vida a la frágil Ana. Tampoco hay gran parecido físico entre una y la otra, de modo que lo único con lo que cuenta Kendrick para salvar los platos es su interpretación. ¡Y vaya si lo consigue! Soy absolutamente sincero cuando digo que por primera vez vemos algo aproximado en el cine al carácter a veces tan dañino de la protagonista. El guión (y no olvidemos que se integra en un 80 % de las palabras de la propia Ana) nos la muestra sin reparos como una niña difícil de soportar, acaparadora con las personas (lo dicen, por ejemplo, amigas de infancia que aún viven como Hanneli Goslar o Jacqueline van Maarsen) y brutalmente desagradable con su madre. Es posible incluso que, en este último apartado, la serie se quede corta (y no digamos ya las anteriores adaptaciones). La Ana reflexiva y madura de 1944 también se asoma, aunque sus reflexiones sobre el comportamiento humano, la naturaleza y Dios se muestran de forma algo superficial y precipitada antes del final de la serie.
Se ha dicho que la Ana perfecta sería una combinación de Ellie Kendrick y Hannah Taylor Gordon. Estoy de acuerdo. La primera tiene el carácter complicado de la Ana real, junto con su cómica ironía (no exenta de una cierta carga de cinismo) para describir personas y situaciones. La segunda tiene el físico, una mayor capacidad dramática y una más completa profundización en los pensamientos más valiosos de la autora.
Siguiendo con la familia de Ana, las interpretaciones son muy acertadas. Iain Glen no guarda demasiado parecido físico con Otto Frank, pero retrata (y creo que mejor que nadie, Ben Kingsley incluido) el carácter pacífico y agradable de “Pim”. Es novedoso verle en el cine como un personaje de gran sentido del humor, pero es la dulzura con sus hijas el rasgo más acertado de su actuación, hasta el punto de crear en Ana a una niña algo consentida. Se recrea su conversación con Ana a consecuencia de la carta (entrada del 7 de mayo de 1944), y aunque toda la escena está demasiado teatralizada, se nos encoge el corazón al ver a un padre arrasado por las lágrimas al ver que la situación con su hija se le escapa de las manos sin que pueda adoptar los remedios que serían suficientes en el mundo exterior. Tamsin Greig, de bastante parecido con Edith Frank, es la sufrida madre, que lo pasa mal con el maltrato al que la somete su hija. También es la más asustada de los escondidos y la más deprimida, como recordaba Miep Gies. Otro acierto del guión es el de mostrar un retrato más completo de la modélica hermana mayor (Felicity Jones): vemos a una Margot a la que le cuesta soportar las insolencias de su hermana menor, que también desea alejarse de sus padres (así consta en el diario) y que se refugia en el estudio para “sobrevivir”. También vemos, aunque de forma casi insinuada, su debate interno entorno a Peter. Además, Jones cumple el requisito de la belleza física que todos atribuían a Margot, ya que parece unánime la opinión de que las fotografías que han sobrevivido no le hacen justicia.
Muy caricaturesco es el retrato de Petronella van Daan (Auguste van Pels), papel a cargo de Lesley Sharp: se incide en su personalidad coqueta y superficial y en sus explosiones de carácter. La mayoría de las referencias a esta mujer en el diario parecen exactamente “de caricatura”, y puesto que así es como la veía Ana así es como la vemos nosotros, coincida ello o no con la realidad. En este último sentido, la propia Ana moderó bastante sus opiniones negativas sobre ella en los últimos meses de su encierro. Hermann van Daan (Hermann van Pels), interpretado por Ron Cook, aparece como un hombre afable, ingenioso, de un enorme sentido del humor (una continua fuente de chistes), aunque sumido en continuas peleas y reconciliaciones con su mujer y malhumorado por la falta de cigarrillos. Peter van Daan (Peter van Pels) es un personaje clave y muy difícil de enfocar. Sabemos que tenía un carácter tímido y probablemente inmaduro para su edad. Sufría por sus graves problemas para expresar sus sentimientos. Es posible, incluso, que no fuese precisamente deslumbrante desde el punto de vista intelectual. La cuestión es que Geoff Breton es un Peter algo más despierto a como lo veíamos en la película de Dornhelm, aunque con la debilidad de carácter antes mencionada. Hubiera sido buena idea, para suplir esa sensación de “vacío” mental, la de plasmar en el personaje algunas de las cosas de él que más preocupaban a Ana: desdén por la religión, falta de expectativas en sí mismo, etc. Hay que decir que, puesto que apenas hay fotografías de esta familia (las pertenencias de su casa desocupada fueron robadas por los nazis) no puede exigirse un gran parecido físico de los actores con ellos. Tal vez Breton aparente ser demasiado mayor, aunque no es algo relevante.
