La ausencia del Il Giardino Armonico en la presente edición del Festival de Música Antigua de Sevilla se ha visto felizmente suplida por la actuación del Venice Baroque Consort, formado por miembros de la Orquesta Barroca de Venecia, que en la última década ha sabido hacerse un hueco entre los principales conjuntos historicistas del mundo gracias a la enérgica labor al frente de Andrea Marcon, y al violín de Giuliano Carmigola, frecuente en sus grabaciones. Hemos tenido la fortuna de escucharles en Sevilla con un programa netamente italiano (lo que, sin duda, mejor saben hacer), en el que la figura de Antonio Vivaldi ha sobresalido. La velada, en una iglesia del Sagrario en la que hacía frío, comenzó con uno de mis conciertos favoritos de Vivaldi: el RV 157, cuyo primer movimiento, de apariencia simple, me ha parecido siempre hipnótico. Enérgica y vigorosa la interpretación del Concierto para violonchelo, RV 401 con Francesco Galligioni, así como del RV 156 para cuerdas. Al margen de Vivaldi, pudimos también escuchar el conocido Concierto para oboe de Marcello, en el que brilló de forma sobresaliente Michele Favaro. También se lució este último, esta vez con la flauta, acompañando a Romina Basso en el “Sol da te mio dolce amore” del Orlando furioso, de la que Basso aguantó dignísimamente el tipo en las notas más graves. También del Orlando vivaldiano escuchamos el “Nel profondo cieco mondo”, pero fue en “Quell’usignolo” de Giacomelli donde Basso exhibió coloratura y dejó pasmado al respetable. Se me venía a la cabeza la Bartoli, pero sin poner cara de poseída. Un descubrimiento para mí fue “Gelido in ogni vena” del Farnace (nuevamente de Vivaldi), basado en “el invierno” de “Las cuatro estaciones”. Alguna vez he leído que la Orquesta Barroca de Venecia no ofrece en directo la misma calidad que en sus grabaciones. Bien, si debo opinar por mí mismo (y para eso tengo este blog) diré que para mí, antes de entrar, el gran atractivo del concierto era escuchar a este conjunto, pero que una vez dentro fue Romina Basso la que me encandiló. Y a la vista del Vivaldi que escucharía una semana más tarde, digo sin rubor alguno que nuestra Orquesta Barroca de Sevilla ha hecho palidecer a los venecianos en el presente Festival.
Por cierto que el clave que utilizó Massimiliano Raschietti fue, al menos a simple vista, el mismo que el empleado por Trevor Pinnock en su reciente concierto de Cajasol.
Mis impresiones sobre el programa de ayer, titulado “L’Italia, i suoi linguaggi” pueden dividirse en dos fases: antes y después del concierto. Durante la primera de ellas me dominó la estupefacción por un inesperado cambio del lugar y hora del concierto. Del Salón de los Tapices del Alcázar a las 21:00 a la iglesia de San Marcos a las 21:30. Tuve la fortuna de mirar la página web de la Orquesta Barroca de Sevilla antes del concierto, por lo que me enteré del cambio sin que ello implicase consecuencias más negativas. Pero a juzgar por los justificados comentarios de disgusto de la gente que guardaba la cola hubo casos más “extremos”. Una pareja de ancianos que esperaba detrás de mí se había enterado del nuevo emplazamiento y hora del concierto gracias a un artículo de periódico en el que se aludía a los mismos... dentro del texto. Ningún anuncio ni titular. ¿No es una cuestión de respeto para quienes han pagado la entrada la de esforzarse en anunciar las posibles modificaciones con antelación y –sobre todo– publicidad suficientes? Hasta donde yo sé, los “anuncios” propiamente dichos se han subido en las páginas web de la OBS y del FEMÁS.
Cuestión aparte es que el cambio obedezca a un imprevisto de última hora, pero el hecho de que en un artículo de la prensa del día se aludiese al mismo nos hace chocar de nuevo con el escollo de la falta de publicidad. Se rumoreaba en la fila que el cambio se debía a los necesarios preparativos de seguridad para el Consejo de Ministros del día siguiente en el Alcázar. Bien, en ese caso tal eventualidad tendría que estar prevista, y de no haberlo estado a la fecha de organizarse el programa, cosa posible, tendría al menos que haberse anunciado de forma más seria, sobre todo cuando se rumoreaba que no será el único concierto en sufrir cambios. Creo que es lo propio de un Festival con veintisiete ediciones a sus espaldas y al que acuden figuras musicales de primerísimo orden. En cualquier caso, nos atendieron de forma amabilísima las dos jóvenes encargadas de la cola, que recabaron información para nosotros sobre las causas del precipitado cambio. Me hizo gracia el comentario de la señora de atrás: “¿Medidas de seguridad para los ministros? ¡Como si los que tenemos se mereciesen medidas de seguridad!”.
Pero ya dentro de San Marcos, y desde el momento en el que ese milagro que es nuestra querida Orquesta Barroca de Sevilla abordó los primeros compases del primer Concerto grosso, Op.6 de Corelli (nada tiene de extraña la admiración de Handel hacia estos conciertos) pasé a la segunda y más agradable “fase” emocional: si escuchar a nuestra OBS es siempre un placer, hacerlo con Enrico Onofri al frente es llegar a cotas por encima del sobresaliente. Delicadísima y al mismo tiempo vibrante visión de Corelli, con bellísimos apianamientos que volverían en la segunda parte y un sensacional Onofri, acompañado en el concertino por Jorge Jiménez, cuya melena contrastaba por cierto con la alopecia de aquél. Siguió el Concierto nº3 de Sammartini, pero fue el RV 208 “Il grosso Mogul” de Vivaldi el que dejó pasmado al público. No recuerdo haber escuchado jamás a una OBS más enérgica, apasionada y entregada, y animo a los que tengan la fortuna de escucharles a detenerse a observar los rostros de los músicos mientras interpretan. Onofri lució tal virtuosismo en el Allegro final que el público arrancó en “bravos” más numerosos incluso que los de la segunda parte. Esta consistía en el conocido “Stabat Mater” de Pergolesi. Es curioso que en este año en que se conmemora el trescientos aniversario de su nacimiento hayamos podido presenciar en Sevilla con poca diferencia de tiempo sus dos obras más conocidas: el intermezzo “La serva padrona” y el trilladísimo pero siempre efectivo “Stabat Mater”. Y ello me hace preguntarme: ¿existe vida en Pergolesi más allá de estas dos obras? Una forma original de homenajearle sería la de sacar del olvido sus obras sin que ello implicase dejar de interpretar las de siempre. Pero no quiero perderme: en lo vocal tuvimos a Monica Piccinini y a Carlos Mena. He tenido oportunidad de escuchar a este último en varias oportunidades y cada vez me gusta más. El público (nada mermado ni por el desbarajuste organizativo ni por el estreno de Turandot) terminó en pie al completo.
Reflexión final: señores organizadores del FEMÁS en este segundo año de la “era Alqhai”: Gracias. Muchas gracias por traernos algo tan grande ya sea en el Alcázar, en San Marcos, el Sagrario, Santa Marina o donde sea... pero por Dios no nos den más sustos como el de hoy.
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