En lo concerniente al octavo escondido, esta película ofrece el que hasta ahora es el retrato más honesto de Albert Dussel (Fritz Pfeffer). Ana, que le odiaba, le llamó “Dussel” porque significa “idiota”. Nicholas Farell, muy parecido al Pfeffer real, da vida a un personaje educado, algo chapado a la antigua, enamorado hasta el tuétano y que no es capaz de soportar el encierro. Sabemos que era un gran deportista y es comprensible que sobrellevase mal esos dos años de aislamiento del mundo. La famosa pelea del escritorio es lo más interesante de su actuación: no es capaz de valorar la importancia de escribir para Ana, y tras el final de la disputa le vemos escribiendo una carta a Charlotte Kaletta en las oficinas de abajo (suponemos que Ana está ocupando el escritorio en ese preciso momento gracias a la intervención de Otto) mientras llora sin consuelo la ausencia de su amante y de su hijo, al que (al igual que en el diario de Ana), no se hace referencia.
En cuanto a los ayudantes, Kate Ashfield es una Miep Gies algo asustada, rasgo comprensible aunque no encaje bien con la fortaleza de carácter del personaje real. En este sentido, tal vez me convenza más Lili Taylor en “La historia de Ana Frank”. Eso sí, su parecido con la Miep real es más que considerable, como también ocurre con Roger Frost, clavadito al señor Kleiman (en las ediciones más antiguas del diario se le llama Koophuis) salvo por que le falta algo de pelo. A este le vemos permanentemente atento y de buen humor, pero con sus habituales problemas de salud. Mucho menos me convence el retrato de Kugler (o Kraler en las versiones antiguas del diario) (Tim Dantay), como un hombre permanentemente enojado con los escondidos. Es cierto que en el diario consta algún episodio, pero también se describe su buen humor, aquí inexistente. Bep, interpretada por Mariah Gale, hace un papel discreto y casi desapercibido en comparación con los anteriores. No me explico esta costumbre cuando Ana simpatizaba tanto con ella. Podrían haberse retratado sus preocupaciones con su padre enfermo y la complicada historia de su noviazgo y compromiso, que sin duda motivaron muchas conversaciones en la "Casa de atrás". Igualmente discreto es el lugar dejado para Jan Gies (esposo de Miep). Ni siquiera en los créditos de la serie he conseguido encontrar el nombre del actor que le interpreta.
Del último punto débil de la serie no tienen la culpa ni el director, ni el guionista ni los actores, sino los responsables del nefasto doblaje al castellano. Me pitan los oídos de escuchar durante toda la serie cómo se llama “Kluger” a Kugler, o cuando hay frases no ya traducidas del inglés al castellano, sino en las que se dice algo completamente diferente y cambiando, por tanto, las palabras que Ana escribió en su diario. Pero lo peor es la escena en la que Pfeffer (Dussel) relata a Ana sus intenciones de emigrar a Sudamérica tras el fin de la guerra. En versión original, el actor pronuncia “gracias por su ayuda hoy” y “buenas noches” en español macarrónico y cuenta seguidamente sus propósitos a Ana. Los responsables del doblaje han optado por la horrible opción de que, para que se note el cambio de idioma, Pfeffer pronuncie esas palabras en inglés y anuncie luego que piensa irse a Norteamérica. Lamentable, sobre todo porque implica manipular un hecho histórico. Sin duda hubiese sido preferible que la totalidad de la conversación discurriese en castellano, ya que por las palabras de Ana (“¡eso no es hebreo!”) es fácil de entender que no ha entendido lo que le ha dicho Pfeffer.
Precisamente en relación a la edición en castellano, debo decir que recomiendo encarecidamente la “edición coleccionista” por una razón muy simple: la edición simple consiste en la serie montada como si de una película se tratase (es decir, eliminando los capítulos con sus entradillas y créditos finales), con el lógico resultado de que se nota que es una serie y que el formato “película” no le sienta tan bien. Además, y esto es más grave, en esta edición hay escenas mutiladas. La edición coleccionista trae dos DVDs: la serie completa y en capítulos (que es como hay que verla) con un documental sobre el diario de Rutka Laskier y la desafortunada versión “película” con cortes. Se incluye en la caja una edición del diario de Ana, lo que es estupendo para quien no lo haya leído y decida darse un atracón en una sola compra. Supongo que lo ideal hubiera sido vender la serie en capítulos como “edición simple” e incluir la “película” con el libro en la “edición coleccionista”, más cara. Lo que se ha hecho no es más que una forma de obligar a pagar más a los interesados en la serie completa.
Creo que el realismo es el principal acierto de esta serie. Es la más “histórica” recreación del diario de Ana y también la más valiente en cuanto al retrato de los personajes. Sin embargo, mi opinión es que esta serie complementa y no desplaza a la película de Dornhelm, primeramente por la interpretación sobresaliente de Hannah Taylor Gordon, y en segundo lugar, por su cruda descripción de lo ocurrido tras el arresto. La serie, en cambio, concluye con las detenciones y unas breves descripciones del destino de cada uno de los personajes. Y lo increíble es que pese a que conocemos sobradamente el trágico fin de la vida de Ana, se nos pone la carne de gallina al ver su imagen congelada mientras el narrador dice “muerta en el campo de concentración de Bergen-Belsen”. La adaptación ha conseguido lo más importante: no sólo nos ha invitado a reflexionar, sino que ha logrado que le tomemos cariño al personaje.
PS: Me persiguen las casualidades imposibles. Cuando acabo de terminar de escribir estas líneas es 25 de junio, y resulta que tal día como hoy en 1946 se publicó el Diario de Ana Frank. Aseguro al lector que no tenía ni idea y que lo he visto en el recuadro de “hechos históricos” del blog.
El planteamiento de la nueva serie de la BBC, dirigida por Jon Jones, era de todo menos original: adaptar de nuevo los hechos narrados en el diario y nada más. No parecía aportar gran cosa comparado con la película de Dornhelm, que si bien narra muy superficialmente los dos años de escondite, sí que aporta una interesante y bien documentada recreación del paso de Ana por los campos de concentración de Westerbork, Auschwitz y Bergen-Belsen. Sin embargo, y tras verla por primera vez, supe que estábamos ante la que por ahora es sin duda la adaptación más fiel de lo escrito por Ana, y probablemente también ante el retrato menos distorsionado de los ocho escondidos y sus ayudantes. Contó con el beneplácito de la Fundación Ana Frank, y durante los cinco capítulos que ocupa la serie escuchamos la voz en off de la propia Ana leyendo bastantes párrafos del diario.
Naturalmente la serie se toma sus licencias. Hay hechos manipulados para que sean más efectivos desde el punto de vista cinematográfico (la escena de Januká es un buen ejemplo), algunas cosas que en el diario vienen asociadas a un personaje le ocurren a otro, etc. También hay errores que hubieran sido fácilmente subsanables: ya la película de Dornhelm mostraba muy bien el modo en el que Fritz Pfeffer fue introducido en la “Casa de atrás”, algo que inexplicablemente no ocurre en esta serie, rodada siete años después. También es equivocada la forma en la que se muestra la llegada de los Van Pels y casi toda la escena del arresto final. Pecata minuta, pues puede decirse que todo lo que vemos en la serie ocurrió realmente... más o menos.
Un aspecto muy destacable es la magistral reconstrucción del anexo y del “clima” general del escondite. Nunca he estado allí, pero cuando uno lee el diario se imagina esas habitaciones del mismo modo. Allí están las cortinas hechas de jirones de tela, las habitaciones atestadas de chismes, la sensación de frío y humedad, el cojín colocado por Peter sobre la puerta para proteger las cabezas y cosas tan simples y que tanto hacen para transportarnos a la atmósfera real del lugar como las conversaciones en voz baja, la oscura iluminación o el sonido de las campanas de la Westerkirche, que tanto agradaban a Ana.
Otro rasgo de importancia, y que no debe dar lugar a malentendidos, es que se trata de una adaptación del diario en toda regla y con todas sus consecuencias. Ello quiere decir que no estamos ante una reconstrucción ideal de unos hechos históricos, sino que los vemos desde el prisma de Ana. Tomemos, por ejemplo, el caso de Pfeffer. Todas las fuentes están de acuerdo en que era un hombre encantador... salvo la propia Ana, que casi no podía soportarle. Pues bien, una adaptación del diario implica retratar a Pfeffer (siguiendo con el ejemplo) del modo en que lo veía Ana, se correspondiera o no con la realidad. Y conste que en esta serie se traza un retrato del dentista mucho más humano de lo usual. Precisamente por esta necesidad de recrear “según lo veía y entendía Ana”, la serie utiliza los pseudónimos que ella empleó en su diario, con excepción de su propia familia y los ayudantes, que como es habitual aparecen con sus nombres reales:
Hermann van Pels: Hermann van Daan.
Auguste van Pels: Petronella van Daan.
Peter van Pels: Peter van Daan.
Fritz Pfeffer: Albert Dussel.
Ya he escrito sobre el problema de recrear cinematográficamente a un personaje tan complejo como Ana Frank, que además debe recaer sobre una niña de entre trece y quince años. La primera impresión que produce Ellie Kendrick es la de aparentar ser demasiado mayor y corpulenta para dar vida a la frágil Ana. Tampoco hay gran parecido físico entre una y la otra, de modo que lo único con lo que cuenta Kendrick para salvar los platos es su interpretación. ¡Y vaya si lo consigue! Soy absolutamente sincero cuando digo que por primera vez vemos algo aproximado en el cine al carácter a veces tan dañino de la protagonista. El guión (y no olvidemos que se integra en un 80 % de las palabras de la propia Ana) nos la muestra sin reparos como una niña difícil de soportar, acaparadora con las personas (lo dicen, por ejemplo, amigas de infancia que aún viven como Hanneli Goslar o Jacqueline van Maarsen) y brutalmente desagradable con su madre. Es posible incluso que, en este último apartado, la serie se quede corta (y no digamos ya las anteriores adaptaciones). La Ana reflexiva y madura de 1944 también se asoma, aunque sus reflexiones sobre el comportamiento humano, la naturaleza y Dios se muestran de forma algo superficial y precipitada antes del final de la serie.
Se ha dicho que la Ana perfecta sería una combinación de Ellie Kendrick y Hannah Taylor Gordon. Estoy de acuerdo. La primera tiene el carácter complicado de la Ana real, junto con su cómica ironía (no exenta de una cierta carga de cinismo) para describir personas y situaciones. La segunda tiene el físico, una mayor capacidad dramática y una más completa profundización en los pensamientos más valiosos de la autora.
Siguiendo con la familia de Ana, las interpretaciones son muy acertadas. Iain Glen no guarda demasiado parecido físico con Otto Frank, pero retrata (y creo que mejor que nadie, Ben Kingsley incluido) el carácter pacífico y agradable de “Pim”. Es novedoso verle en el cine como un personaje de gran sentido del humor, pero es la dulzura con sus hijas el rasgo más acertado de su actuación, hasta el punto de crear en Ana a una niña algo consentida. Se recrea su conversación con Ana a consecuencia de la carta (entrada del 7 de mayo de 1944), y aunque toda la escena está demasiado teatralizada, se nos encoge el corazón al ver a un padre arrasado por las lágrimas al ver que la situación con su hija se le escapa de las manos sin que pueda adoptar los remedios que serían suficientes en el mundo exterior. Tamsin Greig, de bastante parecido con Edith Frank, es la sufrida madre, que lo pasa mal con el maltrato al que la somete su hija. También es la más asustada de los escondidos y la más deprimida, como recordaba Miep Gies. Otro acierto del guión es el de mostrar un retrato más completo de la modélica hermana mayor (Felicity Jones): vemos a una Margot a la que le cuesta soportar las insolencias de su hermana menor, que también desea alejarse de sus padres (así consta en el diario) y que se refugia en el estudio para “sobrevivir”. También vemos, aunque de forma casi insinuada, su debate interno entorno a Peter. Además, Jones cumple el requisito de la belleza física que todos atribuían a Margot, ya que parece unánime la opinión de que las fotografías que han sobrevivido no le hacen justicia.
Muy caricaturesco es el retrato de Petronella van Daan (Auguste van Pels), papel a cargo de Lesley Sharp: se incide en su personalidad coqueta y superficial y en sus explosiones de carácter. La mayoría de las referencias a esta mujer en el diario parecen exactamente “de caricatura”, y puesto que así es como la veía Ana así es como la vemos nosotros, coincida ello o no con la realidad. En este último sentido, la propia Ana moderó bastante sus opiniones negativas sobre ella en los últimos meses de su encierro. Hermann van Daan (Hermann van Pels), interpretado por Ron Cook, aparece como un hombre afable, ingenioso, de un enorme sentido del humor (una continua fuente de chistes), aunque sumido en continuas peleas y reconciliaciones con su mujer y malhumorado por la falta de cigarrillos. Peter van Daan (Peter van Pels) es un personaje clave y muy difícil de enfocar. Sabemos que tenía un carácter tímido y probablemente inmaduro para su edad. Sufría por sus graves problemas para expresar sus sentimientos. Es posible, incluso, que no fuese precisamente deslumbrante desde el punto de vista intelectual. La cuestión es que Geoff Breton es un Peter algo más despierto a como lo veíamos en la película de Dornhelm, aunque con la debilidad de carácter antes mencionada. Hubiera sido buena idea, para suplir esa sensación de “vacío” mental, la de plasmar en el personaje algunas de las cosas de él que más preocupaban a Ana: desdén por la religión, falta de expectativas en sí mismo, etc. Hay que decir que, puesto que apenas hay fotografías de esta familia (las pertenencias de su casa desocupada fueron robadas por los nazis) no puede exigirse un gran parecido físico de los actores con ellos. Tal vez Breton aparente ser demasiado mayor, aunque no es algo relevante.
En lo concerniente al octavo escondido, esta película ofrece el que hasta ahora es el retrato más honesto de Albert Dussel (Fritz Pfeffer). Ana, que le odiaba, le llamó “Dussel” porque significa “idiota”. Nicholas Farell, muy parecido al Pfeffer real, da vida a un personaje educado, algo chapado a la antigua, enamorado hasta el tuétano y que no es capaz de soportar el encierro. Sabemos que era un gran deportista y es comprensible que sobrellevase mal esos dos años de aislamiento del mundo. La famosa pelea del escritorio es lo más interesante de su actuación: no es capaz de valorar la importancia de escribir para Ana, y tras el final de la disputa le vemos escribiendo una carta a Charlotte Kaletta en las oficinas de abajo (suponemos que Ana está ocupando el escritorio en ese preciso momento gracias a la intervención de Otto) mientras llora sin consuelo la ausencia de su amante y de su hijo, al que (al igual que en el diario de Ana), no se hace referencia.
En cuanto a los ayudantes, Kate Ashfield es una Miep Gies algo asustada, rasgo comprensible aunque no encaje bien con la fortaleza de carácter del personaje real. En este sentido, tal vez me convenza más Lili Taylor en “La historia de Ana Frank”. Eso sí, su parecido con la Miep real es más que considerable, como también ocurre con Roger Frost, clavadito al señor Kleiman (en las ediciones más antiguas del diario se le llama Koophuis) salvo por que le falta algo de pelo. A este le vemos permanentemente atento y de buen humor, pero con sus habituales problemas de salud. Mucho menos me convence el retrato de Kugler (o Kraler en las versiones antiguas del diario) (Tim Dantay), como un hombre permanentemente enojado con los escondidos. Es cierto que en el diario consta algún episodio, pero también se describe su buen humor, aquí inexistente. Bep, interpretada por Mariah Gale, hace un papel discreto y casi desapercibido en comparación con los anteriores. No me explico esta costumbre cuando Ana simpatizaba tanto con ella. Podrían haberse retratado sus preocupaciones con su padre enfermo y la complicada historia de su noviazgo y compromiso, que sin duda motivaron muchas conversaciones en la "Casa de atrás". Igualmente discreto es el lugar dejado para Jan Gies (esposo de Miep). Ni siquiera en los créditos de la serie he conseguido encontrar el nombre del actor que le interpreta.
Del último punto débil de la serie no tienen la culpa ni el director, ni el guionista ni los actores, sino los responsables del nefasto doblaje al castellano. Me pitan los oídos de escuchar durante toda la serie cómo se llama “Kluger” a Kugler, o cuando hay frases no ya traducidas del inglés al castellano, sino en las que se dice algo completamente diferente y cambiando, por tanto, las palabras que Ana escribió en su diario. Pero lo peor es la escena en la que Pfeffer (Dussel) relata a Ana sus intenciones de emigrar a Sudamérica tras el fin de la guerra. En versión original, el actor pronuncia “gracias por su ayuda hoy” y “buenas noches” en español macarrónico y cuenta seguidamente sus propósitos a Ana. Los responsables del doblaje han optado por la horrible opción de que, para que se note el cambio de idioma, Pfeffer pronuncie esas palabras en inglés y anuncie luego que piensa irse a Norteamérica. Lamentable, sobre todo porque implica manipular un hecho histórico. Sin duda hubiese sido preferible que la totalidad de la conversación discurriese en castellano, ya que por las palabras de Ana (“¡eso no es hebreo!”) es fácil de entender que no ha entendido lo que le ha dicho Pfeffer.
Precisamente en relación a la edición en castellano, debo decir que recomiendo encarecidamente la “edición coleccionista” por una razón muy simple: la edición simple consiste en la serie montada como si de una película se tratase (es decir, eliminando los capítulos con sus entradillas y créditos finales), con el lógico resultado de que se nota que es una serie y que el formato “película” no le sienta tan bien. Además, y esto es más grave, en esta edición hay escenas mutiladas. La edición coleccionista trae dos DVDs: la serie completa y en capítulos (que es como hay que verla) con un documental sobre el diario de Rutka Laskier y la desafortunada versión “película” con cortes. Se incluye en la caja una edición del diario de Ana, lo que es estupendo para quien no lo haya leído y decida darse un atracón en una sola compra. Supongo que lo ideal hubiera sido vender la serie en capítulos como “edición simple” e incluir la “película” con el libro en la “edición coleccionista”, más cara. Lo que se ha hecho no es más que una forma de obligar a pagar más a los interesados en la serie completa.
Creo que el realismo es el principal acierto de esta serie. Es la más “histórica” recreación del diario de Ana y también la más valiente en cuanto al retrato de los personajes. Sin embargo, mi opinión es que esta serie complementa y no desplaza a la película de Dornhelm, primeramente por la interpretación sobresaliente de Hannah Taylor Gordon, y en segundo lugar, por su cruda descripción de lo ocurrido tras el arresto. La serie, en cambio, concluye con las detenciones y unas breves descripciones del destino de cada uno de los personajes. Y lo increíble es que pese a que conocemos sobradamente el trágico fin de la vida de Ana, se nos pone la carne de gallina al ver su imagen congelada mientras el narrador dice “muerta en el campo de concentración de Bergen-Belsen”. La adaptación ha conseguido lo más importante: no sólo nos ha invitado a reflexionar, sino que ha logrado que le tomemos cariño al personaje.
PS: Me persiguen las casualidades imposibles. Cuando acabo de terminar de escribir estas líneas es 25 de junio, y resulta que tal día como hoy en 1946 se publicó el Diario de Ana Frank. Aseguro al lector que no tenía ni idea y que lo he visto en el recuadro de “hechos históricos” del blog.
15 comentarios:
En esta página podemos encontrar la serie
http://www.seriesyonkis.com/serie/el-diario-de-anne-frank/
En cuanto sea posible la veo y te cuento.
Estoy leyendo el libro y quería ver la película también, los personajes están muy bien caracterizados, tal cuál los imaginaba.
Bienvenida, Mariela.
Estoy de acuerdo. La caracterización de los personajes y la reconstrucción del anexo son uno de los puntos fuertes de la serie. Vale la pena, aunque lo más recomendable es haber leído siempre antes el Diario.
Un saludo.
Me pone los pelos de punta, solo imaginar aquel habitaculo donde se refugiaron 2 años sin salir¡ Es impresionante y para mi esta historia es una de las mas crueles y a la vez bella¡
Javier, has dado en el clavo. Uno de los aspectos que más conmueven de esta historia es la mezcla de drama y de esperanza, de brutalidad y de también de ternura.
Sé bienvenido.
es horrible como trataron a los judios ... ana es un poco parecida ami . y su aor con peter fue hermoso . no me imagino lo que sufrieron el casa . me encantaria saber todo de ellos... saber todo de su historia porque me entere de que ana habia tenido su primera vez con peter en la casa de atras y no estaba escrito en el diario ... me duele mucho lo que les paso
melany zarate
Aparte del Diario, una estupenda y rigurosa fuente de información es la biografía escrita por Carol Ann Lee ("Biografía de Ana Frank"). También vale mucho la pena el libro de Miep Gies ("Mis recuerdos de Ana Frank"), aunque es más difícil de encontrar.
En cuanto al asunto de Peter van Pels, hay que descartar completamente que hubiera relaciones sexuales de por medio (porque creo que a eso es a lo que te refieres). En realidad eso sólo lo ha defendido una tal Sharon Dogar, una novelista cuya obra ha sido duramente criticada por la propia Fundación Ana Frank. Hay que pensar que en el Diario sólo hay mención a un único beso entre Ana y Peter y que fue precisamente la timidez de este último la que terminó haciendo que Ana se distanciase de él.
Me olvidaba decir que, dentro del apartado de las insensateces gratuítas que se han dicho de la sexualidad de Ana, está el de que fuera lesbiana apoyándose en la entrada de 6 de enero de 1944. Que no se me malinterprete: no es malo ser lesbiana, pero afirmarlo en el caso de Ana con tan poco material es una osadía. Sobre todo teniendo en cuenta sus amores con Peter Schiff y Peter van Pels y su coqueto interés por Hello Silberberg, que aún vive.
con tan solo pensar en dicha pelicula se me rebuelve el estomago de felicidad y angustia.
ana frank es una idola para mi espero que con el tiempo siga recondandola con sus defectos y cualidades. tan solo pensar que una niña de mi edad estubo viviendo esa tortura y tambien amores es un libro que nunca se olvidara,
Así es. De hecho, los personajes que suelo admirar son aquellos que pese a estar cargados de defectos consiguieron aportar algo que yo considero grande o hermoso. Por el contrario, me cuesta sentir sintonía con los típicos héroes, que a fuerza de parecer perfectos resultan distantes e inaccesibles.
Bienvenida.
Creo que es muy inpactante al ultimo mueron esepto el papá de Anna,es como la histroia de titanic yo creo que las historias que son veraderas son muy interesantes
wow.... donde puedo conseguir esa película
Anne me parece una niña muy buena no creo que sea malcriada (a como dice mi madre) incluso la película me encanta,nunka ubiera conocido el libro si no fuera por el colegio (entra en el examen) también los actrices me encanta como actua (mis favoritos:Tamsin Greig,Ellie Kendrick,Felicity Jones,Geoff Breton...)Aveces pienso como ubiera sido la vida de ella en la vida real o como lo llama ella "su vida clandestina"... Siimplemente me encanta!!!! :)
actrores*
Me gusta leer y ver cine, estás es una de las películas que realmente te impacta, y soy historias reales que realmente nos gustan mucho a la gente, cierto que yo leí primero libro y luego cine y hay cosas que cambian, así que felicidades por tu artículo está muy bien escrito.
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